Reportaje

A Salvini se le rebelan las sardinas

Irene Savio
Irene Savio
· 9 minutos
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Manifestación de las ‘sardinas’ en Roma (Diciembre 2019) | © Irene Savio

Roma | Enero 2019

Matteo Salvini sonreía de buen grado el 27 de octubre, tras las elecciones en la pequeña región de Umbria. Pese a la alta abstención, el líder de la Liga se repartía entre mitines y saludaba a la prensa, feliz por el triunfo electoral. “Esta paliza no la olvidarán en treinta años”, decía por aquellas fechas el jefe de la ultranacionalista Liga. “Ahora les quitaremos todo, les quitaremos Emilia Romaña” prometía, en referencia a la región de Bolonia, Parma y Rávena en el norte de italia, feudo histórico de la izquierda, donde se celebran elecciones regionales el domingo 26 de enero. Pero el 14 de noviembre algo se torció.

A las ocho y media de la noche, a la altura de la basílica de San Petronio de Bolonia, la capital emiliana, mientras Salvini participaba en un acto en la ciudad, miles de jóvenes que se habían convocado a través de Facebook permanecían de pie, juntos y apretados, con carteles en las manos que mostraban un pescado. Había nacido el movimiento de las ‘sardinas’, con un único objetivo: ensordecer a la ultraderecha.

El efecto embriagador de la protesta no tardó en repetirse. Tras Bolonia, a lo largo de los últimos meses del año, hubo concentraciones en Módena, Rimini, Florencia, Ferrara, Perugia, Parma, Benevento, Sorrento, Taranto, Padova, Palermo, Génova, Nápoles y Milán. En esta última ciudad también participó el periodista Roberto Saviano junto a otras 25.000 ‘sardinas’ que no se dejaron desanimar por la intensa lluvia; en Turín, los organizadores dijeron haber superado las 40.000 personas y se leyó un mensaje enviado por la senadora vitalicia Liliana Segre, una sobreviviente del Holocausto que a los 13 años fue deportada a Auschwitz y hoy tiene 89 años. “Las sardinas son las nuevas centinelas de la memoria”, dijo Segre, quien recientemente tuvo que ser puesta bajo escolta tras recibir decenas de amenazas e insultos racistas.

Así este movimiento, que nació espontáneamente y no quiere ser vinculado a partido alguno (“¡fuera las banderas!”, gritaba uno de los líderes de la protesta en Florencia), está sacudiendo a Italia de norte a sur con el desafío de plantar cara a esa adaptación italiana del ‘America first’ de Donald Trump.

Las ‘sardinas’ representan esa Italia que no quiere que los inmigrantes sean discriminados

Su portavoz es el boloñés Mattia Santori, un investigador universitario de 32 años que, para ganarse la vida, tiene hasta cuatro empleos. Santori, que también es uno de los fundadores, lo ha explicado sin tapujos: la idea es precisamente movilizar al país que no acepta el discurso xenófobo de Salvini. “Esa Italia que no se reconoce en el populismo de derecha, que no quiere que los inmigrantes sean discriminados y por demasiado tiempo se ha quedado callada”, ha repetido Santori. “Era necesario enviar una señal, salir de nuevo a la calle, y ahora esto ha ocurrido”, ha añadido.

Él y tres amigos —Roberto Morotti, Giulia Trappoloni y Andrea Garreffa— se han puesto manos a la obra, a través de iniciativas algo burlonas. De ahí la referencia a esos peces, las sardinas, que siempre van juntas y apretujadas. “Bolonia no se liga”, “Módena no se liga”, se gritaba, en alusión al partido de Salvini. El resto de ciudades tenían eslóganes parecidos.
Stephen Ogongo, periodista de 45 años nacido en Kenia, lleva un cuarto de siglo viviendo en Italia. Estudió Ciencias de la Comunicación gracias a los jesuitas, ejerció de profesor de Periodismo y también ha estado a cargo de diversos diarios que se dirigen a la comunidad de inmigrantes que viven en Italia.

—¿Cómo se convirtió en una sardina?

—Una noche decidí intentarlo. Abrí una página en Facebook y me fui a dormir. A la mañana siguiente, había 10.000 solicitudes. Así entendí que había muchas personas con la necesidad de hacer oír su voz. La otra Italia se había despertado.

Pronto, el número de inscritos romanos superó los 130.000 y el 14 de diciembre, muchos de ellos acudieron a la plaza San Giovanni en el centro de Roma. La llenaron: hubo más de 50.000 personas. Detrás también están personas como Sara Nazzari y Yuri Antonozzi, dos jóvenes de 31 y 33 años que aseguran nunca haber estado vinculados a la política profesional y que son parte de un ‘núcleo duro’ de 60 personas que se han volcado activamente en la organización del gran acto de Roma. “Es un poco una locura, esto. ¿Quién se lo podía imaginar hasta hace 10 días?”, añaden.

«Es un toque de atención a la política que ha dejado un vacío: el racismo no puede normalizarse»

“No seguimos a ningún partido, ni nadie nos guía. Yo personalmente no me reconozco en los valores de la derecha, pero no sé si diría que soy de izquierdas”, afirma Antonozzi, que trabaja como empleado en una fundación que otorga becas a universitarios. “El nuestro es un toque de atención a la política que había dejado un gran vacío. El racismo no puede normalizarse”, coincide Nazzari.

No todos, sin embargo, son jóvenes. “También nos escriben muchos ancianos que no pueden manifestarse en la calle, pero que nos apoyan”, cuenta Ogongo. «A todos nos une el deseo de vivir en un país donde todos sean respetados y nadie sea excluido, porque este país es un país multicultural. Esta es la vida real”, agrega. “La época de la política del odio ha llegado a su fin”, añade, confiado.

En un principio, las sardinas fueron tratadas como una broma en Italia. Sin embargo, tras un par de semanas, su popularidad ha revelado cierta confusión en la clase política.

El propio Salvini ha enviado señales ambiguas. Primero los insultó sin más, evidenciando la inesperada molestia. “Son los imbéciles de los centros sociales, los nuevos ‘squadristi’”, dijo. Pero luego cambió de estrategia y activó su experimentada máquina de comunicación. Con ironía, tuiteó en las redes un fotomontaje de un gato comiéndose una sardina y, en el fondo, los colores azul y amarillo del logotipo de la Liga. Y, después, en un plató de televisión, repitió una y otra vez que el grupo estaba vinculado al Partido Democrático (PD).

A partir de ahí, las teorías del complot (Soros incluido) se multiplicaron en las redes sociales y en los blogs cercanos a la galaxia de la Liga. Aunque tampoco desde el PD enviaron señales inequívocas, si bien Nicola Zingaretti, presidente de la región del Lacio por el PD, sí respaldó públicamente la marcha de Roma, a la que acudieron también históricos intelectuales izquierdistas, como el escritor Erri de Luca. Pero cundían también dudas. “¿Qué objetivo tienen? ¿Qué es lo que quieren conseguir?”, ha sido la pregunta entre dientes que más se ha oído lejos de los micrófonos. Sin embargo, ni las perplejidades ni las críticas han resquebrajado la popularidad de las sardinas.

Matteo Flora, experto en marketing político y autor de un reciente estudio titulado ‘Cómo se crea la opinión pública’, opina que una explicación está en la atracción que generan los grupos que colocan la identidad en el centro de su discurso. “Salvini es eso y las sardinas lo son. Y tienen éxito. Aunque estén en las antípodas, son reformulaciones modernas de agrupaciones con una estética común, una identidad común y enemigos bien definidos”, dice Flora. “¿Qué hay de identitario en el PD?”, cuestiona. Otro ejemplo en la misma línea es el de los partidos ‘antiestablishment’, como el Movimiento 5 Estrellas. “La casta, por ejemplo, es el enemigo perfecto. Pero, claro, si haces política, un día estás fuera de la casta, y otro, dentro. Otra cosa es compartir una identidad”.

“¡Es como si ahora en España surgiese un movimiento ciudadano en contra de Vox!»

La gran incógnita es qué alcance tendrán las sardinas y si, por ejemplo, influirán este domingo en el voto en Emilia Romaña, considerado importante por la histórica índole ‘roja’ de esta región italiana. Por lo pronto, han lanzado el pulso. El 19 de enero convocaron una manifestación en Bologna y reunieron a más de 30.000 personas, y seguirá habiendo más citas. Es la prueba de fuego para ver si el movimiento realmente cuenta en las urnas.

Muchos intelectuales, en particular los que han estado vinculados a movimientos similares en el pasado, han festejado la entrada en la escena pública de las sardinas y les auguran que seguirán cosechando éxito. “¡Es como si ahora en España surgiese un movimiento ciudadano en contra de Vox! Es algo enorme”, exclama Francesco «Pacho” Pardi, un profesor universitario que en el lejano 2002 fue uno de los promotores de los Girotondi, entonces surgidos para protestar contra el controvertido Silvio Berlusconi.

No obstante, todavía es pronto para hacer balances. “Está claro, si lo hacen bien, las sardinas podrán influir en la agenda política. Nosotros en su momento lo logramos. Logramos que se prohibiera (a través de plebiscitos) la energía nuclear y la privatización del agua en Italia”, dice Pardi. Otros, sin embargo, son más escépticos y han comparado el grupo al Movimiento 5 Estrellas (M5S) en los inicios. En este caso había detrás un cómico muy conocido como Beppe Grillo, pero una similar energía popular de rechazar etiquetas de partidos e ideologías tradicionales. Y efectivamente, el M5S tuvo éxito: consiguió convertirse en el partido más votado de Italia en las últimas elecciones. Llegó incluso al Gobierno… formando una coalición poselectoral con la Liga de Salvini.

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