Opinión

El revoltoso funeral

Uri Avnery
Uri Avnery
· 11 minutos

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Shimon Peres lo habría disfrutado. Una batalla pública sobre su funeral.

Los miembros árabes de la Kneset no han asistido. ¿Y qué?

Yo tampoco fui. Nunca nos gustamos uno al otro, y mi asistencia hubiera sido pura hipocresía. No me gusta la hipocresía.

Los miembros de la Lista Común en la Kneset decidieron boicotear el evento. Acusaron a Peres de haber dedicado la mayor parte de su vida a luchar contra los árabes en general y los palestinos en particular.

(La Lista Común está compuesta por tres partidos árabes, que mayormente se odian unos a otros. Se han visto obligados a unir sus fuerzas en el Parlamento por una ley promovida por Avigdor Lieberman, el ministro de extrema derecha (algunos dirían fascista), que elevó el umbral electoral para entrar en la Kneset. Por lo tanto, se trata de una lista común, no una lista unida).

Esta decisión de boicotear el funeral despertó una tormenta de protestas entre los diputados judíos. ¿Cómo se atreven? ¡Boicotear la muerte de Peres es como boicotear a Israel! ¡Deberían ser expulsados de la Kneset! ¡Hagamos que todos los demás diputados salgan de la sala cuando ellos hablen! (Es curioso que nadie haya propuesto todavía meterlos en la cárcel).

Pero la parte más interesante de este asunto fue que se desató el debate entre los árabes. Algunos ciudadanos árabes denunciaron la decisión de la Lista Común. Otros les acusaron inmediatamente de ser “buenos árabes”, un calificativo despectivo para los árabes a los que les gusta ser queridos por los miembros de la mayoría judía, algo así como “Tío Tom” para los negros de EEUU.

Todavía siguen debatiendo. Esto toca los mismísimos fundamentos de la existencia de la minoría árabe-palestina en Israel, que representa aproximadamente el 20% de la población.

Todo esto me lleva de nuevo a mi infancia temprana.

¿Qué son? ¿Israelíes? ¿Árabes? ¿Palestinos? ¿Todo esto junto? ¿Nada de ello?

Viví nueve años y medios en la Alemania democrática de la “República de Weimar”, y otro medio año en la Alemania nazi. Éramos “los alemanes judíos”. Es decir: alemanes en todos los aspectos, judíos solo por la religión.

En la práctica significaba que éramos alemanes, pero un tipo diferente de alemanes, que pertenecíamos (a la sociedad) pero no del todo, que éramos al mismo tiempo parte de alguna comunidad mundial llamada el “pueblo judío”.

Recuerdo mucho un evento importante en mi vida: una ceremonia patriótica en la escuela de secundaria, un tiempo después de que los nazis llegaran al poder. Todo el colegio estaba reunido en el Aula (salón de actos) y al final todos se levantaron a cantar el himno nacional y el de los nazis. Ya que yo era un alumno de la clase de principiantes y además más joven que todos los demás alumnos de mi clase, yo era el chico más pequeño de la escuela. También era el único judío.

Sin pensarlos, yo también me levanté como todos los demás, pero no levanté el brazo para el saludo nazi ni tampoco canté, como hicieron los demás. Un niño pequeño entre cientos más grandes.

Cuando terminó, algunos de los chicos mayores me amenazaron con graves consecuencias si volvía a hacer eso. Afortunadamente, nos fuimos a Palestina unos días más tarde.

Ese pequeño incidente puede ayudarme de alguna manera a entender los sentimientos de los ciudadanos árabes de Israel.

¿Qué son? ¿Israelíes? ¿Árabes? ¿Palestinos? ¿Árabes israelíes (un término que odian)? ¿Palestinos ciudadanos de Israel (como muchos prefieren hacerse llamar ahora)? ¿Todo esto junto? ¿Nada de ello?

Después de la guerra de 1948, durante la cual fue fundado el Estado de Israel, y en la que unos 750.000 árabes huyeron o fueron expulsados (y se les impidió regresar), la población del nuevo Estado ascendió a 650.000 personas, de la cual el 20% eran árabes. Por un milagro (o la inmigración judía), este porcentaje no ha cambiado hasta nuestros días, a pesar de la mayor tasa de natalidad entre los árabes.

Después de la fundación de Israel, todas las ciudades y pueblos árabes en el nuevo Estado estaban sujetas a un “gobierno militar”, un régimen que no se aplicaba a ningún territorio específico, excepto a los habitantes árabes. Esto significaba que ningún árabe tenía permitido salir de su pueblo o ciudad sin un permiso escrito, incluso si se trataba únicamente una visita a un primo en el pueblo de al lado. Ninguna transacción, ni una licencia para importar un tractor o un permiso para enviar a una hija a la universidad, podría llevarse a cabo sin un autorización por escrito.

Este régimen detestable duró 18 años. Los israelíes judíos del bando de la paz y el partido comunista binacional estaban activamente inmerso en intentos de ponerle fin. He participado en decenas de manifestaciones e incluso elaboré el emblema de la campaña (una simple ‘x’).

El Shin Bet defendió la abolición, argumentando que hizo más daño que bien

Mientras David Ben Gurion estaba en el poder, con la asistencia de Shimon Peres, nuestras protestas quedaban en nada. Solo cuando ambos fueron expulsados de su propio partido, se abolió el Gobierno militar. El Shin Bet (el servicio secreto de seguridad interna), dicho sea de paso, defendió la abolición, argumentando que hizo más daño que bien, y que el servicio podía hacer su trabajo mejor sin él.

Durante esos años, yo estaba estrechamente relacionado con la comunidad árabe, haciendo muchos amigos en las ciudades y pueblos árabes. Tuve personal árabe en mi revista, lo cual era inusual en ese momento, y cuando formé un nuevo partido, tuvimos candidatos y votantes árabes.

Desgraciadamente, he descuidado esas conexiones desde la Guerra de los Seis Días en 1967, cuando Israel invadió la Franja de Gaza y Cisjordania, incluida Jerusalén Este. Me volqué completamente en la lucha por la creación de un Estado palestino y por los derechos humanos en los territorios ocupados.

Entonces, ¿cuál es exactamente la situación de los ciudadanos árabes en Israel? Hay dos descripciones.

Una es que son iguales a todos los ciudadanos de Israel, el “Estado judío y democrático”.

La otra es que son una minoría maltratada, oprimida y discriminada, tratándose de ganarse miserablemente la vida.

¿Qué imagen es la cierta?

Hace años, mucho antes de que Avigdor Lierberman se convirtiera en ministro de Defensa y aún podía decir lo que quisiera, estupideces y otras cosas, hizo una propuesta sorprendente: la creación de un Estado palestino, añadiéndole los adyacentes territorios israelíes habitados por árabes, a cambio de las zonas de Cisjordania habitadas por colonos judíos.

No se elevó ni una sola voz árabe a favor de la propuesta de unir zonas árabes a Palestina

De acuerdo con esta propuesta, muchos de los árabes que son ahora ciudadanos israelíes se convertirían en parte del futuro Estado de Palestina, junto con todas sus tierras, pueblos y ciudades. Maravilloso.

Pero la reacción entre los árabes en Israel fue una protesta furiosa. No se elevó ni una sola voz árabe a favor de ella.

¿Por qué? El ingreso promedio de los ciudadanos israelíes, entre ellos los árabes, es más de diez veces mayor que el de los habitantes árabes de los territorios ocupados. Los derechos humanos y civiles son incomparablemente más sólidos.

En Israel hay jefes árabes de hospitales. Los enfermeros árabes son muy valorados. El Tribunal Supremo tiene un miembros árabe de gran prestigio, que está enviando a ministros judíos a prisión. Hay profesores árabes en las universidades. Entonces, ¿los ciudadanos árabes disfrutan de una plena igualdad?

Más bien lo contrario. Son discriminados de infinitas maneras. Las municipalidades árabes reciben subsidios del Gobierno mucho más bajos que sus vecinos judíos. Las escuelas árabes sufren generalmente de un estándar más bajo (aunque unos pocos están en lo más alto de la lista). Las aldeas beduinas son destruidas y a los beduinos se les obliga a desplazarse.

A ningún partido judío se le ocurriría incluir a la Lista Común en una coalición gubernamental.

El nivel de vida promedio entre los ciudadanos árabes es menor que el de los ciudadanos judíos, aunque siga siendo mucho mayor que en los territorios ocupados y en la mayoría de los países árabes.

Pero lo que es aún más importante: los ciudadanos árabes están hechos para sentir cada minuto de sus vidas que este es un “Estado judío”, que el Estado no les pertenece a ellos, que como mucho son tolerados. Se ven obligados a cantar un himno nacional que no tiene nada que ver con ellos (“mientras un alma judía…”), lo que me recuerda a mi episodio cantando cuando era un niño. La bandera y todos los demás símbolos del Estado son exclusivamente judíos.

De hecho, unos cuantos amigos árabes me reconocieron en privado que cuando van a visitar a sus familiares en Cisjordania, sienten una cierta superioridad. Pero cuando van a la costa de Tel Aviv, que rara vez lo hacen, no se atreven a hablar en árabe.

En total, un cuadro variopinto, lejos de las simples consignas de cada lado.

Ninguna minoría nacional en el mundo se siente del todo feliz. Parece que va contra la naturaleza humana.

La esperanza de que la comunidad árabe se convirtiera en puente entre Israel y el mundo árabe está perdida

En los primeros años del Estado, la minoría árabe fue subordinada. La mayoría de sus miembros en la Kneset eran colaboradores de partidos sionistas. Un miembro, Abd al Aziz Zoabi, se quejó: “Mi país está en guerra con mi pueblo”.

Casi todos los israelíes judíos, incluidos casi todos los partidos, negaron la propia existencia de un pueblo palestino. “No existe tal cosa como un pueblo palestino” es una famosa declaración de Golda Meir. Yo mismo pasé cientos de horas de mi vida intentando convencer a la audiencia israelí de que hay un pueblo palestino, y que no habrá ninguna paz sin ello.

Esto fue hace mucho tiempo. Los ciudadanos palestinos de Israel son ahora una comunidad fuerte y orgullosa. Otra Zoabi, Hanin, está volviendo locos de ira a los judíos con sus provocativas declaraciones.

Pero si lo que esperábamos desde hace muchos años es que esta comunidad árabe se convirtiera en un “puente” entre Israel y el mundo árabe, esa esperanza está perdida desde hace mucho tiempo. (“Un puente es algo que la gente pisa”, me dijo una vez un amigo árabe). Lo que es peor, el abismo entre los ciudadanos árabes y judíos dentro de Israel está creciendo y haciéndose más amplio y profundo con el tiempo.

A mis ojos, esto es una tragedia. Si todos los prejuicios fueran a desaparecer, y si la paz entre Israel y Palestina se produjese, judíos y árabes en el propio Israel podrían fácilmente fundirse en un público israelí.

Una cosa está bastante clara: no habrá ningún cambio a mejor en Israel, ningún cambio de Gobierno y políticas, a menos que los ciudadanos árabes y sus representantes se conviertan en una parte integral de una nueva fuerza de paz, sin la cual no hay esperanza.

Bueno, yo soy un optimista.

© Uri Avnery  | Publicado en Gush Shalom | 22 Oct 2016 | Traducción del inglés: Imane Rachidi

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