Entrevista

Ángel Viñas

«Franco dio un volantazo hacia atrás»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 20 minutos
Ángel Viñas (Madrid, Nov 2015) | © Alejandro Luque /M'Sur
Ángel Viñas (Madrid, Nov 2015) | © Alejandro Luque /M’Sur

Madrid | Noviembre 2015

Cierto curioso contraste se da entre la figura de un estudioso como Ángel Viñas (Madrid, 1942), a quien nada cuesta imaginar buceando a pulmón entre archivos polvorientos, y el diseño casi futurista del piso en el que vive, obra de un famoso arquitecto español de vanguardia. Allí recibe a M’Sur este economista e historiador, autor de títulos esenciales para entender la Guerra Civil y el franquismo, desde su Trilogía sobre la Segunda República a Las armas y el oro. Ahora acaba de publicar La otra cara del Caudillo (Crítica), donde profundiza en su empeño de desmontar los numerosos mitos que rodean a la figura de Francisco Franco, desde sus cualidades como estratega o su austeridad hasta su posición en la II Guerra Mundial. Una postura que choca con figuras que a menudo se consideran autoridades en la materia, como el historiador estadounidense Stanley G. Payne, muy presente en la prensa española.

Se declara usted antifranquista. ¿No va eso contra el deber de objetividad del historiador?

«No oculto mi ideología, que la tengo, pero la disciplino por los datos, las evidencias»

En absoluto. En el libro me pregunto si se puede ser historiador en Alemania y no ser anti-Hitler, si se puede ser historiador ruso y no ser anti-Stalin. O escribir en Italia y no estar contra Mussolini. Yo soy un historiador objetivo, pero no oculto mi ideología, que la tengo como todo ser humano (y el que no la tenga, es una patata, si es que existe alguien sin ideología). Ahora bien, disciplino mi ideología por los datos, las evidencias, los documentos. Si ellos me dicen que tengo que ir por un determinado sitio, voy. No digo, por ejemplo, que Franco fue un ladrón. ¿Por qué? Porque no se puede afirmar en términos del derecho positivo vigente en la época. El exterminio de los judíos también era legal para los funcionarios alemanes del III Reich, estaba autorizado por el Führer. Hay que ver las cosas en sus términos…

Ya llegaremos a la cuestión económica…

Si critico a Franco no es por razones jurídicas, sino morales. No está bien que mientras tus soldados mueren y se desangran en las trincheras, su Generalísimo se esté forrando el riñón. Todo tiene que verse en sentido metahistórico y metajurídico. Pero ojo, no soy imparcial. Y en ese sentido, me parece que estoy en la mejor compañía. Ante la libertad y la falta de libertad, uno no puede ser imparcial. He descubierto también cosas positivas sobre Franco, y las acentúo, no las suprimo. Soy un obseso de la documentación y pienso que mucha se ha perdido, pero la que no se ha perdido hay que buscarla. Por ejemplo, los papeles privados de Franco, ¿quién los tiene? ¿La familia? Pues deberíamos conocerlos todos.

«Los papeles privados de Franco, ¿quién los tiene? ¿La familia? Pues deberíamos conocerlos»

Usted cuestiona muy duramente a una hornada de historiadores que tacha de neofranquistas, y no hay una página en la que Payne no se lleve un coscorrón. ¿Al servicio de qué o quién cree que están?

Mire, Payne puede molestarse o no, pero él ha tenido acceso a los mismos papeles que yo, o a buena parte de ellos. Aunque de preferencia voy a archivos públicos, sea Salamanca o el Archivo de Palacio, donde todo el mundo tiene derecho a consultar lo mismo, he acudido también a la documentación de la Fundación Francisco Franco. ¿Por qué no ven Payne y otros lo mismo que yo? Será para hacer caja, o atender las necesidades de tranquilidad de un sector de la población española que aún es franquista. Hoy han desaparecido las instituciones franquistas –de otro modo no habríamos podido entrar en Europa-, pero he denunciado siempre que el PP, este Gobierno en concreto, ha paralizado la desclasificación de documentos. ¿Por qué? Hasta ahora solo hemos tenido respuestas grotescas: “Las Fuerzas Armadas tienen otras cosas que hacer”. ¡Pues menos mal! “Nos puede crear problemas con otros países”. Sí, con la Francia de Vichy, con el III Reich… ¡Un poco de dignidad, por favor! Ni que los españoles fuéramos idiotas. Yo no tengo nada que ocultar, ni debo nada a nadie. Solo busco la verdad, pero no en abstracto, que es lo que hace el señor Payne, sino la documentable, sabiendo que cada generación reescribe la Historia. Ni Payne ni yo sabemos cómo se verá el Franquismo dentro de 40 años…

¿Cree que ese neofranquismo explica el escándalo reciente del Diccionario de la Real Academia de Historia?

A mí me pareció que una parte importante de las entradas relacionadas con personas de la República, la Guerra Civil y el Franquismo son inaceptables desde un punto de vista historiográfico. Yo mismo coordiné un trabajo, titulado En el combate por la Historia, donde quisimos señalar lo que no era cierto, y cómo habían sido las cosas… Y en mi blog he seguido refutando lo que un señor, Luis Suárez Fernández, ha dicho de mí y de mis tesis.

Leyendo sus artículos, llegamos a la conclusión de que los distintos enemigos de Franco se resumían en un enemigo superior, que era la Modernidad. ¿Era así?

«Ahí estaba el rechazo a la Ilustración, a las Luces, la vuelta al Concilio de Trento»

¡Exacto! Así como la dictadura nazi tuvo elementos de modernidad, sobre todo en el plano tecnológico, la franquista fue sencillamente reaccionaria. Dio un volantazo hacia atrás, y lo consiguió en gran medida. Payne dirá “pero fue regeneracionista”. ¿Abrió al final las puertas? Cuando no le quedaba absolutamente alternativa, y lo digo porque fui el primero que en el año 75 empezó a estudiar el tema con los archivos calentitos de la administración franquista. Si el señor Payne no los ha leído…

Pero hablábamos de la reacción…

Verá, Franco miraba hacia atrás, esa es la cuestión. En el año 45 aproximadamente, el Servicio Histórico Militar publica una Historia de la Guerra de Liberación que es una joya, aunque nadie la consulte. Ahí hay una visión de todos los males de España desde el siglo XVIII, según los militares. Y ahí estaba el rechazo a la Ilustración, a las Luces, la vuelta a Trento: en eso Franco y la Iglesia estaban de acuerdo. Y mire, un señor publicó un libro sobre Derecho Penal de autor, que editó Comares, en cuyo apéndice documental hay uno o dos puntos que me provocaron un impacto fortísimo. Puntos que se aplicaban a personas que habían abjurado de la religión católica y que en el 39 o 40 querían volver a ella, por miedo a que les pegaran cuatro tiros, o por lo que fuera. Abjuraban de sus errores y la Iglesia, en el acta de retractación, enumeraba las nuevas creencias que debían asumir, empezando por el concilio de Trento. ¡Es que el país era el imperio de Carlos V, había que volver al siglo XVI! Un poco complicado todo, ¿no? Y yo he citado doctrinas que había que inculcar desde la cartilla de los niños pequeños a las oposiciones a cátedra de Derecho Político. Pero no crea que soy anticatólico, no lo soy. Entre otras cosas, porque nunca he ido a un colegio de curas.

Usted habla, no obstante, de una evolución diferente de la Iglesia y del Franquismo. ¿Acabó ésta yendo por delante?

«Los cínicos dirían que la Iglesia se estaba preparando para el posfranquismo…»

Hombre, la Iglesia es universal. Todo lo retardataria o reaccionaria que se quiera, pero conserva su propia lógica. Con Juan Pablo I y el Concilio Vaticano II las cosas empezaron a cambiar, hubo algunos movimientos importantes. Es verdad también que la jerarquía iba por un lado, y la base, la puta base, por otro. Lo cierto es que a la dictadura todo aquello le cogió con el pie cambiado. Los cínicos dirían que la Iglesia se estaba preparando para el posfranquismo…

Otro aspecto sorprendente es la revelación de que Franco alargó gratuitamente la guerra civil. ¿Qué tipo de estratega resultó ser?

No digo nada nuevo, ya lo he demostrado en mis libros anteriores. Historiadores militares muy distinguidos (ojo, la materia no es mi fuerte, aunque sea presidente de la Asociación de historiadores militares) pusieron de manifiesto que si Franco hubiera tomado otras decisiones, la guerra se habría acortado mucho. Cuando las tropas de Yagüe toman Lérida, y tienen Barcelona a su alcance, con el gobierno de la República desmembrado, y sabiendo exactamente lo que pasa, porque tienen espías allí… En fin, sabían que aquello era un caos, y que no había aviación para responder a un ataque. Y cuando Yagüe pide autorización para marchar, Franco le dice que no, ¡párese usted ahí!

¿Con qué objeto?

Es algo que se viene discutiendo desde aquel momento. Respuestas las hay críticas (“no lo entendemos”), de pasar por alto (“mejor no meter la nariz en eso”), o la de otros que se limitan a decir: “El mando sabrá lo que hace”. O está el caso de Martínez Bande, que se enfollona para oscurecer el tema. Lo que no tiene sentido es que Franco eluda tomar Barcelona y se desvíe hacia “la fértil huerta valenciana”… ¡que encima no conquista! Hay quien ha dicho también que evitó Barcelona porque temía una invasión francesa en Cataluña. ¿Qué hace el historiador? Entrar en los documentos, españoles y franceses, y ver que los franceses no tenían la menor intención de entrar, tras la famosa y distorsionadísima reunión del Comité Permanente de la Defensa Nacional, donde Blum sugiere esa posibilidad y todos los militares se le ponen en contra. En esa reunión está Petain, la gloria de Francia, y le falta tiempo para contarle todo a un espía de Franco, que naturalmente traslada el mensaje a Burgos.

¿Franco justificó alguna vez a esta decisión?

«Si se acaba la guerra tras ocupar Barcelona, ¿qué hace? No: quiere exterminar a la izquierda»

Franco no es un hombre que escriba, como Churchill, por qué tomaba sus decisiones, pero creo que su intención siempre fue triturar al ejército popular en combate. Si se acaba la guerra tras ocupar Barcelona, ¿qué hace con toda esa gente? No, quiere exterminar a la izquierda. Y luego, dando una orden aparentemente absurda, ve quién le obedece y quién no. ¿Quiénes no lo hicieron? Varios que tienen una característica común: son todos militares monárquicos, incómodos porque han hecho la guerra para restaurar la monarquía, no para poner a Franco como dictador. Eso crea una tensión que durará diez años más.

Quizá la pregunta habría que hacérsela a un psiquiatra, pero, ¿puede ser Franco considerado un psicópata según estas conductas? Lo digo porque no solo pasa por encima de las vidas de sus enemigos, sino que también expone las de sus soldados…

No sé si es psicopatía, pero desde luego tiene el deseo firme de destruir las cabezas pensantes de la izquierda española. Por eso Negrín quiso resistir todo lo posible, porque tenía la esperanza de evacuar a los cuadros intelectuales de la República.

Puesto que M’Sur es una revista mediterránea, debo preguntarle por el conflicto de Sahara-Ifni, que usted califica de “guerra de tebeo”. ¿Qué supuso en la trayectoria de Franco?

Una gran desilusión. No soy experto en Marruecos, pero es sabido que quería mantener el Protectorado. En los años 40 jugó la carta antifrancesa y pensó ingenuamente que eso no tendría repercusión sobre el Protectorado. Pero Francia deja Marruecos, que vivía un nacionalismo fuerte, y el nacionalismo es un tigre muy difícil de cabalgar. Fíjate que Francia en cambio no deja Argelia, que sí era un departamento de Francia. Lo hará después de librar una guerra y perderla. A mí me pilló en París aquella declaración de De Gaulle, “Français, je vous ais compris!”…

¿Y cómo se explica el papel de Estados Unidos, que aportó armamento a España pero luego le impidió usarlo?

«El soporte fundamental del régimen no es la Iglesia, ni la Falange. Es el Ejército»

Los americanos tienen interés en Marruecos, pero cuando se dice que se negaron a dar armas modernas a España es cierto y no. Los acuerdos del 53 preven que el material moderno de los EE UU se usaría solo cuando ambas partes estuvieran de acuerdo. Era material de desecho, claro, ¡de la guerra de Corea!, pero modernísimo en comparación con lo que tenía España, y no digamos Marruecos… Hubo que echar mano de los junkers, de los heinkel, imagínate.

Un desastre…

El mejor historiador de la guerra de Marruecos es un militar franquista, claro que él saca
otras conclusiones… Pero hombre, la bomba de mano arrojada desde la escotilla, parece mala cosa, como los tanques que se hunden en el agua, ¿no? Y la fabada en el desierto también parece un poco duro. A Franco, por cierto, todo eso le resbalaba. Sin embargo, en el libro señalo que ese ejército de chiste en las intervenciones exteriores cumplía una función interna, se dirigía contra el enemigo interior en cientos de modalidades. Lo que un amigo llama “el modelo de disuasión franquista” es un bluf total, un ejército de chichinabo que dentro, en cambio, se vuelve un valladar terrible. Si nos fijamos, el soporte fundamental del régimen no es la Iglesia, ni la Falange, ni los tecnócratas… todo eso va variando. Lo que está de principio a fin en el primer lugar es el Ejército, y las fuerzas de orden público debidamente militarizadas.

¿Y con Gibraltar, cómo fue la política de Franco?

De eso prefiero no hablar mucho ahora, porque estoy escribiendo un libro donde me ocupo extensamente de ello. Un amigo mío, historiador competente y nada significado políticamente, Manuel Ros Agudo, lo cuenta en un libro que prologué en 2002. Ros Agudo entró en los archivos del Estado Mayor y encontró los autos de reuniones de Defensa Nacional. Ahí se ve que Franco, nada más terminar la guerra, ya está poniendo los peones para meterle mano a Gibraltar, pero solo cuando la situación sea propicia… Claro, un gesto en ese sentido equivalía a declarar la guerra a Reino Unido. ¿Qué pasa? Cuando cae Francia, se aceleran las cosas y pasamos a ir con los alemanes. La ventaja de Franco es que siempre es frío, cauteloso. Le cuesta mucho tomar decisiones, no se lanza nunca en picado.

¿Le debemos algo a Franco de lo que está ocurriendo ahora en Cataluña?

«Fueron muchos los catalanes que lucharon y apoyaron a Franco. No eran todos de izquierdas»

Una de las características de la dictadura es imponerle un corsé a todo el país, y Cataluña y el País Vasco no se escapan. Pero tampoco Andalucía, ¿eh? Franco es un centralista de puta madre, pero a nadie se le escapa que fueron muchos los catalanes que lucharon y apoyaron a Franco. No eran todos de izquierdas o republicanos.

Hay quien piensa que el nacionalismo vasco estuvo siempre lastrado por la mala conciencia de no haber resistido lo suficiente a Franco…

No lo sé, lo seguro es que tanto vascos como catalanes se apresuraron a dar puñaladas traperas a la República. Esto también se olvida. Si fuera catalán no tendría ninguna simpatía por la dictadura, desde luego, pero tampoco hay una relación directa con el independentismo. Muchos amigos míos son más catalanes que la leche, y no irían a ninguna parte con Artur Mas.

Sigamos con los mitos que trata de desmontar su libro. Uno de los principales es el del salvador de la patria, frente a una República sumida en el caos. ¿Cómo lo refuta?

«He ahí un rasgo positivo de Franco: su capacidad para humillar y que otros se la envainen»

Ese es un mito fundamental. Claro, Franco basa su legitimidad en la victoria, pero eso es un hecho fáctico que no te da título de legitimidad. Entonces tienes que ilegimitar el régimen contra el cual te sublevas, de ahí la necesidad patológica de execrar a la Républica, que tampoco fue una balsa de aceite ni mucho menos, por supuesto. Ni hubo una sola República, ni tuvo una evolución uniforme o lineal. Es una evolución en dientes de sierra. En puridad, la guerra se hace para restaurar la monarquía, pero como Sanjurjo muere y Franco es el gran victorioso… ¿Y quién le apoya? ¡Kindelán, general monárquico! ¿Y restaura la monarquía? ¡Tururú! Y luego fueron todos bastante mierdas. ¿Sabes de qué triunfo se sintió más orgulloso? Cuando hizo marqués a Kindelán… Y éste acepta. Debió de relamerse de gozo. Es Franco en estado puro: esa humillación de aceptar después de que había puesto a parir al Caudillo… He ahí un rasgo positivo, su capacidad para humillar y que otros se la envainen.

Otro mito: su capacidad para impulsar la economía española. ¿Hasta dónde fue así?

El crecimiento económico español tradicionalmente ha sido handicapeado por el desequilibrio estructural de la balanza de pagos, que llega hasta hoy. En el 57 o 58 habría habido que poner casi racionamiento, porque, a pesar de que las importaciones estaban férreamente controladas, España no podía vivir de sus recursos nacionales. La vocación de autarquía era una entelequia, un sueño de fumador de opio. La apertura llega en el 59, cuando no hay divisas y la dictadura se encamina a la suspensión de pagos internacionales. Fui el primero, y el único, que analizó la caja y reprodujo las posiciones de divisas del Estado… Y no había, no entraban. Cuando se abre, muchas divisas refluyen, se devalúa tremendamente la peseta, de 42 a 60 el dólar. También se eliminan controles para la repatriación del capital. Y entonces, a partir del año 60 o 61, todo empieza a sanearse a velocidad de vértigo, sobre todo por el turismo, que surge con fuerza porque viene todo dios, y la emigración: Franco suelta la espita y elimina elementos jóvenes, que siempre dan jaleo. Exporta el paro, como ahora, aunque antes la gente estaba menos preparada. Pero envían remesas de divisas…

Y luego llega el capital extranjero…

Claro, masivamente y con inversiones directas. Entre unas cosas y otras, la economía española logra superar el déficit estructural de balanza de pagos, y se moderniza en equipo porque todo dios quiere invertir. Es un mercado virgen que no está en Argentina, joder, está en las fronteras de la Comunidad Europea. Esto genera una modernización económica que se traduce en modernización política, siempre que las esencias del régimen quedaran a salvo. Y la gente sale más, porque no puedes tenerla herméticamente encerrada en las fronteras. Ahí empieza a codificarse el canon franquista de interpretación de la República y de la Guerra Civil.

Último mito: ahora que la corrupción salpica cada día las portadas de los periódicos, se recuerda que Franco nunca tuvo nada que ver con eso. ¿Qué responde?

«Franco se hizo con 34 millones de pesetas, el equivalente a 388 millones de euros de hoy»

¡Inchalá! Pero ahí llega Ángel Viñas y mira por dónde, se pone a indagar hace cinco años en la fortuna de Franco. Y cuando me puse, ataqué en profundidad. La clave principal es que se apropió de donaciones hechas por los españoles a la causa nacional. Suscripciones para esto y lo otro, bajo control militar, que le permiten desviar transferencias a su cuenta corriente. Hay otra posibilidad de enriquecimiento, no documentada, y que no se podrá documentar: que metiera la mano en las dotaciones de la presidencia del Gobierno o de la jefatura del estado, pero como no está registrado… Y luego está la venta de café, desde el 39. Así se hizo [ya en 1940] con 34 millones de pesetas, el equivalente (usando unos coeficientes de los que nadie ha dicho ni pío) a 388 millones de euros de hoy. Porque si en el año 40 Franco gana 50.000 pesetas anuales como general, y otro tanto como Jefe de Estado, ¿de dónde coño sacas tú para llegar a las cifras a las que llegó?

No quiero acabar sin pedirle su opinión sobre la memoria histórica…

«Hay dinero para salvar un banco, pero no cuatro perras que cuesta la memoria histórica»

Pues no puedo sino estar a favor del movimiento, y alegrarme de que en Andalucía hayan vuelto a impulsarlo. Siempre digo lo mismo: imagínate a una familia que coge su cochecito, y va a comerse una tortilla al campo. Y el padre le dice a los niños que jueguen a cavar un hoyo, y sale un esqueleto. Lo digo de coña, pero puede pasar, porque hay muchas fosas identificadas pero otras sin identificar. Es el único país en Europa donde ocurre esto, fosas identificadas y no exhumadas. Ni Francia, ni Inglaterra, ni Alemania, ni Italia… ¿por qué aquí sí? ¿Es que los españoles cuyos antepasados han sido víctimas de asesinatos, fusilamientos, ejecuciones sumarias, no tienen derecho a identificar los restos de sus parientes? ¿Son ciudadanos de cuarta categoría, estamos al nivel de Cambodia? Simplemente por una cuestión moral, que es la base de toda política, porque la política sin moral da malos resultados… Hay dinero para salvar un banco, que es importante, pero no cuatro perras que cuesta la memoria histórica, en comparación con un aeropuerto en Ciudad Real que no sirve para nada.

Javier Cercas, en El Impostor, denunciaba una “industria de la memoria”. ¿Cree que hay tal?

Eso es una afirmación infame. Que haya gente haciendo dinero con ella, no digo que no. Pero que sumas del erario público se destinen y se controlen para la exhumación de fosas y recuperación de archivos, me parece de cajón, por vergüenza, moral, mínimo sentido de la ética. Si los alemanes han identificado cadáveres de las SS, por qué no vamos a identificar aquí víctimas de verdugos que tantas veces se han ido de rositas.

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