Crítica

Al otro lado de la puerta negra

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 4 minutos

Mohsin Hamid
Bienvenidos a Occidente

Género: Novela
Editorial: Reservoir Books
Páginas: 172
ISBN: 978-84-16709-88-5
Precio: 17,90 €
Año: 2017
Idioma original: inglés
Título original: Exit West
Traducción: Luis Morillo Fort

Una novela sobre refugiados. Sí sí, esos refugiados de un país árabe, o musulmán, o algo así, que se hunde lentamente en la guerra, y a los que un día no les queda más remedio que echar el cierre a su existencia y encaminarse a Occidente. Como tantos otros. Como demasiados otros.

¿Usted se espera un drama de caminatas, lanchas neumáticas que se hunden, acampadas en bosques nevados ante las alambradas, gente muriéndose por el camino? Usted se espera una versión en papel de Nacido en Siria, confiéselo.

Pues no: Mohsin Hamid (Lahore, 1971) se salta la larga marcha de los refugiados con elegancia de prestidigitador. Nos cuenta el antes y el después, deshaciéndose del camino con un truco de magia que sabemos que es imposible pero que, como todo buen truco de magia, nos deja convencidos de que es real. Mohsin Hamid abre una puerta oscura en un barrio de Alepo y al otro lado está Londres. Y ahí van Nadia y Said…

Nadia y Said viven en una ciudad que podría ser Alepo o también Bagdad, o incluso – si esto fuera otra década – el Beirut de los años 80 o quizás, dios no lo quiera, de los años 2020. Una ciudad que se fagocita a si misma y donde una especie de yihadistas van tomando el poder hasta hacer el aire irrespirable, entre morteros y bombas. Said trabaja en una agencia de publicidad, Nadie en una empresa de seguros. Él es un chico educado, formal, vive con sus padres. Ella conduce una moto, vive sola, fuma canutos y escucha soul. Pero viste una túnica negra, como si fuera religiosa. “Para que me dejen en paz”, dirá. Ella querrá follar, él, casarse.

Traza una Europa oscura, distópica, casi irreal. Solo casi. En este casi reside su grandeza

La historía de un amor difícil – no sería imposible en tiempos de paz – se vuelve más difícil en un Londres tomado por los refugiados. Tomado en el sentido literal: hay barrios enteros en los que solo hay africanos, asiáticos, gente de países mediterráneos en guerra, todos aquellos que surgen de las puertas oscuras. La policía los sitiará, habrá disparos, habrá asociaciones de ayuda, intentos de reasentamiento. Mohsin Hamido traza una Europa oscura, distópica, casi irreal. Solo casi. En este solo casi reside la grandeza de la novela.

Llegados a California, el amor flojeará, y un poco también lo hace la novela. Tenemos la impresión de que el autor no supo muy bien a qué destino llevar a sus protagonistas, que es exactamente lo que suele ocurrir en la vida misma, así que deja que el relato se vaya desmadejando como un trozo de alfombra vieja que aún conserva un rato los dibujos tejidos, pero ya cada vez menos.

No, el final no está a la altura del principio, pero quizás solo porque el principio está a la altura de las grandes, las muy grandes novelas del año. Quizás sea la primera novela – en todo caso, la primera que conozco – que toma el barro del que están hecho los refugiados, los de nuestra década, los de Siria y aledaños, los que han ocupado nuestras pantallas de televisión y los discursos de nuestros políticos durante un tiempo que nos parece ya eterno, y le da forma para crear una escultura de bellísima factura.

Bellísima digo, aunque sencilla, casi simplona en lo que se refiere al lenguaje. La traducción de Luis Murillo Fort se adivina pegado al original, casi trasluce el inglés aún. Solo que en castellano, claro, la buscada simplicidad de sintaxis básico y vocabulario reducido no nos produce, me temo, el mismo efecto que en inglés, idioma en el que podría sonar, seguramente, hermoso.Y todo sea dicho, Exit West (quizás: Próxima salida: Occidente) es un título mejor que el de la versión española.

La simplicidad, por cierto, se extiende a los planteamientos: los elementos se lanzan, son así; a nosotros la tarea de decidir si queremos reflexionar. Al final nunca nos enteraremos por qué Nadia insistía en llevar la túnica negra.
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