Opinión

El amor no es marroquí

Soumaya Naamane Guessous
Soumaya Naamane Guessous
· 9 minutos

opinion

Casablanca | 1996

 

Estas son las palabras del amor, en árabe clásico, según Ibn Kayyim al Yauzía en Raudat al muhhibbin (El jardín de los amantes):

• Alâqa: Relación
• Araq: Insomnio
• Balâbil: Tormentos
• Ch’af: Sufrimiento
• Chaghaf: Deseo
• Chayan Angustia
• Chayu: Pesares
• Chawaq: Nostalgia-deseo
• Da’mukhâmir: Afecto sin respiro
• Danaf: Enfermedad crónica
• Futûn: Desorientación bajo el efecto de la seducción
• Ghamarât: Desbordamiento
• Gharâm: Pasión
• Hanin: Nostalgia
• Hawâ: Enamorarse
• Hurqa: Quemadura
• Huyâm: Transmitir amor
• Huzn: Tristeza
• Ichq: Amor apasionado
• Ikti’ab: Melancolía
• Istikâna: Apaciguamiento
• Jahal: Confusión mental
• Jilâba: Hechizo
• Jil·la: Amistad profunda
• Kalaf: Prueba
• Kamad: Amor sofocado
• Kulm: Lugar cariñoso
• Lâ ‘iy: Afecto doloroso
• Lahaf: Codicia
• Law’a: Amor palpitante
• Lumam: Transgresiones menores
• Miqah: Apego considerado
• Rasis: Fiebre
• Sabâba: Delicadeza y ardor del sentimiento enamorado
• Sbwa, sabâ: Afición por las mujeres jóvenes
• Sadam: Afecto seguido de abatimiento
• Suhd: Insomnio
• Ta’abbud: Adoracion
• Tabâla: Aniquilación por languidez
• Tabarih: Rigores
• Tadlïh: Estupor y sinrazón
• Taraium: Estar sujeto al éxtasis
• Wahl: Temores
• Wayed: Vehemencia del amor
• Walah: Estupor
• Wasb: Mal crónico
• Widd: Pureza y delicadeza.
• Yunûn: locura

¿Qué es el amor?

Se lo pregunté a mi hija Ilham, de 9 años, y ella respondió, con toda su inocencia: Es cuando una mujer ve a un hombre y su corazón comienza a latir muy fuerte. Ella se convierte a una persona feliz, se vuelve más guapa y sueña con estar siempre con él.

El amor es una energía, una fuerza motriz que, si bien puede ser devastadora, también puede ser el origen de una metamorfosis que levanta al amante, lo estimula y le hace ver la vida de color rosa. El amor, dice Ali Ibn Hazm, muestra al hombre en colores agradables lo que antes le disgustaba. Incluso transforma el carácter innato y las disposiciones naturales.

El amor es una llama que recorre el cuerpo dormido para prenderle fuego, abrasarlo con una emoción sin la cual la vida sería triste, sombrío. Lo que hace que Montaigne diga que «el amor es una agitación despierta, animada y alegre».

Gracias a esta emoción, el amor puede hacer milagros: «Oh eterno milagro de un deseo de amor; de repente mi corazón inerte comenzó a arder en medio de esta tormenta», dice Monteverdi. Si el amor es energía, si opera una metamorfosis que puede animar al ser más triste, es que es indispensable. ¡Y qué triste es vivir sin amor y morir sin haberlo probado!

Cuanto menos se miran los componentes de una pareja, más larga ha sido su vida en común

Fatima Mernissi, en un hermoso ensayo sobre el amor, nos cuenta que Ibn Qayyim al Yauzía (siglo XIV), en uno de los tratados más valiosos sobre el amor (Raudat al muhhibbin, el jardín de los amantes) da una lista de 51 palabras para nombrar el amor. La lengua árabe, que se expresa con un léxico tan variado, solo puede reflejar la importancia de este sentimiento en la cultura a la que pertenece. Es cierto que el amor ocupa un lugar de elección en la literatura árabe-musulmana, que se ha dicho y cantado en todos los modos y en todo momento. Pero, ¿significa esto que, en la vida cotidiana, el amor se expresa verbalmente? Confieso que muy rara vez he podido presenciarlo.

¿Cómo aparece el amor? La situación ideal es aquella en la que las dos personas, que arden con la misma llama, encuentran un respiro solo cuando están juntas. Los signos que hacen posible detectar el amor que siente una pareja residen en la mirada, y no hay nada más tierno que la mirada de los amantes cuando sus ojos se cruzan y se ahogan en las profundidades de sus pupilas, en una intensa admiración mutua. Las parejas que conozco o que observo ya no se miran. Se hablan mirando a otro lado. Cuando veo a un hombre y una mujer hablando entre ellos, mirando uno al otro a los ojos, estoy segura de que acaban de conocerse. Y cuanto menos se miran los componentes de una pareja, más larga ha sido su vida en común.

El amor se detecta a nivel de los gestos: estar enamorado es buscar un contacto permanente con la persona amada, por las manos, por las caricias. Algo que veo muy raras veces entre las parejas en el parque o en el cine. Y no tardo en darme cuenta de que estas parejas pertenecen al grupo de estos infelices que no tienen nido ni refugio para convertir su amor platónico en una unión física. Las parejas legítimas solo se tocan en la cama durante el deber conyugal por la noche. El pudor prohíbe cualquier manifestación externa de amor en público.

El amor también se expresa de forma verbal: con palabras tiernas y dulces como «cariño» o «querido». Pero son palabras que escucho tan raramente que incluso chocan mi oído no acostumbrado.

Ningún hombre que conozco me ha hablado nunca del amor que puede sentir por una mujer

Finalmente, el amor, si se puede detectar en las actitudes de la pareja, también lo puede expresar un hombre o una mujer por separado, frente a una tercera persona. Muy pocas mujeres me han hablado sobre qué sienten por este o por aquel, y en un lenguaje tan pobre que me pregunto si los términos de los que dispone el dialecto marroquí permiten expresar este sentimiento.

En cuanto a los hombres, ninguno de los que conozco me ha hablado nunca del amor que puede sentir por una mujer, ni de la alegría o del sufrimiento que resulta de ello. En nuestra sociedad, el amor es una debilidad para el hombre. ¿Cómo podría un hombre viril reducirse hasta el punto de amar? Y si cede al amor, no debe expresarlo ni mostrarlo. Su entorno lo tratará de débil, de cobarde. Si se atreve a mostrar su grado de amor en público, es porque una mujer lo ha hechizado.

Un hombre no tiene derecho a expresar su amor. El amor lo coloca en una situación de debilidad ya que emana del corazón. ¿Cómo puede un hombre digno de ese nombre permitir que se exprese su corazón cuando la sociedad le pide que se imponga por los músculos y la fuerza de la virilidad, la que simboliza la autoridad del hombres sobre las mujeres? ¿Cómo puede un hombre expresar su amor a una esposa, visto que este sentimiento hace surgir el diálogo? El diálogo se opone a la fuerza, al poder.

El amor no puede concebirse en el contexto del matrimonio: primero, porque las parejas se casan más por la razón que por el amor, y luego porque el marido debe ser dominante. E incluso si al comienzo de la unión, y con un exceso de entusiasmo, muestra sus sentimientos, ¿no se suele decir que estos no duran más que «los siete días de los albaricoques»? Los albaricoques no se conservan durante mucho tiempo.

El amor fuera del matrimonio tiene más oportunidades de existir y de expresarse. La jovencita, arrebatada por el encanto de un hombre, puede confiar su inclinación a una tercera persona y soñar con un romance. Sin embargo, a menudo evitará expresarlo frente al principal interesado, ya que las mujeres que han educado a la niña le han enseñado que el amor es algo proscrito y rechazado. A la mujer enamorada que se atreva a admitirlo públicamente, se la ridiculiza: «La pobre, está maz’uta«: significa que la chica enamorada es imprudente.

Las chicas aman, pero no pueden darse en cuerpo y alma, ya que el sexo está prohibido

La mujer prudente debe endurecer el corazón y tener en cuenta que una relación con un hombre nunca es sostenible. El hombre es ingrato, dicen las mujeres, no se puede poseer su corazón durante mucho tiempo. E incluso si el hombre, por un milagro, le confiesa a una chica que la ama, ella permanecerá en guardia: esta es solo una forma de conseguir que ella transgreda el tabú sexual. Y la realidad está ahí para demostrarle a las chicas que a menudo el hombre que dice estar enamorado deja de amar después de probar las delicias del amor físico. Las jóvenes están convencidas de que su amor es más cerebral que físico, a diferencia del de los hombres.

Por lo tanto, las chicas se enfrentan a un dilema: aman, pero no pueden darse en cuerpo y alma, ya que el sexo está prohibido fuera del matrimonio. Pero a veces no pueden negarse a un amante provisional que, según ellas, solo busca sexo, por temor a que desaparezca. El discurso de los jóvenes molesta a las chicas: “Te quiero, pero también necesito hacer el amor, porque soy un hombre y no puedo vivir sin hacerlo. Si te niegas, iré con otras chicas”. Son detalles que la sociedad silencia, ya que permite y alienta la sexualidad masculina prematrimonial al tiempo que condena la de las chicas.

Las jóvenes experimentan esta situación como una injusticia que tiene consecuencias adversas en los impulsos de su corazón. Es más, esta situación crea una desconfianza entre las chicas respecto al amor que un hombre pueda expresarles. Las jóvenes, cuando aman, piensan en una unión armoniosa y duradera. En su mente, el amor no puede ser una llama que se extinga tras algunos actos sexuales, sino un sentimiento que debe consolidarse con los lazos del matrimonio.

De ahí este discurso masculino: «Las chicas jóvenes son pegajosas: les hablas del amor y de inmediato piensan en el matrimonio. Por eso, más de un chico se abstendrá de decir «Te quiero», incluso cuando su educación no le haya arrebatado el valor de decirlo.

[Continuará]

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© Soumaya Naamane Guessous | Primero publicado en Femmes du Maroc · 1996 | Traducción del francés: Amine Zekraoui

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