Crítica

Una memoria prestada

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 5 minutos
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Álvaro Valverde
Más allá, Tánger

Conozco esa sensación: fue hace ya algunos años, cuando acompañamos a mi madre, nacida en Tetuán, a buscar su antigua casa en la humilde barriada de Muley Hassan. Las vueltas, las vacilaciones, las preguntas a los transeúntes. Y por fin el viejo portal, la foto que certificaba nuestro éxito, los dedos en señal de victoria. Para ella fue un reencuentro con su ayer remotísimo, una visita a una ciudad familiar que se volvía, también, viaje en el tiempo; para los demás hubo algo de memoria prestada o diferida, de regreso a un lugar donde nunca habíamos estado.

Álvaro Valverde transmite muy bien esa sensación en su último poemario hasta la fecha. Un libro surgido de un viaje con su esposa a la ciudad marroquí que la vio nacer: en este caso, una más hermosa y literaria, Tánger. Confieso que la ilustración de portada de Salvador Retana, esa palmera de connotaciones orientalistas, me puso un poco en guardia de entrada. No creo que Tánger tenga más palmeras que Sevilla, pero también sé que es un recurso demasiado apetitoso identificar Marruecos con los iconos más o menos exóticos. Tampoco me sedujo mucho el Más allá del título, que sugiere lejanía, otredad, extrañamiento, cuando de lo que habla el libro es precisamente del modo en que la ciudad desconocida se hace entrañable, algo propio e íntimo, un lugar del que, como acaba reconociendo el autor, ya no le será posible salir.

Es una poética en busca de la esencialidad: algunos textos adquieren hechuras de haiku

Pero lo que importa en un poemario son los poemas. Versos que discurren casi como un diario de viaje, aunque en varias ocasiones la mujer que regresa usurpe la voz del poeta y se manifieste en primera persona, confundiéndose a menudo con ésta. En ambos casos, se trata de una poética en busca de la esencialidad, hasta el punto de que algunos textos adquieren hechuras de haiku. Es llamativo también el modo en que prácticamente se elude la adjetivación, tal es la vocación de desnudez de Valverde. Ni hipérbatos, ni casi metáforas. Y el justo color local, porque, como proclama la mujer, “Mi Tánger es real”, es decir, no es una postal ni un episodio de las Mil y una noches, sino el lugar donde muchas personas “vivieron su verdad”. Y la siguen viviendo.

El libro de Valverde quiere también ser en cierto modo pedagógico, por la vía de desterrar mitos: “Nada más natural/ que un judío de Tánger”, leemos al comienzo de un poema. Cada vez menos natural, lamentablemente, por el devenir histórico de esta comunidad, pero es cierto: de Tánger y de muchos otros lugares de Marruecos. El Tetuán de mi madre, sin ir más lejos, donde hasta ahora se sigue celebrando la hilula.

Conozco también la sensación –la tentación– de mirar a la ciudad a través de sus libros. Paul Bowles, Ángel Váquez, también los aguafuertes de Pierre Le-Tan. Valverde es poeta, fundamentalmente poeta, y ha decidido reflejarlos en verso. Creo, sin embargo, que este ejercicio no da pie a los mejores poemas del libro, tal vez porque uno se imagina que dichos materiales habrían propiciado con mayor fortuna inspirados artículos de prensa o breves relatos, tal vez dignísimas entradas de blog.

¿Por qué los españoles que dejaron Marruecos no regresan antes? ¿Por qué no lo hacen más a menudo?

En todo caso, esta nueva entrega del autor de Una oculta razón y Ensayando círculos propone compartir una mirada personal sobre una de las ciudades más magnéticas del mundo. Resaltando su irresistible encanto, pero sin ocultar su decadencia (“Estos escombros/ en medio de la nada/ a los que sólo el mar/ da su consuelo…”), yendo de lo universal a lo específico, de lo anecdótico a lo que pertenece a la Historia. Del entonces al presente y vuelta otra vez.

Conozco esa sensación y me pregunto, tal vez con Valverde, por qué los españoles que dejaron Marruecos no regresan antes. Por qué no lo hacen más a menudo. Cómo es que no ven que retomar el vínculo (sí, con todas las viejas heridas, con la conciencia de lo perdido, pero también con el sano afán de generar nuevas emociones) es bueno para ellos y es bueno para aquella tierra. Este poemario es una invitación a no demorar el reencuentro. A sentir aquello como parte del territorio al que realmente pertenece: al adentro, al más acá.

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