Opinión

¿De duque a rey?

Uri Avnery
Uri Avnery
· 12 minutos

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El lunes, la Knesset, la número 19 desde la fundación de Israel, votó disolverse, menos de dos años después de las elecciones por las que se constituyó. Para muchos de los diputados era un día triste, una especie de harakiri politico. No tienen ninguna opción de volver a ganar un escaño. Algunos de ellos no merecen otra cosa que el olvido, tanto que yo tampoco recuerdo sus nombres ni sus caras.

Al día siguiente, una bomba política explotó en las noticias de la TV. Channel 10, un canal un poquito más liberal que las otras dos cadenas, publicó los resultados de un rápido sondeo de opinión llevado a cabo por una empresa de encuestas respetada.

Los resultados eran increíbles.

El primer dato era que el Partido Laborista, después de unirse con el «Movimiento» de Tzipi Livni, será el mayor partido de la próxima Knesset.

Los israelíes se quedaron boquiabiertos ¿Cómo? ¿Los laboristas? ¿Este partido al que tanta gente considera clínicamente muerto?

Desde luego, este es solo el primero de cientos de sondeos que se harán antes del día de las elecciones, el 17 de marzo de 2015. Pero los resultados ya tuvieron su impacto. (Otras dos encuestas posteriores confirmaron los datos).

Según un sondeo electoral, el Partido Laborista, unido al «Movimiento de Tzipi Livni, será el principal partido

Un segundo resultado era que el Likud, que se quedaría en segundo lugar, recibiría exactamente el mismo número de escaños si lo encabezara Binyamin Netanyahu o su potencial rival Gideo Sa’ar, un funcionario gris del partido (y antiguo empleado mío). Como ministro de Interior, Sa’ar ha brillado sobre todo a la hora de perseguir a refugiados africanos que pide asilo en Israel. (En el último momento, Sa’ar renunció a desafiar a Netanyahu).

¿Es posible? Netanyahu el Grande, el «Rey Bibi», como lo llamó la revista Time, ya no es un imán de votos?

Ya’ir Lapid, el héroe de las elecciones pasadas, se ha reducido a la mitad de su tamaño original. Como aquella calabaza de Libro de Jonás, «que nació en una noche y en una noche pereció».

Pero la verdadera sorpresa del sondeo era algo distinto: aunque Netanyahu sigue encabezando la lista de los candidatos preferidos al cargo de primer ministro, Yitzhak Herzog, el dirigente laborista, se le ha acercado tanto que ya no hay diferencia.

Hace sólo un mes, predecir algo así habría parecido una broma que arrancase carcajadas. En aqul momento, Netanyahu tenía una ventaja inalcanzable, muy por encima de todos los gnomos a su alrededor. El sentimiento general era que «no hay nadie más».

Ahora sí hay alguien. ¡Herzog! ¿Herzog?

Yitzhak Herzog, el dirigente laborista, se ha acercado tanto a Netanyahu en los sondeos que ya no hay diferencia

Herzog es una palabra alemana que significa duque. Y efectivamente, Yitzhak, al que se le conoce habitualmente como Buji (que es como lo llamaba su madre cuando era un niño) es de origen aristocrático.

Su abuelo, Yitzhak Herzog (por el que le pusieron su nombre, siguiendo la tradición judía), era el rabino jefe de Irlanda. Tenía una reputación tan excelente que en los años 30 lo llamaron para nombrarlo rabino jefe asquenazí de Palestina. Se le consideraba liberal (en comparación con otros).

Su hijo, Chaim, estudió en Inglaterra, fue un brillante boxeador y se integró en las filas del Ejército británico en la II Guerra Mundial. Trabajaba como oficial de la rama de espionaje en Egipto cuando conoció a Susan Ambash, la hija de una rica familia judía local.

La familia Ambash mandaba a sus dos hijas los sábados a la sinagoga para buscar a oficiales judíos traerlos a casa para el almuerzo del shábat. En una de estas ocasiones pescaron a dos: un tal Chaim Herzog y un tal Aubrey (Abba) Eban. Se casaron con ellos.

En la guerra de 1948, Chaim Herzog se integró en el nuevo Ejército de Israel como oficial en el sector de espionaje y al final ascendió a general y jefe de toda la rama de espionaje militar. Cuando dejó el Ejército fundó un despacho de abogados que se convirtió en el mayor y más rico del país.

Pero sus verdaderos días de gloria llegaron en vísperas de la Guerra de los Seis Días. Durante tres semanas, los israelíes fueron víctimas de un ataque de ansiedad agudo. Algunos hablaban de la inminencia de un segundo holocausto. Durante este tiempo, el general Herzog tenía un programa diario en la radio y consiguió calmar al público con su análisis sobrio y lúcido, sin quitar importancia a las amenazas y sin exagerarlas.

La gente se lo agradeció: le dieron la presidencia del Estado. En este puesto se portó más como un británico que como un israelí. Un ejemplo: en un momento en el que a mí me boicotearon todos los cabecillas de la clase dirigente, me llegó por sorpresa una invitación de Herzog para una cena privada en su residencia presidencial. Tuvimos una conversación agradable, sin ningún enfoque concreto. Simplemente quería conocerme.

Aproveché la oportunidad para pedirle que interviniera en las normas de seguridad del aeropuerto Ben Gurión donde a los árabes se les apartaba de forma rutinaria para registrarlos de forma humillante (se sigue haciendo). Me lo prometió pero no cambió gran cosa.

Durante la Guerra de los Seis Días, el general Herzog logró calmar al público con su programa diario en la radio

Por cierto, tuve una cena similar con su hermano, Ya’acov, entonces director general de la oficina del primer ministro. De los dos hermanos, Ya’acov era a quien se le atribuía un intelecto extraordinario. Yo ya estaba predicando entonces, como ahora, la solución de los Dos Estados, algo que en aquella época se rechazaba de forma rotunda no sólo en Israel sino en todo el mundo. Durante la cena, Ya’acov dijo que le gustaría escuchar mis argumentos a favor de esta solución y me hizo un interrogatorio como si nos halláramos en una audiencia judicial… también una actitud mucho más británica que israelí. Los altos cargos israelíes no hablan con la gente de la oposición radical.

También Yitzhak Herzog fue parte del cuerpo de espionaje militar antes de que fuera nombrado secretario de Gabinete. Al unirse al Partido Laborista, al igual que su padre, se convirtió en diputado y en ministro de diversas carteras menores.

De figura grácil, con ojos azules y tez clara, Herzog, de 54 años de edad, parece más británico que israelí. Habla con tono suave, se expresa de forma moderada y no tiene enemigos. Es exactamente lo contrario del típico político israelí.

Herzog sorprendió a todo el mundo cuando ganó a una de estas típicas políticas israelíes en la lucha por el cargo de presidente del Partido Laborista. Sheli Yachimovitch es una socialista resuelta, beligerante, de opiniones rotundas, capaz de irritar a cualquiera, que no tiene contemplaciones a la hora de imponerse a los demás. Se enfrentó a demasiados colegas y votaron por echarla. Buji se convirtió en dirigente del partido y, con ello, automáticamente en «líder de la oposición», un título y estatus que la ley otorga al jefe del mayor partido de la oposición.

Por primera vez, es posible que Herzog sea primer ministro. Lo impensable ya puede pensarse

(Una de estas pequeñas bromas de la política: Herzog estaba a punto de perder el título y las ventajas asociadas cuando Netanyahu echó a Lapid, cuya facción en la Knesset es mayor que la de los laboristas. Pero dado que la Knesset se ha disuelto, Lapid no hereda el título).

Al asumir el liderazgo del partido, Herzog declaró inmediatamente su intención de ser candidato al cargo del primer ministro. La respuesta general fue una sonrisa benevolente.

Ahora, por primera vez, parece que podría ser posible. No es probable, de todas formas. Pero lo imposible se ha vuelto posible. Lo impensable ya puede pensarse.

Esto ya es por si solo una revolución.

Durante los últimos años, la prensa israelí se ha obsesionado con la idea de que «Israel se mueve hacia la derecha». Que Netanyahu, con todo lo malo que es, siempre es preferible a los que inevitablemente le sucederán: fascistas declarados, instigadores de guerras, devoradores de árabes.

Se había convertido casi en algo de buen gusto declarar que la Izquierda está acabada, muerta, fallecida. Entre los tertulianos era ya un recurso estándar, especialmente entre los de la izquierda, mostrar abierto desprecio por la Izquierda y los izquierdistas que quedan. Pobres chavales (y chavalas, desde luego). No se dan cuenta de lo que está pasando. Aún albergan ilusiones. Silban en la oscuridad que se expande.

Y de repente aparece una posibilidad -una posibilidad remota pero una posibilidad al fin y al cabo – de que la Izquierda recupere el poder.

¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

La explicación más sencilla es que la gente simplemente se ha hartado de «Bibi». Netanyahu es alguien del que es muy fácil hartarse. De hecho, ya le pasó antes. Su mujer, Sarah’le, a la que odia todo el mundo, tampoco ayuda a cambiarlo.

Pero la cosa tiene raíces mucho más profundas, creo yo. El sondeo muestra que el Likud no saldría mejor parado con otro candidato a la cabeza. ¿Es que el Likud ha perdido su atractivo?

Netanyahu es alguien del que es muy fácil hartarse. Su mujer, Sarah’le, a la que odia todo el mundo, tampoco ayuda

A esto han contribuido dos factores:

En primer lugar, Moshe Kahlon. Antes un típìco incondicional del Likud, popular entre sus iguales, Kahlon de repente abandonó su partido. Sin explicarlo.

Como ministro de Comunicaciones, una cartera muy menor, Kahlon se había convertido en alguien inmensamente popular. Se enfrentó a los tiburones de la industria de telefonía móvil, rompió su monopolio, instauró la competición e hizo que los precios bajasen a la mitad. Dado que es difícil imaginar a un joven israelí, sea chico o chica, sin un móvil pegado a la oreja, se convirtió en héroe.

Ahora, Kahlon, dos meses más joven que Herzog, ha anunciado que está creando un nuevo partido. Se llamará «Kulanu» (Todos nosotros). Aunque todavía no ha registrado a sus candidatos, en los sondeos ya gana diez escaños… la mayoría gracias a antiguos votantes del Likud.

Eso es enormemente significativo, por varias razones. Primero, el electorado principal del Likud lo forman los judíos orientales, si bien Menachem Begin, Netanyahu y la mayoría de sus colegas eran y son asquenazíes. Kahlon es tan oriental como se puede ser: sus padres vinieron de Trípoli en Libia, tienen siete hijos, Moshe se crió en una barriada pobre de inmigrantes.

Romper el dominio que mantiene el Likud sobre la comunidad de judíos orientales es extraordinariamente importante. Especialmente con Kahlon, quien cita a Begin como el líder que renunció a toda la península del Sinaí para conseguir la paz con Egipto. Su «Likud moderado» podría cambiar todo el equilibrio de poder entre la derecha y el centro-izquierda en la próxima Knesset. Y de eso, al fin y al cabo, se trata.

Los partidos ortodoxos consideran ‘kosher’ a Herzog, dado que es nieto de un Gran Rabino

El segundo motivo: el partido «Hogar Judío» de Bennett, de extrema derecha, nacionalista-religioso (algunos dicen que fascista), gana fuerza… también gracias a votantes del Likud. Naftali Bennett, un tipo amable con mucha labia, que lleva en su cabeza la kipá más pequeña del mundo, también atrae a votantes laicos.

Tradicionalmente, los partidos ortodoxos tienen la llave. Dado que no les importa ni izquierda ni derecha y no se deben a nadie que no sean ellos mismos, pueden elegir.

Durante mucho tiempo eran aliados de los laboristas. En las últimas décadas eran aliados automáticos de la derecha. Tras las últimas elecciones, Netanyahu pasó de ellos para reemplazarlos por el ultralaico Lapid. Ahora están dispuestos a vengarse. Dado que Herzog es nieto de un Gran Rabino, lo consideran ‘kosher’.

Herzog alcanzó su primer triunfo de la actual campaña al formar una lista conjunta con Tzipi Livni. Ahora le corresponde mantener el impulso y establecer alianzas con -quizás – Lapid, Kahlon y el partido Meretz. Si tiene éxito en las urnas debe ofrecer la mano también a los ortodoxos y a los árabes.

La semana pasada, yo esbocé esta visión. Esta semana se ha acercado un paso pequeño, pero significativo hacia la meta de hacerse realidad.

¿Puede un duque convertirse en rey? Bueno, los libros de Historia dicen que sí.

Publicado en Gush Shalom | 13 Dic 2014 | Traducción del inglés: Ilya U. Topper