Entrevista

Anwar Bunni

«El infierno está en las cárceles de Asad»

Daniel Iriarte
Daniel Iriarte
· 16 minutos

Al abogado Anwar al Bunni, sus clientes no tienen que explicarle cómo es la vida en prisión: él mismo la ha experimentado en profundidad. Nacido en Hama en el seno de una familia cristiana, antes de terminar su educación secundaria ya había visto pasar por la cárcel a la mitad de ella. En 1981 fue torturado por primera vez por la policía. Un año después, el régimen de Hafez Asad, padre del actual presidente sirio, arrasó su ciudad natal para aplastar una revuelta desencadenada por los Hermanos Musulmanes. Las experiencias le llevaron a convertirse en un comprometido defensor de los derechos humanos en un contexto más que hostil, el de un régimen que los violaba continuamente.

Tras la muerte de Hafez, su hijo Bashar accedió al poder, y por un breve periodo pareció que llegaban vientos aperturistas a Siria. Esto es lo que llevó a Bunni a firmar, junto a otros destacados intelectuales, la llamada Declaración de Damasco, que pedía normalizar las relaciones con el vecino Líbano. El régimen reaccionó encarcelando a los signatarios, y Bunni se pasó los siguientes cinco años languideciendo en prisión. Estuvo a punto de morir tres veces: dos por agresiones de otros presos, y una por una huelga de hambre que llevó a cabo a modo de protesta. Pero su estatura e importancia es tal que, cuando se desencadenó la revuelta contra el Gobierno de Asad, la oposición le encargó que trabajase en el borrador de una nueva Constitución.

«Decidí dedicarme a la abogacía para defender a mis hermanos y otros compañeros»

En 2014, el régimen volvió a ir a por él, y se dio cuenta de que esta vez no sobreviviría. Huyó de Siria, y ahora vive exiliado en Alemania, desde donde coordina el Centro Sirio de Estudios e Investigaciones Legales, una ONG que reúne información sobre las atrocidades que se están cometiendo en el país. Un día, esperan, los responsables serán juzgadas. Atendió a M’Sur en la sede de Amnistía Internacional durante una visita a Madrid.

¿Cómo decidió empezar a defender a presos políticos sirios?

Pertenezco a una familia en la que ha habido presos políticos desde 1977. Yo estaba cursando el último año de bachillerato cuando detuvieron a mis hermanos, tres chicos y una chica. Tomé la decisión de dedicarme a la abogacía para defender a gente como mis hermanos y a otros compañeros que también habían sido arrestados. En estos años, las detenciones políticas siguieron en mi propia familia: mis hermanos, yo, mi mujer, mi cuñado y cuñadas… En total, hemos cumplido 75 años de prisión desde 1977 hasta 2011, cuando salí yo de prisión. Fui el último en salir.

Su hermano Akram volvió a ser detenido en febrero de 2014.

«Como no me encontraron, se llevaron a mi hermano, que es un conocido periodista»

Fueron a buscarme a mí, pero no me encontraron, así que se llevaron a mi hermano, que es un conocido periodista del diario árabe Al Hayat. Él ya había pasado 20 años en la cárcel. Estuvo tres días y luego salió. Yo estuve escondido varios meses antes de poder salir del país. No nos permitían viajar a mí ni a mi mujer, porque normalmente se les prohíbe a quienes han estado en la cárcel. Así que opté por una ruta muy peligrosa, y me fui a Líbano, a Beirut. Allí la embajada alemana nos proporcionó documentos de viaje. Gracias a eso pude viajar a Berlín en septiembre de 2014. Pero mi hermano sigue en Damasco.

El régimen sirio ha publicadouna “lista de terroristas” con nombres de decenas de disidentes, entre ellos los opositores que habían participado en las negociaciones de paz de Ginebra. Y también su hermano.

A los que estaban en esa lista les confiscaron sus bienes como forma de presionarles. Pero la mayoría estaban ya fuera de Siria. No sé por qué pusieron el nombre de Akram en esa lista, tal vez para intimidarle, que supiera que eso estaba sobre él como una espada de Damocles.

¿De qué forma lidia el régimen con los disidentes?

Hay cuatro aparatos de servicios de seguridad: la inteligencia militar, la política, la general y la de la Fuerza Aérea. Además, hay otro para los delitos comunes. Y todos ellos tienen competencia para tratar con supuestos delitos políticos. Todos ellos compiten entre sí, y sirven para controlarse el uno al otro. Todos desembocan en una Oficina de Seguridad, que controla Ali Mamlouk. Y todos tienen sucursales en diferentes provincias de Siria.

¿Qué técnicas utiliza el régimen sirio cuando decide ir a por un opositor?

El régimen no necesita muchas técnicas, porque va directamente y le detiene. Antes había estado de emergencia, así que se detenía a la gente y se la enviaba a prisión durante años sin necesidad de muchas justificaciones. Una vez derogado el estado de emergencia, la situación no ha cambiado. A los detenidos se les mete en la cárcel sin juicio. Mi amigo, el abogado de derechos humanos Khalil Maatouk, fue detenido en octubre de 2012, y hasta ahora no sabemos nada de él. Está desaparecido.

¿Hay cierta independencia judicial en Siria respecto al régimen?

 

La legislación siria está diseñada de forma que no se puede juzgar a un policía o militar sin el permiso de su superior. Cometa las atrocidades que cometa, no se le pueden exigir cuentas. En ese sentido, tienen impunidad. Siria se ha convertido en un país sin ley bajo este régimen. No hay elecciones libres. Tampoco derechos, ni libertad de expresión o de prensa. Al jefe de Estado no se le puede juzgar, según la Constitución, salvo que cometa un “acto de traición grave”. Ni aunque mate a alguien. Pero ¿quién puede definir en qué consiste un acto de traición grave? Además, solo se le puede juzgar ante el Tribunal Constitucional, y a petición de la mitad de los miembros del Consejo Supremo del Poder Judicial. En el Tribunal Constitucional, todos los miembros han sido designados a dedo por él. Todo el sistema está confeccionado a su medida. No es que se trate de decisiones políticas, es que forma parte de las propias leyes.

¿Y como está la jerarquía por debajo?

Según la Constitución, el poder judicial lo preside el jefe del Consejo Superior del Poder Judicial, organismo que consta de siete personas: el ministro y el viceministro de Justicia, el fiscal general, el presidente del Órgano de Supervisión y Control de la Institución Judicial, y tres jueces del Tribunal Supremo de Casación. Los cuatro primeros están bajo control directo del presidente, y los otros tres jueces tienen que contar con el visto bueno de cuatro instancias de los servicios secretos. ¿Qué van a poder hacer esos jueces? Y lo mismo vale para la Fiscalía General. En Siria no hay separación de poderes, todos son funcionarios bajo el control del Gobierno. Ni siquiera podemos hablar de que exista un ‘poder judicial’ como tal. Por supuesto, tampoco existe el concepto de sindicatos. No hay elecciones libres, las que hay se hacen a través del mismo sistema de control, ni hay una parte imparcial que las supervise. Tampoco hay derechos, ni libertad de expresión o de prensa. En realidad, Siria no ha sido un Estado, sino una especie de rancho que pertenece al presidente y a su familia y su pandilla.

Cárceles como Sednaya y Tadmur son tristemente famosas entre los presos políticos…

«A los islamistas en la cárcel prácticamente había órdenes de matarlos»

Mientras yo estudiaba derecho, trabajaba en una empresa de construcción a la que se le encargó la edificación de Sednaya. Así que lamentablemente, es como si yo fuese partícipe en su construcción. En la primera promoción de detenidos había dos hermanos míos, que se habían pasado seis años en Tadmur, y luego los llevaron allí. Estuvieron desde 1986 hasta 1992, y en esos seis años no supimos nada de ellos. Pero luego, cuando les liberaron, yo les pregunté, claro. El infierno está allí. Se supone que Assad cerró Tadmur en 2002. En 2012 volvieron a reabrirla y a llenarla de presos. Hace cuatro o cinco meses, fue destruida por el Daesh.

¿Hay diferentes categorías y formas de tratar a los detenidos políticos?

Antes de los últimos acontecimientos, en Tadmur a los detenidos bajo acusación de ser activistas islamistas se les trataba de forma diferente a otros. A los islamistas se los podía matar fácilmente. Otros, como los baazistas del ala iraquí o los comunistas, no es que les importasen mucho, pero a veces trataban de que siguieran vivos. Pero a los islamistas prácticamente había órdenes de matarlos. Por lo demás, el trato es igual: mala calidad de las instituciones, malos tratos, torturas…

¿Cómo fue su experiencia?

En 2007 nos detuvieron a un grupo de diez. Como forma de humillación, nos encerraron con delincuentes comunes. A mí me pusieron en un departamento especial para los acusados de delitos de sangre, y en la celda, incluso con condenados a muerte. Sufrí dos intentos de asesinato a manos de miembros de la ‘shabbiha’ [sicarios mafiosos cercanos al poder], que estaban encerrados allí por otros crímenes. Me dieron dos palizas con la intención de matarme, y una vez intentaron arrojarme por la ventana desde una segunda planta. Uno de ellos era el hijo del primo del presidente. Pero yo ya tenía fama de abogado que ayudaba a los presos, y otros detenidos me salvaron.

El año pasado, un agente sirio, bajo el nombre en clave de «César», publicó pruebas gráficas de la muerte de 11.000 prisioneros en un centro de detención en Damasco, pero han sido cuestionadas porque las financió Qatar, parte interesada en el conflicto. ¿Qué opinión le merece?

«Estamos seguros de que más de 60.000 presos políticos han muerto en los centros de detención»

Como abogado, yo seguía los expedientes de los presos políticos hasta 2014, y nosotros en realidad sabemos cómo funciona el procedimiento. Cuando una persona muere en un centro de detención, normalmente se entrega su cadáver a un centro médico del Ejército, y luego a la policía militar. Se documenta el caso mediante una fotografía del cadáver y un número, y luego se entrega el cuerpo a la familia. Ese es el trámite normal. Las fotos son una realidad, y nosotros hemos sido testigos. Pero no representan toda la realidad. Ese informe habla de 11.000 casos, pero se trata de una sola rama del aparato de seguridad, y solo en Damasco, y hasta agosto de 2013. Nosotros sabemos que hay más de 200.000 detenidos políticos. Casi 50.000 han sido llevados a juicios sumarios o por terrorismo, y otros 150.000 están desaparecidos. De estos, estamos seguros de que más de 60.000 han muerto en los centros de detención. Lo llamamos “la muerte silenciosa”. Los cadáveres se cuentan en silencio.

¿Por qué tantos muertos?

En una habitación como esta [de unos 14 metros cuadrados] se mete a 400 personas. Tienen que estar siempre de pie, apretados, aquellos que pueden apoyarse en una pared son afortunados. Pasan así días y semanas. Si se lesionan en una mano, por ejemplo, en un mes están muertos, porque seguro que se les va a gangrenar porque no reciben atención médica. Muchos mueren asfixiados, o por problemas de salud, si por ejemplo tienen hipertensión. Por no hablar de las torturas, ni del hambre, porque no se les da suficiente comida. Los cadáveres de las fotos del informe están famélicos, y a aquellos que salen con vida les hemos visto en el mismo estado. Lo de «César» es la punta del iceberg.

¿Se puede hoy seguir ejerciendo la disidencia en Siria?

«Los opositores se dan cuenta de que el mundo quiere que el régimen de Asad siga»

Hoy, en las zonas controladas por el régimen, un opositor es un hombre muerto. No cabe la posibilidad de la disidencia. Incluso opositores que trabajaban en esos lugares, ahora no se atreven a decir nada. Todos han bajado la voz e interrumpido sus actividades. No hay ningún sirio a quien le guste el régimen. Pero el problema es que se dan cuenta de que el mundo quiere que el régimen siga. Entonces piensan: “¿Por qué tengo que morir yo?”. Si hay una persona [Asad] que es responsable directa de la muerte de 400.000 sirios y el mundo no hace nada, ¿por qué estos opositores tienen que ir a la muerte?

¿El mundo quiere que el régimen siga?

Occidente sí tiene una responsabilidad total en lo que sucede. Desde 2011 venimos hablando con diplomáticos occidentales, ¡y entonces la situación era tan clara! Había manifestantes pacíficos frente a un régimen que mataba a su pueblo, incluso delante de las cámaras. Y Occidente no le dijo que dejase de matar o de lo contrario tendría que rendir cuentas. Más bien lo fomentaba, dejando claro que no iba a intervenir, al tiempo que fomentaba que otros también matasen. Mientras fuera de Siria todo el mundo habla de soluciones políticas pero no de rendir cuentas, eso animó a toda la gentuza a cometer atrocidades.

¿Gentuza?

No solo el régimen: también el Daesh, el Frente Nusra… En 2011 yo todavía estaba en la cárcel. El régimen promulgó una amnistía y sacó de las cárceles a los actuales líderes de esos grupos, pero a los demás nos dejó en la cárcel. Por supuesto, los manejaban. Sabía que iban a recurrir a la violencia, y lo fomentaron. Nos toman el pelo hablando del Daesh. Todas las partes tienen interés en que siga, para justificar sus agresiones. Arabia Saudí, Turquía, Irán, Rusia, Estados Unidos, Europa… Pero quien sale perjudicada es también Europa. Sigue siendo la víctima, pero tiene una venda en los ojos.

¿Y por qué Europa no hace nada?

«Tanto Asad padre como hijo han construido 15 veces más mezquitas que antes, pero ni una iglesia»

El problema es que los líderes europeos no tienen ninguna visión estratégica. Solo tienen la vista puesta en las próximas elecciones y en que gane su partido, pero no ven el bien para sus propios pueblos. Lo que ocurre hoy se lo vengo advirtiendo a embajadores europeos desde 2011, pero me decían: “No vamos a intervenir”. Al final tendrán que hacerlo para salvar a las minorías, pero si lo hubieran hecho entonces, habrían salvado su amistad con el pueblo sirio. Al final intervendrán, pero como enemigos, con la enemistad de la mayoría de los sirios. Espero que no sea demasiado tarde.

¿Y España?

España está adoptando un papel contrario al que le corresponde por su estatus como país cercano a los pueblos árabes.

Usted es de una familia cristiana. ¿Qué le parece que Assad se presente hoy como defensor de las minorías?

La mayor diáspora siria tuvo lugar durante la época de Asad padre, y fue de cristianos. Tanto el padre como el hijo han construido 15 veces más mezquitas que antes, pero ni una sola iglesia. La única gran iglesia de Siria, que estaba en Hama, fue volada por Asad padre en 1982 [durante la insurrección de la Hermandad Musulmana contra el régimen]. Yo soy de Hama y estuve allí. El Ejército voló la iglesia. Así que ¿de qué hablan? En ninguno de los gobiernos bajo los Asad ha habido un verdadero representante de la comunidad cristiana. De vez en cuando había algún cristiano, pero de uno de los partidos de fachada del régimen. Y en el Ejército estaba prohibido ascender a los cristianos a partir de cierto grado. Al ministro de Defensa, Dawoud Rajiha, que murió en el atentado contra la cúpula del régimen en 2012, lo pusieron solo como fachada.

Como abogado, ¿cómo cree que se debería abordar un fenómeno como el Daesh, que está tratando de crear sus propias instituciones, como tribunales islámicos?

«El Daesh es una industria, ha sido fabricado. Antes de la guerra, nadie quería la sharía»

El Daesh es una industria, ha sido fabricado. Hablo como cristiano sirio: yo sé que no existe ningún sirio que tenga la mentalidad del Daesh. Antes de la guerra, no había sirios que quisieran imponer la ‘sharía’. Ni siquiera los Hermanos Musulmanes. En 2011 yo escribí los principios inviolables basados en los derechos humanos que deberían estar por encima de cualquier futura Constitución siria, y fueron ratificados por todos los partidos sirios, incluso la Hermandad Musulmana. Cuando empezaron las manifestaciones pacíficas, nadie hablaba de ‘sharía’. Como sirio no me intimida el Daesh, porque en Siria no hay caldo de cultivo para su ideología.

Pero ahora parece que no faltan seguidores.

Lo están alimentando. Los convoyes del Daesh viajando cerca de Raqqa, que es una zona desértica… ¿No pueden alcanzarlos? ¿A quién quieren convencer? De 1.800 incursiones lanzadas por Rusia, solo 100, poco más de un 5%, han sido contra el Daesh. ¿De dónde vienen las armas, los vehículos? Es una industria de los servicios de inteligencia. Cuando el mundo decida acabar con el Daesh, lo hará en un mes. Pero ahora mismo lo necesita.

Mientras tanto, ¿cómo recluta a sus miembros?

Algunos sirios se unieron al grupo porque el mundo les dejó solos, otros para conseguir armas. Pero si se pone en marcha un proyecto para reconstruir las Fuerzas Armadas de una nueva Siria, se alistarán. Hizbulá también ha cortado cuellos, ha matado salvajemente a gente en sitios como Homs, y tiene el apoyo de Irán. Pero ¿qué hace Occidente? Negociar con Irán. Cuando miras a las atrocidades que comete un bando pero no el otro, empujas a la gente a convertirse en el Daesh. Es una política estúpida.

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