Entrevista

José Luis Peixoto

«Los ibéricos no son un pueblo original sino una mezcla»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 11 minutos
José Luis Peixoto (Sevilla, 4 May 2018) | © Ilya U. Topper / M’Sur

Sevilla | Mayo 2018

Acaba de llegar de la Feria del libro de Bogotá, pero el jet lag no le impide protagonizar un acto de dos horas en el Consulado general de Portugal en Sevilla, atender morosamente luego a los lectores que reclaman una dedicatoria en sus libros, y reservar aún energías para una larga entrevista con MSur. José Luís Peixoto (Galveias, 1974) pasa por ser uno de los nombres importantes de la nueva ola portuguesa, con títulos traducidos al español como Galveias, En tu vientre, Nadie nos mira o Te me moriste.

Traducido a 26 idiomas, lleva colgada del hombro una bolsa de la librería neoyorkina Strand, su oreja derecha luce un montón de piercings y bajo el brazo se le adivinan varios tatuajes. Para muchos es el metalero de las letras lusas actuales, pero su literatura mira al mundo rural y sus modos son cualquier cosa, menos rudos. Aunque la entrevista se le ofrece en portugués, hace el esfuerzo de responder en un muy correcto castellano.

Usted nació con la Revolución de los Claveles. ¿Su generación es tan diferente a la de los escritores que vivieron bajo la dictadura?

«Me parece bueno que se creen condiciones para vivir fuera de los núcleos urbanos»

Tiene que existir una diferencia. La revolución es sin duda la fecha más importante en la historia reciente de Portugal, trajo un cambio que fue muy claro en aquellos años. Personalmente, al escribir sobre esa época y los años anteriores a mi nacimiento, he buscado darme cuenta de hasta qué punto nos marcó esa fecha a los portugueses. No somos un resultado de la generación espontánea, y el 25 de abril de 1974 fue crucial, pero al mismo tiempo sé que el tiempo pasa muy rápido, las cosas se suceden de forma vertiginosa.

Portugal en aquel momento, entre dos dictaduras posibles, eligió ser una socialdemocracia. ¿Lo sigue siendo, después de tanta crisis?

Mi país ha pasado por momentos políticos muy complejos en los últimos años, paralelamente a la contemporaneidad política de Europa. Hay muchas cuestiones que estamos intentando aclarar. Tienen que ver con distintos aspectos del mundo que condicionan la política: el consumo de la información, las relaciones públicas, aquello en lo que se ha convertido la Unión Europea… También es en algunos aspectos muy distinto de lo que se imaginaba en los años 90, cuando vivíamos ese sueño que tuvo ese hijo que fue la Expo del 98, un sueño muy distinto de lo que somos hoy.

Es usted considerado un autor neorrural, como otros que han surgido en los últimos tiempos en España con notable éxito. Pero, ¿sigue existiendo un mundo rural en Portugal? En España hoy hay más bien agricultores, y no tanto campesinos…

«Portugal no podrá ser equilibrado mientras en el litoral esté toda la población»

Creo que esa cultura no puede caracterizarse solo por trabajar la tierra, tiene que ver con otros aspectos, con pequeñas comunidades y la relación que se da entre ellas, y el impacto que eso trae para la visión del mundo. Pero lo cierto es que estamos asistiendo a la muerte de una cierta cultura. Y es importante prestar atención para que ese cambio sea fruto de una decisión y no de un arrastramiento, o de un descuido. Seguramente, en lo que se rural hay aspectos positivos y negativos. Será un acto de sabiduría distinguir entre unos y otros.

¿Sueñan los urbanitas portugueses, como en los españoles, con huir a una arcadia que tal vez ya no existe?

Sí, y me parece que es bueno que se creen condiciones para vivir fuera de los núcleos urbanos. Aunque hay un poco de engaño en esa atracción, también es verdad que miles de personas se fueron del campo a las ciudades movidas por una ilusión, y luego se vieron traicionadas por una realidad muy distinta. A veces lo que está en discusión es una idea de desarrollo. No todo lo que llamamos como tal lo es. Un país como Portugal, por ejemplo, no podrá ser equilibrado mientras en el litoral esté toda la población, y se deje al interior, que mira a Europa, morir despacio.

¿Hay una Portugal vacía, semejante a la España vacía de la que habla Sergio del Molino?

Sí, estamos asistiendo a la desaparición de pueblos, o a lugares que se llenan de casas vacías de gente que emigra. Y pueblos que en verano triplican y cuadriplican su población, pero que cada vez tienen menos niños, menos escuelas, menos hospitales. Mi zona, la de Alentejo y la de Tras-os-Montes, es un ejemplo.

Escribió un libro inspirado en el milagro de Fátima, cuyas estatuillas llenan hoy todo Portugal. ¿Fue aquello una operación de recristianización del país, una misión mariana de un pueblo perdido en el paganismo rural?

«Fátima empezó siendo un culto muy popular, rechazado por la Iglesia Católica»

Hay que tener en cuenta que aquellos sucesos fueron rechazados por la Iglesia Católica durante trece años, entre 1917 y 1930. Hoy se asocia de manera directa a la Iglesia, pero empezó siendo un culto muy popular, y ese rechazo eclesiástico que he mencionado se refleja en mi libro. Uno de los grandes escépticos es de hecho el cura. La cuestión de Fátima no es un dogma de la Iglesia, los feligreses son libres de creer o no en ella. Solo los más corajudos lo asumen. Lo que ocurrió, es importante tenerlo en cuenta, es que en algún momento de los años 30 la Iglesia se situó muy cerca de los poderes políticos de la dictadura, y el culto fue instrumentalizado como designio nacional. Era sinónimo del poder de la dictadura, de modo que para mucha gente trajo un sentimiento desagradable. Pero hay aspectos que siempre serán personales, íntimos, relacionados con las creencias y la fe. Y me parece fundamental que se pueda hablar sobre ello, que no haya una inhibición.

¿Existe tal inhibición en Portugal?

Hay gente allí que solo habla de ese tema solo cuando está muy segura de quién tiene delante. Pero han pasado cien años, ya es tiempo de poder hablar como piensa, cree y siente cada uno. Y la Iglesia Católica no tiene que estar en el centro de la discusión.

Que el milagro católico más importante del siglo XX tenga un nombre islámico, ¿es casualidad, o está planificado?

«La herencia islámica estuvo y se quedó, somos el resultado de esa presencia»

Es una paradoja que tiene mucho sentido. Ya sabemos cuánto tenemos de herencia islámica en toda la Península, eso te da una idea muy clara de que estuvieron, se marcharon y nosotros somos eso. Una cultura que estuvo y se quedó, somos el resultado de esa presencia. Es parte de nuestra identidad, de nuestra historia. Los ibéricos no son un pueblo original, por aquí pasaron muchos pueblos y somos la mezcla de todos.

Usted vivió en Cabo Verde, ¿sintió que estaba en una suerte de Portugal de ultramar, o en un país africano que solo comparte con Portugal el idioma?

Creo que Cabo Verde tiene una identidad muy propia. De algún modo, es un lugar que descubrieron los portugueses, no sé qué habría antes, pero cuando llegaron no había nadie. Y se pobló de una manera muy diferente del África continental, de modo que es un lugar sin dimensión realmente étnica. Todas las personas allí tienen una herencia cultural, pero se fueron mezclando, fundiendo, y llegaron a obtener una cultura propia con muchas particularidades. Cada isla tiene su cultura, y al mismo tiempo una identidad común muy fuerte. Hay otros lugares así en el mundo. Y el idioma que se habla allí es criollo, los niños aprenden el portugués luego, en la escuela.

¿Llegó a averiguar por qué se llama así, siendo tan poco verde aquello?

Buena pregunta… Con el paso del tiempo, uno desarrolla respuestas automáticas a preguntas que se repiten, pero esta no me la habían hecho nunca [risas]. Cabo Verde tiene algunos puntos verdes, sí, pero para un europeo casi da ternura que estén orgullosos de esos pequeños reductos de naturaleza, ¿no? Yo viví allí en los años 90, y cada vez que vuelvo encuentro allí muchos cambios. Están haciendo un camino interesante en la cuestión ecológica, cada vez se encuentran más árboles.

Pessoa y Saramago valoraron el sueño de una Iberia unida. ¿Usted lo comparte?

«En Portugal no se conoce a los cantantes españoles, muy poco del cine…»

Aprecio la idea de una Iberia unida, pero no de la misma manera. Me parece que ambos pueblos salgan de esa circunstancia por la cual se ignoran mutuamente, ya que conocemos muy poco de los productos culturales contemporáneos del otro. En Portugal no se conoce a los cantantes españoles, muy poco del cine, de la literatura casi nada… es importante encontrar caminos para el diálogo, pero sin necesidad de una organización federativa ibérica ni nada de eso.

¿Pilar del Río [viuda de José Saramago] ha hecho más por las letras portuguesas que todo el Instituto Camões ?

[risas] El Instituto Camões sigue haciendo mucho con sus medios limitados, es una institución que tiene un potencial tremendo. Saramago, por su parte, fue un autor que siempre llevó la literatura portuguesa en su trabajo, hablaba mucho de otros autores, anteriores o contemporáneos. Autores como él crean una reputación en literatura, y hace que un país de diez millones de habitantes tenga una presencia internacional enorme, mucho mayor de lo que cabría suponerle.

No deja de sorprender el escaso contacto que hay entre la industria editorial portuguesa y la brasileña…

«Moonspell demuestra que una banda metalera puede hacer una reflexión profunda sobre su país»

Casi ninguno, pero eso es muy positivo en un cierto aspecto. Algo parecido les pasa a ustedes, ¿no? Para el mercado editorial hispanohablante, existe la ilusión de una relación próxima, pero no es así. Hay grandes autores de América Latina que tienen una gran dificultad para publicar en España. Entre Portugal y Brasil, las reglas están claras. Para que un escritor portugués sea leído allí, tiene que publicar en una editorial brasileña, y lo mismo al revés. Eso lo hace todo más claro.

Lleva tatuado en un brazo Yoknapatawpha. ¿Al final somos más hijos de Faulkner que de Miguel Torga?

Todos tenemos muchos padres y madres. Para un escritor me parece una búsqueda importante saber quiénes son, de dónde venimos. Lo seguro es que esos orígenes vienen de muchos lugares. Quienes repiten siempre una influencia lo hacen casi siempre por pereza.

Tiene usted fama de amante del heavy metal. ¿Qué puede recomendarnos de Portugal, más allá de los archiconocidos Moonspell?

Hay un grupo de Évora muy interesante, Process of Guilt, muy competentes, con un sonido muy elaborado, vale la pena buscarlos. Con Moonspell tuve un proyecto en 2003, ¿lo sabías? Escribí un libro conectado con un disco suyo, The Antidote, y se vendieron juntos. Su último disco salió ahora, y es casi todo en portugués, con alguna canción en español. Se titula 1755, y habla del año del terremoto de Lisboa. Es un disco conceptual que demuestra la posibilidad de que una banda metalera haga una reflexión profunda sobre su país y su historia.

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