Opinión

Los hombres y las fieras

Saverio Lodato
Saverio Lodato
· 4 minutos

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Palermo | Junio 2018

La otra tarde me quedé clavado en el sofá, viendo el largo y denso reportaje de Diego Bianchi (alias Zoro) emitido en Propaganda Live, en La7. Y creo que no fui el único.

La cámara incisiva enfocando San Ferdinando, un pueblecito en lo peor de Calabria, en la provincia de Vibo Valentia, donde un ‘ndranghetista –no sabemos si por afiliación, pero sin duda lo es de facto– asesinó con un solo escopetazo en plena cabeza a Soumayla Sacko, un joven maliense de 29 años que se estaba llevando a casa en aquel momento un trozo de chatarra oxidada. Con este material se estaba haciendo una casa, a pocos metros de allí. También Robinson Crusoe tuvo que construirse la suya, pero era un náufrago en una isla desierta. Sacko, en cambio, había naufragado en la civilizadísima Italia.

De piel negra la víctima, y de piel blanca el verdugo. Con el móvil de siempre: esta es nuestra casa

Delito racial y racista, seguro. De piel negra la víctima, y de piel blanca el verdugo. Delito bárbaro. Con el móvil de siempre: esta es nuestra casa; tú no coges lo que te plazca; debéis regresar todos por donde habéis venido; nosotros, los blancos, a vosotros, “negros”, os disparamos en la cabeza uno a uno. Como cuando un perro, después de haber meado en el suelo, gruñe a quien osa atravesar ese límite. Porque de esto se trata.

Pero el reportaje (¿documental? ¿película en miniatura?) de Diego Bianchi desgarraba, con sus imágenes, los muchos velos de los lugares comunes sobre el asunto que se ha impuesto desde hace meses y meses a la atención de los italianos. Los cuales, en este tema, se han dejado plácidamente cocer en su propia salsa.

En aquel pueblo, San Ferdinando, gobierna la ‘Ndrangheta. En aquel pueblo, los llamados “negros” son braceros explotados, precarios, privados de casa y asistencia, víctimas de esa patronal que viene, en una cuestión sureña nunca resuelta, de orígenes envenenados. Así, en armar la mano del asesino, han contribuido al menos tres factores: el prejuicio racial, el culto al dinero, una visión de las relaciones humanas hija de una concepción criminal y delictiva, igualmente secular en aquella zona. Un nudo difícil de desatar, a golpe de eslóganes propagandísticos facilones, facilones.

Viendo correr las imágenes, uno se preguntaba dónde estaban los hombres y dónde estaban las fieras. Quiénes fueron los hombres. Quiénes fueron las fieras.

Representaban un pedazo del “África negra” traicionada por el “sueño italiano”

Eran hombres con toda su rabia y su dolor gritado al viento, aquellas decenas y decenas de amigos y compañeros, braceros como él, africanos como él, amigos de Soumayla, que corrían sobre el asfalto, en dirección al pueblo, para manifestarse en cortejo fúnebre y ser recibidos por la autoridad competente. Lloraban. Aullaban. Pegaban la foto del compañero muerto en cajas de cartón que colocaban sobre el manillar de las bicicletas. Representaban un pedazo del “África negra” traicionada por el “sueño italiano”. Gritaban que para ellos no hay, de nuestra parte, ninguna “bendición”. Y muchos de ellos son incluso de nacionalidad italiana. Un puñado de hombres, en fin, en cuyos hombros recae la carga de mantener elevada la dignidad del hombre, la dignidad de sus derechos, la unión económica y sindical, su voz, su libertad.

Los guía Aboubakar Soumahoro, proveniente de Costa de Marfil, con un italiano perfecto, que no solo cita a Giuseppe Di Vittorio, sino que pronuncia también palabras graves sobre en qué se ha convertido la izquierda italiana.

Luego el espectador veía a los transeúntes de raza blanca. Con el pigmento en regla, cabría decir. Veía a los conductores enfadados con el tráfico. Las personas asomadas a las ventanas. Y escuchaba sus palabras pronunciadas ante los micrófonos de los pocos periodistas presentes. Palabras de desprecio, hastío, ignorancia y mezquindad.

Los únicos hombres presentes en la escena eran los negros.

¿Y los otros? ¿A qué raza de hombres pertenecían todos los demás?

Difícil decirlo.

Un perro es más fácil de reconocer: un perro es un perro.

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© Saverio Lodato | Publicado en Antimafiaduemila | 9 Jun 2018 | Traducción del italiano: Alejandro Luque

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