Reportaje

Los nuevos yihadistas

Daniel Iriarte
Daniel Iriarte
· 17 minutos
Nasr Bin Ali Al Anesi, líder militar de Al Qaeda en la Península Arábiga, reivindica el atentado contra «Charlie Hebdo» | Captura de pantalla
Nasr Bin Ali Al Anesi, líder militar de Al Qaeda en la Península Arábiga, reivindica el atentado contra «Charlie Hebdo» (Captura de pantalla)

Estambul | Enero 2015

Tres hombres enmascarados armados con kalashnikovs salen de un coche, dejando las puertas abiertas para facilitar la huida. Entran en una oficina, ametrallan a los trabajadores, y salen dando gritos. Se acercan con parsimonia a un policía herido y lo rematan de un disparo. Al día siguiente, un encapuchado mata a otra agente en un incidente similar. No hace falta más. Toda Francia, Europa, están en alerta máxima. El mundo entero está en shock.

Este episodio pone de manifiesto el cambio de paradigma en la estrategia del terrorismo de corte yihadista, que, al menos en los países occidentales, parece haber abandonado gradualmente la comisión de atentados masivos en favor de pequeñas acciones más o menos espectaculares, a veces con un objetivo no demasiado selectivo, pero que provocan el mismo impacto emocional en el público.

El paradigma ha cambiado: de los atentados masivos se ha pasado a pequeñas acciones pero de gran impacto

“Hay un cambio de tendencia”, explica a MSur Javier Jordán, profesor de la Universidad de Granada y experto en terrorismo. “Detrás de los atentados complejos suelen estar organizaciones con recursos, cuadros cualificados y capacidad para coordinar. En ese sentido la principal amenaza para Estados Unidos y Europa ha sido Al Qaida Central. Pero conforme esta organización se ha visto debilitada por la acción norteamericana, han recogido el testigo otros actores colectivos o individuales, pero en su mayoría no vinculados a organizaciones superiores, que han optado por complots más sencillos técnicamente”, señala.

“Podemos hablar de una adaptación a la situación de creciente presión a la que se han visto sometidos los terroristas”, afirma Luis De la Corte, miembro de la directiva del Instituto de Ciencias Forenses y de la Seguridad de la Universidad Autónoma de Madrid y especialista en cuestiones de terrorismo. “En su propaganda y en sus experiencias pasadas se ve claro que su preferencia sería la de continuar cometiendo atentados de gran magnitud. Muchos intentos de atentar han fracasado porque las capacidades y recursos disponibles no estaban a la altura de la ambición de los planes a desarrollar. Por otro lado, experiencias pasadas han demostrado que operaciones realizadas con armas de fuego en entonos urbanos pueden llegar a generar conmoción pública y captar una considerable atención mediática”, comenta.

La amenaza de los «lobos solitarios»

Los servicios de inteligencia lo tienen claro desde hace tiempo: ahora mismo, la mayor amenaza son los llamados “lobos solitarios”, individuos autorradicalizados sin contactos ni apoyos en organizaciones terroristas externas, que deciden atentar por su cuenta. “Tenemos que permanecer alerta contra cualquier actor independiente aquí en territorio nacional que pueda decidir atentar en cualquier momento”, afirmó en octubre Jeh Johnson, Secretario de Seguridad Nacional de EE.UU., en una entrevista con la CNN.

“El núcleo central de Al Qaeda era una estructura relativamente tradicional de mando y control, donde alguien era reclutado, entrenado en un campamento en el extranjero y después enviado a cometer un atentado terrorista. El nuevo fenómeno que veo y que más me preocupa es alguien que nunca se ha encontrado con otro miembro de esa organización terrorista, que nunca se ha entrenado en un campamento, que simplemente recibe inspiración de las redes sociales, la literatura, la propaganda, el mensaje, para cometer un acto de violencia en este país”, explicó Johnson. Es el caso, por ejemplo, de Dzhokar y Tamerlan Tsarnaev, los jóvenes de origen checheno responsables de la colocación de una bomba casera durante la maratón de Boston, en abril de 2013, en la que murieron tres personas y más de doscientas resultaron heridas o mutiladas.

Los conceptos de «lobo solitario» y de «resistencia sin líderes» fueron acuñados por el movimiento neonazi en EE.UU.

Las implicaciones están claras: mientras las organizaciones terroristas tradicionales pueden ser infiltradas hasta cierto punto, es prácticamente imposible vigilar a una persona sin antecedentes ni contactos en el submundo radical, pero que un día, simplemente, sale de su casa y decide atentar contra su vecino. El concepto de “lobo solitario”, de hecho, fue acuñado por el movimiento neonazi en EE.UU., al igual que el de “resistencia sin líderes”. En la amalgama de tendencias que componen la extrema derecha estadounidense, la idea de la necesidad de un levantamiento armado contra el gobierno “ilegítimo” del país es bastante popular, y en esa insurrección, todos los pretendidos “patriotas” tendrán la oportunidad de aportar su granito de arena, sin necesidad de someterse a un mando centralizado.

Y lo cierto, como bien sabe el FBI, es que la mayoría de los atentados cometidos con éxito en los EE.UU. han sido obra de individuos aislados, algunos de los cuales estuvieron en activo durante años antes de ser atrapados, como es el caso de Theodore Kaczynski, más conocido como “Unabomber”, quien entre 1978 y 1995 cometió un total de 16 atentados que mataron a tres personas e hirieron a otra veintena. Si su propio hermano no le hubiese denunciado como sospechoso, podrían haber sido muchas más.

Ahora, grupos como el Estado Islámico y Al Qaeda parecen haber cobrado consciencia de esa capacidad. “Es obvio que el terrorismo de lobos solitarios se ha incrementado en los últimos años, pero ya era así antes de que se creara el ISIL. Fue adoptado como estrategia deliberada por Al Qaeda a finales de los 90”, confirma Peter Neumann, director del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización y la Violencia de Londres. De hecho, el líder de Al Qaeda en la Península Arábiga, el estadounidense de origen yemení Anwar Al Awlaki, escribió en la revista “Inspire”, su principal órgano de propaganda: “Es mejor apoyar al Profeta atacando a aquellos que le calumnian que viajar a las tierras de la yihad como Irak o Afganistán”.

Sus ideas calaron. En 2009, Nidal Malik Hasan, un psiquiatra y mayor del ejército estadounidense que había intercambiado correspondencia con Al Awlaki, mató a trece de sus compañeros en la base militar de Fort Hood, en Texas. Al año siguiente, otro musulmán devoto, Arid Uka, abatió a dos pilotos norteamericanos en el aeropuerto de Frankfurt. En 2012, un francés de origen argelino de 23 años, Mohammed Merah, desencadenó una serie de tiroteos en Toulousse y Montauban en los que murieron tres soldados franceses, tres niños y un adulto judíos. La forma de operar era siempre la misma, abriendo fuego por sorpresa desde una motocicleta. El joven se había radicalizado durante un viaje a Afganistán y Pakistán, en el que se había convertido en miembro de Al Qaeda. Merah murió a manos de las fuerzas antiterroristas de la policía durante el asedio del apartamento en el que se había refugiado.

«Mejor apoyar al Profeta atacando a aquellos que le calumnian que viajar a las tierra de la yihad», escribió un líder de Al Qaeda en Yemen

“Este cambio de estrategia también es una consecuencia de que las organizaciones del entorno de Al Qaeda y similares han dado prioridad a sus agendas locales frente a los ataques en suelo occidental. No es que los hayan desechado, pero han preferido dedicar recursos a la implantación de sus planes en sus propios países. Se recurre entonces a intentar dar continuidad a las acciones en suelo occidental de forma indirecta, tratando de inspirar a simpatizantes y seguidores total o parcialmente independientes a actuar en Occidente”, explica el profesor De la Corte. “Ciertamente, en los últimos años ha crecido el número de actores solitarios y la tendencia probablemente continúe. Sin embargo, la singularidad y otros rasgos de los auténticos casos de actores solitarios lleva a sobreestimar la frecuencia de los mismos. En España, por ejemplo, los sujetos con perfil de actor solitario detenidos y condenados en los últimos años por implicación yihadista configuran una exigua minoría”, indica.

En septiembre de este año, miembros del EI, en respuesta a los bombardeos de la coalición internacional contra dicha organización, hicieron un llamamiento en foros yihadistas para que sus simpatizantes en EE.UU. atentasen en Nueva York y Las Vegas. “Si podéis matar a un hereje norteamericano o europeo, especialmente si es un despreciable y sucio francés, o un australiano, o un canadiense, entonces confiad en Alá y matadle del modo que sea”, decía uno de los portavoces del grupo. “Podéis buscar soldados, encontrar donde viven, localizar sus fotos en la red, y después aparecer por sorpresa y sacrificarles”, añadía en otro momento. También distribuyeron un manual titulado “A los lobos solitarios en Estados Unidos: Cómo fabricar una bomba en tu cocina, crear escenas de terror en lugares turísticos y otros objetivos”. No era una idea demasiado innovadora, puesto que la revista “Inspire” ya había publicado en 2010 un artículo titulado “Fabrica una bomba en la cocina de la casa de tu madre”.

El Estado Islámico ha hecho llamamientos a sus simpatizantes en EE.UU. para que atenten en Nueva York y Las Vegas

Pero en este caso hubo consecuencias: un mes después, un converso canadiense llamado Martin Couture-Rouleau esperó pacientemente durante dos horas en su coche hasta que se presentó la oportunidad de atropellar a dos soldados canadienses, uno de los cuales murió en el acto, y el otro resultó gravemente herido. Durante la persecución subsiguiente, Couture-Rouleau llamó a los servicios de emergencia para decir que lo había hecho “por Alá”, antes de ser abatido por la policía. La investigación posterior determinó que, a través de internet, se había convertido en un firme partidario del Estado Islámico.

No era más que el principio: apenas dos días después, el 22 de octubre, Michael Zehaf-Bibeau, otro converso con problemas mentales y un historial de adicción, inició un tiroteo en el centro de Ottawa que se saldó con un muerto y tres heridos, así como con la muerte del propio terrorista. Y al día siguiente, en Nueva York, un tercer converso atacó con un hacha a cuatro agentes de policía, hiriendo gravemente a dos de ellos antes de que los demás le disparasen. Poco después, un danés fue tiroteado al salir de su trabajo en Riad, la capital de Arabia Saudí, en un atentado que fue reivindicado por el Estado Islámico.

Pero el país más afectado por estos actos ha sido Francia. Además de los atentados de estos dos últimos días, en diciembre se produjeron otros dos incidentes de este tipo. El día 20, un burundés nacionalizado francés atacó con un cuchillo a unos agentes de policía en una comisaría de Tours, hiriendo a tres de ellos. Dos días después, en Dijon, otro conductor marroquí se dedicó a perseguir peatones durante más de media hora, hiriendo gravemente a once personas. Ambos lo hicieron al grito de “Alá es grande”.

Además, La presunta revelación de que uno de los responsables del atentado contra el semanario francés “Charlie Hebdo”, el joven Cherif Kouachi, estaba al servicio de Al Qaeda en la Península Arábiga, según él mismo aseguró a la televisión francesa BFMTV, no ha pillado de sorpresa a los especialistas en terrorismo. Hace tiempo que los expertos temían algo semejante: que, llevada por la rivalidad con el cada vez más popular Estado Islámico, la organización creada por Osama Bin Laden intentase un atentado espectacular para recuperar el liderazgo yihadista.

«La competición entre Al Qaeda y el Estado Islámico ya ha empezado», indicaba en julio un experto sueco en islamismo

“La competición ya ha empezado”, aseguraba ya en julio Magnus Ranstorp, un experto en movimientos islamistas del Colegio Nacional de la Defensa de Suecia, poco después de que el líder del Estado Islámico, Abu Bakr Al Bagdadi, se autoproclamase Califa y líder del mundo musulmán. Rompía, además, con el actual líder de Al Qaeda, Ayman Al Zawahiri, después de que este confirmase al llamado Frente Al Nusra como su único representante en Siria y desautorizase la expansión de lo que hasta poco antes había sido Al Qaeda en Irak.

La proclamación del Califato en grandes franjas de Irak y Siria, y la desaparición efectiva de la frontera entre ambos países, fue un espectacular golpe propagandístico para el Estado Islámico. “Ahora, Al Bagadi puede decir: ‘Mirad lo que hemos conseguido, mientras vosotros estáis en algún lugar, no sabemos donde, hablando por internet’”, advertía Ranstorp ya entonces.

Control de territorio

Por ello, muchos analistas venían señalando que Al Qaeda estaba “desesperada” por conseguir atentar de nuevo en algún país occidental para mantener su prestigio. Tampoco sorprende el tipo de acción perpetrada: un grupo reducido de militantes atacando un objetivo de gran valor simbólico, conforme a las nuevas líneas de actuación que la organización de Al Zawahiri lleva promoviendo los últimos años.

De hecho, el antiguo líder de Al Qaeda en la Península Arábiga, el estadounidense de origen yemení Anuar Al Awlaki, ha sido uno de los principales impulsores de esta estrategia, favoreciendo, por ejemplo, la acción de los llamados “lobos solitarios”, individuos que deciden atentar por su cuenta. Su mayor éxito fue la matanza de Fort Hood, en Texas, cuando el mayor y psiquiatra del ejército estadounidense Nidal Malik Hassan mató a 13 de sus compañeros e hirió a otros treinta.

 Al Awlaki, antiguo líder de Al Qaeda en la Península Arábiga, fue uno de los impulsores de la estrategia de los «lobos solitarios»

Hassan se había radicalizado en internet, y posteriormente se descubrió que había intercambiado correspondencia con Al Awlaki. También Kouachi, en su entrevista con BFMTV, aseguró anteayer haber estado en contacto con este líder yihadista durante un viaje a Yemen, antes de que este fuese abatido por un dron estadounidense en 2011.

Pero la competición con el Estado Islámico no se limita a lo militar. El Frente Al Nusra, la rama siria de Al Qaeda, trabaja asimismo para establecer un emirato islámico en Siria como parte de un futuro califato global, uno de los objetivos históricos de la organización. Y al igual que el EI, trata de convertir los territorios bajo su control en un estado funcional, según indica un reciente informe del Instituto para el Estudio de la Guerra.

“Las operaciones militares del Frente Al Nusra son solo un componente de una campaña más amplia para establecer las condiciones para la transformación de Siria en un estado islámico para Al Qaeda. El Frente Al Nusra potencia estas operaciones con un esfuerzo igualmente importante de bienestar social”, asegura Jennifer Cafarella, analista de este “think tank” con base en Washington. “El Frente Al Nusra ha adoptado un papel de benefactor y guardian a una población sacudida por la guerra, complementando y acentuando su rol como la fuerza militar predominante contra el régimen”, escribe Cafarella, permitiendo de esta forma “el establecimiento gradual de la ‘sharia’” en los territorios bajo su control. Lo mismo que el Estado Islámico. En ambos casos, se teme que tanto las zonas dominadas por el EI como las del Frente Al Nusra acaben convirtiéndose en bases desde las que lanzar atentados contra países occidentales.

¿Y quiénes ejecutan este tipo de acciones? “Hay bastante variabilidad en los perfiles, más allá de decir que la mayoría son gente más o menos jóvenes, lo cual no es muy significativo –la violencia la perpetra con mayor frecuencia la gente joven que la de más edad-, y que la mayoría son hombres también, igual que en otros actos de violencia”, comenta De la Corte. “Dependiendo de los países, el nivel socioeducativo puede variar. Hay datos que indican que individuos de baja extracción social y carentes de ocupación pueden estar más implicados, pero no hay conclusiones claras, porque también se encuentran individuos de clase media, especialmente en países occidentales”, asegura.

Se teme que las zonas dominadas por los yihadistas en Siria se conviertan en bases para lanzar atentados en otros países

“El asunto de los perfiles no ha sido demasiado esclarecedor, aunque se siga insistiendo en las hipótesis de baja educación y menor nivel socioeconómico. Así, el minucioso estudio realizado por los investigadores Fernando Reinares y Carola García Calvo, del Real Instituto Elcano, es muy revelador de esa variabilidad de perfiles en España: el rango de edad es amplio, desde varones de 25 hasta 39 años, aunque la edad sea cada vez más baja. Curiosamente son mayoría los que están casados y con hijos. Su nivel educativo y estatus ocupacional son muy variados. Los datos se oponen por tanto al estereotipo del terrorista joven, carente de estudios y/o trabajo y sin ataduras familiares”, indica este experto.

Pero además, en muchos de estos casos, como el del conductor de Dijon, existe un historial de enfermedades mentales. “Esto es interesante. Al introducir la estrategia de los actores independientes, en muchos casos solitarios, y al tratar de instigar a través de la propaganda a cualquier individuo ideologizado y radicalizado en la orientación yihadista a cometer atentados por su cuenta, se incrementa la posibilidad de que haya individuos con algún tipo de trastorno mental o con una trayectoria personal antisocial o delictiva previa”, explica De la Corte.

Muchos «lobos solitarios» tienen un historial de enfermedad mental. Son los primeros en captar el reclamo de la violencia

“Esto cambia el patrón de la organización terrorista convencional. En una organización yihadista grande o en un grupo terrorista al uso, los individuos con trastornos mentales brillan por su ausencia, porque no son controlables, pueden generar problemas en la coordinación, y los atentados tradicionales requieren de una gran planificación. Pero cuando animas a cualquier tipo de persona a actuar de forma violenta, los que primero pueden captar ese reclamo son aquellos que ya estaban previamente predispuestos por sus características a actuar con violencia, lo cual genera un patrón de actuación mucho más impredecible”, señala este experto, si bien apunta que “es verdad que este tipo de individuos son generalmente menos capaces de cometer atentados de alta letalidad”.

De momento, el grado de conmoción logrado con los asesinatos de París es equiparable al de los grandes atentados masivos de antaño. Con todos los países fronterizos en alerta, esta “pequeña acción”, presuntamente llevada a cabo por musulmanes franceses entrenados en Siria, ha puesto de manifiesto que la peor pesadilla de los servicios de inteligencia occidentales –que las decenas de miles de extranjeros, muchos de ellos europeos, que hoy militan en organizaciones como el Estado Islámico en Oriente Medio, decidan regresar a sus países y atentar en casa- podría no ser ninguna fantasía apocalíptica, sino una terrible realidad.

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