Opinión

El amor no es marroquí (II)

Soumaya Naamane Guessous
Soumaya Naamane Guessous
· 8 minutos

opinion

Casablanca | 1996

 

Continuación de la columna El amor no es marroquí.

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¡Amor y fidelidad son incompatibles entre los hombres! Así lo creen las chicas: lo que más las desalienta es que incluso cuando se dejan convencer de que vale la pena unir el amor físico al cerebral para poder satisfacerse a sí mismas y a su chico, este, muy a menudo, acaba abandonándolas para buscarse otra chica con la que ensayar el mismo discurso.

Pero la joven no considera que la llama de su antiguo amor simplemente se haya extinguido. Ella cree que fue rechazada después de ser utilizada. «Todos los hombres son unos cabrones: te hacen creer que te aman, y cuando les cedes tu cuerpo, te decepcionan y te dejan”. Peor aún, no es raro que presuman ante sus amigos de haber conquistado a tal o cual chica. Y las repercusiones son graves porque, a menudo, estos hombres que han compartido unos buenos momentos con una mujer la considerarán después una chica fácil y ligera de cascos.

Y cuando quieran casarse –dicen las chicas– no buscarán a la joven a la que declararon su amor sino a las señoritas de » buena familia», vírgenes, a las que los ha presentado su madre o su entorno. Esta situación confusa, en la que los hombres llevan ventaja, hace que las chicas desconfíen de las confesiones de los hombres y no olviden lo que se les inculcó desde una edad temprana: un hombre no puede amar mucho tiempo a la misma mujer.

Una chica que no se ha casado a tiempo se siente devaluada: no ha podido adquirir el estatus de esposa

Cuando buscan casarse, las jóvenes se comportarán, así, de manera «prudente» y «razonable» y elegirán al futuro esposo según criterios «realistas». Buscarán basar su unión en «valores seguros», diferentes de los del amor. Además, cuando una chica no se ha casado a tiempo, se siente devaluada. A su alrededor, todo le recuerda que no ha podido adquirir el estatus de esposa. La palabra bayra, en el dialecto marroquí, designa a las solteronas. No hay peor insulto que oírse nombrar así. Para evitar esta etiqueta, muchas chicas, ya consideradas como bayra, aceptarán al primer llegado como marido, sin pensar siquiera en el amor.

De todas formas se supone que el amor se desarrollará ya una vez casados. Es por lo tanto un amor-costumbre, fruto de la convivencia, diferente del amor espontáneo.

¿Podemos hablar de amor en una pareja polígama? Aunque este fenómeno está en vías de desapareción solo se da un hogar entre cien, sigue planeando como un espectro sobre la serenidad de la esposa. ¿Cómo puede amar a un hombre y creer en su amor si él puede tomar una segunda esposa?

Finalmente, un último elemento que hace que la esposa no pueda realmente expresar su amor a su marido es la facilidad con la que el hombre puede poner fin al matrimonio: la decisión de divorciarse es un derecho que se otorga únicamente al hombre, con la excepción de Túnez, que está muy por delante de los demás países árabo-musulmanes. El hombre puede romper el vínculo conyugal sin que la esposa tenga derecho a oponerse. De ahí la desconfianza de las mujeres: siempre deben permanecer vigilantes *).

El amor no puede existir en una pareja en la que reinen la desconfianza y la inseguridad. Las mujeres permanecen a la defensiva. Y esto no juega a favor del clima sano y armonioso en el que debe nadar el amor.

¡El amor no es eterno! Pocas parejas se amaban antes de casarse. Pero muchos matriomonios verán agonizar este vínculo. El hábito mata al amor, dicen. ¿Pero es el hábito el único responsable?

Tras el primer bebé, la mujer-amante cambiará de repente su papel por el de esposa-madre

De hecho, si los fuegos del amor se consuman rápidamente, es sobre todo a causa de cierta actitud de la esposa: ella considera el amor de su marido como algo que ha adquirido para toda la vida, de manera que ya se puede despojar del papel de seductora que se le había asignado. En nuestra sociedad, si el marido debe ser amable y generoso, la esposa debe retenerlo gracias a la seducción. Pero muchas esposas se descuidan a sí mismas y consideran que la seducción se detiene después del matrimonio o después del nacimiento del primer hijo. A menudo, la llegada de este bebé marca el comienzo de la decadencia del amor: la mujer-amante cambiará repentinamente su papel para dedicarse al de esposa-madre.

Desmoronándose bajo las cargas domésticas, las mujeres se olvidan de sí mismas. Otras piensan que el esfuerzo de seducción debe ser mutuo. Pero la sociedad prevé que sea la mujer la que seduzca al hombre y no viceversa. El hombre no está hecho para expresar su amor ni para amar, sino para que lo seduzcan y lo mimen. Puede desear, pero sin obligación de amar.

Muchas mujeres se indignan cuando se les habla del amor de los hombres. «Los hombres no saben amar, lo que quieren es hacer el amor y no sentirlo», dicen.

El hombre es víctima del mito de la virilidad, inventado quizás por los hombres para consolidar su poder sobre las féminas. ¡Pero son las mujeres quienes perfeccionan y preservan este mito! La educación de los niños llevan a cabo las madres, que dan forma al hombre. Lo preparan para ser poderoso, con autoridad sobre sus hermanas, mientras se vaya haciendo adulto, y entonces tendrá la misma relación con las mujeres, una relación de maestro y esclavas. «Sé un hombre», le dicen al niño que llora o se queja de dolor, como si el hombre no tuviera derecho a expresar sus sentimientos. La sexualidad masculina es la única manera de expresar las emociones a través del cuerpo, ya que no las puede expresar con palabras.

El niño educado en el mito de la virilidad tendrá con las mujeres una relación de maestro y esclavas

Por lo tanto, no sorprende que las mujeres se quejen de que su marido no sea generoso en el amor, es decir durante el coito. ¿Cómo podrían, cuando su educación y la noción de hombría los empuja a considerar el acto sexual como una hazaña? El objetivo de la relación sexual llega a ser el acto en sí, no la calidad ni el intercambio de cariños. Cuanto mayor es el apego de una sociedad a la virilidad, más se le priva de ternura al acto de amor, hasta convertirse en un acto puramente animal, desprovisto de amor.

Teniendo en cuenta todo lo dicho, ¿deberemos proclamar el luto por el amor y concluir que este sentimiento noble ha desaparecido para siempre de nuestras sociedades?

Creo que sería más realista concluir que los hombres y las mujeres a menudo se han sentido unidos por un sentimiento que no podemos realmente llamar «amor», pero que existe otra forma, a saber, el afecto que nace de una larga vida juntos. Tal vez los criterios que utilizamos para identificar el amor no son comunes a todas las personas.

Lo que es seguro es que cuanto más jóvenes son las mujeres, más reclaman amor a su pareja. La virilidad y la fuerza muscular ya no parecen ser parte de los requisitos de las chicas: ahora sueñan con hombres con un corazón tierno. Hombres que son capaces de expresar sus emociones, también durante el acto sexual, el que debe dominar el amor.

El amor siempre ha sido una fuerza y una energía que une. Así que el amor es hoy más que nunca indispensable para cualquier pareja.

¿Hay mayor placer que sentirse amado, devorado por las olas de la pasión, arrastrado por su torbellino y escuchar en el lóbulo de la oreja una voz cálida y palpitante que susurra: «Te quiero»?

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* La reforma del Código de la Familia marroquí en 2004 otorgó a las mujeres el derecho a obtener el divorcio y facilitó el proceso (Nota de la autora).

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© Soumaya Naamane Guessous | Primero publicado en Femmes du Maroc · 1996 | Traducción del francés: Amine Zekraoui

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