Crítica

Por qué Samira deja la puerta abierta

Diana Mandia
Diana Mandia
· 7 minutos
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Philippe Pujol
French Deconnection

Samira tiene 36 años, un hijo de 8 al que cría sola y un gran problema: los traficantes de droga han ocupado el hall de su edificio en una cité miserable de Marsella y no tiene más remedio que dejarles entrar cuando la policía los acosa. “Se sabe todavía bella, con su preciosa cara de actriz egipcia y todo lo que hace falta donde hace falta, salvo en su cuenta bancaria y en su vida íntima”, narra Philippe Pujol en uno de los reportajes más impactantes de French Deconnection. Au coeur des trafics, un viaje de 26 capítulos a lo largo de los barrios más pobres de la ciudad francesa. El libro, editado a finales de 2014, reúne varios años de trabajo de este redactor de sucesos de periódico local, La Marseillaise, -para más inri, comunista- que un día fue vetado por el prefecto delegado de seguridad por sus informaciones críticas con la acción policial en los barrios carcomidos por la droga y el desempleo crónico.

En algunas entrevistas de promoción, el autor suele bromear con la idea de que aquel prefecto molesto con sus artículos de reportero raso cambió el rumbo de su carrera. Pujol buscó otras fuentes y se acercó a los barrios, fundamentalmente los del norte de la ciudad, para encontrarse con los vecinos que viven y, sobre todo, sobreviven, con el narcotráfico, las familias que lloran los ajustes de cuentas, los niños de 6 años que se entrenan en el oficio de faire la cannette – es decir, comprarle el refresco y el bocadillo al vigilante de turno-, las madres perdidas en una maraña burocrática y clientelar de pedir un realojamiento de urgencia por las amenazas o la fascinación que suscitan la vida de fachada de los caïds, los que controlan los puntos de venta de cannabis o cocaína.

El empeño de Pujol por documentar la violencia social que asola los barrios populares de su ciudad le valió en 2014 el premio más importante del periodismo en lengua francesa, el Albert Londres, por su serie de reportajes Quartiers shit. Es este trabajo el que ahora toma forma de libro, junto a una investigación interior también publicada en La Marseillaise, French Deconnection, que presta nombre al conjunto.

Pujol demuestra que en las entrañas de su propia ciudad hay también historias dignas de ser contadas

Por el transitan los centinelas de la brigada de vigilancia aeromarítima que buscan cargamentos de droga en las embarcaciones que atraviesan el Mediterráneo, también la avalancha de contenedores que arriba cada día al Port-Saint-Louis-du-Rhône, justo en la desembocadura del río Ródano, la última parada antes de que la droga desembarque en Marsella y el foco de Pujol se centre en los barrios a los que el consumidor va a buscar su dosis.

Pero el gran valor de French Deconnection reside en su capacidad para abordar de otra manera el problema de la desigualdad y sus vicios en la ciudad de Marsella y de constituir una muestra orgullosa de periodismo local, gestado con tiempo y tesón. Ni el premio Albert Londres tiene costumbre de honrar a plumillas de publicaciones modestas –el propio Pujol fue despedido de La Marseillaise hace unos meses por razones económicas- ni ver grandes temas en las calles vecinas. Los otros premiados en la edición de 2014 lo son por reportajes internacionales; Pujol demuestra que en las entrañas de su propia ciudad hay también historias dignas de ser contadas.

Los marselleses están acostumbrados a una sección de sucesos poblada de ajustes de cuentas – más que el número, sorprende sobre todo la juventud de los caídos- y recuento de herramientas de guerra tan siniestras como el kalashnikov, pero no tanto a entender el caldo de cultivo de esa violencia. Pujol aporta algunas claves a un tema naturalmente complejo y el lector acaba concluyendo, como apunta el autor, que no es tan fácil hacer dinero fácil.

Stlyo, de 21 años, quiere sacarse el carné de conducir y comprarse un coche, pero fuma la mitad de lo que gana vigilando el negocio de un caïd de turno. Es parte de la hornada que Pujol llama “generación Kalash” o “generación Scarface”, forjada en la desintegración de los antiguos barones de la droga en Marsella, experta en quemar etapas y víctima de una competencia que anima a apretar el gatillo.

La «generación Kalash” se forjó en la desintegración de los antiguos barones de la droga en Marsella

Muchas causas y consecuencias se mezclan en el relato de Pujol, algo que es de agradecer: Mourad, de 25 años, jura y perjura que nunca encontrará trabajo, ni de becario, por su nombre árabe y Natham, que lamenta su nombre “demasiado francés”, viste camisetas del equipo de fútbol de Argelia para recordar a todos de donde vinieron sus abuelos.

Hay policías que piden la documentación a una mujer en chador al grito de “tus papeles, Batman” – “es gracioso, pero es racista, ¿no?”, dice ella – aunque, paradójicamente, ni la religión ni sus prácticas tienen cabida en el trabajo de Pujol. Sí lo tienen la solidaridad, el paro, la tentación, la vulnerabilidad, la soledad, las adicciones, la violencia policial y el clientelismo, que juntos dan forma al arma descompuesta que ocupa la portada del libro. El propio Pujol la ideó para ilustrar uno de sus reportajes.

Samira es la más débil de la cadena, tiene miedo y necesita el dinero

Pero French Deconnection tiene además el acierto de no quedarse en un fresco de barrios pobres: el periodista analiza también los discursos políticos sobre las cités problemáticas, el uso que los servidores públicos hacen de su influencia para repartir viviendas de promoción social o empleos, algún caso sonado de corrupción policial y la creación de guetos escolares y residenciales que alimentan la tentación del miedo al otro. Aunque se dice con frecuencia que Marsella es la ciudad menos francesa de Francia, en realidad esa afirmación queda matizada.

“Marsella reúne todas las causas que conducen a estas consecuencias”, afirma el periodista en uno de sus artículos. Después de leer French Deconnection uno puede entender mejor por qué Samira, que quería ser modelo pero que se ha convertido, a la fuerza, en nodriza de un caïd que fue su amante, deja la puerta abierta a los traficantes: porque es la más débil de la cadena, tiene miedo y necesita el dinero.

Como afirma Pujol, “no hay muchas opciones para los habitantes de una cité: sucumbir a la tentación y pagarlo a continuación. O resistir, pero pagarlo de otra forma. Es una cuestión de vulnerabilidad”.

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