Entrevista

Nuccio Ordine

«Internet es una mina de oro solo para la gente que sabe»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 15 minutos
Nuccio Ordine (2019) | © Carlos Cazurro / CCCB


Sevilla
 |  Marzo 2019

Aunque ya había publicado en España algún título aislado, como El umbral de la sombra, sobre su admirado Giordano Bruno, fue a raíz de la salida a la luz de La utilidad de los inútil (Acantilado) cuando Nuccio Ordine se convirtió en figura de culto entre los lectores de nuestro país, y de otra veintena de países de todo el mundo. Nacido en la localidad italiana de Diamante en 1958, este profesor de Literatura italiana de la Universidad de Calabria ha logrado llevar a todas partes su discurso humanista y anticapitalista, que se reforzó con su último título, Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal.

Cabeza nevada, elegante, seductor a su modo, Ordine es miembro de honor del Instituto de Filosofía de la Academia Rusa de Ciencias y caballero de la Legión de Honor francesa en 2002. E insiste en hablar español –lo hace con cierta solvencia– en su entrevista por Skype con MSur.

Hace mucho tiempo que, en los autobuses en los que viajo, la única persona que lleva un libro en la mano soy yo. ¿Es grave?

Esta es una situación muy, muy grave. Es una realidad que no solo es española, italiana o europea, es la misma música en todo el mundo. Hay un desprecio hacia la cultura, el saber. La gente piensa que la dignidad del hombre está en el dinero que tenemos en el banco. Y no es así. La otra cosa es, claramente, es el peligro de que las nuevas generaciones piensen que internet pueda ser el lugar para aprender y conocer. Es mentira. Mi posición es que internet es una mina de oro para la gente que sabe, no para quien no sabe.

¿No sirve para informarse?

Internet está lleno de fake news. El primer ministro italiano, Renzi, llega a Argentina en visita oficial, recita una poesía de Borges sobre la amistad… pero esa poesía no era de Borges. Últimamente circula por la red una afirmación del Quijote que Cervantes nunca escribió. ¿Cuál es el problema? Un lector que sabe puede distinguir. El que no sabe es víctima de todas las tonterías de internet. Es un invento gloriosísimo, pero solo para quien sabe medir las cosas buenas y eliminar o apartar las malas. Y he escrito un artículo para Il Corriere de la Sera, porque el Día de la Mujer, un periódico importante le dedicó a esas mujeres unos versos de Shakespeare que Shakespeare tampoco escribió…

Y sin embargo, el acceso al conocimiento por parte de los jóvenes ya se produce mayoritariamente a través de internet.

«Hoy, la escuela y la universidad tienen como estrella polar el mercado»

La culpa no es de los jóvenes, sino de la escuela y la universidad, que piensan que la educación moderna solo puede hacerse con la computadora, el móvil o la tablet. Eso es una tontería inmensa: la escuela moderna la hacen los buenos profesores. Para esto, cada año debo leer a mis estudiantes una carta que Albert Camus, premio Nobel, escribió a su profesor del colegio en Argel. En ella le dice que el día de recibir el premio, se acuerda del profesor, porque sin él nada había sido posible. La función del profesor tendría que ser cambiar la vida de los estudiantes, no para que ganen el Nobel, sino para que entiendan que no se estudia para lograr un título, sino para intentar ser mejores.

Sin embargo, las universidades españolas se han convertido en máquinas expendedoras de títulos y se han olvidado de alentar las vocaciones. ¿También en Italia sufre esa deriva?

No solo en Italia, en todo el mundo. Tras publicar La utilidad de lo inútil, estoy haciendo muchas conferencias en todo el mundo, y la música es siempre la misma: la escuela y la universidad tienen como estrella polar el mercado. La idea es que la escuela tiene que formar profesionales. Y esto es una locura. Hemos olvidado que esas instituciones sirven sobre todo para formar ciudadanos, cultos, solidarios, que respetan la justicia, que respetan la solidaridad humana, el medio ambiente… Hoy todo esto queda en segundo lugar, ¿por qué? Porque todo es el provecho. Cuando un estudiante tiene que elegir una facultad, no piensa cuál es su pasión, sino qué disciplina me permite ganar dinero. Es una corrupción general de la sociedad.

Aunque de algo hay que vivir ¿no?

Un estudiante que sea médico solo para ganar dinero, no tendrá ni pasión ni ética, ya que solo responderá a la exigencia de enriquecerse. En el fondo, la educación y la sanidad son dos columnas de la civilización de una sociedad, de un país. Si la gente enferma se vuelven clientes, si los estudiantes se vuelven clientes, la medicina se vuelve una empresa, las personas dejan de ser personas para ser números. Amartya Sen, premio Nobel de Economía, ha hablado del desarrollo del Kerala, un estado que era el más pobre de la India, y hoy es el más rico, con una renta per cápita récord en el país. ¿Cómo lo han hecho? Invirtiendo en sanidad e instrucción. Y cuando inviertes mucho en las dos cosas principales en la dignidad del hombre, el derecho a la vida y al conocimiento, no solo tienes un gran desarrollo cultural, sino también político y económico.

¿Es ese el motivo por el cual cada vez se estudia menos el latín y el griego, y ha quedado arrinconada la Filosofía?

«En Italia no encuentras un ministro que sea capaz de formular una frase completa correcta en italiano»

Esa es la locura mundial. La primera pregunta es siempre la misma, en todas partes: ¿Para qué sirve? ¿Para qué sirve estudiar música, filosofía, arte? En nuestra sociedad se piensa que las cosas útiles son solo las que producen ganancia. Es un error enorme. Otra regla muy fuerte es la idea de rapidez, de inmediatez. Esto es una locura, porque hoy, por el contrario, tenemos que pensar que es la lentitud la que nos permite comprender, cultivar relaciones humanas. En mis libros hablo siempre de un texto maravilloso de Nietzsche que es un pequeño elogio de la lentitud, donde dice: “Para aprender, la lentitud es necesaria”. Hoy la lentitud es ir contracorriente, una forma de resistencia a la locura del presente. Quien hace cosas en tiempos reducidos es el mejor. Pero no es verdad. Eso es una manera de cultivar la superficialidad, la incapacidad de comprender el mundo, y de comprendernos a nosotros.

No hace mucho, Mathias Enard nos contaba que la literatura es una forma de devolver su complejidad al mundo. Frente a un mundo que quiere simplificarlo todo, aprender idiomas en tres días y cosas así, la literatura nos recuerda lo complejo y rico que es todo.

Claro, pero esa es la paradoja de la literatura. Puedes llegar a la complejidad a través de un medio que es la simplicidad. Recuerdo una página maravillosa de Cien años de soledad. El coronel José Aureliano Buendía regresa a Macondo tras hacer la revolución en toda Sudamérica, y empieza a fabricar pescaditos de oro. El oro con que le pagan lo funde para hacer más. La madre se pregunta, pero en este comercio, ¿qué puede ganar? Él responde que no es el dinero lo que lo hace feliz, sino el placer del trabajo. Es una historia muy simple y nos hace comprender que las cosas importantes de la vida son las que no vemos. Una puesta de sol, una luna maravillosa, un paisaje, el mar, una mariposa, son cosas simples, pero muy importantes, que no apresamos.

Pensaba también en una idea muy extendida, según la cual el ciudadano actual se siente más inteligente que el del pasado, solo porque vive en el presente. ¿Cómo le explicamos a ese ciudadano que hoy no somos más inteligentes que Kant, o que Heráclito?

«Las librerías están invadidas de libros de cómicos de la televisión, de cocineros, de futbolistas»

Hay una metáfora muy hermosa para explicarlo: nosotros somos enanos sobre las espaldas de los gigantes. Yo puedo ver muy lejos si soy muy alto, pero soy un enano subido a las espaldas de siglos de cultura, y eso es lo que me permite mirar mejor. No se trata de la sabiduría de hoy, sino la conciencia de que antes hubo gigantes que hicieron cosas maravillosas. Otra cosa de nuestro tiempo es la confusión entre conocimiento e información. Hoy los jóvenes tienen mucha información, pero el conocimiento es otra cosa. Es una capacidad de analizar críticamente las informaciones, y de hacerlas tuyas. Los políticos de los años 50, 60 o 70, por ejemplo, eran hombres más cultivados. Hoy la ignorancia lo domina todo. En Italia, no encuentras un ministro que sea capaz de formular una frase completa correcta en italiano. El presidente de los Estados Unidos es una de las personas más ignorantes del mundo. Es una locura muy difundida, y pienso que España no se libra.

Antoine Compagnon me dijo una vez que los políticos de hoy solo leen los dossieres que les pasan sus secretarios en el coche, cuando van de una reunión a otra. ¿Usted lo cree también?

Sí, pero hay una cosa todavía peor. Hay muchos políticos que escriben libros, publicados por las editoriales más importantes. ¿Cuál es la paradoja? Que escriben muchos libros, pero no leen. ¿Cómo es posible eso? Es el nombre de la persona conocida, mediática, y no el contenido, lo que anima a esos editores.

Esto me recuerda también una frase de Eugenio Montale, el gran poeta italiano, que decía algo así como “Antes teníamos lectores, pero ahora se han puesto a escribir”. ¿La gente escribe hoy más que lee?

Hoy hay más escritores que lectores, es otra paradoja. Mucha gente escribe y poca lee. Es un símbolo de la decadencia de la cultura. Las librerías están invadidas de libros, libros de cómicos de la televisión, de cocineros, de futbolistas, de toda la gente mediática. El problema es que los buenos libros quedan sumergidos por los malos. Los lectores se reducen siempre, y eso es un problema que tenemos que comprender.

Se dice que también las nuevas series de televisión están apartando a lectores que antes llegaban a casa y se relajaban con un libro, y ahora desconectan con uno o dos episodios. Y al mismo tiempo, hay quien defiende que esos productos son el equivalente a Shakespeare. ¿Qué opina?

No puedo hablar mucho de esto, sinceramente no soy un gran espectador de televisión. Para mí, la televisión es normalmente la información, y más raramente una película de vez en cuando, después de trabajar. Pero no tengo una verdadera competencia para emitir un juicio sobre ese fenómeno. Tengo amigos que me dicen que hay series muy, muy buenas. Pero entre una serie buena y un buen clásico de la novela, creo que éste es una ocasión para reflexionar, y recogerte en ti mismo. La televisión probablemente sea una dispersión de la atención, pero repito, no me siento competente…

Hoy hay una generación que prácticamente ha conocido el cine en la pantalla de su móvil, y lo mismo la literatura. Eso supone una forma completamente distinta de acercarse a ambas artes, ¿no?

«Don Quijote es el mismo en pantalla o sobre papel, pero nuestra manera de leerlo es diferente»

Claro. Hay gente que trabaja en la neurociencia y dice que leer un texto sobre una pantalla o sobre el papel es muy diferente. La lectura que haces con un libro en papel permite una manera de reflexionar más profunda. La pantalla no permite esto, porque tienes la posibilidad de hacer otras cosas al mismo tiempo: puedes mirar un comentario sobre el libro, otra nota, te llega en el mismo dispositivo un mensaje que te interrumpe la lectura… Hay estímulos continuos de distracción que impiden concentrarte. Don Quijote, podría decirse, es el mismo en pantalla o sobre un texto en papel. Pero nuestra manera de leerlo es diferente, y el riesgo es que no estemos conectados al texto más de diez minutos, condenados a hacer zapping como en los canales del televisor. Por eso pienso que es mejor leer en papel.

En La utilidad de lo inútil se habla mucho de literatura y dinero. Es curioso que en periodos de crisis, cuando más usuarios tienen las bibliotecas, los gobiernos reducen las partidas para comprar libros, limitan los horarios de atención al público… ¿Cómo se explica?

Cuando hay una crisis como la que estamos viviendo, económica y moral, se piensa que lo único importante es lo que produce dinero y permite comprar. Como si comprar fuera la llave para ser feliz. Victor Hugo respondió a eso en el XIX con un discurso maravilloso para decir: es verdad, el hombre tiene que pedir pan, pero si solo hace eso y no cultiva el espíritu, la Humanidad no tiene futuro. El mismo discurso, fuerte y claro, y conmovedor, lo hizo García Lorca cuando inauguró una biblioteca en Fuentevaqueros, y dijo: Yo pediría un libro y medio pan. No un pan entero. Porque el libro es amor, y el amor es importante en la vida de los ciudadanos. No se puede cultivar solo el cuerpo.

Hay quien encuentra un placer casi espiritual en comprar cosas.

«Hoy las mujeres pueden ser una estrella polar para indicar la navegación de la sociedad»

La felicidad del consumidor es momentánea. Me compro un coche a la última, y a los cuatro meses sale otro con más prestaciones. Se alimenta el deseo de las cosas nuevas. Con los jóvenes sucede con el móvil. Compro el i-phone 5, y a los pocos meses hay otro que hace cosas que el mío no puede. Eso es el consumismo, la ilusión de la felicidad que te obliga a comprar continuamente. La felicidad en cambio es invertir tiempo con un amigo, con una relación humana, crea una felicidad que no es ilusoria como la otra. Y la amistad no es un clic en Facebook. “Facebook nos permite tener muchos amigos, yo tengo 1.500”, me dice un estudiante. No sabe que en una vida de 80 años, si tienes dos o tres amigos de verdad, eres un hombre afortunado. Lo otro es una banalización de la amistad. En Italia hubo un caso que hizo mucho ruido, una familia prisionera de su casa, conectada con el mundo sin salir a la calle, 24 horas en internet. Eso es una nueva soledad.

En España, los clubes de lectura, las bibliotecas, las presentaciones de libros, están sobre todo ocupadas por mujeres, a pesar de que estadísticamente tienen menos tiempo libre que los hombres. ¿Están más inclinadas hacia la cultura?

Hoy las mujeres pueden ser una estrella polar para indicar la navegación de la sociedad. La sensibilidad de las mujeres ha ido desarrollándose de un modo muy importante, tras ser marginadas en la universidad, en la ciencia, los laboratorios… Eso significa que hay que luchar. En Italia acaba de aprobarse una ley gracias al movimiento transversal de las mujeres, de izquierda y de derecha, para condenar a los hombres que chantajean a mujeres con vídeos telefónicos. El debate que las mujeres animan en la sociedad es muy interesante, estimulante, y verdaderamente la consciencia de una mujer es más sensible que la del hombre.

Una amiga me contaba hace poco que con su pareja han renunciado a tener una biblioteca nutrida, por una cuestión de espacio. ¿Se ha convertido eso en un lujo burgués?

Yo he encontrado una solución: vivo en una provincia, en Cosenza, en el campo, con una biblioteca de 22.000 volúmenes, toda la casa es biblioteca. Siempre he dicho que no a invitaciones en otras universidades, porque creo que el Adriano de la Yourcenar tenía razón. Mi primera patria son los libros. Y prefiero vivir en la periferia de Italia con ellos, que en una gran ciudad sin ellos. Es una forma de elegir una vida.

Alberto Manguel se compró un castillo en Francia para meter los suyos…

Yo no puedo comprar un castillo, sino una casa que, con el mismo dinero, me habría alcanzado para 40 en cualquier ciudad de Italia. Lo pagaré hasta que tenga 76 años con una hipoteca, pero me permite vivir con mis libros.

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© Alejandro Luque | Especial para M’Sur

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