Crítica

Recursos humanos

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 4 minutos
La mano invisible
Dirección: David Maciánmacian-manoinvisible

Género: Largometraje
Intérpretes: Josean Bengoetxea, Bárbara Santa-Cruz, Daniel Pérez Prada, José Luis Torrijo
Produccción: La mano invisible
Guión: Daniel Cortázar, David Macián
Duración: 80 minutos
Estreno: 2016
País: España
Idioma: español

Una vez le oí decir a Juan Goytisolo que el verdadero compromiso de Isaac Rosa, mas alla del social y del político, era con la literatura. Y recordé aquellas palabras especialmente cuando leí La mano invisible, una novela a contracorriente, alejada de toda pretensión de simple entretenimiento, inteligente en el fondo y arriesgada en la forma. Por eso, cuando mi amigo, el actor y galerista Bruto Pomeroy, me habló de un proyecto de llevar al cine esta obra, estuve convencido de que sólo podía hacerse desde el compromiso con el cine.

Como se recordará, lo que se cuenta es una suerte de reality show donde una serie de trabajadores (un carnicero, un albañil, una teleoperadora, una limpiadora, un mozo de almacén) desempeñan sus tareas habituales bajo la mirada del público, que permanece en la sombra pero que los vitorea, aplaude o abuchea. Al terminar la jornada, los productos realizados son destruidos por sus artífices, inutilizados o arrojados a la basura.

Como en cualquier propuesta de telerrealidad, lo que se halaga es la curiosidad y la impudicia

Como en cualquier propuesta de telerrealidad, lo que se halaga en el espectador (los invitados en la oscuridad, pero también nosotros ante la pantalla) es la curiosidad y la impudicia. La curiosidad nos lleva a preguntarnos cómo es la rutina de aquellos que nos abastecen con servicios básicos; la impudicia quiere ir mas allá y se deja a atraer por sus miserias, sus debilidades, su intimidad.

El director David Macián no necesita mostrar tanto el detalle como Isaac Rosa, pues el lenguaje y los tiempos del cine son distintos. En cambio, pone el foco en los conflictos que se van dando entre los participantes del experimento y entre éstos y la misteriosa empresa que los ha contratado. Y ahí entran en juego las vacilaciones, los miedos, la toma de conciencia del propio derecho, la rebeldía o la mansedumbre.

Como si se adelantara al público mas suspicaz, Rosa –como ahora Macián- eluden caer en la tópica, demagógica exaltación del obrero. Por el contrario, La mano invisible, en su doble versión literaria y audiovisual, quiere mostrar que el trabajador puede ser, y es a menudo, cómplice del abuso, de la explotación.

En este sentido, me parece un acierto que el guión juegue a servir al espectador una serie de piezas, un modelo para armar muy alejado de los maniqueísmos al uso. Es una película, en fin, para poner a trabajar al respetable. Y para lograr que el trabajo, ese motor en el centro de nuestro sistema, deje de ser invisible, tan invisible como los hilos que mueven las vidas de mucha gente.

Las controversias que se reflejaban en la novela no sólo siguen vigentes: se han visto agravadas

El sobrio planteamiento escénico está rentabilizado al máximo, y recuerda por momentos a la estructura cuasi teatral del Dogville de Lars von Trier. En cuanto a las interpretaciones, están bastante equilibradas en general, aunque creo que el reparto femenino destaca de un modo claro. El resto de los participantes del proyecto, financiado bajo la formula de la cooperativa, dan como resultado un trabajo redondo y brillante.

Resulta inquietante comprobar que, cinco años después de la publicación de La mano invisible, las controversias que se reflejaban en la novela no sólo siguen vigentes, sino que se han visto agravadas de un modo exponencial tras despiadadas reformas laborales. Por todo ello, La mano invisible es una película necesaria y merecedora de buena suerte en el complicado juego de la distribución y la difusión. Pero esa es ya otra película.

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