Reportaje

Los niños militarizados

Ethel Bonet
Ethel Bonet
· 9 minutos
Un niño posa con una ametralladora de juguete en el campamento ‘Lider’ (Kiev, 2018) | © Ethel Bonet

Kiev | Julio 2018

Victoria tiene ocho años y de mayor le gustaría ser diseñadora de moda o modelo. Como muchas niñas de su edad. Pero entre sus sueños también figura ser soldado. No ha visto la guerra de cerca pero está convencida de que su deber es defender la patria. Su determinación es rotunda: “Solo hay una Ucrania y tenemos que defenderla. Por eso he venido aquí, para aprender a luchar. Me gusta mucho disparar con un arma. Ponerme maquillaje de camuflaje y ropas militares”.

Victoria pasa parte de sus vacaciones escolares en el campamento “Lider”, ubicado en unas viejas instalaciones deportivas soviéticas, a las afueras de Kiev. No tiene página web oficial, pero se anuncia en Facebook y consigue ‘reclutas’ por el boca a boca. Durante los tres meses de verano ofrece estancias de 20 días seguidos para grupos de niños, de los 7 a los 16 años. Pasar tres semanas allí no sale barato: el día cuesta 18 dólares. El lugar tiene capacidad para entre 180 y 200 niños.

Los instructores, vestidos con ropa militar, combinan actividades deportivas con un entrenamiento militar espartano. Natación, baloncesto, atletismo, ejercicios de resistencia física como reptar por el suelo, saltar obstáculos o trepar por una cuerda… se suman a prácticas de tiro con rifles de aire comprimido y clases de cómo armar y desarmar un AK-47. Las actividades que  se ofrecen en ‘Lider’ siempre se llevan a cabo al ritmo de himnos ultranacionalistas y de música hardcore y punk ucraniano.

“¡Ucrania está por encima de todo! ¡Los héroes no mueren, los enemigos mueren! ¡El ‘Lider’ abre el camino! ¡Ucrania unida! ¡Victoria o Muerte!”, corean los jóvenes patriotas, mientras marchan a paso militar.

«Aquí nos enseñan tácticas militares; es como estar en un frente de verdad» dice el niño

Como en cualquier colonia de verano, los niños hacen una función teatral en el salón de actos para el día de la visita de los padres. Sobre el escenario entonan canciones nacionalistas, mientras ondean banderas rojinegras con símbolos de la extrema derecha. Por las noches, se hacen veladas que poco tienen que ver con las de un campamento convencional: antorchas encendidas y niños vestidos con uniforme de combate, rostros tapados con pasamontañas, el brazo en alto y el puño elevado.

Ivor Jomansky está orgulloso de que su hijo Mathew, de 11 años, prefiera aprender a luchar en vez de perder el tiempo jugando con la playstation. “Creo que es muy útil para los niños que empiecen a pensar no solamente en juguetes y ordenadores sino en cómo defender su país, por si acaso”, declara.

“Estoy totalmente de acuerdo con mi padre”, responde el pequeño. “Aquí nos enseñan tácticas militares, como disparar con rifles de aire comprimido a latas que están a la misma altura y distancia que estarían nuestros enemigos cuando se encuentran a unos 80-100 metros de ti. Las pistolas de aire comprimido tienen el mismo alcance que los kalashnikov. Es como estar en un frente de verdad”, explica Mathew. El niño está muy motivado en la clase de tiro. Muestra su destreza con el rifle y acierta en la ‘diana’.

Ivan Granatkin, director de esta escuela de verano, es un héroe de la ‘revolución del Euromaidan’. Este enfermero de 38 años estuvo a la vanguardia de las manifestaciones contra el presidente prorruso Viktor Yanukovich. Granatkin sobrevivió a la matanza del 23 de febrero de 2014, cuando la policía cargó con fuego real contra los manifestantes, ocasión en la que murieron cerca de un centenar de personas. En el campamento “Lider” han levantado un monumento para rendir homenaje al “batallón del Cielo”, es decir a los camaradas que dieron la vida por un cambio de régimen en Kiev.

«Con un vecino como Rusia, tarde o temprano habrá que hacerle frente», dice el instructor

Granatkin lleva la cabeza afeitada con una trenza y va tatuado de arriba abajo. Asegura que no son fascistas sino, simplemente, patriotas. “Estamos dando a estos jóvenes una educación patriótica en el contexto de la guerra que continua en el este de Ucrania. Es muy importante educar a un niño para que sea un patriota y pueda defender su país si es necesario”, puntualiza. Aunque apenas se menciona en la prensa, Ucrania está experimentando un lento regreso al conflicto armado que llena de víctimas los hospitales, tanto en las regiones del este como las del oeste.

En el currículo escolar se enseñan habilidades militares básicas, continúa Granatkin. Pero durante las vacaciones escolares “no está de más hacerles recordar a estos jóvenes que hay gente combatiendo en el frente, que lucha y muere todos los días, para asegurar que ellos tengan una vida tranquila”, agrega. “Como ciudadanos de Ucrania, todos debemos estar listos para defender nuestro país”.

El subdirector de ‘Lider’, Oleksiv Zabolotny, de 56 años, tiene un aspecto siniestro. Paradójicamente, este profesor de inglés de secundaria trabajó como interprete del ejército ruso para espiar a los norteamericanos. Ahora instruye a los menores en técnicas de combate para luchar contra los separatistas prorrusos. “Creemos que nuestros hijos deben de estar preparados para hacer frente al agresor y, con un vecino como Rusia, estoy absolutamente convencido de que tarde o temprano habrá que hacerle frente. Por eso es nuestra obligación hacer que estos niños estén preparados para ese enfrentamiento”, declara Zabolotny.

Formación estadounidense

Millares de niños ucranianos reciben adiestramiento militar -sin criterio educativo ni estándares de aprendizaje- cada verano, desde hace cuatro años, en este tipo de campamentos ultranacionalistas. Ruslan Bormovoy, alias «Tair», decidió fundar su propia escuela Ranger para menores hace dos años. Durante las vacaciones, este soldado de élite entrena a niños y jóvenes de 11 a 17 años, dentro de unas instalaciones de las fuerzas especiales de Ucrania en Volodymyr-Volynskiy, junto la frontera con Polonia. Aunque Tair no explica de dónde recibe los fondos, su formación con instructores estadounidenses lo delata. A diferencia del “Lider”, el “Ranger” solo ofrece estancias de siete días, a 60 dólares la semana, y para un grupo reducido de 20 alumnos. Tair entrena a estos menores como si se tratara de militares profesionales.

Los niños juegan a la guerra real: aprenden tácticas militares sobre el terreno, con trincheras reales, haciendo emboscadas al enemigo, arrastrando 20 kilos sobre la espalda o rescatando a los heridos mientras atacan a su batallón.

“Muchos de estos niños serán futuros soldados. Aquí les enseñamos la otra cara del entrenamiento militar, siguiendo los estándares internacionales. Para ello utilizo mi propia experiencia. He recibido entrenamiento militar estadounidense, polaco, francés y canadiense. Esto me permite comprender qué necesitan estos niños para ellos y para Ucrania. Nadie nos defenderá a no ser que lo hagamos nosotros mismos”, manifiesta el tutor de los pequeños ‘rangers’.

Danylo Satsuk, alias «el Ángel de la Muerte», entrena con dedicación para convertirse en un luchador como su tío, que ingresó en una de las milicias voluntarias de extrema derecha que luchan contra los separatistas prorrusos del Este de Ucrania​. “Este campamento nos preparara para ser soldados. Tenemos ejercicios militares y nuestros propios rifles. Los instructores nos preparan para el futuro”, asegura este niño de 12 años. “Mi tío me habló acerca de la guerra. Asusta y hay mucho dolor. Los soldados están en las trincheras. Hay muchos disparos y la gente muere violentamente”, describe Danylo.

«No somos como los fascistas del otro lado», dicen entrenadores en el Donbas.

El conflicto que vive Ucrania desde hace cinco años ha revitalizado la enseñanza patriótica miliar en las dos partes del país: la Ucrania europeísta y la prorrusa. En las autoproclamadas Repúblicas Populares del Donetsk y de Lugansk también se alimenta el espíritu patriótico de los jóvenes, pero con propaganda comunista. En el cuartel general de las fuerzas especiales de Donetsk, las nuevas generaciones se preparan para defender «la patria comunista».

Los altos mandos militares insisten en que “ellos no son como los fascistas del otro lado”. “Nosotros no enseñamos a los niños a luchar. Nosotros tenemos que defendernos porque ellos no están atacando”, puntualiza el coronel Roman, comandante del escuadrón Vytyaz de fuerzas especiales del Donetsk. “Es importante enseñar a los niños a amar a su patria. El patriotismo les enseñará a no repetir nuestros errores, para que sus hijos no experimenten las atrocidades de la guerra. No atacamos a nadie, nos estamos defendiendo, defendiendo a nuestros hijos y nuestro hogar”, insiste.

En el pabellón de gimnasia de las fuerzas especiales, las nuevas generaciones muestran su destreza en técnicas de combate, y en el manejo del cuchillo. Los instructores enseñan a los niños cómo cortar la yugular con un arma blanca o a clavarla en la arteria para que el enemigo se desangre. “Nadie corta la garganta así. No es correcto. Deberías apuñalar aquí y lo mismo de este lado. Primero apuñalas con el cuchillo aquí”, corrige el instructor a una alumna que está practicando con otro compañero.

Tras cinco años, la guerra aún no ha tocado a su fin. Y es dudoso cómo puede hacerlo cuando las nuevas generaciones crecen aprendiendo a odiar al otro bando. El adoctrinamiento militar de los niños es una bomba de relojería para el futuro de Ucrania.

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