Opinión

El colegio, esa pesadilla

Soumaya Naamane Guessous
Soumaya Naamane Guessous
· 7 minutos

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Hubo un tiempo en que los padres enviaban a sus hijos a la escuela pública, gratuita. Gracias a una enseñanza de calidad, la movilidad social se alimentaba de personas ambiciosas tanto de barrios residenciales como de chabolas. ¡Pero eso era antes!

En efecto, era en la escuela situada en pleno corazón del barrio donde los vecinos matriculaban a sus hijos. Y si el instituto estaba un poco más lejos, los chicos y las chicas cogían el autobús. En la mochila llevaban dos o tres libros por curso, que pasaban de un hermano a otro, y algunos cuadernos. La escuela admitía a niños de todas las clases sociales que convivían sin complejos de superioridad o de inferioridad. Estaban a salvo, los ciudadanos se implicaban en su protección.

Antes, si alguien acosaba a una niña, el conductor del bus lo expulsaba o le cantaba las cuarenta

Los conductores de autobús protegían a sus pasajeros, y si alguien acosaba a una niña, el conductor expulsaba al acosador o le cantaba las cuarenta. Los policías obligaban a los chicos y chicas a cruzar por los pasos de cebra y reprendían a los que intentaban ligar con las chicas. Los robos por tirón eran casos excepcionales. Las madres contaban con el respaldo de su familia o con la ayuda de asistentas. Si una mamá se encontraba ausente en el momento en el que los niños salían de clase, los vecinos recogían y cuidaban a sus hijos. Chicos y chicas disfrutaban de un equilibrio entre aprendizaje, tareas y ocio. La escuela garantizaba la educación, el título académico y la realización personal. Conducía al éxito social y profesional.

Los tiempos han cambiado

Admitámoslo: hoy los padres dan lástima… ¡y no son los únicos! La educación se ha convertido en motivo de angustia y preocupaciones también para los solteros, ya que, incluso antes del matrimonio, hay que ahorrar para pagar los estudios de los futuros hijos. Y sí, la escolarización preocupa en un país donde el sistema educativo es defectuoso y rompe en mil pedazos los sueños de éxito de los menos favorecidos. Es por ello que los padres llevan a cabo cada vez más la política del hijo único.

Las plazas de las mejores guarderías se acaban con más de un año de antelación

“Con nuestro presupuesto mensual de 15.000 dírhams (1.500 euros), solo tenemos un hijo, ya que queremos que reciba una buena educación” nos revela Ali, que está convencido, como muchos otros, de que para tener éxito hay que ir a una escuela en condiciones. Todavía hoy, y desde los primeros meses, cuando los padres no disponen de medios y la abuela está disponible (¡algo cada vez más raro!), llevan al bebé a casa de esta el lunes por la mañana y no lo recogen hasta el viernes por la tarde. “Dejé a mi hijo de tres meses en casa de mi madre, en Agadir. Trabajo en Casablanca y solo lo veo una vez cada tres meses. Mi hija de cuatro años no conoce a su padre”, se lamenta Naïma, llorando.

En los barrios populares, los niños se quedan en casa de los vecinos o en casa de mujeres que hacen de educadoras improvisadas: “Mi hijo se queda en casa de una antigua vecina desde que tiene tres meses. Ya tiene dos años. Su educación me desagrada. Le pego por su forma de hablar o de comer. Si hubiera ido a la guardería sería educado y habría desarrollado su inteligencia”, se queja Khouloud, de 31 años. Pero cuando la madre no tiene a nadie de confianza, su única alternativa es la de confiar la niña de sus ojos a una institución. Y las plazas de las mejores guarderías se acaban con más de un año de antelación, y su precio bate todos los récords: ¡hasta 3.500 dírhams (350 euros) al mes!

Un paso que se ha convertido prácticamente en obligatorio, dado que el personal doméstico de confianza es escaso y caro. A partir de ahí se desencadena un ritmo de vida frenético, con la puesta en marcha de una logística de las más restrictivas para curarse en salud, sobre todo ante posibles contratiempos.

¡Nada es gratis!

Colegio español, belga, estadounidense… ¡cualquiera menos marroquí! Si es que se dispone de fondos suficientes y si el niño, de cinco años, soporta la presión y pasa las pruebas de acceso. En caso contrario, los padres solicitan por defecto las mejores escuelas privadas marroquíes, cuyas listas de espera son interminables.

Los niños crecen encerrados en una burbuja, privados de “la experiencia de la calle”

A veces hay que hacer sacrificios para pagar un conductor, ya que los transportes públicos y la calle no son seguros. Robos, agresiones, y acoso sexual angustian a los padres, cuyos horarios no siempre coinciden con los de la escuela. En consecuencia, los niños crecen encerrados en una burbuja, privados de “la experiencia de la calle”. Sin mencionar que su desarrollo personal depende también de las actividades extraescolares.

A falta de centros cívicos en los barrios con cuotas de inscripción simbólicas, los padres pagan un precio muy alto por sesiones de deporte, de música, de manualidades… “Para llevar a mis dos hijos al parque necesito 300 dírhams (30 euros); ir a la piscina a darse un chapuzón son 500 dírhams (50 euros) ¡Es excesivo! No hay un centro sociocultural donde puedan divertirse gratis. ¡Pagamos nuestros impuestos sin contrapartida!” se indigna A., un alto ejecutivo.

Después de las clases, la jornada de nuestros pequeños continúa. La tarea que deben hacer en casa perjudica a la familia y a la pareja. El sistema educativo acaba con el entusiasmo del niño al romper el equilibrio entre las obligaciones y el ocio. Una programación sobrecargada, un aprendizaje basado en la memorización sin crítica, sin análisis, sin creatividad… El niño engulle lo que luego vomitará en el examen. Y de vuelta a casa pasa las horas escribiendo y recitando.

Si la enseñanza es lamentable también es por culpa de los profesores

La madre, que se desmorona ante las cargas profesionales y domésticas, es un manojo de nervios. El padre, por su parte, está estresado, angustiado por el posible fracaso de sus vástagos. En el hogar, el ambiente está que echa chispas y la relación de la pareja pende de un hilo. Y cuando no se ven resultados, los profesores se quejan del nivel del alumno, al que se castiga con clases complementarias de tarifas prohibitivas… ¡con solo seis años!

¿Por qué los padres no responsabilizan al cuerpo de profesores? ¡Si la enseñanza es lamentable también es por su culpa! El sistema educativo condena a los niños que tienen dificultades, los excluye en lugar de ayudarlos. El fracaso es una catástrofe para los padres y para el niño. ¡Un drama familiar!

Efecto bola de nieve

Muy a menudo, el fracaso escolar provoca conflictos entre los padres; conflictos de los que los niños son víctimas colaterales. Sin embargo, una escolarización de calidad es responsabilidad del Estado. ¡Es un derecho! Y solo hemos hablado de la población urbana. En las zonas rurales la angustia es mayor.

El sistema educativo arrastra a las familias hacia la pobreza, la precariedad, el endeudamiento. ¡Cuántas parejas se han roto por las repercusiones! Cuántos padres han tenido que emigrar, principalmente a Canadá, solo para asegurar el futuro de sus hijos, nos dicen. ¿Cuántas chicas se prostituyen solo para poder pagar la escuela de sus hermanos y hermanas? Un buen sistema educativo garantiza la estabilidad de una sociedad y la tranquilidad de sus ciudadanos. A buen entendedor…

Primero publicado en illi | 21 Sep 2014 | Traducción: Idaira González León

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