Reportaje

La caída de Mosul

Karlos Zurutuza
Karlos Zurutuza
· 11 minutos
Protestas en Mosul (Marzo 2013) | ©  Karlos Zurutuza
Protestas en Mosul (Marzo 2013) | © Karlos Zurutuza

Erbil | Octubre 2014

La segunda ciudad de Iraq cayó en junio. Tres días de combates callejeros bastaron a los combatientes del Estado Islámico de Iraq y Levante (ISIL), que luego eliminaría los elementos geográficos de su nombre, para tomar Mosul, una urbe histórica de casi 2 millones de habitantes. El 10 de junio, los últimos soldados huyeron en desbandada, mientras los comandantes se enzarzan en acusaciones mutuas de abandono del deber.

“La razón principal es que aquellos responsables de defenderla, las Fuerzas Armadas iraquíes, no tenían un interés real de hacerlo”, denuncia ahora Atheel Nujaifi, hasta ese día gobernador de la rica ciudad. Lejos de tirar la toalla, Nujaifi (Mosul, 1958) dirige hoy una suerte de “Gobierno en la sombra” desde un barrio residencial a las afueras de Erbil, la capital de Kurdistán iraquí autónomo.

Cuando M’Sur entrevistó a Nujaifi por primera vez, en abril de 2013, éste recibía al periodista en el edificio de la gobernación de Nínive, en el centro de Mosul, y al clamor de una manifestaciones masivas a escaso cien metros de allí. Nujaifi no dudaba en mostrar abiertamente su apoyo a las protestas que ponían en jaque al Gobierno de Bagdad: visitó el lugar y lanzó declaraciones incendiarias en discursos y entrevistas (“El Gobierno de Bagdad debe caer”, fue el titular que dio entonces a M’Sur). “Nos robaron la revolución”, lamenta hoy.

«Maliki pensaba que podía recuperar Mosul en cualquier momento; era tarde cuando vio que no era posible»

Difícilmente podía imaginar este hijo de una próspera tribu mosulí la sorpresa que le depararía el destino más cercano: hoy su antiguo despacho lo ocupan los mismos yihadistas que destruyeron su casa el pasado junio, y las malas lenguas aseguran que sus caballos fueron vistos por última vez en Raqqa, la ‘capital’ del ISIL en Siria.

Nujaifi asegura que su agenda es aún más apurada que durante la visita anterior. A altas horas de la noche, el gobernador en el exilio consigue finalmente hacer un hueco a una entrevista que se desarrolla en inglés, idioma que domina perfectamente. Para él, la culpa de la rápida caída de Mosul hay que buscarla en la falta de interés de Bagdad en invertir en su defensa.

El entonces primero ministro, Nuri Maliki, “pensó que contaba con un poderoso Ejército que podría recuperar Mosul de nuevo en cualquier momento. Ya era demasiado tarde cuando se dio cuenta de que no era posible”, cree el gobernador. “No olvidemos que fue Maliki quien ordenó al Ejército retirarse de la zona oeste de la ciudad. Del 6 al 9 de junio sólo una brigada local de Policía luchó contra eI ISIL sin ayuda de ningún tipo, hasta que fueron finalmente masacrados”, recuerda.

«El ISIL utilizó a los grupos suníes rebeldes de Mosul durante los primeros días de euforia tras la retirada del Ejército»

A esto se sumó sin duda cierta disposición de la población de apoyar a los yihadistas o, al menos, un hartazgo frente al Gobierno central que parecía abrir la puerta a cualquier enemigo de Bagdad. De hecho, hubo voces que tildaron la toma de Mosul como una “victoria de la revolución” tras una «acción conjunta» de grupos islamistas, milicias locales y otras organizaciones cercanas al Baath, el partido laico que gobernó Iraq bajo Sadam Husein y que hoy, ilegalizado, intenta coordinar la oposición armada al Gobierno fundamentalista chií de Bagdad.

Pero las masivas protestas suníes de Mosul habían plantado la semilla para una rebelión a gran escala, en un movimiento que ya hace un año pudo reconocerse como señal de la próxima fractura de Iraq. Otra cosa es que los frutos lo recogieran los yihadistas y no la población local.

“Desde el principio intenté convencer a esos grupos de que no tenían nada que ver con el ISIL pero muchos querían sentirse parte de una especie de revolución”, asegura Nujayfi quien, pese a ocupar un cargo oficial, se situaba en el bando opositor. Pero la cuenta no les salió, subraya: “El ISIL utilizó a estos grupos durante los primeros días de euforia tras la retirada del Ejército de Maliki de la ciudad, pero una semana más tarde les obligó a entregar sus armas y a integrarse en sus propias filas. Y lo mismo ocurrió entre la población civil: confiaron en el ISIL al principio pero les bastó unos días para entender la gravedad de la nueva coyuntura”.

Atheel Nujaifi (Erbil, Oct. 2014) |  ©  K. Zurutuza
Atheel Nujaifi (Erbil, Oct. 2014) | © K. Zurutuza

Porque si alguien creyó que los yihadistas liberarían la ciudad de un yugo pesado, ya ha tenido tiempo de desilusionarse: “Hoy Mosul se ha convertido en una cárcel al aire libre con dos horas de electricidad cada tres días. Y ese es el menor de sus castigos”, dice el gobernador.

¿Habrá una fractura entre el ISIL y los movimientos iraquíes suníes de la órbita del Baath? ¿Qué hará Ibrahim Douri? Este hombre fue vicepresidente bajo Sadam y hoy vive en la clandestinidad como líder del Ejército de los Hombres de la Orden Naqshbandi (JRTN), una curiosa agrupación militar-religiosa que toma el nombre de una cofradía sufí y que inicialmente lucha contra Bagdad, pero también podría volverse contra los yihadistas. Nujaifi no le ve mucho futuro. “El Baath es, sin ningún género de duda, activo y eficaz con la propaganda y a la hora de dirigirse a la opinión pública, pero carece de poder militar. Y el JRTN de Douri sólo cuenta con un pequeño número de combatientes en sus filas. No tienen capacidad alguna para enfrentarse al ISIL”, sentencia.

La ayuda del exterior es un arma de dos filos porque el ISIL advierte que alguien va a venir de fuera a destruir la ciudad

Eso sí, resistencia suní fuera del ISIL hay y “durante los últimos años ha combatido sin descanso, pero ha carecido de líderes políticos”, lamenta Nujaifi. Pero ¿recuperar Mosul? “La única manera de hacerlo es que sean los residentes de Mosul los que luchen contra el ISIL, y están dispuestos a ello. De hecho, ya están luchando dentro de la ciudad a través de las llamadas ‘Brigadas de Mosul’. Conducen actividades de sabotaje y asesinatos selectivos, pero su campo de acción aumentará a medida que lo haga la ayuda del exterior”, indica el gobernador.

La ayuda del exterior, un arma de dos filos. Porque “el ISIL advierte que alguien va a venir de fuera a destruir la ciudad y matar a sus ciudadanos”, señala Nujaifi, quien quiere dar el mensaje opuesto: “Los que han de liberar a Mosul serán sus residentes”, una vez que consigan superar la desconfianza generada entre ellos.

Pese a ese riesgo, los ataques aéreos de Estados Unidos “son de gran ayuda”, cree el político. “Los objetivos están siendo elegidos escrupulosamente para evitar daño colateral a los civiles. No obstante, los bombardeos no bastan para echar a los islamistas de nuestras casas”.

Nujaifi insiste en enderezar un malentendido frecuente: “A pesar de que ciertos sectores intentan criminalizar a la sociedad iraquí suní en su conjunto vinculándola con el ISIL, como ya ocurrió con Al Qaeda durante la ocupación, somos precisamente las primeras víctimas de este monstruo”. De muestra, un botón: “No olvidemos que la mayor parte de los templos destruidos son lugares de culto para musulmanes suníes”. “Y la catástrofe humanitaria hay que añadirle la destrucción sistemática de todo nuestro patrimonio histórico”, concluye.

«Hoy no necesitamos tropas extranjeras: estamos creando nuestra propia fuerza de Policía»

¿Una situación similar a lo de los últimos años cuando los suníes de la región de Ninive y otras provincias se sentían oprimidos por las políticas de un régimen chií fundamentalista y recibían apoyo de yihadistas extranjeros, normalmente árabes? “La diferencia es que entonces sufrimos un régimen iraquí respaldado por Irán y los estadounidenses, mientras que hoy no hay régimen, sólo ISIL”, resume Nujaifi.

No está claro que estos mismos estadounidenses, que entonces eran el enemigo, el ocupante, el respaldo del odiado régimen de Maliki, puedan ahora convertirse en aliado. Nujaifi prefiere otra vía: una fuerza autónoma suni. “A día de hoy no necesitamos tropas extranjeras. Estamos creando nuestra propia fuerza de Policía y ya tenemos 4.500 solicitudes. Hemos abierto dos oficinas de reclutamiento, en Dohuk y Erbil, en las que refugiados de toda Nínive están dando su nombre, pero no admitimos a nadie que venga directamente de Mosul para evitar infiltraciones”.

El proyecto está en marcha: “Esta semana hemos levantado un campamento donde formaremos a la Policía de Nínive. Quiero subrayar que no será una fuerza exclusivamente suní sino un cuerpo armado que incluye a cristianos, yezidíes y el resto de los pueblos de Nínive, una de las provincias más diversas de Iraq. El siguiente paso será la formación de una Guardia Nacional formada por voluntarios”, promete el gobernador.

El Gobierno autónomo del Kurdistán colabora con estas oficinas de reclutamiento, mostrando buena sintonía, pese a que Bagdad y Erbil siguen disputándose la ciudad de Kirkuk y sus yacimientos de petróleo. “No es el momento adecuado para hablar de los territorios en disputa. Tenemos una necesidad apremiante común que es detener el avance del ISIL y expulsarlo de nuestra tierra, y ello será imposible sin coordinación entre nosotros. Una vez que hayamos conseguido este objetivo se puede abordar cualquier otro asunto de forma democrática”, insiste Nujaifi.

Es más, pacificar la región será incluso condición previa para poder decidir qué pasará con Kirkuk. “Los kurdos son conscientes de que resulta imposible mantener el control sobre una ciudad si sus ciudadanos no están de acuerdo. Y lo saben porque la violencia ha sido incesante en Kirkuk durante la última década. Sea Kurdistán una región o un Estado en el futuro, Erbil sabe que si las regiones suníes del país son inestables ellos también sufrirán”, subraya el político.

“Irán ha hecho lo imposible para marginarnos a los suníes en Iraq después de 2003”

El tercero en discordia son las milicias chiíes que Nujaifi considera financiadas directamente desde Irán, país al que acusa de haber incitado a la violencia en las regiones suníes para crear fracturas y ejercer mejor control sobre Bagdad, donde los políticos están obligados a escuchar las indicaciones de Teherán. “Irán ha hecho lo imposible para marginarnos en Iraq después de 2003”, asegura.

Ahora, estas milicias han tomado la ciudad de Tuz Jormato, poco al sur de Kirkuk, habitada principalmente por turcomanos chiíes, poco después de que cayera en manos del ISIL. ¿Qué sucede si estas milicias se expanden a otras enclaves chiíes, como la de Tel Afar al oeste de Mosul? Tan lejos no llegarán, cree el gobernador, porque tendrían que cruzar una gran franja de mayoría suní. Además, Teherán estará ahora más preocupada por el ISIL que por ganarles terrenos a los suníes, evalúa: “Creo sinceramente que Teherán ve con preocupación cómo la amenaza integrista se acerca irremisiblemente hacia su frontera, de ahí el creciente despliegue de milicias leales por la región”.

La buena noticia para Nujaifi es que tras el cambio de Gobierno en Bagdad, el 8 de septiembre pasado, sus iniciativas podrán contar con el respaldo del nuevo Gobierno central, dirigido ahora por Haider Abadi, un ingeniero con estudios en Inglaterra que parece al mismo partido religioso que Maliki, el Dawa (Misión).

El nombrambiento de Abadi como primer ministro “ha sido un acierto”, cree Nujaifi. “Por primera vez desde 2003, hemos encontrado un apoyo real en Bagdad. La colaboración es estrecha y nos están apoyan con financiación y armas, porque ahora son conscientes de que el enemigo está casi a sus puertas, muy cerca de las zonas chiíes del país. Paradójicamente, podemos decir que el Estado Islámico puede unir a los iraquíes”, concluye.