Reportaje

El lobo andaluz, en peligro

Alejandro Ávila
Alejandro Ávila
· 13 minutos
Manada de lobos ibéricos | Juan José González Vega / Licencia GNU
Manada de lobos ibéricos | Juan José González Vega / Licencia GNU

Sevilla  | Abril 2015

«Hoy apenas se escucha el canto del lobo». Lo dijo Félix Rodríguez de la Fuente hace casi cuatro décadas: el aullido del lobo ibérico se extinguía en la Península tras siglos de leyendas negras, enfrentamientos y persecuciones a manos de su mayor depredador, el ser humano.

Hoy, 38 años después de la emisión del célebre episodio de ‘El Hombre y la Tierra’, el mensaje permanece vigente en su reducto más meridional: dieciséis asociaciones, incluida la que lleva el nombre del naturalista y divulgador, han activado el botón de alarma. «El lobo se encuentra virtualmente extinto en Andalucía», alertan.

Nadie sabe cuántos lobos quedan en Andalucía; quizás no más de 50 individuos

Un único grupo reproductor y unos 50 individuos. Esa es la estima del último informe del lobo ibérico elaborado por la Junta de Andalucía. Data de 2012 y los ecologistas se muestran muy críticos con su exactitud. «Nadie sabe cuántos lobos quedan en Andalucía. Las cifras que ofrecen son preocupantes, pero están basadas en estimaciones que hacen a través de la recogida de indicios indirectos. No están basadas en una metodología directa, es decir, en la recogida de muestras y en la observación de fototrampeo», denuncia José Luis Anguita de Ecologistas en Acción.

«Si somos optimistas, solo hay un grupo reproductor. Y no es seguro. Según las estimaciones de la Junta, hay siete ejemplares por grupo, pero otros especialistas hablan de tres o cuatro lobos por grupo», añade Anguita. El nuevo censo está a punto de publicarse, pero los ecologistas no se muestran optimistas.

«La tendencia de la población del lobo de Sierra Morena es claramente decreciente. Los factores que asolan la población están relacionados con el hombre. Si no cambian la condiciones, va a llegar un umbral que va a hacer imposible la recuperación del lobo», afirma Jorge Echegaray, uno de los mayores expertos en el lobo ibérico. En toda España quedan entre 2000 y 2.500 ejemplares, sobre todo en el noroeste de la Península.

Al estar catalogado como especie en peligro, la Junta de Andalucía debe actuar para proteger al lobo

Aunque el Libro Rojo de los Vertebrados Amenazados de Andalucía cataloga el lobo como especie en peligro crítico de extinción, y así figura en la propia web de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, el Decreto 23/2012 limita su protección a especie de «interés especial». Los ecologistas no solo denuncian dichas contradicciones, sino que la administración andaluza esté incumpliendo «su obligación de actuar de oficio». «El hecho de estar en el catálogo supone de facto la aprobación de un plan de gestión o manejo», subraya Echegaray.

«Nos encontramos ante una discrecionalidad administrativa totalmente injustificada desde el punto de vista normativo», añaden las organizaciones ecologistas que han firmado las «propuestas para la urgente recuperación de la población del lobo ibérico», entre las que se encuentran WWF, Grupo Lobo o la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente.

La recatalogación del lobo supondría la creación de un plan de recuperación de la especie con «plazos y objetivos concretos». De hecho, las organizaciones recuerdan que el gobierno central y la Junta firmaron una Estrategia Nacional «que perseguía, a corto plazo, el establecimiento de 15 manadas y 150 ejemplares en nuestra región». De eso han pasado ya más de diez años.

¿Signatus?

Al lobo ibérico se le conoce en la literatura científica como Canis lupus signatus, nombre que indica una subespecie del lobo europeo (Canis lupus lupus). Fue descrita como tal por el biólogo español Ángel Cabrera en 1907. Hoy día, sin embargo, numerosos manuales de biología consideran que no hay diferencia taxonómica frente al lobo europeo y el llamado “lobo ibérico” es simplemente la población de esta especie en la Península Ibérica.

Lo mismo vale para el lobo itálico (Canis lupus italicus), que habita el Apenino y tampoco se considera ya subespecie propia. Esta población está actualmente en expansión: en los últimos 20 años se ha difundido desde los Alpes por el sur de Francia y desde 2002 se han registrado apariciones en el Pirineo catalán, donde el lobo autóctono fue extinguido en la década de 1920. Pero la mayoría son machos y no es seguro que haya manadas de cría.

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Los ecologistas denuncian que el lobo ibérico «ha sufrido una persecución implacable por parte del ser humano en Andalucía» y que eso lo ha llevado al borde de la extinción. En el punto de mira: la fragmentación del hábitat y, sobre todo, el modelo cinegético intensivo. «El problema es la persecución directa. ¿Por qué no se cataloga como en peligro de extinción? Por la presión de mitos, malas famas y los intereses económicos de fincas o empresas cinegéticas, que mueven su lobby para que la población de lobos no se recupere», afirma Juan José Carmona, portavoz de WWF en Andalucía.

Anguita añade que habría que » aumentar el control sobre las fincas, ya que, por parte de las administraciones, son difíciles de controlar acciones ilegales, como la caza furtiva». Es decir, las empresas que organizan monterías en Sierra Morena no quieren ver al lobo ni en pintura en sus fincas privadas.

El lobo no es peligroso: su primera reacción ante el hombre es siempre la huida

¿Sería un riesgo para el ser humano que hubiera más lobos? «No es cierto que sea peligroso”, asegura Echegaray. “La primera reacción del lobo es de huida: de eso depende su supervivencia ante el ser humano, que lleva miles de año persiguiéndolo».

También Anguita cree que «esa idea hay que desterrarla del imaginario colectivo.” “La administración tiene la obligación de restituir la imagen del lobo, destacar su funcionalidad en el papel del ecosistema ydesechar de una vez por todas los cuentos de Caperucita: no ataca al ser humano, no limita la actividad cinegética y es un recurso económico y turístico. Su recuperación solo va a suponer beneficios».

Pone de ejemplo la gestión del lobo en la Sierra de la Culebra (Zamora), donde el cánido se ha convertido en una atracción turística de primer nivel. Allí se estima que hay hasta 70 lobos y el turismo ecológico no solo convive con el animal, sino que le saca partido de manera sostenible. Turistas procedentes de toda España y Europa aportaron 600.000 euros de beneficios frente a los 36.000 que dejaron los trofeos de caza. «El lobo vivo vale mucho más que muerto», concluyen los ecologistas.

Al sur del río Duero, el lobo ibérico es una especie estrictamente protegida por la directiva europea Hábitat y la ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad. Sin embargo, al norte, es decir, en la propia Castilla y León, Galicia, Cantabria, País Vasco, la Rioja y Asturias se puede controlar su población mediante caza deportiva o controles selectivos.

Las comunidades al norte del Duero autorizan cada año cazar a más de 200 lobos

Cada año, las comunidades autónomas con poblaciones de Canis lupus autorizan matar más de 200 ejemplares. Las licencias se han multiplicado por cinco en 20 años para una población que oscila entre los 2.000 y 2.500 miembros. Castilla y León se sitúa a la cabeza en muertes legales: desde septiembre hasta febrero ha dado permiso para matar 140 lobos y lleva cinco años dando un cupo similar. En los últimos 20 años, la región ha quintuplicado el número de autorizaciones. Las batidas se subastan.

Asturias, por su parte, ha permitido a los cazadores que maten cerca de 70 lobos y, al no poder cumplir con el objetivo, ha ampliado la autorización tres meses más. En La Rioja se permite matar tres lobos por manada, en Cantabria se autoriza uno por cada batida de jabalí.

Sin embargo, en Galicia y el País Vasco, el control de la especie no se asocia la caza, la compra de licencias o la obtención de trofeos: lo realizan los propios funcionarios públicos. Para Echegaray, «ni el lobo debería ser una especie cinegética, ni le hace falta el control humano. La caza es un método de gestión simplista que acaba con un depredador clave para nuestros ecosistemas». Situado en la cúspide de la pirámide alimentaria, su presencia ayuda a mantener la selección natural y a mejorar la salud del hábitat.

El lobo portugués

La población del lobo en Portugal se cifra en unos 300 ejemplares y se divide en dos grupos, divididos por el río Duero. La que habita al norte está en contacto con las manadas de Galicia y León, por lo que no hay que temer por su supervivencia; la del sur se estima en unos 30 animales y está amenazada de extinción porque se encuentra aislada. Sin embargo, en 2014, algunos biólogos señalaron a la prensa que este grupo vuelve a expandirse.

Hasta los años sesenta, el lobo estaba presente en todo Portugal, desde el Miño hasta el Algarve, y hasta la década de los ochenta se encontraba aún en algunas zonas del Alentejo, de donde ha desaparecido ahora por completo.

A la caza legal hay que añadir los lobos que mueren a manos de furtivos. Según Ecologistas en Acción, pueden alcanzar 50 ejemplares al año. Sin embargo, los responsables de salvaguardar y gestionar esta especie protegida no admiten el volumen real de muertes que se dan en sus territorios. Ninguna comunidad autónoma reconoce cuántos lobos se matan cada año. Según las estimacion de Ecologistas en Acción, más de la mitad de los lobos se cazan de manera ilegal. Para el biólogo Luis Mariano Barrientos, el furtivismo llega a un 73% en el caso de Castilla y León. «Matar un lobo sale impune, no se hace nada para acabar con el furtivismo», critica Echegaray.

«Matar un lobo sale impune, no se hace nada para acabar con el furtivismo»

Theo Oberhuber, responsable de biodiversidad de Ecologistas en Acción denuncia que la permisividad de la Administración está llevando a la «radicalización» de los furtivos. «Hay impunidad porque hay pocas denuncias y multas», señala Oberhuber, que acusa a la administración de jugar al despiste.

La caza preocupa a los expertos. En un artículo publicado en 2008, Echegaray y los investigadores Carles Vila y Jennifer Leonard aseguraban que «la caza excesiva puede restar diversidad genética» a la población. «Cada lobo muerto es una pérdida irreparable», subrayaban.

Lucha contra el lobo

Pero las organizaciones agrarias contrarias al animal, como la Asociación de Jóvenes Agricultores (ASAJA), tienen de su lado a la propia ministra de Medio Ambiente. Isabel García Tejerina ha impulsado una petición a la Comisión Europea para eliminar la protección cinegética del animal y ha llegado a manifestar s u compromiso «en la lucha contra el lobo».

«Meter al lobo [en el campo] es meter la guerra», cuenta el ganadero segoviano Ramón Hernández a un grupo de periodistas invitados por la asociación ecologista a un periplo por zonas loberas. El odio al gran depredador –»xenofobia ambiental», lo llama el estudioso de la especie Jorge Echegaray– es el sustrato sobre el que crece el ímpetu por abatir lobos.

La ministra de Medio Ambiente busca acabar con la protección del lobo al sur del Duero

El ganadero llega a admitir que años atrás mató una loba que había atacado sus ovejas. Su ganado no cuenta con las medidas de seguridad necesarias para evitar dichos ataques, pero desde su punto de vista, el lobo es su mayor enemigo. Las cifras, sin embargo, lo desmienten: según la organización ecologista, se estima que «los ataques del lobo afectan a menos del 1% de la ganadería en extensivo».

La ministra busca desde hace meses acabar con la protección al sur del Duero. La Unión Europea le exigió un estudio poblacional y una justificación científica para eliminar la salvaguarda. Fuentes de la Comisión Europea han reiterado en varias ocasiones que la petición oficial, más allá de los anuncios públicos realizados en España por García-Tejerina, «no ha llegado a la Comisaría de Medio Ambiente».

En estos reinos de taifas lobero, la Administración carece de unos datos de población exactos que serían imprescindibles para autorizar cuotas de caza y control de la especie. Expertos como Echegaray también coinciden en que habría que impedir que se considere como especie cinegética en ninguna comunidad autónoma. «La caza no es un modelo de gestión», zanja Oberhuber.

En las zonas donde están acostumbrados al depredador, ganaderos como Alberto Fernández aseguran que «el lobo no es una amenaza para el sector ganadero». El joven, que dispone de varios mastines, confiesa que nunca ha perdido una oveja por ataque de lobo. «Me hace más daño el zorro que el lobo» concluye.

¿Lobos en Marruecos?

El lobo fue considerado siempre un animal eurasiático, sin presencia en África, hasta que las investigaciones demostraron en 1981 que el animal de Egipto que se había tenido por una subespecie de chacal (Canis aureus) era en realidad un lobo: Canis lupus lupaster, difundido en Egipto y Libia y, como arrojaron estudios genéticos en 2010, también en Etiopía, Argelia, Mali y Senegal.

A partir de 2009, un estudio realizado por la Universidad de Alicante con la marroquí de Chouaib Doukkali en Al Jadida, y publicado en 2012 en la revista Quercus, demostró mediante fototrampeo que también en el Medio Atlas marroquí existen lobos, al margen de las manadas de chacales, y que los habitantes de la zona saben distinguir entre ambos.

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