Opinión

Todos, a por los gays

Abdellah Taïa
Abdellah Taïa
· 6 minutos

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París | Junio 2016

 

Varios días después de la aterradora matanza en Orlando, la mayoría de los dirigentes de los países árabes y musulmanes aún no se han decidido a condenar este acto bárbaro, ni a manifestar la menor emoción por las víctimas ¿Por qué? ¿A qué esperan?

Es inútil esperar una reacción franca, audaz, de su parte. Las víctimas eran gays, lesbianas y transexuales. Para ellos no cuentan. Merecen lo que les ha pasado, se dicen.

En medio de este silencio ensordecedor ¿quién se ha expresado el primero en nombre de los árabes y los musulmanes? Por extraño que pueda parecer, es el Daesh que de repente parece asumir ese papel. La organización terrorista ha reivindicado rápidamente esta masacre. Y ningún hombre político árabe (o casi) ha hecho el esfuerzo de expresar un punto de vista diferente, sin juegos de palabras diplomáticas. Nadie quiere mezclar su nombre a esta “suciedad”. Sean de izquierda o de derecha, conservadores o modernos, los políticos árabes nunca vacilan a la hora de explotar la religión para mantener el pueblo en la ignorancia, la injusticia, y para aplastar los movimientos sociales.

¿Quién se ha expresado primero en nombre de los musulmanes? Daesh asume ese papel

Para decirlo de forma más clara: estamos en pleno mes de ramadán y, francamente, no hay que disturbar los oídos de los árabes y musulmanes con esas historias indecentes, impuras. Orlando, qué lejos está. Y el Daesh comete masacres aún más graves en los países árabes. ¿No es así? Los mariquitas, las lesbianas y sus amigos, eso entre nosotros de todas formas no existe. Hala, ¡circulen! Eso no es problema nuestro.

Los homosexuales están muy solos. Yo soy marroquí, musulmán, homosexual, vivo en París y me sentí muy solo ese domingo. Aterrado y solo.

Incluso en Occidente, el combate político por la causa de los gays no está aún ganado. Ni mucho menos. En Estados Unidos, quienes los atacan son raramente los musulmanes. De eso se encargan, con orgullo, los republicanos, lo telepredicadores evangelistas, y buena parte de la población. Barack Obama es más que gay-friendly, pero las resistencias siguen envenenando la vida de los homosexuales estadounidenses. Y como si con ello no bastara, ahí los tenemos ahora en el corazón de lo que agita y hace temblar al mundo entero en estos momentos: la amenaza yihadista. Daesh. El nihilismo. El caos dondequiera.

Una vez más, se hará una amalgama, tomándola con los musulmanes y no con sus dirigentes

De repente, el trágico destino de un homosexual americano en Orlando se junta con el otro, igualmente trágico, de un homosexual iraquí musulmán al que lanzan de lo alto de un edificio para dar ejemplo e instalar el terror en sus corazones. Es exactamente la misma imagen. Para realizar su proyecto terrorista, el americano Omar Mateen compró legalmente todas las armas que necesitaba y fue hasta el punto final de su misión: morir como mártir. El FBI no se daba cuenta de nada.

La matanza del domingo condensa, ella sola, todas las locuras y todos los callejones sin salida que vivimos hoy día. Una cosa es cierta: la caja de Pandora ya no se cerrará. Los intereses de unos y otros son demasiado importantes, las fuerzas se han enzarzado demasiado en ciertos terrenos como para iniciar una retirada. Y también Occidente, que se considera garante de la democracia y de los derechos humanos, difunde discursos ambiguos, peligrosos, nacionalistas y a veces francamente racistas.

Una vez más, se señala al islam como culpable de la tragedia de Orlando. Una vez más, se hará de buena gana una amalgama, tomándola con los musulmanes y no con sus dirigentes. Una vez más se sacrifica a los homosexuales, utilizados tanto allí como aquí para demostrar que somos nosotros, no ellos, los que tienen la razón.

Quizás sea eso lo que más me aterrara ese domingo. Explotan sin complejos la causa homosexual en los debates ahora dominados por los espíritus más conservadores, más populistas, más abiertamente xenófobos. Hay en el aire un ambiente de retroceso. En todas partes. Nos convierten en casos, en definiciones estrechas. Algunos días, los derechos de las minorías parecen tan frágiles, tan insignificativos, nos dicen, frente a amenazas mucho mayores.

¿Quién dice la verdad? ¿Quién manipula a quién? ¿Quién impedirá que este mundo explote de una vez? ¿Quién salvará a los homosexuales en los países árabes y musulmanes? ¿Quién les ayudará a emanciparse, de forma sincera y lejos de todo neocolonialismo?

Los muertos lejanos en los que no pensábamos nunca, se instalan en nuestras cabezas, nos piden cuentas

El domingo, la desesperanza llegó a un nuevo nivel. En una página web marroquí, yo leía los comentarios bajo los artículos dedicados a la matanza de Orlando. Un 80 por ciento estaba lleno de odio, de violencia y de justificaciones seudorreligiosas. En una web francesa, los comentarios estaban llenos de rabia y, cuando hablaban de los árabes y musulmanes, plagados de errores, de una ignorancia abismal y de un racismo sin complejos.

Por supuesto, en este mundo hay aún alguna gente que cree en que la esperanza debe seguir viva: yo forma parte de estos idiotas. Por supuesto, uno se cruza aún con personas que le inspiran, con gente valiente. Pero cada noche, al apagar la luz, sabemos que a partir de ahora nuestros sueños ya no serán otra cosa que pesadillas. Los muertos lejanos, que hasta ahora sólo veíamos a través de la pantalla de nuestro televisor, en los que no pensábamos nunca, se instalan en nuestras cabezas, nuestros cuerpos, para pedirnos cuentas. Nadie es inocente. Corre la sangre. Corre. Uno ya no sabe cómo pararla. Y todo el mundo va a por los homosexuales.

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