Crítica

Jaque luego existo

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 8 minutos

Garry Kasparov
Sobre Garry Kasparovkasparov-kasparov

Género: Ensayo
Editorial: La Casa del Ajedrez
Páginas: 512
ISBN: 978-84-9251-773-2
Precio: 45 €
Año: 2013 (2016 en español)
Idioma original: inglés
Título original: Garry Kasparov on Garry Kasparov
Traducción: Juan Morgado, Roberto Álvarez

 

¡Salven las librerías! Este libro demuestra que es un invento del diablo lo de comprar libros por catálogo en internet y demuestra que debemos formar de inmediato un frente amplio para garantizar la supervivencia de esas tiendas en las que usted puede entrar, levantar un libro de su expositor, haciéndose un esguince en la muñeca, si tal, contemplar su textura, hojearlo despacio, y comprobar que el 97 por ciento de sus páginas están cubiertas por códigos tipo 1.d4 Cf6 2. c4 g6 3. Cc3 Ag7…

Si usted, lector, ha adivinado que se trata de la defensa india de rey, le felicito: este libro es para usted.

1.d4 Cf6 2. c4 g6 3. Cc3 Ag7… Si le parece un galimatías algebráico, abandone la lectura aquí

Si no lo ha adivinado, pero es capaz de formar en la cabeza la imagen de un tablero con tres peones adelantados, dos caballos desarrollados y un alfil tomando posición en la esquina, siga leyendo. Es probable que le interese. Si le parece un galimatías algebráico, en cambio, abandone la lectura aquí y diríjase a la sección novelas. Primer piso.

Como todo adolescente que se precie (¡debería ser así!), yo también seguí con entusiasmo y respiración contenida el incierto avance del match entre Garry Kasparov, jovencísimo retador, y Anatoly Karpov, el sereno defensor del título de campeón mundial de ajedrez, allá en otoño de 1984, arrastrado hasta primeros de 1985, en una aún muy lejana Moscú. En esa época jugaba a diario con mis hermanos, y solía perder con regularidad –todos eran mejores que yo – lo que no disminuía en absoluto el placer de planificar estrategias sobre el tablero y de ganar de vez en cuando gracias a una ingeniosa combinación.

Si hubieran repartido banderitas, todos habríamos agitado la del esperanzado Kasparov, manque iba perdiendo de forma tremebunda (4-0). La competición fue interrumpida en un 5-3 (el 6 habría sido la victoria de Karpov). Cuando un año más tarde reanudaron, recuerdo haber pegado un grito de entusiasmo al enterarme del triunfo de Kasparov. Fue el último campeón del mundo de la lista que me sé de memoria. Luego empecé a mirar a las chicas, y el ajedrez no servía para seducir.

Pero a quién le sorprende que treinta años más tarde me pidiera el libro como quien pide un regalo de cumpleaños: entretanto sabía que Kasparov, tras numerosos líos ajedrecísticos, se había convertido no sólo en una importante figura de la oposición política de Rusia sino incluso en partícipe de los debates sobre la crítica cronológica, un movimiento científico mundial que propone una nueva visión sobre la Historia de los últimos milenios. Era obvio que Kasparov, aparte del ajedrez, tiene mucho que contar.

De 512 páginas, 480 se dedican únicamente a analizar partidas. Sí, únicamente

Tendría que haberme fijado en que el libro reza: Primera parte: 1973-1985. Es decir, nada aún de sus intentos de revolucionar la organización de campeonatos, ni mucho menos de hacer otro tanto con el régimen de Putin o los datos de los cronólogos. Aún así, podría pensarse, el joven Kasparov, hijo de un padre judío (se apellidaba Weinstein, en realidad) y una madre armenia (Gasparian), criado en Baku, Azerbaiyán, tendría cosas que contar.

Las cuenta… a razón de una frase o dos cada diez o quince páginas. Las diez primeras, dedicadas a su niñez, son aún un relato coherente. A partir de ahí, lector, o es usted ajedrecista o pensará que le habrán tomado el pelo. Eso, claro, si ha comprado el libro por internet, fiándose del texto promocional. Dice que aquí se analizan partidas, sí, pero quién habría dicho que de 512 páginas, 480 se dedican únicamente a analizar partidas. Sí, únicamente. Porque los breves textos corridos entre “Las blancas abandonaron” y “Mi rival abre con la Española” sólo hacen referencia a la clasificación alcanzada o por alcanzar. O resumen brevemente las partidas perdidas.

Dicen que uno aprende de sus errores, pero aparentemente, el lector no ha de aprender de los de Kasparov: en este repertorio, casi sólo hay partidas ganadas. Unas cuantas de tablas, sí. Pero ¿derrotas? Prácticamente el único jugador al que el autor otorga el honor de aparecer como adversario victorioso es el férreo Petrosian (nunca olvidaré esa caracterización que leí de crío, muy acertada a juzgar por la experiencia de Kasparov: jugar contra Tigran Petrosian se asemeja al intento de ponerle las esposas a una anguila).

Habría quedado feo dedicarse en primera persona toda esa retahíla de alabanzas, laureles e inciensos

Me lo podría haber figurado, al leer el título. ¿A quién se le ocurre titular un libro con su propio nombre? Para esto hay que tener un ego mayor que todos los reyes del ajedrez juntos. Además, es mentira: la mayor parte del muy escaso texto entre análisis – el único que interesa a un lector no ajedrecista – ni siquiera es de Kasparov: se trata de citas entrecomilladas, de periódicos de la época, apuntes de colegas pero sobre todo de su entonces entrenador, de manera que en algún momento, el libro se antoja casi más obra de Alexander Nikitin que del protagonista. ¿Le ha fallado al campeón su legendaria memoria? No: habría quedado muy feo dedicarse en primera persona toda aquella retahíla de alabanzas, laureles e inciensos. Porque de eso se compone el 90 por ciento de lo que no es estrictamente análisis de ajedrez o evaluación de puntuaciones de jugador.

Me quedo, al final, con cuatro o cinco frases en el libro. Que a los 18 años, durante un torneo en Holanda, leyó en una noche el Archipiélago Gulag, que le prestaron los del equipo rival (prohibido en la URSS). Que se cambió el apellido porque sabía que con uno judío, difícil era hacer carrera en la Unión Soviética. Que dos veces o tres, cuando todo el Politburó del ajedrez soviético cerraba filas para no dejar crecer demasiado rápido a quien a todas luces iba a ser el retador del héroe nacional, Karpov, fue Heydar Aliyev, entonces jefe comunista de Azerbaiyán (más tarde dictador de la república independiente y padre del actual dictador, para que vean: los campeones en represión duran más que los del ajedrez) quien le resolvía la papeleta.

Eso se agradece: son análisis claros, exhaustivos, acompañados de diagramas cada dos por tres

A esto se añaden los dos folios, esos sí apasionados e informativos, del maestro y periodista español Leontxo García. Y ya. Por si usted se engañaba como yo: pese a que la primera y segunda ronda con Karpov caen plenamente dentro de este 1975-1985 que proclama el título, Kasparov las despacha en unas cuantas páginas, con sólo excerptos breves de seis partidas. Claro: a su reto contra Karpov, el héroe ha dedicado un libro entero (aún no en el mercado español, parece), y no quiere repetir.

O sea de revivir aquella tensión de la niñez, ganará no ganará, muy poco.

Eso sí, el día que tenga un rato tranquilo y me agencie un tablero, no descarto tumbarme a través de la cama y jugar algunas de las partidas analizadas. Por placer. Porque – eso se agradece – son análisis claros, exhaustivos, acompañados de diagramas cada dos por tres (abundan las partidas que cubren ocho páginas, con quince diagramas). No sé si para usted, lector, pero si tiene un sobrino con ganas de disputarle el título a Magnus Carlsen, tal vez sí sería el regalo ideal.

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