Reportaje

Vuelva usted mañana, señor presidente

Laura J. Varo
Laura J. Varo
· 9 minutos
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Candidatos a la presidencia de Líbano | © MSur

Beirut | Junio 2014

Baabda, 24 de noviembre de 2008. El ya expresidente libanés Emile Lahoud abandona el palacio presidencial como corresponde al fin de su mandato de seis años. El Parlamento aún no se ha puesto de acuerdo sobre el relevo en la Jefatura de la República, que permanece vacía desde el mismo momento en que el exgeneral pone pies en polvorosa.

Pasarán seis meses hasta que otro exgeneral, Michel Suleiman, sea investido presidente con el acuerdo de todas las fuerzas políticas libanesas. Un presidente «de consenso» en detrimento de los «señores de la guerra», los «históricos» aspirantes que ponen ojitos al trono cada seis años a la espera de que el país les devuelva su oportunidad de reinar.

Baabda, 25 de mayo de 2014. El ya expresidente libanés Michel Suleiman abandona el palacio presidencial como corresponde al fin de su mandato de seis años. El Parlamento aún no se ha puesto de acuerdo sobre el relevo en la Jefatura de la República, que permanece vacía desde el mismo momento en que el exgeneral pone pies en polvorosa. Han pasado más de dos meses desde la primera votación y aún no se vislumbra ningún acuerdo entre las fuerzas políticas libanesas para elegir un presidente «de consenso», mientras que los «señores de la guerra», «históricos» aspirantes, ponen ojitos al trono a la espera de que el país les devuelva su oportunidad de reinar.

No se vislumbra ningún acuerdo entre las fuerzas políticas libanesas para elegir un presidente «de consenso»

Líbano parece condenado a repetir su historia una y otra vez. El pequeño país mediterráneo (10.400 kilómetros cuadrados, 4,2 millones de habitantes) vuelve a estancarse en una decisión política, cuando aún no han pasado ni tres meses desde que se nombrara, por fin, un nuevo Gobierno tras casi un año sin Ejecutivo.

El temido vacío político empieza a convertirse en una rutina de tal calibre que, fuera de los corrillos políticos y de los salones de misiones diplomáticas, el descabezamiento de la República es poco más que una estrategia de marketing: «30% de descuento hasta que Líbano tenga un nuevo presidente», reza una pancarta pegada en el escaparate de una tienda de trajes de fiesta en la cristiana y noctívaga calle Gouraud, en el barrio beirutí de Gemmayzeh.

Tampoco a la sexta votación parlamentaria ha ido la vencida. El bloqueo que protagonizan el partido chií Hizbulá y el Movimiento Patriótico Libre del cristiano maronita Michel Aoun ha impedido, de nuevo (y por quinta vez), el quórum necesario para pasar a las papeletas. Se cumple la profecía que Nadine Moussa, abogada de derechos humanos y única mujer aspirante a la Presidencia, hacía tras la primera ronda, allá por abril de este año: «No soy adivina, pero no veo ningún presidente siendo elegido en el corto plazo. Parálisis».

«Estamos en un punto muerto, y ese punto muerto sigue y sigue, sin llevarnos a ninguna parte», denuncia Moussa, cuya candidatura independiente obtuvo en la primera (y única) votación parlamentaria menos votos que un muerto. Literalmente: en las papeletas se encontraron los nombres de cinco personas asesinadas durante la guerra civil, supuestamente por las fuerzas de Samir Geagea, cristiano irredento y hoy aspirante principal al trono. Moussa no obtuvo ninguno. Cero. «¡Me hubiera sorprendido si me hubieran dado algún voto!», exclama.

«El país está regido por 5 reyes confesionales afiliados a las cúpulas saudí, siria, iraní, americana o francesa», dice Nadine Moussa

«Este país está regido por cinco o seis reyes confesionales que están afiliados a las cúpulas saudí, siria, iraní, americana o francesa», critica. «Mientras tengamos este sistema confesional compuesto por reyes confesionales tomando instrucciones de potencias extranjeras, cada uno va a decidir en su propio interés, y así nos ha ido desde el imperio otomano».

Estos bloques, establecidos desde la guerra civil (1975-1990), se reparten según la confesión, pero sus alianzas atraviesan todas las fronteras religiosas. En el campo cristiano dominan las Fuerzas Libanesas de Samir Geagea, muy por encima de otros líderes maronitas históricos, como los Gemayel, dirigentes de la Falange libanesa.

Otra gran figura cristiana, pero de orientación laica, el exgeneral Michel Aoun, hace hoy causa común con Hassan Nasralá, líder fundamentalista del partido-milicia chií Hizbulá. En el mismo bloque, conocido como “Alianza 8 de Marzo”, está el partido rival chií, Amal, cuyo dirigente, Nabih Berri, lleva toda la vida (desde 1992) instalado en la poltrona del presidente del Parlamento. El panorama lo completan la familia cristiana Frangieh, cabeza del partido Marada, y el clan druso de Arslan, con el Partido Democrático Libanés.

El mayor aliado de Geagea, en cambio, es el dirigente del partido Mustaqbal (Futuro), el suní Saad Hariri, hijo del Rafiq Hariri, el todopoderoso exprimer ministro libanés asesinado en 2005, cuya sombra idealizada aún planea hoy sobre el país. Juntos con la Falange forman la Alianza 14 de Marzo, considerada como cercana a Estados Unidos y enfrentada a la 8 de Marzo, que se alinea con Siria e Irán.

Composición del Parlamento libanés | © MSur
Composición del Parlamento libanés | © MSur

De fiel de la balanza hace el druso Walid Jumblatt, otro señor de la guerra histórico, siempre cambiando de alianza. Su Partido Socialista Progresista sea tal vez el más cortejado en el hemiciclo.

Aoun, Geagea, Jumblatt, Gemayel, Hariri, Nasralá… Quienes lanzan hoy sus órdagos por el poder en el Parlamento son los mismos que hicieron a Líbano saltar por los aires durante quince años de enfrentamientos de todos contra todos, denuncia Nadine Moussa. A veces son sus hijos o sobrinos, pero nada esencial ha cambiado. Los jefes de las milicias o sus herederos siguen decidiendo las reglas del juego en un país atravesado por las líneas de demarcación que establecen sus 18 confesiones reconocidas constitucionalmente. Por mucho que a Líbano le guste considerarse el único país árabe democrático.

La propia elección presidencial no es tal. El cargo está reservado a los cristianos maronitas (el del primer ministro y el del presidente del Parlamento son para suníes y chiíes, respectivamente). Sólo votan los diputados. Unos diputados que también están ya en crisis: ante la imposibilidad de sacar adelante una nueva ley electoral que permitiese convocar las elecciones legislativas en junio de 2013, tal como correspondía, el Parlamento aprobó -por primera vez desde la independencia- ampliar su mandato 14 meses (hasta noviembre de este año). «El próximo presidente libanés será el más ilegítimo desde 1943», escribe el bloguero Ramez Dagher.

La propia elección presidencial no es tal. El cargo está reservado a los cristianos maronitas

Es sistema parece dar tumbos de un estancamiento a otro. Transcurrieron diez meses entre la dimisión del primer ministro prosirio Nayib Mikati y la aceptación del nuevo Gabinete bajo la dirección del actual primer ministro Tamam Salam. Era casi imposible contentar a todos, ya que los ministros se nombran según un reparto proporcional que los propios diputados deben aprobar. Y eso que su única misión sacar adelante una nueva ley electoral que permita ir a las urnas en otoño.

Pero ahora, los bloques se han enrocado de tal forma que no hay quien atisbe un final satisfactorio antes de esas elecciones. ¿Cómo aprobar la ley si no hay presidente que la firme? Una opción es ampliar de forma provisional los poderes de los diputados, una maniobra a la que deja margen la Constitución, aunque no de forma explícita.

Es decir, ante la proximidad del parón veraniego, Líbano tendrá un Parlamento caducado que aglutinará todos los poderes estatales. Algo semejante a un estado de excepción velado inducido, en gran parte, por la situación bélica en Siria, donde Hizbulá, el partido más fuerte, está implicado de lleno, combatiendo del lado de Bashar Asad.

Porque es precisamente Hizbulá, como fuerza impulsora de la Coalición 8 de Marzo (que domina 57 de los 128 escaños, la mayoría simple) quien es la artífice del bloqueo. Nasralá y Aoun pretenden forzar a Saad Hariri y a su bloque suní de Mustaqbal a negociar bajo la mesa un nuevo presidente antes de permitir una nueva votación.

Ante el parón veraniego, Líbano tendrá un Parlamento caducado que aglutinará todos los poderes estatales

En medio se interpone Samir Geagea, condenado por crímenes de guerra pero amnistiado en 2005. Geagea, cuya aspiración a la presidencia es tan antigua como la de Aoun, Amine Gemayel o Suleiman Frangieh (hijo de Tony Frangieh, asesinado junto al resto de la familia por los milicianos de Geagea durante la guerra), lanzó oficialmente su candidatura y fue secundada por toda la coalición de Hariri a sabiendas de que era un callejón sin salida. La elección de Geagea es imposible, ante la apertura de infinitas heridas bélicas. La de los demás, también. Sólo puede haber consenso en candidatos independientes, no directamente relacionados con las milicias.

“El discurso político usa el miedo, está construido sobre los temores confesionales (chiíes contra suníes, contra cristianos, contra drusos…), la privación, el aislamiento, todas esas reacciones emocionales para hacer que la gente siga buscando a alguien que les ofrezca protección”, analiza Nadine Moussa.

Mientras los “señores de la guerra” se apoltronan en sus sillones y viajan a Riad, París o Teherán para recabar apoyos, los independientes aguardan su turno. Dos nombres se perfilan sobre los del resto: Jean Kahwagi, actual jefe de las Fuerzas Armadas, que cuenta con el respaldo de Hizbulá, y Riad Salameh, actual gobernador del Banco Central.

Tras el varapalo sufrido por Henri Helou, candidato respaldado por Walid Jumblatt, el siempre influyente líder del Partido Socialista Progresista, Kahwagi y Salameh son los únicos dos nombres capaces de aglutinar, hastío mediante, el consenso necesario para llegar a la Presidencia cuando el juego, por fin, se acabe. Cuándo será, esto es otra pregunta. Quizás en noviembre.