Entrevista

Mayte Martín

«No hago más discos flamencos por respeto a esa música»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 8 minutos
mayte martin
Mayte Martín (Sevilla, 2014) | © Cedida por la artista

Sevilla | Junio 2018

Más de dos décadas ha tardado Mayte Martín (Barcelona, 1965) en culminar el más íntimo de sus proyectos, Tempo rubato, un disco en el que se aleja de sus territorios musicales habituales –el flamenco y el bolero– para cantar al amor con baladas de tono confesional. La cantaora se siente exhausta tras el esfuerzo realizado junto su arreglista Joan Albert Amargós, pero feliz por haber dado con el sonido que buscaba: un disco cien por cien Mayte Martín, fuera de las especulaciones del mercado. [Escucha aquí una canción del disco: Antes de ti]

¿Es cierto que suspendió la promoción de este disco en primavera por el bajón posparto que le supuso?

Totalmente; ha sido muy duro. Ha sido un parto doble, porque la primera grabación que se hizo la tiré a la basura, tal y como te lo digo: no me gustaba, no me transmitía el alma que yo necesitaba oír. Empezamos otra vez desde cero con Joan Albert Amargós, que lleva en el proyecto desde hace… 23 años. Yo tenía unos temillas compuestos, tres o cuatro parecía que estaban bien, y le dije que quería hacer una colección de baladas, de canciones de amor, arregladas para quinteto de cuerda, guitarra y mi voz. Y a medida que yo los iba haciendo, él los desarrollaba, hasta que llegara el momento de que pudiéramos hacer un disco.

¿Se sorprende de que le haya llevado dos décadas acabarlo?

No me ha sorprendido nada que pasase este tiempo. En ningún momento me he impuesto componer para completar el repertorio. He vivido, me han pasado cosas, las he convertido en canciones, y Amargós las ha vestido. Han pasado dos décadas y podían haber pasado tres. No había tiempo límite.

¿Y por qué ha sido más extenuante que otros proyectos suyos?

«La música ha dejado de ser un arte, y se ha convertido en un negocio puro y duro»

Por la cuerda, que es muy delicada. Un quinteto de cuerda es muy delicado, son instrumentos de la misma especie y han de empastar muy bien. También está la idiosincrasia de los músicos clásicos, es muy concreta, y hay cierta incompatibilidad con la cosa artificial que tiene el estudio de grabación, con los cascos. Eso acabó impregnando el disco de una frialdad que fue lo que me hizo decir: Está muy bien tocado, pero no tienen alma. Así que nos encerramos tres días en un teatro, en un falso directo, dispuestos en círculo, viéndonos todos en el mismo espacio. No tienen la nitidez sonora de un estudio, pero sí un alma que no tenía antes.

Es su segundo crowfunding. ¿Es un indicador de cómo está ahora mismo el mercado?

Totalmente. Es la prueba de lo mal acostumbrados que tenemos al público, y de cómo prima el dinero por encima de la calidad, de la dignidad artística, de todo. La música ha dejado de ser cultura, ha dejado de ser un arte, y se ha convertido en un negocio puro y duro.

¿Ha conocido una época en que la industria tuviera más corazón?

Claro. La industria siempre ha sido un negocio, pero estaba para rentabilizar el trabajo de un artista, su obra. Ahora es al revés, es el artista el que se pone al servicio de lo que la industria considera rentable. Antes intentaban sacar partido a tu creatividad, ahora no.

¿Habría sido diferente si hubiera sido un disco de flamenco o de boleros?

Es lo mismo, ha llegado a todos los géneros. Es un concepto que se ha dado la vuelta, se ha girado en contra de la creación pura, aquella en la que el artista no se pregunta nada: tiene una idea, un deseo de compartirla, y lo hace, punto. Y si es menos rentable, mala suerte. Lo otro está manipulado… y manipulado por el propio artista, porque la libertad de hacer lo que nos dé la gana la tenemos todos, pero hay un precio que pagar. Es necesario ir a contracorriente si quieres ser libre.

Ha dicho que es el disco de su vida, también como compendio de lo vivido. Una vez dijo que al flamenco le faltaba desnudez, ¿no temía desnudarse demasiado aquí?

«Cuando hago mis discos de flamenco parto de algo que ya está creado, y que respeto»

El disco cuenta mi vida amorosa. No era ni mi intención ni nada, es la única manera que conozco y que me merece la pena decir las cosas. Es inevitable, forma parte de mi idiosincrasia. Que seas tú, eso es lo que importa. Cuando hago mis discos de flamenco parto de algo que ya está creado, y que respeto profundamente. Soy una respetuosa del clasicismo. No es algo que me encadene, el flamenco tiene su forma de ser. Sin embargo, cuando hago Tempo rubato, o como fue en su momento Al cantar a Manuel, exploro otros terrenos. Hay un encuentro con todo lo que yo musicalmente he mamado y me ha influenciado. Y si además puedo componer las letras, ya es lo máximo.

¿Le extraña que sus letras nos puedan llegar a los oyentes varones?

Más os vale que os acostumbréis a perder el miedo a emocionaros con una letra, aunque la escriba una mujer. No sé cómo han sentido los varones el amor en las generaciones pasadas, pero tengo la sensación de que les ha costado más expresar sus sentimientos. Puede que eso esté cambiando ahora, sería una buena noticia.

Y el amor entre mujeres, ¿se podía cantar antes? ¿Fernanda y Bernarda podrían haber hecho un disco como el suyo?

No lo sé, pero lo seguro es que canciones de amor como estas sí se han cantado. Recordemos que Bernarda ya cantaba Procuro olvidarte, o Se nos rompió el amor por bulerías, con Fernanda. O Ten cuidao, que versioné yo también…

Siempre hay seguidores suyos que celebran sus incursiones en otros géneros, pero le piden que vuelva pronto al registro jondo. ¿Tan frágil o vulnerable es el flamenco, que nadie quiere que sus intérpretes se despeguen demasiado?

«Se graba demasiado de todo, y se reflexiona muy poco»

El flamenco es vulnerable, efectivamente, y está en un momento de auténtica vulnerabilidad. El hecho de que yo no haga más discos flamencos, en realidad, demuestra un respeto profundo por esa música. Si grabara cada dos años, no lo estaría cuidando más de lo que lo hago. Las cosas tienen un proceso interno, profundo, y sobre todo natural. No lanzo a la calle un disco en el que no diga algo distinto a todos los demás. O canto algo que anteriormente no he cantado, o me callo la boca. Sentiré el pálpito de hacer un disco de flamenco cuando lo sienta, y ahí aportaré algo. Eso es lo importante, que cuando lo hagas aportes.

¿Se graba demasiado flamenco?

Se graba demasiado de todo, y se reflexiona muy poco. La gente no se para a preguntarse mucho lo que hace, no deja que las cosas sean orgánicas. O al contrario, se pregunta demasiado, ¿es el momento de sacar esto? ¿o espero a septiembre? ¿meto en el disco a tal? ¿venderé mil o cinco mil? Al final el resultado es plástico, nada orgánico.

¿Qué escucha de lo que se hace hoy, que valga la pena?

Estoy un poco desconectada de todo, enfadada con la falta de verdad. Eso es más importante que la calidad o la originalidad, no es algo que se deba buscar. No lo puedes decidir, va contigo o no va.

¿Cómo ha vivido una flamenca catalana toda la crisis del independentismo?

En el momento álgido del 1-O estaba en Barcelona, y te aseguro que nadie en España tiene ni puta idea de lo que allí pasó. Los medios manipulan, la gente permite esa manipulación, y entre unos y otros han conseguido que a los catalanes nos odien tres cuartos del país.

¿Y siente que el antiespañolismo haya cundido en Cataluña?

No, lo siento al revés. Siento fuera un rechazo a los catalanes generalizado, y no lo veo tanto al revés, de los catalanes hacia los españoles. Cuando un no catalán pisa nuestra tierra no se le trata con desprecio, es todo más natural.

¿Ve arreglo posible?

Lo que quisiera es que detrás de todo esto primara el sentido común y la humanidad. No dejar a los políticos llevar a nadie a su terreno, y que haya justicia. Si no es así, estamos perdidos. Lo que pasó en el 1-O, no importa de dónde sea quien lo valore, fue una barbaridad. Y no se puede estar del lado del opresor. Estuve allí, vi lo que vi con mis ojos. Por eso, cuando alguna gente hace determinadas lecturas, me duelen.

© Alejandro Luque | Especial para M’Sur

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