Crítica

A dios rogando

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 6 minutos

Chris the Swiss
Dirección: Anja Kofmel

Género: Documental
Intérpretes:  Megan Gay
Guión: Anja Kofmel
Produccción: Dschoint Ventschr, Nukleus
Duración: 90 minutos
Estreno: 2018
País: Croacia, Suiza
Idioma: alemán

 

Como sucede con todas las guerras, la de los Balcanes, en los albores de la década de los 90, atrajo por un lado a un buen montón de periodistas jóvenes y veteranos llegados de todas partes, ansiosos por explicar al mundo cómo se fragmentaba la antigua Yugoslavia; y por otro, a un número considerable de psicópatas, de esos que nunca faltan a la hora de practicar cacerías humanas y ejecuciones extrajudiciales. Ambos aspectos han sido relatados del derecho y del revés, con mayor o menor épica y con mayor o menor fidelidad hacia la verdad. Lo que no habíamos visto hasta ahora era el caso de un periodista que se convirtiera en psicópata. Pero haberlos, nos consta, los hubo.

Christian Würtenberg, Chris el Suizo, fue uno de esos periodistas que se desplazaron hasta Zagreb para cubrir el conflicto, a pesar de carecer de experiencia en el ramo. Se alojó en el hotel de la prensa internacional, sintió la inefable inyección de adrenalina reservada a quienes se juegan la vida para informar, contó como pudo cuanto vio y oyó. Tiempo después, el joven fue hallado muerto, vestido con un uniforme paramilitar.

Un cuarto de siglo después, su prima Anja Kofmel, que tenía diez años cuando ocurrió aquel drama, y que siempre vivió fascinada con la personalidad de Chris, se propone recorrer el viaje sin retorno de su pariente. Sigue su pista, reproduce sus pasos, habla con quienes le conocieron y trataron en aquel tiempo. Y, paralelamente, recrea a través de dibujos en blanco y negro que acabarán siendo animaciones algunas peripecias, estados de ánimo y hasta ensoñaciones que pudieron acompañar la fatal aventura.

En efecto, Anja no tarda en descubrir que su primo, llegado el momento, decidió colgar el bolígrafo y la cámara y tomar el fusil. Suele ocurrir a veces: la fascinación de las armas, la impotencia de ser un simple testigo ante las injusticias y atrocidades, la imperiosa necesidad de tomar partido, acaso la adicción a esa misma adrenalina, hace que algunos tomen ese camino.

Chris ecidió colgar el bolígrafo y la cámara y tomar el fusil: la fascinación de las armas

Sin embargo, Chris el Suizo no fue precisamente el psicópata sobrevenido al que me refería al principio. Por el contrario, tuvo la desgracia de toparse con uno de diagnóstico agudo, y de caer bajo su influjo. Eduardo Rózsa Flores, Chico, es uno de esos personajes de los que, de pertenecer a la ficción literaria, diríamos que se le fue la mano al autor. ¿Recuerdan al desaforado Limónov de Emmanuel Carrère, turista del horror de Sarajevo? Pues casi me atrevería a decir que se queda chico al lado de este periodista y poeta, actor y cineasta boliviano, hijo de padre húngaro de origen judío, forjado como soldado en los Balcanes y andando el tiempo terrorista acusado de atentar contra el presidente Evo Morales, lo que le sirvió en bandeja la muerte en 2009, durante un confuso tiroteo con las fuerzas armadas de su país.

He leído en alguna entrevista que el propósito de la directora, que presentó este trabajo en el último Festival de Sevilla, no es tanto hablar de los Balcanes como reflexionar sobre la sinrazón de la guerra y todo eso, tal vez para acallar las manipulaciones que en Croacia se han intentado practicar sobre la cinta, incluso por parte de gente que ni siquiera ha llegado a verla. Pero el resultado final deja otro tipo de consideraciones para rumiar con calma.

En este documental, Rózsa es señalado claramente como responsable de la muerte de Würtenberg. El boliviano estaba al mando del contingente de periodistas –hasta 300 según algunas fuentes– que decidieron vestirse de caqui y recibir instrucción militar en la Croacia convulsa de aquel momento. También queda patente que aquellos pelotones entraron muy pronto en la dinámica de crueldad inenarrable que marcaría la lucha por la independencia de aquel territorio: mujeres, niños, cualquier objetivo fue bueno para calmar la sed de sangre que caracterizaba a la mayoría.

Las diferentes iglesias no solo toleraron aquella sangrienta guerra civil, sino que la apoyaron

La memoria viva, celosamente conservada, de los enfrentamientos entre ustachas croatas y chetniks serbios durante los años 40 alentó sin duda el extremismo, pero también se apunta hacia una cuestión fundamental: Rózsa, afín al Opus Dei, recibió financiación de fuentes católicas para resistir a Belgrado, con el presumible visto bueno de Juan Pablo II, aquel papa obsesionado con acabar a toda costa con el comunismo, y que nunca en sus visitas a territorio yugoslavo se dignó a condenar las matanzas ni los campos de concentración perpetrados bajo el signo de la cruz. La teoría de que Chris fue eliminado precisamente porque pensaba explicar en un libro estas escandalosas alianzas acaba resultando más que plausible.

Hoy sabemos que las diferentes iglesias sobre el tablero no solo toleraron por omisión aquella sangrienta guerra civil, sino que la apoyaron muy a conciencia, aportando medios, bendiciones y gasolina a granel a aquel fuego devastador. Que el psicópata Chico, como se ha documentado, acabara con el tiempo convirtiéndose al islam no deja de ser una ironía más de aquel juego demencial.

Con Chris the Swiss, Anja Kofmel no solo restituye la memoria de su primo. También nos invita a no olvidar que no hace tanto, aquí al lado, en la mismísima Europa, el viejo ejercicio de vivir a dios rogando y con el mazo dando destruyó un país, diezmó a su población, arrasó pueblos y ciudades. Muchos de los cómplices de aquel desastre están muertos, otros se han sentado en el banquillo. Pero otros muchos quedan impunes, quién sabe si dictando aún doctrina desde los púlpitos, vigilando de reojo a la siempre frágil paz del mundo.

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