Reportaje

Alepo en el exilio

Núria Vilà
Núria Vilà
· 9 minutos
Productos sirios en una tienda de Gaziantep (2015) | ©  Lluís Miquel Hurtado
Productos sirios en una tienda de Gaziantep (2015) | © Lluís Miquel Hurtado

Gaziantep | Octubre 2015

A apenas una hora y media en coche de Alepo, la metrópoli comercial de Siria, se levanta una réplica: la ciudad turca de Gaziantep se ha convertido en un punto clave para cientos de miles de refugiados. La escasa distancia – 95 kilómetros en línea recta, 120 por carretera – fomenta un vívido intercambio no sólo de personas sino también de bienes.

“Caminando por la calle me crucé por casualidad con mi vecino de Alepo, que me ofreció trabajar con él en una tienda reparando piezas de electrónica”, cuenta Kamel, un refugiado que llegó hace pocos meses, electricista de profesión. En total, explica Kamel sorprendido, ha encontrado a más de 25 vecinos suyos caminando por Gaziantep.
Antep –como llaman los locales a Gaziantep– alberga a unos 340.000 refugiados sirios en una población urbana de unos 1,6 millones. Y muchos son de Alepo, ciudad que desde hace muchas décadas mantiene vínculos estrechos con las regiones turcas meridionales. Este es el motivo principal por el que Kamel, igual que muchos otros sirios en la ciudad, han decidido permanecer aquí mientras veía como otros emprendían el arriesgado viaje a Europa.

Gaziantep es el microcosmos de los sirios en Turquía, o incluso, la nueva Alepo

“Cuando llegué aquí, sentí que mi corazón estaba cerca de Alepo. No hay una gran diferencia entre la gente de Gaziantep y la de Alepo, creo que nos parecemos mucho”, asegura el refugiado. Pero pese a la escasa distancia, Kamel tuvo que dar un inmenso rodeo para llegar, una ruta que planificó durante seis meses. Esquivando las zonas controladas por el Estado Islámico (Dáesh) recorrió en bus la ruta de Alepo a Damasco para luego pasar a Líbano y viajar a la ciudad de Tripolis, que mantiene un servicio regular de ferry con el puerto turco de Mersin. De ahí ya sólo quedaban 250 kilómetros hasta Gaziantep. Su mujer y sus tres hijos pequeños se quedaron en Damasco esperando que Kamel encontrase piso y trabajo en Turquía.

Gaziantep es el microcosmos de los sirios en Turquía, pero otros dicen que la ciudad turca es, incluso, la nueva Alepo. De hecho, Antep era una provincia de Alepo durante el Imperio Otomano, y posteriormente los vínculos entre estas ciudades hermanas se han mantenido. Incluso se han intensificado durante la guerra: a medida que se agravaba la crisis en Siria, buena parte de la actividad económica de Siria –en especial de Alepo – se ha ido desplazando a Antep. Y cada vez más, Antep haya exportado productos a Siria para suplir las necesidades de quienes aún quedan allí.

El dinamismo no beneficia a todos: el precio del alquiler de pisos ha subido exponencialmente a medida que crecía la demanda por parte de familias sirias, lo que ha traído fortuna a muchos dueños de pisos, pero obliga a grandes colectivos de refugiados a malvivir con recursos mínimos en los barrios más pobres o en barracas improvisadas a las afueras de la ciudad.

«Si eres de Alepo y vienes a Antep no encontrarás ninguna diferencia, salvo el idioma»

Pero otros miles de refugiados, con algo más de reservas, han sabido adaptarse a la ciudad, abriendo numerosas tiendas y negocios especialmente pensados para sus compatriotas. Esto, sumado a las similitudes entre Antep y Alepo – los edificios guardan especial parecido – ha hecho que en esta ciudad turca muchos sirios se sientan cerca de su hogar. “Si eres de Alepo y vienes a Antep no encontrarás ninguna diferencia. Bueno, solo una: el idioma. Pensamos de la misma manera, tanto por lo positivo como por lo negativo“, cuenta Bassam, un ‘businessman’ originario de Alepo. Gracias a los negocios abiertos entre ambas ciudades ha podido proseguir con su comercio en Turquía. “Para mí, Antep está mucho más cerca de Alepo que Damasco. Para ir a Damasco necesito cuatro horas, mientras que Antep me queda solo a una hora”.

Las cifras hablan solas. Según datos de la Oficina de Inversiones del gobierno de Gaziantep, el volumen de exportaciones de Gaziantep a Siria en 2011 fue de 96 millones de dólares. El comercio se desplomó con el inicio de la guerra pero de los 55 millones de dólares en 2012, las exportaciones saltaron a 280 en 2013, multiplicándose por cinco, para alcanzar 360 en 2014. En los primeros nueve meses de 2015, ya se encontraban en los 270 millones.

Las importaciones de Siria -sobre todo petróleo crudo, algodón, fruta y verdura – han caído enormemente: de los 59 millones en 2011 cayeron a 17 en 2014 y no superaron los 666.000 dólares en los primeros nueve meses de 2015. Pero hay muchos sirios que han salido ganando, parece: durante 2015 se abrieron en Turquía 1.600 empresas sirias, frente a 300 alemanas y 300 iraquíes.

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Casi la mitad del sector económico de Antep se centra en el textil, pero también hay una importante industria de plásticos, químicos, pintura y maquinaria. La provincia exporta al extranjero bienes por valor de más de 6.600 millones de dólares al año, un 4,3 por ciento del total de Turquía.

El bullicio económico y el crecimiento industrial constante en la ciudad se ven al mismo tiempo como un posible riesgo. Un estudio del Centro de Estudios Estratégicos de Oriente Medio (ORSAM) publicado en enero de 2015 apunta a la posibilidad de que cualquier factor que haga aumentar la inestabilidad en la esfera económica también pueda hacer crecer la polarización entre turcos y sirios en la ciudad.

“Si no eres mi amigo, no hablaré contigo de lo que pasa en Siria, ya que estamos asustados»

Pero paradójicamente, la situación de mayor desconfianza se vive a menudo entre los propios sirios. Pese a que el conflicto en la vecina Siria es tema de conversación habitual en las calles y que aún es más frecuente en los restaurantes y puntos de encuentro entre sirios, prácticamente nadie se aventura a opinar de la situación ante desconocidos. El miedo a las simpatías o la vinculación de los otros sirios a distintos grupos armados de los que luchan en Siria inhibe a los refugiados a establecer diálogos con desconocidos sobre este tipo de asuntos.

Uno de los ejemplos más notorios se encuentra en el ‘Original Aleppo Restaurant’. En este restaurante, todos los sirios hablan de la situación en su país, además de seguir atentamente la televisión que emite las noticias de Alepo sin descanso. El local, además de estar especialmente pensado para los sirios que echan de menos la comida típica de su país, es un punto frecuente de encuentro para las ONGs y periodistas que recaban información sobre la causa siria.

Uno de los camareros del restaurante, sirio también, explica que en cada mesa se habla de lo que ocurre al otro lado de la frontera, pero que no existe un debate más allá de comentarlo entre los amigos: “Si no eres mi amigo, no hablaré contigo de lo que pasa en Siria, ya que estamos asustados. La situación aquí no es estable, y además debido a la proximidad de la frontera tenemos miedo de que haya espías de alguno de los grupos armados sirios”.

Gaziantep funciona como retaguardia para decenas de organizaciones sirios que intervienen en el conflicto

No es un miedo infundado. Gaziantep, y en menor medida la vecina ciudad de Sanliurfa, funciona de hecho como retaguardia para decenas de agrupaciones y organizaciones sirios que intervienen en el conflicto, tanto brigadas de combatientes como organizaciones cívicas de ayuda, redes de activistas de la información, traficantes de todo lo que necesite cruzar la frontera, un maremágnum cada vez más opaco porque incluso para repartir ayuda humanitaria o hacer periodismo en el terreno hay que llevarse bien con al menos un grupo armado, y mejor con varios.

La provincia de Gaziantep linda con el último tramo de la frontera turcosiria aún en manos del Daesh, desde que las milicias kurdas del PYD retomaron en junio pasado la zona entre Kobani y el río Éufrates. Los contactos de la milicia islamista necesariamente pasan por Antep. En los últimos meses, distintas redadas de la policía turca han descubierto armamento de Daesh en esta ciudad y en octubre incluso fue desmantelada aquí toda una ceca, en la que Daesh reproducía el dinar islámico, la nueva moneda que usas sus militantes.

Para quienes se enfrentan al Daesh, como los miembros de la red Raqqa is being slaughtered silently (RBSS), la ciudad no es segura: en diciembre, el documentalista Naji Jerf fue asesinado con una pistola con silenciador en plena calle. En octubre, otros dos activistas habían sido degollados en Sanliurfa.

El camarero del ‘Original Aleppo Restaurant’, un joven de 26 años, afirma que no teme vivir bajo el control de Asad ni del Daesh. Pero después de más de cuatro años de guerra en Siria ha decidido desplazarse a Turquía para “empezar a vivir”. Llegó hace un mes y medio de Tadmor, ciudad tristemente conocida por acoger la cárcel secreta de Asad y por encontrarse muy cerca de las ruinas milenarias de Palmira, ambos símbolos destruidos por Daesh en verano cuando tomó el control de la región.

“Soy muy joven y quiero empezar mi vida: trabajar, quizás casarme, tener hijos…”, dice el joven. Tiene pensado quedarse trabajando hasta reunir los 2.500 dólares que le cuesta el viaje por la vía ilegal hasta Alemania. Y aunque en general no se siente bien acogido en Gaziantep, al final reconoce que “ahora Turquía es mejor que cualquier país árabe. Pero si países ricos como Qatar o Arabia Saudí nos abriesen sus puertas, nadie querría ir a Alemania o a otros sitios de Europa”.

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Vista de Gaziantep (Oct 2015) | ©  Núria Vilà
Vista de Gaziantep (Oct 2015) | © Núria Vilà