Reportaje

Los kurdos, contra el Estado Islámico

Daniel Iriarte
Daniel Iriarte
· 10 minutos
Un guerrillero del PKK monta guardia en el campo de Majmur | © Daniel Iriarte / MSur
Un guerrillero del PKK monta guardia en el campo de Majmur | © Daniel Iriarte / MSur

Majmur (Kurdistán iraquí) | Agosto 2014 | Con Andrés Mourenza

Ya desde el puesto de control en la entrada de la ciudad de Majmur, la estampa es bastante inusual. Milicianos ‘peshmerga’ y guerrilleros del PKK patrullan juntos, distinguibles únicamente por la tela del uniforme: más basta y verdosa para los miembros de la guerrilla, marrón desierto para los otros. Los primeros son las fuerzas armadas del Gobierno Regional del Kurdistán, que ha comenzado a recibir armamento de casi una decena de estados occidentales; los últimos un grupo armado que combate al ejército turco desde 1984, considerado un grupo terrorista no solo por Ankara, sino también por EE.UU. y la Unión Europea.

Y mientras los ‘peshmerga’ representan en muchos casos al Kurdistán más tradicional, el de los clanes y los feudos de honor, el PKK (las siglas en kurdo del Partido de los Trabajadores del Kurdistán) nació con una ideología marxista que se ha ido moderando con los años, pero que sigue siendo la menos conservadora de la región. Por ello, estos grupos nunca compartieron objetivos. Hasta que llegó el Estado Islámico.

«Estos peshmerga son muy jóvenes y hace años que no guerrean. Nosotros llevamos 35 años luchando», dice un miembro del PKK

“En Majmur, un montón de gente no podía huir ni defenderse. Es por eso que la dirección del PKK decidió que viniésemos y luchásemos aquí”, explica Sadiq, un guerrillero que se niega a dar su rango, pero que sin duda posee autoridad. Cuando los yihadistas comenzaron a tomar pueblos de la región, varias columnas de combatientes del PKK descendieron de sus bases en las montañas del norte de Irak y se desplegaron en este frente. “Los yihadistas atacan Rojava [Kurdistán sirio], el Kurdistán sur [Irak] y nadie puede asegurar que no atacarán también el Kurdistán norte [Turquía], por tanto es un ataque contra todos los kurdos”, dice un miliciano llamado Metin, que participó en la reconquista de esta localidad.

Según la mayoría de los testigos, incluyendo a varios comandantes ‘peshmerga’, la toma de Majmur fue posible gracias a la pericia bélica de los guerrilleros. Mientras en la mayoría de los casos los kurdos iraquíes no han combatido desde 2003, el PKK está bien entrenado, y desde el inicio del proceso de paz con el gobierno turco hace dos años, ocioso. “Los actuales peshmerga son muy jóvenes y hace años que no guerrean. Pueden entrarles el pánico y echar a correr, como ya ha ocurrido en Sinyar y Majmur”, opina Metin. “No les culpo, los del EI son unos bárbaros que si te pillan te cortan la cabeza. Pero nosotros tenemos más experiencia, llevamos 35 años seguidos luchando”, asevera.

Tanto el PKK como su organización gemela en Siria, las YPG, están en la lista de organizaciones terroristas de EE UU

En la vecina Gwer luchan también miembros de los principales partidos kurdos de Irán, como el PDKI. Pero la paradoja es que, mientras son los peshmerga quienes están recibiendo apoyo occidental, la fuerza de combate más efectiva contra el Estado Islámico parece estar siendo, con mucha diferencia, el PKK y su organización gemela en Siria, las Unidades de Protección Popular (YPG). Otro gran éxito de estos grupos guerrilleros ha sido abrir un corredor militar hasta Sinjar para permitir la evacuación de las decenas de miles de yazidíes que huían del terror yihadista. No obstante, ambos están en la lista de organizaciones terroristas de EE.UU.

El PKK también ha hecho llamamientos a la creación de “un mando conjunto” que coordine las tropas y grupos armados kurdos. “No es algo que vaya a ocurrir de la noche a la mañana pero se han dado pasos adelante”, asegura Metin, y cita los ejemplos del establecimiento de milicias conjuntas para la defensa de Sinyar, Majmur y Kirkuk. Además, el PKK y otros grupos afines están entrenando a cientos de voluntarios yazidíes a fin de que participen en la ofensiva que se prepara para recuperar Sinyar de las garras del EI.

Esta cooperación entre las diferentes facciones kurdas, legendarias por su rivalidad y fragmentación, es, de hecho, una especie de milagro. Un ejemplo: hace sólo cinco años, la mayoría de los kurdos de Irak tenía dos números de teléfono móvil, uno de la empresa Korek y otro de Asiacell. La razón: en ocasiones resultaba imposible hacer llamadas de una a otra compañía, pues la primera está controlada por el Partido Democrático del Kurdistán (KDP) y la segunda por la Unión Patriótica del Kurdistán (PUK), que entonces se repartían el poder en la región kurda de Irak, y que en la década de 1990 se enfrentaron en una absurda guerra civil.

La historia moderna de los kurdos -unos 30 millones de personas repartidos principalmente entre Turquía, Irak, Irán y Siria- está plagada no sólo de masacres sino también de traiciones. En la guerra civil del Kurdistán iraquí, ni el KDP ni el PUK dudaron en buscar, respectivamente, el apoyo del Irak de Sadam Hussein y de Irán, dos estados que no han dudado en reprimir a los kurdos. El KDP tampoco tuvo reparos en traicionar al PKK, refugiado en las montañas iraquíes, y en los últimos años ha permitido al Ejército de Turquía realizar a voluntad incursiones de castigo en territorio kurdo. Por su parte, el PKK se cobijó durante 15 años en Siria bajo el manto protector del régimen de los Asad, mientras Damasco ninguneaba a sus propios kurdos.

La historia moderna de los kurdos está plagada no sólo de masacres sino también de traiciones, de alianzas con el diablo

Pero las cosas han cambiado. La evolución del Kurdistán iraquí hacia una entidad cada vez más autónoma, próspera y pacífica, han hecho a su Gobierno el aliado más fiable de Occidente en la zona. “La relación entre el KDP, el PUK y otros partidos kurdos es ahora mejor. Esta lucha puede ser de gran ayuda para forjar un sentimiento de nación y ayudarnos a crear un estado”, explica a MSur Adnan Osman, un exdiputado kurdo que ahora ha tomado las armas para luchar contra los yihadistas. Según la televisión kurda Rudaw, a lo largo de este verano miles de kurdos se han alistado como voluntarios para unirse a los peshmerga, que cuentan con unos 100.000 efectivos.

Sin otra bandera que la kurda

El presidente del Kurdistán iraquí, Masud Barzani, ha ordenado que los peshmerga no lleven otra bandera que la kurda para que las milicias de cada partido se integren en un cuerpo unido. “Estamos tratando de transformar a los peshmerga en un ejército moderno y creo que en un año y medio lo conseguiremos”, afirma Sadi Ahmed Pire, jefe de relaciones exteriores de la PUK.

No obstante, el experto en temas kurdos Wladimir van Wilgenburg considera que aún existen tensiones importantes entre los grupos kurdos: “Si la lucha contra el EI dura mucho, traerá más unidad. Pero si el EI es expulsado de las áreas kurdas, las diferencias reaparecerán”. De hecho, el PKK se queja de que el Gobierno Regional sólo le entrega municiones y no armas, por el problema legal que supondría armarles mientras continúen en las listas de grupos terroristas de la UE y de EE.UU.

La imagen internacional del PKK, sin embargo, podría mejorar muy pronto. Esta organización se encuentra inmersa en unas negociaciones de paz con las autoridades turcas que, por primera vez, podrían producir resultados tangibles en un futuro próximo. “Esta guerra que ya dura treinta años se encuentra, a través de una importante negociación democrática, en la fase que se acerca al final”, declaró a principios de agosto Abdullah Öcalan, el líder máximo de la guerrilla, encarcelado desde 1999. A pesar de algunos incidentes recientes, tanto el gobierno turco como los representantes políticos del movimiento nacionalista kurdo se muestran optimistas, y se espera que el nuevo primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, anuncie pronto un plan de paz con medidas concretas.

Sadiq recibe a MSur en un campo de refugiados que el propio grupo estableció en Majmur en 1992, para acoger a aquellos que huían de las brutales políticas de “tierra quemada” que el ejército turco aplicaba en aquella época: la destrucción de al menos dos mil aldeas para aislar al PKK de una población en muchos casos simpatizaba con la guerrilla. “Antes del ataque del Estado Islámico, aquí había 11.000 refugiados”, explica el combatiente. Ahora, el campo está vacío, igual que la propia ciudad de Majmur.

La localidad está lejos de ser segura: las posiciones del Estado Islámico están a apenas 4 kilómetros, en las granjas de los alrededores. El peligro del frente lo subrayan dos camionetas que, en el espacio de unos pocos minutos, cruzan corriendo el centro de la población con varios ‘peshmerga’ heridos en la parte trasera.

Dos camionetas cruzan Majmur con varios ‘peshmerga’ heridos en la parte trasera, subrayando que el EI está a apenas 4 kilómetros

Pero según Sadiq, la razón por la que el PKK combate en este frente no es para defender el campo. “No es por el lugar, es acerca de seguir siendo personas y ayudarnos unos a otros”, afirma. Por el campamento pululan guerrilleros de ambos sexos, y las mujeres parecen tener un papel relevante en la lucha contra los radicales islamistas, tanto en el PKK las YPG. Durante un tiempo, de hecho, se cuenta que los yihadistas en Siria huían despavoridos cuando veían aparecer a los batallones femeninos kurdos: se corrió el rumor de que, si los combatientes morían a manos de una mujer, se les cerraban las puertas del paraíso, y esto provocó tal desbarajuste en las filas del entonces Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) que los imanes del grupo tuvieron que desmentirlo en sus sermones.

De repente, en el recinto irrumpe un vehículo todoterreno cubierto de barro a modo de camuflaje, en el que viajan varios combatientes del PKK, todos bastante jóvenes. Pero en la puerta es visible un emblema que todo el mundo reconoce en esta región: las letras arábigas blancas sobre fondo blanco que conforman la bandera del Estado Islámico. “Se lo hemos quitado a los yihadistas”, explica una guerrillera.

«Los del Estado Islámico mataron a una embarazada, le sacaron el feto y lo decapitaron. No son humanos», afirma un comandante

“El Estado Islámico mata, amputa manos, nunca habíamos visto algo así. En Sinyar, mataron a una embarazada, le sacaron el feto y lo decapitaron. No son humanos”, asegura Sadiq. “Los combatientes del Estado Islámico se inyectan, toman píldoras antes de atacar, y pierden los sentidos. Hemos encontrado las marcas de pinchazos en algunos cadáveres, y otros tenían pastillas en los bolsillos”, indica.

Su testimonio confirma algunos videos aparecidos en internet, en los que combatientes ‘peshmergas’ extraen lo que parecen bolsas de narcóticos de la ropa de yihadistas abatidos. “El Estado Islámico no es peligroso solo para los kurdos, sino para el mundo entero”, sentencia el guerrillero.

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