Entrevista

Joaquín Reyes

«En los años 80 había más libertad que ahora»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 9 minutos
joaquin reyes
Joaquín Reyes (Formentor, Sep 2018) | © Alejandro Luque / M’Sur


Formentor | Septiembre 2018

Albaceteño de 1974, Joaquín Reyes es quizá el último revolucionario del humor en España. Aunque su vocación primera fue el dibujo –ha sido ilustrador de libros de la colección Barco de Vapor–, las carambolas de la vida lo llevaron a fichar por Paramount Comedy, donde se dio a conocer con el programa La hora chanante. A este éxito siguió el no menos arrollador de Muchachada Nui, así como diversos papeles en el cine y un espacio propio en El Intermedio. Bigote bien recortado, corbata de colores, sonrisa afable, así acudió a la entrevista.

Los andaluces nos creíamos graciosos hasta que llegó Albacete. ¿Qué ha ocurrido allí?

Fíjate, están Ernesto Sevilla, Raúl Cimas, Pablo Chiapella, Goyo Jiménez, y si lo extendemos a La Mancha, Julián López… El manchego siempre ha tenido un perfil bajo, pero hay mucha socarronería allí. El sentido del humor está muy presente, en las expresiones, en cierta ironía rural. Y si echamos la vista atrás, también está José Luis Cuerda, con aquella obra maestra que nos influyó, si es que no la copiamos directamente.

¿Fue Amanece que no es poco su biblia?

Totalmente: él mezclaba el costumbrismo con el absurdo, que es lo que hemos ido haciendo. La explicación puede estar ahí.

¿En qué momento de la infancia se dio usted cuenta de que era gracioso?

Yo era el graciosete de la clase, y también en mi casa hubo siempre mucho sentido del humor. A mí lo que me gustaba era dibujar, pero por una serie de circunstancias terminé trabajando en un canal como Paramount Comedy. No sé cómo me lo he montado de bien, la verdad.

A veces hay que dejarse llevar por el camino, ¿no?

«No podemos reírnos de lo mismo que hace 30 años, cuando esta sociedad ha evolucionado tanto»

Nosotros priorizamos seguir haciendo una cosa propia como La hora chanante en lugar de dar el salto a algo más grande. Nos surgía la oportunidad de trabajar en cadenas generalistas, pero seguimos en lo nuestro porque no se trataba de un medio, sino de un fin. Eso nos dio la posibilidad de marcar un estilo propio, que de otra manera habría sido imposible.

Chiquito de la Calzada creó un lenguaje nuevo, pero ustedes también han aportado un montón de expresiones propias y formas de hablar. ¿Fue consciente?

Creo que el humor tiene esa capacidad de contagiar el lenguaje. En el caso de Chiquito fue más allá, creó un lenguaje nuevo y propio que tuvo un impacto impresionante, pero que nadie ha continuado: empezaba y acababa en él. Lo que sí es verdad es que cuando terminamos palabras en “r”, como “Yoko Onor” eso viene de Chiquito. En cuanto a las expresiones manchegas, nos hizo mucha ilusión ver que eran utilizadas por gente de fuera, o palabras como gambitero o viejuno. Nos hace sentir muy orgullosos, nos da a entender que hemos conectado con la gente.

En España hemos pasado de los chistes de gangosos y mariquitas a un humor mucho más intelectualizado. ¿Eso lo determina el nivel de estudios del público en general?

Hemos intentado hacer humor con otros referentes. En España ha habido una tradición grandísima, y antes de la Guerra Civil había gente haciendo un humor muy sofisticado, como Jardiel Poncela o Ramón Gómez de la Serna. La generación inmediatamente anterior a nosotros fue de cuentachistes, algunos buenísimos. Nosotros trabajamos en un canal pequeño, donde nos permitíamos utilizar referencias muy freaks, y luego es verdad que el humor ha evolucionado. Ya no hay chistes de aquellos porque esos estereotipos se superan y el humor tiene que buscar otras cosas. No podemos reírnos de lo mismo que hace 30 años, cuando esta sociedad ha evolucionado tanto.

Ha terminado haciendo sátira política. ¿Es muy distinto?

En La hora chanante nunca hicimos sátira política, queríamos ir por otro lado. Hice parodia de políticos como la Thatcher y Gorbachov y Reagan, pero más por su papel de estadistas e iconos de los 80. Cuando me llamaron de El Intermedio me pregunté, ¿funcionará? Y funciona. A la gente le ha encantado la de Manuela Carmena, o Esperanza Aguirre, o como Puigdemont, que casi me detienen…

¿Es lo más pirandelliano que le ha pasado en la vida?

Sí, y kafkiano y surrealista. En el parque de Torrejón, un vecino creyó ver a Puigdemont y llamó a la policía para ver qué pasaba. Y llegaron seis nacionales.

¿Es fundamental el parecido físico en esas faenas?

Es importante que la caracterización sea muy lograda. He trabajado siempre con Nacho Díaz, que es un absoluto genio. Hablo mucho con él de las prótesis que voy a llevar, y llega un momento que, cuando estoy maquillado, veo al personaje en el espejo, y ya está. Otra cosa importante es hacerse la idea del perfil psicológico de la persona que voy a parodiar, cómo es, cuáles son sus debilidades…

… y cómo lo vemos, también.

Sí, sobre todo eso. Yo lo que hago es una parodia del personaje público, nunca utilizaría cosas privadas. Es una distorsión, poner al personaje ante el espejo cóncavo. Y puedo hacer a cualquiera, porque no imito la voz. Raúl Pérez, el imitador de Buenafuente, el mejor que hay ahora mismo, se lo tiene que currar. Yo, que soy un sinvergüenza, no [risas].

¿Y con los escritores?

Hemos hecho a Sánchez Dragó, a Pérez Reverte… y a Stephen King y Antonio Gala, muy al principio. Sánchez Dragó dijo que no había entendido nada, y que era lo peor que había visto en su vida, ¡y mira si habrá visto cosas! Es un halago. Pérez Reverte la ha visto y creo que le gustó. Lo retratamos con mucha hombría y mucha marcialidad.

El humor ahí, ¿funciona como ejercicio de desacralización?

«La comedia funciona muy bien para quitar solemnidad, por eso para el poder es tan sospechoso el humor»

Sí, en general la comedia funciona muy bien a la hora de quitar solemnidad a las cosas. Por eso para el poder es tan sospechoso el humor, porque lo ridiculiza. El escritor, por su trabajo, tiene esa aura de genio. Y hay mucha impostura entre los escritores. La escritura es un trabajo muy solitario, por eso la mayoría necesita el baño de multitudes.

¿Tiene algún tabú, algo con lo que nunca haría humor?

En general, creo que es mejor meterse con los poderosos que con la gente débil. No hay temas tabús, es el enfoque lo que hace que una broma sea afortunada o no.

¿Cree que en este tiempo de nuevas inquisiciones el humor vuelve a ser perseguido?

En general las redes crean un ruido ficticio. “Arden las redes” ¿De verdad? Cinco o seis, o incluso cincuenta comentando a la vez, son muy pocos. El problema de las redes es que igualan a la gente que tiene criterio con la que no lo tiene, o solo quiere molestar. Pero es bueno que expresen su opinión, y si les molesta algo, que lo digan. En mi caso, me aíslo de las opiniones, pero tengo mi círculo del que me fío. Si me dicen “Esta broma no funciona”, la cambio.

Cuando hay un atentado contra un periódico satírico, ¿los humoristas del resto del mundo sienten que va con ustedes?

«Con el miedo, la sociedad se vuelve más conservadora»

En Charlie Hebdo mataron a gente, eso sí que son los límites del humor. Y mataron por cuestiones religiosas, en el siglo XXI. ¿Cómo puede ser? Estamos viviendo un momento en que la libertad de expresión, muchas libertades, se están recortando. En los 80, cuando España era una democracia joven y la sociedad estaba acomplejada y queríamos ser modernos, había más libertad que ahora. Yo escuchaba grupos punkies que decían barbaridades y no pasaba nada. Ahora hay un retroceso en general. Con el miedo, la sociedad se vuelve más conservadora, y vemos normal que se persiga a raperos. Que puedes estar de acuerdo o no con lo que dicen y cómo lo dicen, pero no es un delito.

Ha parodiado a Trump, que hace poco consiguió que toda la ONU se riera de él. ¿Es dura competencia?

Es muy buen personaje para parodiar, pero llega un momento en que supera la parodia. Es un absoluto patán, alguien que no está preparado, y además es muy peligroso, porque ha normalizado un discurso del odio. Nos hemos acostumbrado a una desfachatez que hace poco era impensable. Se presentó hablando de un muro con México, de expulsar a los emigrantes. ¡Una de las mayores democracias del mundo! Es un disparate. Es un idiota.

Si un día siente que no hace gracia, ¿volverá a los lápices?

No creo que yo me vaya a cansar, pero puede que el público se canse de mí. Cuando eso pase, me dedicaré a dibujar y a escribir libros. Ahora estoy con una novela, ahí la llevo. Pero todos los guiones los escribimos nosotros, además de dibujar, que es mi vocación más temprana y algo que no puedo dejar. No tendré ningún problema en dejar la tele.

© Alejandro Luque | Especial para M’Sur

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