Entrevista

Leo Bassi

«El fascismo da miedo, pero es más frágil de lo que parece»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 11 minutos
Leo Bassi, caracterizado como Mussolini (2019) | Foto promocional

Sevilla  |  Abril 2019

Después de haberse autoproclamado Papa y de haber protagonizado mil y una situaciones cómicas y perturbadoras –según los gustos–, Leo Bassi (Nueva York, 1952) vuelve a la carga metiéndose en la piel nada menos que del Duce. Yo, Mussolini, se estrena este viernes en el teatro TNT de Sevilla, y los días previos los vive “con mucho estrés, porque yo no trabajo a nivel teatral: soy visceral, las ideas de mis espectáculos nacen de instintos profundos. Y en este caso tengo que sentirme totalmente Mussolini”, asegura. Es un viaje que da miedo, y a la vez es extraordinariamente intenso”.

¿Por qué volver sobre Mussolini, ahora?

La respuesta es evidente: en todos los países, España, Italia, Brasil, hay un auge de la extrema derecha y del fascismo. ¿Qué está pasando, cuál es el significado de esta epidemia, por qué se transmite a continentes enteros? Como dije antes, mis espectáculos son visceral, y este nace de una pregunta visceral. Mussolini fue el primer fascista, y tocaba preguntarse quién fue, y el por qué de esta vuelta.

¿Ha descubierto, a través del proceso de creación, cuáles son esos porqués?

«Chaplin ridiculizaba, yo no. Yo quiero desmontar el fascismo, ver cómo podemos superarlo»

Hay muchas razones, evidentemente. Una ha sido la incapacidad total de la izquierda para asumir la caída del muro y de la Unión Soviética. En política, los procesos a veces se extienden a lo largo de 30 años, y en este caso tenemos a una generación que sigue presa del pasado. Por otro lado, hay un aburrimiento general de estas vidas virtuales que llevamos hoy día, una necesidad de algo más fuerte y excitante. Y eso es lo que les promete la extrema derecha.

La idea de un cómico encarnando a un dictador nos remite de inmediato a Chaplin, ¿Es un referente ineludible? ¿Ha tenido otros en los que mirarse?

Chaplin es por un lado fundamental, sí, y por otro no. Tuvo la valentía de enfrentarse a los problemas de aquella época, es la encarnación del payaso, del bufón, que no tiene miedo en medio de la II Guerra Mundial. Pero lo que yo quiero hacer no tiene nada que ver. No es una sátira. Chaplin ridiculizaba, yo no. Yo quiero desmontar el fascismo y ver cómo podemos superarlo. Da miedo, pero es más frágil de lo que parece.

¿Se siguen parecen los dictadores de hoy a los de entonces?

Esta es una segunda generación. La primera, como suele decirse, era una tragedia, esta es una farsa. Mussolini, Franco, Stalin, vienen de una enorme conflagración. Eran soldados, muchos habían visto morir a miles de personas por voluntad de los banqueros en la I Guerra Mundial, y había nacido en ellos un odio al sistema. Es gente que ha aprendido a matar a otros, hasta que se convierte en algo tan sencillo como matar un conejo. Los de hoy, en cambio, son los hijos de los videojuegos. Son tiranos de pacotilla, pero hay que vigilarles. El fascismo es una caja de Pandora de los instintos: cuando se abre, es muy difícil devolverlos a su lugar.

Como ha mencionado usted, detrás de cada dictador hay intereses económicos. ¿Eso ocurre también en la actualidad?

Claro, no podemos olvidar que en los años 30, Mussolini y Hitler eran los héroes de los banqueros, del poder económico, frente al comunismo. Todas las grandes riquezas tienen miedo de los bolcheviques, de que la Revolución Rusa lo infectara todo. Ahora los dictadores son los malos de la película, y los banqueros los que reescriben la Historia. Y hay mucha censura, ¿quién controla esa censura? Los mismos poderosos de antes, que utilizan a los dictadores como títeres.

Quienes han votado a la extrema derecha en Andalucía no son solo señores mayores con bigotillo y señoras conservadoras…

«Si tu vida consiste en exaltar a tu equipo de fútbol, te aburres. Entonces Vox habla, asusta y llama la atención»

Por eso hago mi estreno en Sevilla, me divierte hacerlo en la región donde han tenido su primera victoria. Y no, muchos son chicos hipsters. Creo que a la gente en general le falta exaltación. Si toda tu vida consiste en exaltar a tu equipo de fútbol, te aburres. Entonces Vox habla y asusta, y llama la atención. Pero creo que Vox es también un fruto de la frustración machista, del modo en que el feminismo está poniendo en duda la masculinidad clásica. Y de problemas como la inmigración, Cataluña, donde no dudan en echar gasolina al fuego.

Es curioso, porque se hace un mundo de un asunto, el de la inmigración, que en España sigue siendo mínimo en comparación con otros países europeos, ¿no?

Sí, se mezcla la idea de la Reconquista, la lucha contra el islam, que toca fantasmas interiores muy arraigados. Los instintos, ya digo, son la caja de Pandora. Hay pocos marroquíes en España, pero ves uno por la calle y se despiertan luchas ancestrales. Y si la izquierda trata de luchar con argumentos racionales, ha perdido. Hay que combatirlos con otros argumentos radicales. Y el humor es uno.

Esta vez, sus críticas a la Iglesia quedan en segundo plano. Mussolini era ateo…

Así es. He estudiado muchísimo para este espectáculo, y se ve muy bien cómo Mussolini, aunque no era creyente, negocia con la Iglesia, porque es consciente del enorme poder que tenía.

También se congració con algunos intelectuales. ¿Cómo los sedujo?

¡Los futuristas! Sí, Marinetti, y su propia amante, Margherita Sarfatti, que además era judía a tope… para ellos Mussolini representaba algo nuevo, el nacimiento de una nueva sociedad. De algún modo, ha quedado algo, una arquitectura… ¿Qué arquitectura tienen los de Vox, qué música? Al menos Mussolini proponía una cierta estética, y había artistas que estaban con él.

Usted pertenece a una familia de seis generaciones de gente de circo. ¿Cómo eran las cenas de Navidad?

«El circo representaba la clase obrera, y no se ponía de rodillas ante nadie: ni ante el rey, ni ante el Papa»

Eran reuniones de mucho hablar, de Historia, de nuestra visión del mundo: el abuelo contaba una historia, mi padre otra… Se hablaba de Mussolini, claro, porque mi familia huyó de Italia, tenían una conciencia social continua. Nací y crecí en un ambiente no politizado, nada de partidos, pero sí con conciencia social. El circo representaba la clase obrera, y no se ponía de rodillas ante nadie: ni ante el rey, ni ante el Papa…

Vaya, que para usted llamar a alguien “payaso” o “bufón” jamás ha sido un insulto…

¡Al contrario! Una de las posturas más inteligentes del ser humano es reírse de todo. Al ver a mi abuelo o mi padre maquillándose nunca pensé que eran tontos. Cumplían una misión fundamental, y estaba orgulloso de ellos.

Siempre que se habla de usted, se echa mano de la palabra “provocador”. ¿En qué consiste exactamente provocar?

Yo no busco la provocación por sí misma. No soy un sedentario, soy un nómada, tengo muchas nacionalidades, no tengo patria y estoy fuera de los cajones. La mayoría de las cosas que hago las veo normales, aunque los demás las vean como una provocación. Estuve hace poco en Ucrania, en Odessa, que vive una situación terrible hoy, y ahora un cómico de la televisión va a ser presidente de la República… Pero bueno, decía que no me despierto pensando ¿cómo voy a provocar hoy? Hago lo que me divierte. Si me ven como un blasfemo, si no me entienden, es su problema, no el mío.

A propósito del nuevo presidente ucraniano, ¿le ha tentado alguna vez meterse en política, como hizo su paisano Beppe Grillo?

No, no. A Beppe lo conozco, y no me ha hecho reír nunca. En mi opinión es super listo, pero no creo que haya ayudado mucho su entrada en política. Cuando un bufón entra en la carrera política, deja de ser bufón. Un payaso puede ser inspirador, como los bufones en la corte real, pero no tomar el poder. Son como agua y aceite.

Usted ha vivido de todo, incluidos atentados, amenazas… ¿Ha conocido el miedo?

Miedo sí que tengo, lo sigo teniendo. En Madrid tengo el Paticano, una capilla dedicada a la adoración de los patos de goma, que quemaron hace dos años y el atentado ha quedado totalmente impune. Soy más bien temerario, pueden asustarme pero, por la educación que he tenido, no voy a arrodillarme ante nadie, ni van a hacerme cambiar nada. Enfadar a gente tan mediocre y estúpida me deja indiferente, yo solo me enorgullezco de hacer reír a la gente inteligente.

Últimamente hemos vuelto a ver en el banquillo a gente acusada de ofender los sentimientos religiosos, como las chicas que pasearon una vulva como si fuera un paso de Semana santa…

«La sexualidad femenina está cuestionando miles de años de machismo, reivindicando la igualdad»

Sí, Willy Toledo convocó un acto de apoyo, y yo lo respaldé. El mundo es así, todo está cambiando radicalmente, la sexualidad femenina está cuestionando miles de años de machismo, reivindicando la igualdad, pero la resistencia es dura y para que esto cambie a veces hay que sentarse en el banquillo. Hay que arriesgar para que las cosas cambien, es lógico, nada se hace fácilmente. Pero a veces la factura es cara.

Un argumento recurrente para criticarles es: claro, con los musulmanes no se atreven. ¿Qué contesta?

¡Con las religiones que no conozco! [risas] Vengo de un país católico, que tiene ahí el Vaticano, que ponía crucifijos en las escuelas, no a Mahoma. Critico las cosas que conozco, pero si mañana vienen los musulmanes y me obligan a seguir su religión, van a ver cuántos instrumentos cómicos tengo contra ellos. ¿Por qué nadie me pone contra los budistas, los animistas, los politeístas? Es la vieja rivalidad de las cruzadas, una vez más. Eso es nacionalismo, no es religión. De nuevo me parece más inteligente criticar lo que he vivido en primera persona, que algo que no me afecta.

Usted fundó PPLeaks, una web para denunciar anónimamente las corruptelas del Partido Popular. ¿No hay que desdeñar las nuevas tecnologías para poner el dedo en la llaga?

Son una gran ayuda, a la vez que un enorme peligro. Mira a Julian Assange, lleva ocho años en una habitación de un consulado en Londres por haber publicado los horrores de Estados Unidos en Iraq o la corrupción de los banqueros con Hillary Clinton. Sin proceso, sin juicio, sin abogados. Lo más gracioso es que su madre, Christina Assange, es una payasa, tiene mi edad y sigue haciendo espectáculos. Imagino que Julian ha tenido la misma educación que yo, y le habrán dicho: los payasos no se arrodillan ante el poder. El mismo espíritu rebelde de los payasos lo tienen los hackers. Y el poder se venga.

Hoy triunfan los monólogos, la stand-up comedy, que es un humor más blanco. ¿Qué le parece?

No me gusta, salvo algunos. Son vendidos al sistema. Tampoco tienen ganas de rebelarse. El payaso de verdad molesta a la burguesía hasta en su vestimenta, se pone cosas ridículas. El monologuista en cambio parece que se hubiera comprado su traje en Zara, no pone en duda nada. Ellos también ayudan al fascismo, al no tomar posición. Uno de Vox puede descojonarse de un monólogo como si tal cosa. En Italia pasa igual, se están aprobando leyes fascistas contra el aborto, etc, y los monologuistas siguen como si no pasara nada.

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© Alejandro Luque | Parcialmente publicado en Eldiario.es · 4 Abril 2019

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