Entrevista

Antonio Scurati

«El amor romántico fue la última religión de Occidente»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 10 minutos
Antonio Scurati (Zagreb, 2012) | © Ognjen Alujevic / Libros del Asteroide
Antonio Scurati (Zagreb, 2012) | © Ognjen Alujevic / Libros del Asteroide

Sevilla | 2015

Napolitano de 1969, Antonio Scurati coordina en la Universidad de Bérgamo el Centro de Estudios sobre los Lenguajes de la Guerra y de la Violencia, pero sus credenciales como escritor en España tienden más hacia el extremo opuesto, el amor. Si hace unos años se dio a conocer con Una historia romántica, novela histórica y de aventuras, ahora regresa con El padre infiel (Libros del Asteroide), la obra que le valió ser finalista del premio Strega, y donde cuestiona los roles familiares del varón de nuestro tiempo. Desde Barcelona habla por teléfono con M’Sur.

¿Han cambiado verdaderamente las reglas del juego de la familia? ¿El mundo de hoy es tan distinto del de nuestros padres?

«Antes, para ser un buen padre había que eliminar la dimensión afectiva: lo debilitaba a los ojos de los hijos»

Sí, creo que la respuesta es sí. El cambio, la transformación que nosotros estamos viviendo, viene de lejos, forma parte de un proceso histórico muy largo, pero la particularidad de nuestra generación es que el proceso se ha acelerado, se ha precipitado mucho, hay una fractura muy clara entre el antes y el después. Glauco, el personaje de mi novela, no puede ser padre de su hijo en el mismo modo que su padre lo fue de él. Y no quiere serlo. Estamos experimentando una nueva figura, una nueva condición paterna. Es más, estamos en busca de una nueva idea de familia, ya que el modelo tradicional ha sido en cierto modo destruido. Hay cosas que sobreviven, pero la familia ha entrado en un margen de exclusión histórica.

Usted habla de “falta de equipamiento” en los nuevos padres. ¿En qué consiste exactamente esa carencia?

Lo que trato de explicar es que los nuevos padres tratan de convertirse en figuras privadas de equipamiento, de la dotación cultural que servía antaño para afrontar este papel, este comportamiento social. El primer instrumento tradicional venido a menos es la autoridad. Vivimos en un mundo en el que la autoridad llevan mucho tiempo en declive, en la esfera pública como en la privada. La desaparición del padre es una de las manifestaciones de este declive general de la autoridad. Glauco trata de fundar su relación con el hijo sobre la afectividad. En el pasado, para ser un buen padre tenía que eliminar o relegar la dimensión afectiva, porque lo debilitaba a los ojos de los hijos. Hoy es al contrario, el padre ha escogido recorrer afanosamente el terreno de la madre, que era el terreno de la afectividad.

«La idea de amor que el Romanticismo inventó no tiene casi precedente en la historia de la civilización»

En un momento de su novela habla de los varones de hoy como los últimos verdaderos románticos. ¿Es una ironía?

No; es una ironía sólo en el sentido literario del término romanticismo. Y esto no concierne exclusivamente a los varones. Pienso que todos nosotros venimos, efectivamente, de aquella gran revolución cultural que fue el romanticismo europeo, que marca un cambio de época. La idea de amor que el Romanticismo inventó no tiene casi precedente en la historia de la civilización, y menos en la civilización europea. La corriente poética que fue el Stilnovismo a finales del siglo XII tuvo su sentido, pero estuvo limitada a un ámbito literario. Pero la idea de amor como amor-pasión, como dicen los franceses, como fusión total entre lo femenino y lo masculino, entre carne y espíritu, entre dos individuos que se reúnen en una unidad ha supuesto una gran revolución cultural. El amor es la última metafísica que Occidente ha creado, una última religión, laica, que fundaba un principio de trascendencia del instante.

¿Y qué suerte ha corrido?

En la segunda mitad del siglo XX ha caído la enorme carga metafísica que el XIX había establecido sobre el amor, y ha sido reemplazada por el sexo. En las últimas décadas, el sexo ha venido revestido de expectativas mesiánicas, de liberación del sentido de la vida, de ahí la enorme importancia que ha cobrado en nuestra sociedad en todos los ámbitos y formas de comunicación. Es la última manifestación de romanticismo. Obviamente, esto genera un enorme volumen de expectativas decepcionadas. Nos consideramos completamente liberados, dueños de nuestra vida sexual, soberanos en la búsqueda del placer, pero en Occidente hay una enorme cantidad de frustración sexual. Y las crisis de pareja se multiplican cuando llega el primer hijo.

La infidelidad del título, ¿cómo actúa? No tiene nada que ver con el relato de cuernos, tan popular en Italia…

Claro, cuando salió el libro de hecho bromeaba subrayando que el libro se titula El padre infiel, no El marido infiel, que sería un tema más banal, menos interesante . La infidelidad aquí es un concepto que habla de la posibilidad o imposibilidad de prolongar una tradición milenaria, que enseñaba qué significaba ser un padre. Glauco se siente incapaz de responder a esa tradición, y busca una desesperada fidelidad a sí mismo, a una idea de padre que debe desarrollar con sus propias manos. Obviamente, fracasa en parte, porque nadie está capacitado para reinventar él solo al padre. Se siente siempre traidor de su hija, de ahí la infidelidad del título. En otro nivel, cuento también en el libro fantasmas sexuales, el regreso de fantasías o realidades, no queda claro. En el momento en que se hace padre, por un lado se dedica al cuidado de la criatura con mucho amor, como ningún padre tradicional haría, y por otro lado se siente muy fuerte con ese empujón, sufre una regresión animal muy fuerte, una identidad masculina que lo sitúa como macho inseminador, que entiende la sexualidad como rapiña, como depredación, sin hacerse responsable de sus consecuencias. Es muy contradictorio.

«Hay cierto éxodo de parte del mundo femenino hacia un territorio en el que los hombres son enemigos a batir»

Una mujer de su historia afirma que “la polla está superada”. ¿La mujer ya no tiene necesidad del varón?

Sí, se lo hago decir a un personaje que es una mujer muy dinámica, frenética, mundana, agresiva socialmente, una figura muy abundante en Milán en el mundo de la moda y la comunicación. Porque yo creo que estas transformaciones que estamos describiendo forman parte de un cierto éxodo de una parte significativa del mundo femenino hacia un territorio que yo defino como post-masculino, en el que los hombres son enemigos a batir, y la figura del padre patriarca queda superada. Un territorio donde el macho está casi extinto, ha quedado atrás. Un escenario de feminidad muy agresiva, aunque también hay figuras no tan beligerantes que después de haberse casado y de haber tenido hijos deciden prescindir de sus compañeros.

Muchas mujeres piensan hoy que el verdadero problema lo tienen ellas, que son las verdaderas víctimas de la situación, ya que siguen trabajando dentro y fuera de casa, cuidan de los hijos y del hogar… ¿Cree que la responsabilidad del nuevo sistema es compartida?

Es un asunto muy delicado para tratar por teléfono… Creo que en nuestros países, Italia y España, sobre todo la España meridional, la mujer sigue sufriendo una desventaja, una discriminación muy fuerte en términos de vida social. Y sobre todo esta crisis económica que se abate sobre Europa es hija de una crisis social, cultural, incluye la penalización de la condición femenina, por desgracia. Sobre esto no hay duda, pero pienso también que nosotros sufrimos algunas ideas, algunas narraciones que fueron difundidas en Europa en los 60 y 70, que nos contaba que la diferencia entre los sexos eran solo retales de prejuicios del pasado, que era posible liberarse de todo como quien se quita un abrigo viejo, demasiado usado. La gran desilusión que Glauco y Giulia se llevan en la novela es descubrirse todavía varón él, y todavía hembra ella. Esto los decepciona mucho, porque son hijos de ese cuento de emancipación que hemos mencionado, y que los ilusionaba tanto.

Glauco es cocinero profesional. Imagino que se trata de una elección muy consciente por su parte, ¿no?

Sí, este culto exagerado al food, la gastronomía, es uno de los signos más evidentes de la decadencia de nuestra sociedad. Una civilización que ha sustituido el discurso sobre el arte, la política, la poesía, la música, la búsqueda de la belleza, por el discurso de la comida. Esto en mi opinión es una decadencia. No se habla de otra cosa que de comida, si acaso un poco sobre fútbol, y ya. Al final, es el síntoma de una sociedad rica, opulenta, pero que pierde soberanía, también sobre los placeres de la mesa, porque crea una especie de departamento ciudadanía de quien come, quien bebe, frente a quien cocina para ellos. Y todo el mundo se desmaya ante los cocineros que pasan a convertirse en una especie de divinidad.

«La guerra entre los sexos está acabada, y ahora vivimos en una especia de ciudad tras esa guerra»

La moral, religiosa o no, que ayudaba a organizar la sociedad, ¿ha desaparecido?

Sí, indudablemente. En el mundo que yo describo no hay iglesias, éstas han sido degradadas a museos. Pero lo que Glauco y Giulia descubren es que la búsqueda del placer de la vida no puede ser el fundamento de la familia, por eso caen en crisis. La pareja, tal y como la conocemos hoy, es una especie de alianza para buscar el placer, pero la familia no puede ser eso. Debe construirse sobre un fundamento ético.

Es usted un estudioso de la guerra. ¿Cree que podemos hablar también de guerra en las relaciones familiares y amorosas?

Quizá es uno de los usos metafóricos que empleamos porque no hemos vivido una guerra verdadera. Es como cuando hablamos de guerra de sexos. En todo caso, creo que la guerra entre los sexos está acabada, y ahora vivimos en una especia de ciudad tras esa guerra. Nuestra generación trata fatigosamente de reconstruirla, como si estuviéramos en una posguerra.

¿Qué llega después de la posguerra?

Casi siempre otra guerra, pero no lo sabemos. Pero proyectar nuestra mirada hacia el horizonte ya es un gesto humano precioso. La tentativa de refundar la idea de familia, de paternidad, reconstruirla sabiendo que no hay vuelta atrás, que tenemos que descubrir nuevas formas con todas sus dificultades y su costo humano, ya es un buen viático para el futuro.

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