Crítica

Odisea visceral

José Martínez Ros
José Martínez Ros
· 4 minutos

High Life
Dirección: Claire Denis

Género: Largometraje
Guion: Claire Denis, Jean-Pol Fargeau, Geoff Cox
Intérpretes:  Robert Pattinson, Juliette Binoche, Mia Goth, André Benjamin, Lars Eidinger, Agata Buzek, Claire Tran
Produccción: Alcatraz Film – Pandora Film
Duración: 110 minutos
Estreno: 2019
País: Coproducción Francia – Alemania – Reino Unido – Estados Unidos – Polonia
Idioma: Inglés

 

High Life es la primera incursión de la francesa Claire Denis (1946), una de las directoras más apreciadas del cine europeo por la crítica internacional, en la ciencia-ficción, pero no la primera vez que experimenta con un género popular: ya vimos su muy particular versión del cine terror vampírico en Trouble Every Day (2001) y del noir en Los canallas (2013).

Eran unas películas que, probablemente, despertarían rechazo o sumirían en abismos de tedio a la mayoría de los espectadores que disfrutan con el terror o el policíaco, y con razón; pero, en gran parte, la gracia –o la total ausencia de la misma- de esas cintas residía en su orgullosa negativa en aceptar los códigos impuestos por el cine comercial y su decisión de actuar a la contra. Ahora nos lleva al espacio, con un variopinto reparto internacional –Robert Pattinson, Juliette Binoche, Mia Goth, Lars Eidinger- sin renunciar a lo que podríamos llamar la radicalidad de su visión; de hecho, la acentúa.

Por ese motivo, a pesar de que la película nos pueda parecer, a ratos, pedante, cansina, estrafalaria o, incluso, en determinadas escenas, ridícula, al final de la proyección quedamos, en cierto modo, complacidos. Nos alegra que en 2019 se puedan continuar estrenando películas así, capaces de ignorar con tal complacencia en sí mismas las expectativas de un espectador medio.

High Life nos sitúa en un futuro en que se utiliza a presos y marginados para hacer experimentos en el cosmos. En una de estas naves viaja una tripulación de jóvenes outsiders, liderada por una doctora, con el rostro de la Binoche –a medio camino entre la Maléfica de Disney y el doctor Moreau de La isla del doctor Moreau-, que los utiliza como conejillos de indias, obsesionada con conseguir, cueste lo que cueste, que se reproduzcan en el espacio. Por otro lado, el objetivo de la misión es, oficialmente, intentar extraer energía de un agujero negro situado a gran distancia de la Tierra.

Si el argumento no parece tener mucho sentido, no se preocupen: no tiene ningún sentido

Si así contado, el argumento no parece tener mucho sentido, no se preocupen: en realidad, no tiene ningún sentido ni está atado a ninguna lógica, y a la película le da igual: es un simple, vaguísimo, pretexto para presentarnos una serie de situaciones, a cada cual más extraña, turbia, sórdida o inaudita. Entre las cuales hay que destacar cierto desahogo sexual del personaje interpretado por Binoche, que difícilmente ningún espectador de la película olvidará.

High Life es una muy particular descendiente, es fácil, deducirlo, de dos iconos de la ciencia-ficción cinematográfica, en su vertiente más filosófica y prestigiosa: del 2001 de Kubrick y de Solaris de Tarkovsky. Carece del aliento visionario y del poderío intelectual de la primera; y de la poesía y el angustiado romanticismo de la segunda.

Denis sustituye esos elementos cuya ausencia le impide alzarse a la altura de sus modelos, y remotos progenitores, por una tremenda visceralidad: hace tiempo que no veíamos una película, saliendo del gore, que expresara tal deleite visual por los fluidos corporales, por la sangre, el semen, la leche materna… y por los sentimientos más primarios: el deseo, el miedo, el amor paterno. Y, en cierta forma, consigue que High Life, a nivel de experiencia, funcione. No transmite ningún mensaje, porque para hacerlo tendría que ser mínimamente inteligible, cosa que se niega obstinadamente a ser, pero nos deja escenas, momentos, de una desconcertante fuerza. Tal vez, para muchos, incluso conmovedores.

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