Entrevista

Francesco Piccolo

«Hemos aprendido que crisis y apocalipsis son cosas distintas»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 11 minutos
Francesco Piccolo (Barcelona, 2016) | | © Alejandro Luque / M’Sur
Francesco Piccolo (Barcelona, 2016) | | © Alejandro Luque / M’Sur

Barcelona | Febrero 2016

Escritor, guionista de cine y televisión, el italiano Francesco Piccolo (Caserta, 1964) no solo ha trabajado con directores como Nanni Moretti o Paolo Virzì, también ha ido consolidando una obra literaria que se vio reconocida con el premio Strega. Después de publicar en España Momentos de inadvertida felicidad, regresa ahora con Momentos de inadvertida infelicidad, publicado por Anagrama.

En pocas palabras, ¿qué son hoy la felicidad y la infelicidad? ¿Cómo han cambiado?

Digamos que la respuesta genérica es que hoy son más complejas que en el tiempo en que eran una simple cuestión alimentaria básica. Ahora, en cambio, se han sofisticado, pero en todo caso estos libros cuentan una felicidad y una infelicidad que vienen ligadas a la cotidianidad. Es verdad que pueden haber cambiado, pero lo seguro es que las grandes felicidades y las grandes infelicidades son pocas en la vida… ¡Por suerte! En todo caso, en mi opinión, vivir a la espera de la gran felicidad o con miedo de la gran infelicidad es una postura reductiva de la vida, porque ésta, en una jornada normal, está llena de aspectos irrelevantes, inadvertibles, pero contienen valores altos. La literatura debe contar esos aspectos y esos valores.

«Vivir a la espera de la gran felicidad o con miedo de la gran infelicidad es una postura reductiva»

La palabra ‘inadvertida’ del título parece señalar un hecho muy de nuestro tiempo, ¿no? La idea de que pasan tantas cosas ante nuestros ojos que ni siquiera sospechamos…

En efecto, me interesa mucho lo que está ahí, tan visible, tan habitual, que no se ve. O cosas que todos ven, pero no piensan en ellas, no se detienen a contemplarlas. Puede ser un instinto, pero me gusta la idea de registrar esos momentos para mí, y luego, poco a poco, fui pensando en hacer un libro con ellos. Creo mucho en el hecho de que los lectores puedan decir “eso es algo que me ha pasado a mí también, yo también he sentido eso”.

¿Por qué descubrir cosas que están ahí y no vemos nos lleva tan a menudo a sonreír, al humor?

Este tipo de libros no pueden ser simplemente ideas para comunicar o para provocar una reacción. Estos libros nacen porque uno es como es y no consigue dejar de observar los detalles de la vida. Por eso digo que es un instinto. Porque nacen del hecho de que, allá donde me encuentre, no puedo dejar de observar los detalles. Los detalles son uno de los elementos esenciales de la literatura. La literatura nace del detalle, se desarrolla a través de ellos.

Humor y piezas cortas: justo dos cosas que los editores no suelen tener en muchas consideración. ¿Navega usted contra corriente?

Eso es una especie de treta. Es cierto que si fueran cuentos reconocibles como tales un editor razonaría exactamente así. Pero aquí hablamos de algo distinto, porque en el fondo, todos son cuentos de dos líneas pero existen por el hecho de estar juntos. No es una novela pero también es verdad que son libros compactos y, quizás por eso, no vienen concebidos de aquella forma. En cualquier caso, yo los concibo como cuentos, aunque esta palabra en el mundo editorial sea peligrosa.

«Cuando comencé a escribir para el cine tenía miedo de dividir la creatividad, disminuirla»

¿Es muy distinto escribir estos textos y escribir para el cine?

Es muy diferente en teoría y en la práctica, pero a mí me gusta pasar de uno a otro porque casan muy bien. Cuando comencé a escribir para el cine tenía miedo de dividir la creatividad, distribuirla en demasiados ámbitos y, de alguna manera, disminuirla. En cambio, al final uno se da cuenta de que ambas esferas se alimentan precisamente en esa diversidad. Al principio pensaba que eran cosas diferentes, hasta que descubrí poco a poco que era estupendo pasar de uno a otro porque se convierten en vasos comunicantes y se trata, al fin y al cabo, de escribir. Son una misma cosa. Y lo mismo para la televisión.

Solemos tener una idea de que la televisión italiana es bastante pobre, por no decir execrable. Usted, que conoce el medio, ¿defiende que hay una televisión de calidad allí?

La hay, y he tenido la suerte de hacerla y de trabajar con gente de mucho nivel. Pero a diferencia del cine y de la literatura, la televisión para mí es un hobbie. He hecho programas con Saviano, el festival de San Remo… pero haciendo algo distinto, intento hacer televisión de calidad. Ese tipo de escritura también tiene que ver con el mundo. La escritura no es una “obligación”, no lo veo como una teoría a la que un escritor debe atenerse, un escritor se pone distintos trajes y entra en formas diferentes de la comunicación.

Acaba de llegar a la cartelera española Mia Madre, donde usted volvió a colaborar con Nanni Moretti. ¿Cómo se consigue la sonrisa, el humor, y también esa carga dramática de una película como esta?

Precisamente una de las cosas que me gustan de Mia Madre es ese llevarlo hasta el extremo, eso es algo que me gusta escribir, leer o ver. La idea de que no existe lo cómico o lo dramático sino que ambas cosas van juntas. Es precisamente así como la literatura y el cine consiguen parecerse a la vida. Trabajar en Mia Madre ha supuesto trabajar sobre un sentimiento muy trágico que, no obstante, siempre conlleva momentos divertidos. Quizás las cosas divertidas en un momento dramático son incluso más divertidas y las cosas dramáticas en un momento divertido son aún más dramáticas.

Antes se encontraron en Habemus Papam. ¿No les entró complejo de visionarios, de adivinos?

«Cuando escribimos Habemus Papam era totalmente inimaginable que un Papa dimitiese»

Nos quedamos muy impresionados, totalmente sorprendidos. Esta visión de futuro es artificial porque cuando escribimos Habemus Papam era totalmente inimaginable que un Papa dimitiese. Es verdad que luego nos quedamos estupefactos, pero uno no piensa “soy un profeta”. Hay que desdramatizar un poco sobre estas cosas.

¿Había algún indicio que hiciera pensar en esta posibilidad?

Mentiría si dijera que sí. Teníamos ganas de contar aquella historia, nos parecía algo fuerte. En nuestros días, el sentido de la existencia, de la depresión, del gran poder, es algo que se puede ver a diario. Nosotros se la atribuimos a un Papa, lo cual nos parecía bastante improbable. Bien es cierto que este sentimiento de humanidad en el poder es algo más visible y más posible en nuestro tiempo. Pero claro, todo esto lo decimos a posteriori, en ningún momento pensamos que estuviéramos escribiendo algo que sucedería. No lo imaginábamos de ninguna manera.

Otro trabajo suyo con Moretti, Il Caimano, se ha convertido en cine histórico, ¿no?

«La izquierda limpia, a salvo de todo, es una izquierda con vocación de derrota, bella pero inútil»

[Risas] En Italia tuvo una historia un poco extraña. Cuando se estrenó, cuando aún no era una película histórica sino de actualidad, fue acogido… bueno, en realidad no era un ataque frontal a Berlusconi, de un modo demagógico, sino que más bien contaba algo más existencial como la separación de una pareja. Desde el punto de vista político parecía más bien decepcionante. En cambio, con el paso del tiempo, cuando se ha convertido en una película histórica, ha adquirido más peso y se ha llegado incluso a decir que era una película profética por cómo ha terminado después Berlusconi. Sí, creo que es bueno que una película política, de actualidad, pueda convertirse en una película histórica sin perder su fuerza sino todo lo contrario, adquiriéndola.

El paso del tiempo ha terminado el trabajo 

Así es. Con el Papa, con Berlusconi…

¿Qué podemos aprender en España de la izquierda italiana? Me refiero a sus errores y a sus aspectos positivos.

No… aspectos positivos de la izquierda italiana no se pueden aprender… [risas]). Casi siempre existen dos tipos de izquierda. Una más visible, más fuerte, que defiende que para ser justos hay que ser puros, no aceptar compromisos y, por lo tanto, no tener poder. Es una izquierda con vocación de derrota. Esa es una forma de ser de izquierdas limpia, siempre a salvo de todo, manteniendo las ideas propias como cristalinas e inatacables. Pero claro, si se va por la vida así, no se hace nada. Normalmente la izquierda en Italia, en toda Europa, en todo el mundo, tiende a ser así. Después, existe otro tipo de izquierda un poco más constructiva y reformista y, quizás también, un poco más sucia. Una izquierda que intenta cambiar la sociedad gracias a compromisos y alianzas, participando u ostentando el poder. Hay que empezar a creer un poco en este tipo de izquierda aunque a veces pueda resultar más decepcionante desde el punto de vista teórico. Es una izquierda que puede dejar algunas marcas, mientras que la otra es bella pero inútil. Esta puede ser más fea pero es más útil.

¿Su consejo para la izquierda española sería tratar de encontrar el consenso, el modo de unirse?

Sí, creo que la fuerza electoral de esta izquierda en España es precisamente el hecho de ser diferentes. Esta diversidad es una fortaleza importante pero también es una prisión, difícilmente puede llevar a un poder absoluto. Es, por lo tanto, una fortaleza teórica estupenda pero que no consigue dar el paso definitivo de gestionar el poder. Ese paso hay que darlo. Creo que la historia de la izquierda es la de una fuerza política que no consigue dar nunca ese paso adelante para convertirse en la fuerza en el poder porque no se quiere ensuciar. Y esto no es sólo útil sino también necesario.

Es esa izquierda que, nos decía Slavoj Zizek en una entrevista, “ni siquiera quiere ganar”, ¿no?

La izquierda no quiere gobernar porque así es todo mejor, mantiene toda su fuerza. Pero esta fuerza es inútil. Este tipo de izquierda hace sentir mejor a aquellos que son de izquierdas. Si participa en el poder, quizás incluso ayuda a mejorar el país. Esta es una decisión que es necesario tomar. Si no, nos pasamos la vida diciendo “nosotros somos diferentes y somos mejores” pero esto no le sirve de nada al país. Esto es lo que le ha pasado en numerosas ocasiones a la izquierda italiana.

«Habíamos pensado que la crisis significaba el apocalipsis y nos preparamos para el fin del mundo»

¿Qué hemos aprendido después de estos años de crisis? ¿Qué ha aprendido Italia?

Lo primero que hemos aprendido en Italia es que la crisis y el apocalipsis son dos cosas bien distintas. Siempre habíamos pensado que la crisis significaba el apocalipsis y nos hemos ido preparando para el fin del mundo. En cambio, hemos aprendido que el mundo no acaba mañana y, por lo tanto, es necesario seguir siendo constructivos, porque la historia ha demostrado que de las crisis se sale. La crisis, tal y como ha sido diseñada y contada en estos últimos años, parecía una crisis definitiva. La cuestión es que luego, en realidad, no es así, y esto cambia totalmente la perspectiva.

¿Por qué?

La idea del apocalipsis, de que todo es finito, permite ser derrotista, no tener que pensar más. Si yo pienso que mañana se termina todo, no tengo ninguna obligación más. En cambio, si creo que el mundo continuará tengo la obligación de ser constructivo. Creo que esto es lo que hemos aprendido en estos años en los que la crisis aún existe, pero el mundo no se ha terminado tal y como se pensaba. A pesar de que exista una gran ambición por el dinero, el mundo no es solo dinero. Incluso aunque el dinero se termine, los valores se mantienen. Los valores no solo resisten sino que existen, son visibles.

¿Habrá un tercer libro de la saga Momentos de inadvertida…?

Quizás. Podría ser. Continúo escribiendo, sobre todo cuentos y cosas muy breves. Estos libros han salido con cinco años de diferencia. En cinco años quizás habré escrito también otros, no sé. Yo cultivo también otros géneros, pero este tipo de cosas las sigo escribiendo para mí.

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