Reportaje

La ley del ayuno

Rebeca Hortigüela
Rebeca Hortigüela
· 9 minutos
Ruptura del ayuno de ramadán en una playa de Rabat (Mayo 2019) | Rebeca Hortigüela


Rabat
 | Mayo 2019 

Suena el cañonazo que pone punto final al ayuno. Son las 19.25 horas de la tarde de un martes de ramadán. Es un momento muy peculiar. Casi mágico. Sucede al atardecer, cuando cae el sol, y sorprende por la calles vacías, la gente corriendo de lado a lado para llegar a romper el ayuno en familia o entre amigos.

Al cañonazo le sigue el Al·lahu-ákbar de la llamada al rezo de la mezquita de la Kasbah de los Oudaia, la más próxima a la playa dónde está Salma*). Ella no hace ramadán, pero tiene que fingir que sí. Hace varios años que tomó la decisión de rechazar el ayuno, pero nadie, ni siquiera su familia, se puede enterar.

Su decisión está basada en una cuestión de salud. Detesta los cambios de carácter y de personalidad que le provoca el malestar de la abstinencia: “He hecho ramadán muchos años, pero me encontraba fatal. Las migrañas eran constantes debido a la falta de hidratación. Era insoportable. Mi cuerpo no está hecho para hacer ramadán, así que en cuanto me independicé económicamente de mi familia, dejé de hacerlo. Además, yo no soy practicante. No entiendo por qué tengo que hacer el mes del ayuno”, dice Salma. Lo cuenta en voz bajita y mirando hacia los dos lados, para que nadie la oiga.

Ella no puede decir en su entorno que no lo hace. Y mucho menos comer delante de ellos o beber una gota de agua. Según cuenta, es afortunada porque tiene muchas amistades extranjeras que no hacen ramadán y puede saltarse la vigilia en casa de estos amigos. Y luego, en el «ftur» –palabra árabe que designa la ruptura del ayuno – simula que no ha comido ni ha bebido en todo el día.

La obligación de ayunar en ramadán se extiende por ley a todos los marroquíes, excepto a los judíos

Como Salma, cada año hay más marroquíes que deciden no ayunar durante el ramadán. Unos por salud, otros por principios y los demás porque son ateos o bien creyentes no practicantes. Pero el ramadán se extiende por ley a todos los marroquíes, excepto a los judíos. Si tienes apellido árabe o bereber, tienes que cumplir con el ayuno: no se puede comer ni beber en público, ni fumar durante las horas de luz. La norma religiosa también obliga a abstenerse de toda relación sexual entre el amanecer y la puesta del sol, pero este aspecto queda, de todas formas, para la intimidad. La ley afecta también a los marroquíes que tienen doble nacionalidad, la belga y la marroquí, por ejemplo, y han vivido toda su vida en Bélgica y no están acostumbrados a ayunar.

Hablar de esto en Marruecos es muy complicado, sobre todo en lugares públicos, aunque existe un debate creciente acerca de la oposición al ramadán. Cada vez son más los jóvenes y adultos de mediana edad que deciden no hacerlo. Siempre en secreto. Y generalmente son los más independientes, los que más han viajado, los que más formación han recibido; por tanto, los que vienen de familias de mayor poder adquisitivo.

El qué dirán

Para el psicólogo Reda Mhasni, de Casablanca, el ayuno es una cuestión más de presión social que de religión. “El islam dominante en Marruecos es un islam folclórico, en el buen sentido de la palabra. Es un islam muy superficial, pero ha de ser visible. Y eso afecta también al ramadán. Y en esta misma línea, en Marruecos, la gente hace ramadán por conformismo, por el ‘si lo hacen todos, tengo que hacerlo yo’, para que se vea y se sepa que ayunan, no realmente por convicciones religiosas», aclara Mhasni.

El ramadán ha dejado de ser un precepto únicamente religioso para convertirse en un artículo del Código Penal marroquí. El artículo 222 prevé penas de uno a seis meses de cárcel para el que rompa el ayuno en público durante el mes de ramadán. “Con esta imposición, castigada incluso con penas de cárcel, todo el mundo va a hacer el ramadán. No entiendo esto de ayunar a la fuerza, el porque sí, porque lo digo yo. Quien quiera o pueda o lo necesite que lo haga y quien no quiera o no pueda por los motivos que sea, que no lo haga”, sentencia Mhasni. Los colectivos pro libertades individuales locales están de acuerdo en esta materia. Defienden que el ramadán sea algo opcional y libre y no una imposición.

Vecinos delatores

Teóricamente, la ley culpa únicamente la interrupción del ayuno en público y no persigue a aquellos que coman dentro de casa o en privado. Sin embargo, según critican los expertos, eso no es siempre así. Tal y como explica Mhasni, la ley “sumerge el ramadán en una completa hipocresía muy arraigada en la sociedad marroquí».

Una pareja fue arrestada por librarse a carantoñas y caricias en un edificio abandonado

De hecho, este año, durante la segunda semana del ramadán, una pareja fue arrestada por librarse a carantoñas, caricias y gestos de amor en el interior de un edificio abandonado. Fueron los vecinos los que llamaron a la policía. Las autoridades marroquíes primero quisieron comprobar si eran activistas y estaban llevando a cabo algún tipo de acto reivindicativo. Pero parece que no fue así. Simplemente, no hacían ramadán. Ahora se encuentran a la espera de juicio.

“Cada año hay decenas de detenciones”, apunta el psicólogo. Este año también, otra pareja fue detenida en Casablanca porque estaban fumando en el interior de su casa. Otra vez más, fueron sus propios vecinos quienes llamaron a la policía porque salía humo por debajo de la puerta. En 2016, un joven de 18 años y otro de 20 fueron condenados a dos meses de cárcel por beber agua en público en Zagora, donde se suelen registrar temperaturas que rozan los 40 grados.

En ninguno de estos casos se tuvieron en cuenta las exenciones y autorizaciones (viajar, sufrir una enfermedad, padecer cualquier problema de salud o tener la regla en el caso de la mujer) que señalan las normas teológicas islámicas.

Por otra parte, una gran parte de la población vive el ramadán como una fiesta. La ruptura del ayuno es todo un ritual. Suena el cañonazo y la gente corre a casa para ‘desayunar’ con sus familias. Las noches son un espectáculo de gente callejeando arriba y abajo. Se reparten comida y limosna para los más necesitados. Cenas compartidas, noches habitadas. Ciudades y pueblos repletos de gente hasta el amanecer. Gente que lo vive como una verdadera tradición que ha formado parte de su cultura durante años.

De hecho, según los colectivos por la defensa de las libertades individuales, el ramadán mostraría más su esencia si siempre fuera contemplado de este modo, si cada persona lo hiciese porque quiere y no por obligación. De esa manera, habría mejor ambiente durante ese mes, cuando ahora mismo se trata de una época en la que casi se duplican los ingresos en urgencias del Hospital Universitario de Casablanca debido a las reyertas callejeras y a los accidentes de carretera. Pero también por los casos de diabetes.

Desayuno sobre la hierba

Aun se recuerda en Marruecos el intento del movimiento MALI – una asociación de jóvenes a favor de las libertades individuales – de poner públicamente en cuestión la ley que penaliza comer “de forma ostentosa” en ramadán. Fue en 2009. Seis miembros del grupo, entre ellos las activistas Ibtissame Lachgar y Zineb El Rhazoui, anunciaron en las redes sociales que se iban a citar en la estación de tren de Mohammedía, al norte de Casablanca, para dirigirse a un bosquecillo cercano y debatir sobre la ley… comiendo al mismo tiempo. Pero este “desayuno sobre la hierba” nunca tuvo lugar. Unos 100 policías esperaron a los activistas en el andén y al encontrar los bocadillos que llevaban en la mochila los obligaron a volver a Casablanca. El asunto tuvo una enorme repercusión mediática. Hasta ahora no parece haberse repetido.

Redouan prefiere evitar toda “esa violencia simbólica, y no tan simbólica, y toda esa cohesión social que gira en torno al ramadán”, explica por teléfono. Siempre que puede, aprovecha para viajar al extranjero durante el mes del ayuno. Prefiere no estar en Marruecos y no enfrentarse a las calles desiertas durante el día y al ajetreo de las noches: “Yo no soy creyente, ni practicante ni nada de nada. No me parece coherente que no rece y, de repente, durante el mes de ramadán me vuelva el más musulmán de Marruecos. Por eso prefiero no estar a enfrentarme al riesgo de ser denunciado o detenido. Salgo del país y ya está”, reconoce.

Él, un artista que se dedica al mundo del cine y del arte, suele hacer giras por otros países y tiene visado para viajar al extranjero. Se lo puede permitir. Su amigo Jaouad, a quien le han denegado el visado varias veces, no puede salir del país.

Para Mhasni, todos estos marroquíes que se oponen a hacer el ramadán, son unos valientes. “A las personas que se salen de las imposiciones religiosas y políticas del país se las considera unos inconformistas que amenazan el orden del país y revolucionarios antisistema. Y ese rol no es fácil de asumir para ellos porque probablemente no quieren hacer la revolución», concluye.

* Nombre ficticio para proteger su verdadera identidad

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