Crítica

La piedra y el alma

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 6 minutos

Cesare Brandi
Sicilia mía

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Género: Ensayo
Editorial: Elba
Páginas: 184
ISBN: 978-84-9436-663-5
Precio: 21 €
Año: 1989 (2015 en España)
Idioma original: italiano
Traducción: Carmen Artal
Título original: Sicilia mia

No es infrecuente que un escritor, después de visitar por primera vez Sicilia, y aun con un conocimiento más bien vago y superficial del terreno, se lance a escribir un libro sobre la isla. A veces basta visitar dos o tres ciudades, Palermo, Siracusa, Agrigento, contemplar unas ruinas griegas, perderse por un mercado o verse sorprendido por la erupción del Etna, para que el flechazo o el estupor nos animen a emular a Goethe y Maupassant. En nuestro idioma, sin ir más lejos, Ismael Grasa, Julián Meza y quien esto escribe hemos incurrido en tentaciones similares como buenamente hemos podido, cada cual siguiendo su particular motivación.

Un caso como el de Cesare Brandi es, en cambio, excepcional. En Sicilia mía, el volumen de ensayos breves que acaba de publicar Elba –siguiendo la tarea emprendida con Viaje a la Grecia antigua y Verde Nilo, ambos del mismo autor–, encontramos no al turista impresionado y ávido de contar aventuras a su regreso, sino al viajero avisado y reincidente; al ojo que, familiarizado con las sugestiones más evidentes, se demora en el detalle inadvertido, en la maravilla oculta. “Sicilia no es exótica, es fabulosa”, advierte desde las primeras páginas, subrayando esa mezcla de familiaridad y asombro que siempre nos reserva aquella inagotable factoría de mitos.

“Sicilia no es exótica, es fabulosa”, advierte desde las primeras páginas el autor

Aunque ejerce en todo momento como el riguroso historiador del Arte que es, la mirada de Brandi, justo es decirlo, no es fría ni neutral: no oculta que la isla le parece la repanocha, uno de los lugares más hermosos del mundo, si no el que más. Tampoco escatima sus lados oscuros, los muchos agravios y ultrajes de que ha sido objeto, incluso recuerda episodios lamentables vividos por él mismo allí, como cierto anecdótico robo con violencia, pero el saldo siempre acaba siendo positivo para él, “porque a todo le salen espinas en Sicilia, hasta a las alcaparras, y todo y siempre te ofrece el amor”.

El libro de Brandi se antoja una fantástica guía para curiosos y sobre todo para iniciados, aquellos que, después de haber recorrido los circuitos turísticos preceptivos, quieran aspirar a sacar nota. Ahí está, por ejemplo, su delicioso paseo por Pantálica, esa formidable necrópolis de más de 5.000 tumbas excavadas en la roca que acompaña el descenso por el valle del Ánapo. O las islas de Pantelleria o Panarea, con su vertiginoso pasado asediado por una naturaleza poderosa, burbujeante.

Brandi es un verdadero activista dispuesto a luchar por un futuro esperanzador para la isla

Delicioso es asimismo su recorrido por la Sicilia barroca, desde Noto a Catania y desde allí hasta Naro, sin olvidar joyas arqueológicas como los mosaicos romanos de la Villa del Casale, en Piazza Armerina, el singular Efebo de Selinunte o la no menos llamativa escultura de Mozia. Deliciosa, cómo no, su minuciosa descripción de la Capilla Palatina, esa joya del arte normando donde uno no sabe si admirar más lo que tiene bajo los pies o sobre su cabeza, sus comentarios sobre la pintura de Antonello, Caravaggio o Guttuso, o su entusiasta valoración del traslado de El triunfo de la muerte al palacio Abatellis, donde sigue expuesto hoy.

Todas sus explicaciones van acompañadas de atinados consejos para el mejor cuidado y exposición de las distintas obras, muchos de los cuales han sido, por suerte y andando el tiempo, acatados. Y eso porque Cesare Brandi no es un divulgador científico cualquiera, ni un simple analista del pasado artístico y arquitectónico, sino un verdadero activista dispuesto a luchar por un futuro esperanzador para la isla. En este sentido, es más que interesante comprobar cómo le preocupan al sienés cuestiones ajenas a su especialidad, como la diáspora de los jóvenes sicilianos (que hoy alcanza extremos alarmantes), las malas prácticas en la pesca (que han acabado esquilmando buena parte de esas costas) y cómo no, el secular azote de la mafia.

Puede criticar con toda autoridad vicios como el de la reconstrucción de templos

Por otro lado, su doble condición de teórico de la estética contemporánea y de la restauración, que le llevó a fundar y dirigir el Istituto Centrale per il Restauro, le permite criticar con toda autoridad vicios como el de la reconstrucción de templos, que en el Mediterráneo ha llegado a cobrar niveles de epidemia, o las políticas museísticas que se muestran tan incapaces de garantizar la seguridad de sus tesoros como de promover un necesario turismo cultural para la empobrecida Sicilia.

No podemos olvidar que en Cesare Brandi se daban a un tiempo la erudición y la sensibilidad, el ánimo pedagógico en el aula (fue profesor, en el mismo Palermo, de la gran promoción de los Cordaro, Andaloro y Basile) y en los medios, como prueba su importante labor en el Corriere y en televisión, en especial con la serie A tu per tu con l’opera d’arte. Ello, entre otras cosas, explica que los textos de Sicilia mía se lean con tanto interés y placer.

De él aprendemos, en fin, que la palabra Grecia designa mucho más que lo que hoy llamamos Grecia, o que la piedra antigua no solo puede ser observada como mero compuesto mineral, sino como un libro abierto que nos habla tanto de la historia remota como de nuestros futuros posibles. Y más que en ningún otro lugar, en esa tierra siciliana “que será siempre –concluye– la tierra del alma”.

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