Crítica

Crónica de una guerra inacabada

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 5 minutos

Muhsin al-Ramli
Los jardines del presidente

Género: Novela
Editorial: Alianza Ed.
Páginas: 358
ISBN: 978-84-9181-276-0
Precio: 19 €
Año: 2012 (2018 en España)
Idioma original: árabe
Título original: Hada’iq ar-ra’is
Traducción: Nehad Bebars

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Sí: el presidente es Saddam Husein, no digan que no lo imaginaban ya. No se menciona su nombre, pero más bien porque no hace falta, todo el mundo sabe que no puede ser otro.

Porque esto no es una novela en clave, sino casi documental. Un documento que recorre la historia de Iraq desde finales de los setenta hasta la guerra civil provocada por la invasión estadounidense. En realidad son tres documentales en una, repartidos de forma aproximada a los tres protagonistas de la historia: Ibrahim, Tarek y Abdulá Kafka. Un trío de chavales que se crían en un pueblo de campesinos que imagino en alguna parte entre Bagdad y Mosul. Los tres tienen 21 años cuando estalla la guerra.

Sí, la otra guerra. La primera. Iraq es un país castigado con guerras desde que la mayor parte de la población tiene uso de razón. Aquella empezó en 1980 y se dirigió contra Irán. Era el fin —hasta hoy— de un país que pudo ser y era hasta entonces próspero, rico, culto, cultivado y razonablemente feliz. Bueno, lo de feliz queda por ver. En todo caso la guerra, una de las más innecesarias e injustas en la larga historia bélica del mundo, solo sirvió para un fin: destruir el futuro de ambos países implicados. Y con ello, la vida de uno de los componentes del alegre trío: Abdulá Kafka. Prisionero de guerra en Irán, se convertirá en un hombre taciturno que pasará el resto de su vida fumando en el café del pueblo. Ya no llorará por lo que pasa con su país.

La novela de Muhsin al-Ramli recoge, con precisión documental, esta historia poco conocida al oeste del Tigris: el sufrimiento —tan innecesario y tan injusto como la guerra lanzada por Saddam Husein— al que Irán sometió a los soldados presos.

La guerra que deja tocada la vida de Ibrahim es otra: la de Kuwait en 1990. Una invasión tan innecesaria como la primera, apenas dos años después de acabar la anterior. Terminó rápido, mucho más rápido que la primera, en apenas seis semanas, y esta vez solo un bando pagó el pato: los reclutas iraquíes como Ibrahim. Tecleen en internet ‘autopista de la muerte’. La novela de Muhsin al Ramli recoge, con precisión documental, esta historia muy conocida al oeste del Tigris, al menos si usted leía los periódicos en los noventa: la muerte —tan innecesaria y tan injusta como la guerra lanzada por Saddam Husein— a la que los pilotos estadounidenses sometieron unas tropas en retirada.

Son historias de la Historia, encadenadas más que trenzadas, con los personajes sirviendo de hilo conductor

Esto es una novela de historias de la Historia, encadenadas más que trenzadas, con los personajes sirviendo de hilo conductor. Y antes de que lleguemos a los jardines del presidente —la tercera documental de la novela, y no menos espantosa que las dos primeras, que pese a dar nombre a la novela no empieza hasta la página 200 y es la más desconectada del resto, como si fuera un relato aparte— nos toca otra: una historia de sexo, honor y muerte que retrata la sociedad del pueblo de los tres protagonistas. Y es igual de espantosa, sí. Y esta vez no tiene la culpa ningún dictador. Solo el pueblo.

Es evidente la crítica social que expresa Muhsin al-Ramli al destacar que en la sociedad iraquí —iba a decir de la época, pero mucho me temo que esto no ha cambiado en absoluto— se equipara sexo y asesinato, virginidad y muerte. Pero esta narración casa mal con las referencias, eso sí, fugaces, a las aventuras amorosas del trío de chavales. Una oportunidad perdida para conocer un poco mejor qué es o a qué se llama vida sexual en un pueblo iraquí, aparte del matrimonio. Pero parece ser que es más fácil morir por sexo —si se es mujer— que hablar de él.

La mujer. Este es otro rasgo tal vez muy iraquí de la novela: a los tres protagonistas hombres se unen dos mujeres en destacados papeles secundarios. Una es abuela, la otra es hija. Hay sociedades en las que una mujer solo existe como parte de una familia, y Muhsin al-Ramli no rompe este molde.

En las últimas páginas, las cuatro historias encadenadas de repente, ahora sí, se trenzan en una sola, desembocando en una escena sorpresa que podría convertirse en un final de enorme significado literario, uno que le diera envergadura a la novela, argumento y arco narrativo, mucho más allá de las cuatro historias juntas. Muhsin al-Ramli ha preferido no escribirlo. Coloca las señas, las piedras angulares para ese final y a continuación, con unos puntos suspensivos, deja que lo imaginemos. Tal vez fuese acertado dejar este trabajo al lector. Lo que está claro es que en este final no escrito está toda la historia y toda la tragedia de Iraq.

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© Ilya U. Topper | Especial para M’Sur · Octubre 2019

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