Opinión

Tú llora, que yo me solidarizo

Sanaa El Aji El Hanafi
Sanaa El Aji El Hanafi
· 3 minutos

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Un profesor marroquí se vanagloria en las redes sociales de las clases particulares que imparte a decenas de alumnos y que le han permitido ganar una gran suma de dinero. Inmediatamente después de que se difundiera el vídeo, las autoridades proceden a cerrar las aulas en las que impartía las clases particulares. El profesor aparece en una nueva cinta de vídeo, lloriqueando por la injusticia sufrida.

Este suceso nos confronta con varios aspectos contradictorios.

En primer lugar, la difusión pública de las clases particulares de esta forma flagrante es una nueva muestra del continuo fracaso de las instituciones educativas en nuestro país, que se derrumben cada día más. Incluso los alumnos de la enseñanza privada, que dependen de que sus padres puedan gastarse importantes sumas de dinero en la educación de sus hijos, se ven en muchos casos obligados a acudir a clases particulares, en una especie de juego mafioso en el que participan muchos profesores.

Son mafias… y expresan, a su vez, el fracaso del Estado a la hora de ofrecer una enseñanza digna a los ciudadanos.

Pero este no es el único aspecto del asunto.

El otro aspecto, profundo y peligroso, es el volumen de solidaridad que recibió el profesor, simplemente por ponerse a lloriquear ante las cámaras.

¿Qué enseñanza puede ofrecer si él mismo necesitaría que alguien le corrigiera el lenguaje?

Claro, frente a algunos medios de comunicación a las que no les interesa debatir de forma seria los diferentes aspectos de la cuestión, porque solo les interesa centrarse en el ‘buzz’, es decir la difusión amplia de cualquier tipo de escándalos… frente a este tipo de medios de comunicación no podemos esperarnos ninguna pregunta crítica.

Ni preguntas respecto a la existencia de las clases particulares como tal, que constituyen una especie de explotación de las necesidades de los alumnos y sus familias. Ni tampoco preguntas respecto a los métodos de enseñanza que empleaba ese profesor y que se basaba, según afirma la mayoría de quienes acudieron a las clases, en la repetición y la memorización de contenidos. Es decir, convirtiendo a los alumnos en loros.

Ni tampoco respecto a las aulas en las que ese profesor impartía sus clases y que parecen terriblemente abarrotadas y para nada pedagógicas. Ni respecto a los errores de idioma que cometía tanto al hablar frente a los alumnos como cuando se dirige a los medios de comunicación… ¿Qué tipo de enseñanza puede ofrecer a los estudiantes si él mismo necesitaría que alguien le corrigiera el nivel de lenguaje?

En resumen: nosotros nos solidarizamos con cualquiera que se ponga a lloriquear ante las cámaras. Aunque esté equivocado. Aunque vulnere la ley.

Nos solidarizamos con estas personas solo porque son pobres o aparezcan como débiles. Cuando nos deberíamos solidarizar con las verdaderas víctimas.
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© Sanaa El Aji | Primero publicado en MC Doualiya · 4 Feb 2019 | Traducción del árabe: Ilya U. Topper

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