Opinión

El balance de Abu Mazen

Uri Avnery
Uri Avnery
· 14 minutos

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Mahmud Abbas no estaba presente en mi primer encuentro con Yasser Arafat durante el asedio a Beirut en la Primera Guerra de Líbano. Esto era, deberíamos recordarlo, el primer encuentro de la historia entre Arafat y un israelí.

Algunos meses más tarde, en enero de 1983, se organizó un encuentro entre Arafat y una delegación del Consejo Israelí por una Paz Israelí-palestina, en la que se juntaban el general (retirado) Matti Peled, el antiguo director general de Finanzas, Yaakov Arnon, y yo mismo.

En el aeropuerto de Túnez, un funcionario de la OLP nos pidió entrevistarnos con Abbas antes de reunirnos con Arafat en persona. Hasta ese momento, sólo había oído hablar de él por parte de dos altos cargos de la OLP con las que había llevado a cabo conversaciones secretas: Said Hammami (al que asesinaron luego) e Issam Sartawi (al que asesinaron luego).

Abbas se parece a un director de colegio mayor y siempre lleva un traje europeo

Mi primera impresión de Abu Mazen (el nombre de guerra de Abbas) era que era muy distinto de Arafat; de hecho, que era exactamente lo contrario. Arafat era una persona cálida, llamativa, extrovertida; tocaba y abrazaba. Abbas es una persona fría, introvertida, que habla sin florituras. (Mazan, por cierto, es la palabra hebrea para “balance empresarial”).

Arafat era el perfecto líder de liberación nacional y hacía esfuerzos para parecerlo. Siempre llevaba uniforme. Abbas se parece a un director de colegio mayor y siempre lleva un traje europeo.

Cuando Arafat fundó Fatah a finales de la década de 1950 en Kuwait, Abbas era uno de los primeros en unírsele. Es uno de los “fundadores”.

Eso no era fácil. Casi todos los gobiernos árabes detestaban el nuevo grupo, que se presentaba como la voz del pueblo palestino. En aquel momento, todos los gobiernos árabes reclamaban ser el representante de los palestinos y de explotar la causa palestina para sus propios fines. Arafat y su gente les quitaron esta causa y por eso se les perseguía en todo el mundo árabe.

Tras el primer encuentro con Abbas, me lo volví a encontrar en todas mis visitas a Túnez. Me entrevistaba primero con Abbas, discutiendo planes para posibles acciones con las que promover la paz entre nuestros pueblos. Cuando habíamos acordado posibles iniciativas, Abbas solía decir: “Ahora le vamos a presentar esto al rais”.

Pasábamos a la oficina de Arafat y le detallábamos las propuestas diseñadas. Apenas acabábamos, Arafat solía decir: “Sí” o “No”, sin el menor titubeo. Siempre me impresionaba la rápidez de su mente y su capacidad de tomar decisiones. (Uno de sus opositores palestinos me dijo una vez: “El líder es él, porque es el único con suficiente valor como para tomar decisiones”).

Arafat era el líder que tomaba las decisiones, Abbas era un consejero y asesor

En presencia de Arafat, el lugar de Abu Mazen era obvio: Arafat era el líder que tomaba las decisiones, Abbas era un consejero y asesor, como todos los demás ‘Abus’: Abu Jihad (al que asesinaron luego), Abu Iyad (al que asesinaron luego) y Abu Alaa (que aún está vivo).

En una de mis visitas a Túnez, me pidieron un favor personal: llevarle a Abbas un libro sobre el juicio de Kasztner. Abu Mazen estaba escribiendo una tesis doctoral para una universidad de Moscú sobre la cooperación entre nazis y sionistas, un asunto que era muy popular en la época soviética. (Israel Kasztner era un funcionario sionista cuando los nazis invadieron Hungría. Intentó salvar a judíos negociando con Adolf Eichmann.)

Arafat no envió a Abbas a Oslo, porque a Abbas ya se le reconocía con demasiada facilidad. En su lugar envió a Abu Alaa, el desconocido experto financiero de la OLP. Toda la operación la inició Arafat, y tengo por mí que Abbas participó en ella. En Israel hubo una pelea entre Yitzhak Rabin, Shimon Peres (que ha fallecido esta semana) y Yossi Beilin sobre quién merecía la gloria, pero el Acuerdo de Oslo partió, en realidad, del bando palestino. Los palestinos lo iniciaron, los israelíes reaccionaron (lo cual explica, por cierto, la triste historia del Acuerdo de Oslo).

Como ya conté en una columna anterior, el comité del Premio Nobel otorgó el galardón de la paz a Arafat y Rabin. Los amigos de Peres en el mundo pusieron el grito en el cielo, de manera que el comité añadió a Peres a la lista. La justicia exigía que Abbas también recibiera el premio, pero los estatutos del Nobel no permiten más de tres laureados. De manera que Abbas se quedó sin premio. Eso era una flagrante injusticia, pero Abbas se quedó callado.

Cuando Arafat regresó a Palestina, se le agasajó con muchas celebraciones. Aquella noche, cuando me abrí paso entre las muchedumbres enloquecidas alrededor de los cuarteles generales provisionales de Arafat en el hotel Palestina, a Abbas no se le veía en ninguna parte.

Más tarde, Abbas permanecía en la sombra. Obviamente tenía otras tareas y ya no era el responsable del contacto con los israelíes. Volví a ver a Arafat muchas veces y dos veces asumí el rol de “escudo humano” en su oficina en Ramalá, cuando Ariel Sharon amenazó con matarlo. A Abbas sólo lo vi dos o tres veces. (Recuerdo una imagen: una vez, cuando Arafat insistía en cogernos de las manos a mi mujer Rachel y a mí para llevarnos a la entrada del edificio, nos cruzamos con Abbas. Nos dimos la mano, intercambiamos unas fórmulas de cortesía y eso fue todo.)

Rachel y Abbas tenían la misma edad y ambos habían pasado gran parte de su infancia en Safed. El padre de ella tenía una clínica en el monte Canaan en Safed y una vez especulamos con que podria haber tratado a Abbas cuando era un niño.

Cuando Arafat se murió (o cuando lo asesinaron, que es lo que yo creo), Abbas era su sucesor natural. Como miembro fundador, todo el mundo podía aceptarlo. Farouk Kaddoumi, que tiene un rango equivalente, es leal al régimen del Baath en Damasco y rechazó el Acuerdo de Oslo. No volvió a Palestina.

Un gobierno nacional bajo ocupación está obligado a balancearse sobre una cuerda muy fina

Me encontré con Abbas en la ceremonia del duelo por Arafat en la Muqataa. Estaba sentado al lado del jefe de los servicios secretos egipcios. Después de saludarnos vi de reojo que Abbas intentaba explicarle al egipcio quién era yo.

Desde entonces, Abbas ha ocupado el cargo de presidente de la “Autoridad Nacional Palestina”. Es uno de los trabajos más difíciles del mundo.

Un gobierno nacional bajo ocupación está obligado a balancearse sobre una cuerda muy fina. Se puede caer en cualquier momento por un lado (colaboración con el enemigo) o por el otro (eliminación por parte de las autoridades ocupantes).

Cuando yo tenía 17 años y era miembro del Irgun, mi grupo escenificó un juicio ficticio a Philippe Pétain, el mariscal al que los nazis colocaron como cabeza del Gobierno de Vichy que funcionaba bajo el control nazi en la Francia meridional “no ocupada”.

Mi papel era defender a Pétain. Dije que era un patriota francés, que intentaba salvar lo que fuera salvable tras el colapso de Francia, para garantizar que Francia continuara existiendo cuando llegase la hora de la victoria.

Abbas juega al póker con las autoridades ocupantes, cuando ellas tienen los cuatro ases

Pero cuando llegó esa hora de la victoria, a Pétain lo condenaron a muerte, y sólo lo salvó la sabiduría de su enemigo, Charles de Gaulle, el líder de la Francia Libre.

No hay manera de resguardar la libertad bajo la ocupación. Cualquiera que lo intente se hallará en una pendiente resbaladiza, intentando satisfacer al ocupante y protegiendo a su propio pueblo contra él. Durante varios años, el régimen de Vichy se vio forzado a colaborar con los alemanes, paso a paso, desde la persecución de los clandestinos hasta la expulsión de los judíos.

Es más: cuando hay una autoridad, incluso bajo la ocupación, surgen grupos con intereses propios. A algunas personas les interesa que las cosas sigan tal cual y apoyan la ocupación. Pierre Laval, un político francés oportunista, llegó a la cumbre del poder en Vichy y consiguió reunir a su alrededor a bastantes ciudadanos franceses. Al final lo ejecutaron.

Ahora, Abbas se encuentra en una situación similar. Una situación imposible. Juega al póker con las autoridades ocupantes, cuando ellas tienen los cuatro ases y él no tiene nada en la mano, únicamente una carta menor.

Abbas se opone a la resistencia violenta (“terrorismo”) y creo que en eso acierta

Considera que su tarea es proteger a la población palestina ocupada hasta el día de la liberación; hasta el día en el que Israel se vea forzado a abandonar la ocupación en todas sus formas: los asentamientos, el robo de tierras, la opresión.

Forzado a abandonarla, pero… ¿cómo?

Abbas se opone a la resistencia violenta (“terrorismo”). Creo que en eso acierta. Israel tiene un ejército inmenso y la ocupación no tiene freno moral (véase Elor Azaria). Los actos de los “mártires” pueden reforzar el orgullo nacional de la población palestina, pero empeoran la ocupación y no llevan a ninguna parte.

Abbas ha adoptado una estrategia de acción internacional. Invierte una gran parte de sus recursos en conseguir una resolución de Naciones Unidas a favor de Palestina, una resolución que vaya a condenar la ocupación y los asentamientos y reconozca Palestina como miembro de pleno derecho de la ONU. En estos momentos, Binyamin Netanyahu tiene miedo de que el presidente Obama pueda utilizar los dos meses de irresponsabilidad – entre el día de las elecciones y el final de su mandato – para dejar que se apruebe una resolución de este tipo.

Pero luego ¿qué? ¿Reforzará de alguna manera la lucha del mundo contra la ocupación israelí? ¿Reducirá en un solo dólar la ayuda que Estados Unidos da a Israel? En el pasado, todos los gobiernos israelíes han hecho caso omiso de docenas de resoluciones de Naciones Unidas, y la posición internacional de Israel no ha hecho más que reforzarse.

Los palestinos no son estúpidos. Conocen todos estos hechos. Una victoria en Naciones Unidas les alegrará el corazón, pero saben que de ahí saldrá muy poco que les pueda ayudar en la práctica.

No les doy consejos a los palestinos. Creo desde siempre que un miembro del pueblo ocupante no tiene derecho a dar consejos al pueblo ocupado.

Pero me permito pensar en voz alta, y estos pensamientos me llevan a la convicción de que el único método efectivo para un pueblo ocupado es la desobediencia civil: una oposición popular total no violenta, una desobediencia total ante el conquistador foráneo.

En una lucha no violenta de desobediencia civil, muchos palestinos morirán, pero se ganará

Este método lo afinó la oposición india frente a la ocupación británica. Su líder, Mahatma Gandhi, era un personaje poco común, una persona de valores morales con un montón de perspicacia política práctica. En India, varias decenas de miles de cargos británicos, militares y civiles, se enfrentaban a más de un millón de indios. La desobediencia civil puso fin a la ocupación.

En nuestro país, el balance de poder es extremamente diferente. Pero el principio es el mismo: ningún Gobierno puede funcionar durante mucho tiempo cuando una población rechaza colaborar de ninguna forma.

En una lucha de este tipo, los ocupantes siempre emplean la violencia. La ocupación siempre es violenta. Por eso, en una lucha no violenta de desobediencia civil, muchos palestinos morirán, el sufrimiento general aumentará en gran medida. Pero se ganará esta lucha. Siempre se ha ganado cuando se ha utilizado en algún lugar.

El mundo, que expresa una profunda simpatía con el pueblo palestino mientras colabora con el régimen ocupante, se verá forzado a intervenir.

Y, sobre todo, el público israelí, que ahora mira a lo que ocurre a pocas decenas de kilómetros de sus casas como si ocurriera en Honolulu, se despertará. Los mejores de nuestro pueblo se unirán a esa lucha política. El bando a favor de la paz volverá a ser fuerte.

El régimen ocupante es muy consciente de este peligro. Intenta debilitar a Abbas con todos los medios. Acusa a Abbas de “provocaciones” – es decir, oposición a la ocupación – como si fuera un enemigo brutal. Todo eso mientras las fuerzas de seguridad de Abbas colaboran abiertamente con la policía y el ejército ocupantes.

Las autoridades ocupantes consideraban a Hamás un elemento positivo, porque dividía la lucha palestina

En la práctica, la ocupación refuerza el régimen de Hamás en la Franja de Gaza, que odia a Abbas.

Las relaciones entre Hamás y el Gobierno de Israel datan de hace mucho. En los primeros años de la ocupación, cuando todo tipo de actividad política en los territorios ocupados estaba estrictamente prohibido, sólo se les permitió a los islamistas ser activos. Por una parte, porque era imposible cerrar las mezquitas y por otra, porque las autoridades ocupantes creían que la enemistad de los musulmanes religiosos hacia la OLP, laica, debilitaría a Arafat.

Esta ilusión desapareció al inicio de la primera intifada, cuando se fundó Hamás, que se convirtió rápidamente en la organización de resistencia más militante. Pero incluso entonces, las autoridades ocupantes consideraban a Hamás un elemento positivo, porque dividía la lucha palestina.

Hay que recordar que la separación de la Franja de Gaza es un invento israelí. En el Acuerdo de Oslo, Israel se comprometió a abrir cuatro “pasos seguros” entre Cisjordania y la Franja de Gaza. Bajo la influencia del Ejército, Rabin incumplió esta obligación desde el primer momento. Como resultado, Cisjordania se aisló completamente de la Franja… y la situación actual es el resultado directo.

Para la derecha israelí, el “moderado” Abbas es mucho más peligroso que la “terrorista” Hamás

La gente en todas partes se pregunta por qué Netanyahu denuncia a diario a Abbas como “provocador” y “patrono del terror”, sin mencionar a Hamás. Para resolver este misterio hay que entender que la derecha israelí no teme la guerra, pero sí tiene miedo a la presión internacional. Y por eso, el “moderado” Abbas es mucho más peligroso que la “terrorista” Hamás.

La resistencia civil no tendrá lugar en un futuro próximo. El público palestino no está aún maduro para ella. Ni tampoco es Abbas el líder adecuado para este tipo de lucha. No es un Gandhi palestino, ni es un segundo Mandela.

Abu Mazen es el líder de un pueblo que intenta sobrevivir en circunstancias imposibles… hasta que la situación cambie.

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