Reportaje

Un nuevo país en el club del petróleo

Ethel Bonet
Ethel Bonet
· 8 minutos

Beirut | Febrero 2018

Bajo el lecho marino del litoral libanés podría haber enterrados unos 850.000 millones de metros cúbicos de gas natural y 660 millones de barriles de petróleo. Si las estimaciones son correctas, Líbano podría generar más de 100.000 millones de dólares en ingresos petroleros en los próximos 20 años, vaticina un estudio económico del Credit Libanais Bank.

Años de crisis política han ido postergando la búsqueda de hidrocarburos en aguas profundas del Mediterráneo oriental, pero al fin el Parlamento libanés ha conseguido aprobar dos decretos para iniciar la exploración energética en alta mar, lo que debería abrirle al pequeño país costero las puertas para pasar a formar parte del elitista “Club de países productores de petróleo”.

Hay una franja de mar de 860 kilómetros cuadrados que reclaman tanto Beirut como Tel Aviv

El oro negro puede traer años de bonanza al Líbano. O años de guerra: los rectángulos trazados sobre el mar para conceder licencias de explorarción lindan al oeste con las de Chipre y al sur con las de Israel, que ya está sacando gas natural de algún yacimiento en alta mar. Y hay una franja de mar de 860 kilómetros cuadrados que reclaman tanto Beirut como Tel Aviv. La causa es Israel y Líbano aún se hallan técnicamente en guerra y nunca han delimitado de mutuo acuerdo su frontera terrestre. De facto sirve como tal la “línea azul”, trazada por Naciones Unidas en 2000 entre los dos países, que va desde las granjas de Chebaa lindantes con el Golan hasta la ciudad costera de Naqura. Pero nadie definió cómo sigue por el mar.

Israel y Líbano delimitaron unilateralmente su zona económica exclusiva, por lo ninguna de las dos demarcaciones tiene todavía el reconocimiento legal definitivo. Hasta ahora todos los esfuerzos de la ONU para resolver esa disputa territorial han fracasado. Y el problema es que justo en la estrecha franja que se solapa podría haber importantes yacimientos de hidrocarburos.

Para Líbano esta franja forma parte de los bloques 8 y 9 de sus cuadrantes de planificación. Y el 9 es uno de los dos primeros bloques incluidos en la licitación abierta por Beirut el año pasado (el otro es el 4, más al norte, cerca de la costa y lejos de toda disputa). En diciembre, un consorcio formado por tres empresas extranjeras, la francesa Total, la italiana ENI y la rusa Novatek, ganó el concurso y el 30 de enero firmaron el contrato. Prevé un periodo de exploración de 5 años, extendible hasta diez, con acuerdo del Gobierno libanés. Si el consorcio encuentra hidrocarburos, debe explotarlos durante 25 años, con cinco años adicionales si hay más inversiones. Las obras de perforación comenzarán en 2019.

Israel llamó la licitación libanesa en el bloque 9 “un desafío y una conducta muy provocadora»

¿Por qué Líbano quiere comenzar a explotar sus reservas de petróleo en el Mar Mediterráneo justo en la zona disputada con Israel? La respuesta que ha dado el gobierno libanés es que el bloque 9 tiene un alto potencial y para poder atraer el interés de las compañías petroleras internacionales a las costas del Líbano es mejor ofrecer las áreas más prometedoras. Pero quizás también sea una forma de responder a un proyecto de ley israelí que pretende trazar los límites de las aguas territoriales y que volvió a caldear los ánimos en el Líbano el año pasado y que incluye la franja disputada. Se asemaja a “una declaración de guerra contra Líbano”, advirtió el año pasado el presidente del Parlamento, el chií Nabih Berri.

El último día de enero volvió a elevarse la tensión: el ministro israelí de Defensa, Avigdor Lieberman, llamó la licitación libanesa en el bloque 9 “un desafío y una conducta muy provocadora”. Las “empresas respetables” que participarán en la exploración “están cometiendo un grave error”, aseguró. “El bloque es nuestro, según todas las normas”, agregó.

“Las palabras de Lieberman sobre el bloque 9 son una amenaza para Líbano y su soberanía sobre sus aguas territoriales”, tuiteó en respuesta el presidente libanés, Michel Aoun. Y el partido-milicia Hizbulá, cuya capacidad armamentística es un factor de poder real, se adhirió: «Reiteramos nuestra posición para afrontar, firmemente, cualquier agresión a nuestros derechos de petróleo y gas. Defenderemos los activos del Líbano y protegiendo su riqueza».

Aunque solo se tratan de amenazas verbales, la tensión entre Beirut y Tel Aviv podría estallar en cualquier momento si cualquiera de los dos bandos decidiera dar un paso llamativo para apropiarse de las aguas disputadas.

No obstante, la tensión geopolítica entre Israel y Hizbolá se basa en cuestiones que van más allá de la explotación de los recursos energéticos. En el último año ha habido una escalada de tensión conectada con las circunstancias geopolíticas. “Con el conflicto sirio llegando a su fin y Arabia Saudí e Israel tratando de contener la expansión de Irán en la región, Líbano podría convertirse en el escenario para una guerra de poder regional. En ese contexto, las actividades petroleras en las aguas disputadas podrían utilizarse como desencadenante de la guerra”, advierte Basam Lahud, analista político de la Universidad Libanesa Americana.

La presencia de empresas europeas y rusas parece reflejar una voluntad de estabilidad

Por otra parte, la presencia de empresas tanto europeas, en buenas relaciones con Israel, y una rusa, más cercana a la órbita iraní y, con ella, a Hizbulá, en el consorcio que se encargará de llevar a Líbano al club de los países petroleros, parece reflejar una voluntad de mantener la estabilidad en la zona. La ONU también colabora: a finales del año pasado auspició un encuentro entre funcionarios libanes e israelíes para debatir, por primera vez, la demarcación de la frontera marítima.

De todas formas, el país de los cedros deberá recorrer aún un camino largo y peligroso para ingresar en el selecto club. “Líbano ha superado muchos desafíos internos para poder llegar tan lejos en el desarrollo de su sector petrolero”, explica Mona Sukari, experta en el sector energético. “Se ha necesitado un gran trabajo para superar los numerosos obstáculos que se interponían en el camino desde 2013 (cuando comenzó la fase de concesión de licencias)”, dice, en referencia a la corrupción, que es una enfermedad crónica en el Líbano, y al régimen confesional, que marca la vida política desde el fin de la guerra civil en 1990.

“El gobierno libanés se ha visto limitado en sus avances en el desarrollo energético y a la hora de aprobar los decretos para iniciar el proceso de exploración en alta mar porque siempre surgían disputas sectarias o la falta de transparencia”, indica Sukari.

Después de años de tensiones y demoras, en enero de 2017, el gobierno libanés consensuó una fórmula para dividir los bloques donde se encuentran las reservas de hidrocarburos a largo de la costa libanesa sobre una base política, geográfica y teniendo en cuenta los diferentes colectivos religiosos para poder comenzar a conceder licencias a las compañías petroleras extranjeras.

Hay dos factores claves para que el Líbano pueda garantizar su producción de petróleo: “Garantizar un acuerdo entre los líderes libaneses y mantener el statu quo en la frontera libanesa-israelí”, explica el economista libanés Nicolas Sarkis.
Una vez que expire la fase de exploración en 2022, coincidiendo con nuevas elecciones parlamentarias, al próximo Parlamento “le tocará debatir y votar un proyecto de ley para la creación de un fondo soberano para preservar e invertir los excedentes de la producción de petróleo y gas”, explica el economista.

Líbano es el único país en Oriente Medio que no posee una compañía petrolera estatal

El experto advierte de que Líbano es el único país en Oriente Medio que no posee una compañía petrolera estatal. “No es normal excluir al Estado de la ronda de licencias e impedir que se involucre en las actividades petroleras del país. Tal cosa no existe en ninguna parte del mundo, ni siquiera en los países más corruptos», critica.

Si todo sigue su marcha según lo previsto, los beneficios económicos de la producción de petróleo empezarán a llegar en 2023, pero el destino será esencialmente el mercado interno. Sarkis no es demasiado optimista con la idea de que el Líbano se convierta en un importante exportador de gas y petróleo. “La demanda de electricidad en el país es lo suficientemente grande como para absorber la producción de energía al menos en las próximas dos décadas”, advierte el economista.

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