Crítica

¡Qué vergüenza!

Imane Rachidi
Imane Rachidi
· 8 minutos
Much Loved
Dirección: Nabil Ayouch
ayouch-muchloved

Género: Largometraje
Produccción: Nabil Ayouch y otros
Intérpretes: Loubna Abidar, Halima Karaouane, Asmaa Lazrak,
Sara El Mhamdi Elaaloui, Abdellah Didane
Guión: Nabil Ayouch
Duración: 108 minutos
Estreno: 2015
País: Marruecos-Francia
Idioma: magrebí

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La inmoralidad se ha visto afectada por la verdad y eso no gusta. Much loved ha herido sensibilidades entre una sociedad que ha censurado una película antes de verla. Suele decirse que, además de su majestad, los tres temas tabú en Marruecos son la religión, el Sáhara y el sexo. Este último ha sido llevado por el cineasta Nabil Ayouch a las grandes pantallas para tratar la opresión y la hipocresía social que rodea la prostitución bajo el reinado del emir de los creyentes.

La película Much loved, también conocida como El zin li fik (La belleza que tu tienes), toca lo intocable: madres solteras, jóvenes oprimidas, homosexuales y transexuales, turismo sexual con niños o incluso, prostitución por elección. Sin tapujos ni pelos en la lengua, la película resume en poco más de una hora y media la triste realidad en la que vive un grupo de chicas marroquíes, que para ganarse el pan intercambian sexo por dinero. La otra cara de la tan turística ciudad de Marrakech

Una hora y media de película en la que no falta detalle: escotes, ropa poco recatada, posturas provocativas, bailes sensuales, alcohol, violencia, dinero, sexo que muestra hasta el mínimo detalle y un lenguaje callejero que incluye terminologías que dejarían ojipláticos a muchos, incluidos unos cuantos progresistas marroquíes. Todo de manos de cuatro actrices magnificas que, abducidas por su papel, reflejan en sus rostros la triste realidad que viven las prostitutas en Marruecos.

Cuatro magnificas actrices reflejan la triste realidad de las prostitutas en Marruecos

“Soy puta y hablo vulgar, no pretendas que me dirija a ti con poesías”, afirma la propia protagonista, Noha (Lubna Abidar), en una escena en la que se dirige a Said (Abdellah Didane), el taxista y el protector de las prostitutas, mientras, hablando de posturas sexuales, todas ultiman los detalles previos al trabajo, como ponerse cantidades desorbitadas de maquillaje en la cara, o como tanto se dice en Marruecos: “se maquillan como putas”. Y es que aún tratándose de un tema tan trágico y peliagudo como el comercio ilegal de sexo, en este largometraje no faltan escenas de humor.

Son demasiados tópicos tratados en una sola película. No pasa desapercibida la escena en la que Noha se dirige a un compañero transexual como “zamel” (el despectivo término “maricón”) al que comenta que “últimamente abundan” los gays en Marrakech. Su conversación es interrumpida por un grupo de niños que preguntan sobre unos pederastas europeos en la ciudad que vienen, con buen billete, en busca de sexo infantil. Una trágica escena, tan triste como real, que deja en shock al espectador.

Cada minuto de la película es una metedura de dedo en la llaga de una sociedad poco acostumbrada a la falta de hipocresía. Detalles demasiado explícitos y chocantes, junto a un lenguaje callejero un tanto exagerado, pueden suponer una sobredosis de vulgaridad para una sociedad a la que se ha impuesto la ley de h’shuma (¡Qué vergüenza!). Un error que quizás el autor podría haber evitado si su objetivo era enviar un mensaje claro, conciso pero no aterrador a unos marroquíes conservadores, a los que suele gustar poco que alguien se salga de la norma.

Una metedura de dedo en la llaga de una sociedad poco acostumbrada a la falta de hipocresía

Porque todos lo saben, pero si nadie habla de ello, es que no existe. Es lo que pasa con el sexo, o con la prostitución en este caso, en los países árabes. Y el que se sale de la norma, lo puede pagar con insultos, prisión, exilio o a palos, como bien lo ha podido comprobar en su propio cuerpo la actriz marroquí Abidar. Una mujer valiente que no ha dudado en reencarnarse en la lideresa de este grupo de prostitutas de Marrakech y que, en la vida real, fue agredida en Casablanca por un grupo de chavales, para después ser ignorada en las comisarías y en los hospitales a los que acudió para pedir ayuda.

Noche a noche intentando dar lo mejor de su cuerpo con occidentales que pagan en euros, o con los ricos árabes del Golfo Pérsico que acuden a Marruecos en busca de chicas, sexo a buen precio y sin cargas sociales. Mientras, ellas y ellos (homosexuales, especialmente) sobreviven a las humillaciones y la violencia a cambio de dinero. Un fuerte golpe que cierra la boca a la vieja afirmación de que la prostitución es “el dinero fácil”.

Y si no fuera poco ser repudiadas y oprimidas, de su dinero se dice que es “haram”. La madre de la protagonista lo refleja en una de las escenas en la que acude a entregarle la mensualidad para mantener a su hija y a su hermano. “Eres la vergüenza de la familia. No vuelvas a venir a esta casa. Todos los vecinos hablan sobre ti”, le dice su progenitora, que exige los billetes, pero no quiere hablar del dónde proceden.

El filme resultará extraño a quien no haya vivido de cerca la hipocresía de una sociedad oprimida

Se nos pone delante de una película ágil, amena, fluida, impactante, atractiva, magnética y de gran calidad visual. Ayouch nos provoca un caos de sentimientos, pues entre sobrecogedora, a la vez que fascinante y admirable, llega a resultar a veces extraña para quien no haya vivido de cerca la hipocresía de una sociedad oprimida. Una película que mezcla lo social, político, económico, religioso y educativo, vistos desde un punto humano y humorístico, y desde la distancia.

Documentada, espontánea, natural y motivo de fuerte aplauso, pues el director consigue tratar la prostitución desde el respeto y la sensibilidad, para, inevitablemente, situar a la sociedad marroquí frente a sus miedos y contradicciones. Una novela con aires de documental sobre la degradación de la mujer y su sometimiento a la moral social, relatada en base a un guion cronológico y reflejando una situación diaria de las cuatro actrices, aunque con algún flashback para recordar que no fue fácil desembocar en la prostitución.

A veces nos encontramos con escenas largas que se eternizan para mostrar momentos pornográficos innecesarios para el público objetivo. Se echa en falta la calle, las putas que no cuentan con un Said para trasladarlas de un lugar a otro, y protegerlas. Faltan aquellas que se ganan sus clientes en cualquier esquina y que regatean los dírhams para luego ni siquiera poder ejercen en fiestas ni en hoteles de lujo, más bien en callejones, coches o a las afueras de cualquier ciudad, poniendo en riesgo sus propias vidas.

Trata la prostitución desde el respeto para situar a la sociedad marroquí frente a sus miedos

En cuanto a los sonidos, el director marroquí nos embruja con una fina elección de la banda sonora, que ofrece gran sensibilidad al relato de la historia, acompañada de una selección musical que hace entrar de lleno al espectador en el contexto de la película: Marruecos. Canciones chaabi y rai en los ambientes de fiesta, a veces incluso algunas del sharqi que acompañan a la vestimenta de las cuatro jóvenes prostitutas, que no dudan en usar vestidos de bailarinas del vientre (poco magrebíes) para sus danzas sensuales delante de los saudíes que esa noche ponen el dinero. Momentos que alejan las prostitutas de su papel de víctimas para convertirlas en seductoras y conquistadoras.

No obstante, todas con muchas y tristes historias a sus espaldas, pero con un único deseo: salir del agujero. “Sueño que nos vamos a un lugar lejano. Que somos mujeres decentes y que los hombres nos tratan como señoras”, afirma Noha con los ojos cerrados, poco antes de abrirlos en una nueva fiesta de sexo y alcohol financiada por un Golfo dispuesto a dejarse todo su dinero si de desfogarse con ellas se trata.

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