Entrevista

Henrik Nordbrandt

«Todos los viajeros son un poco turistas»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 11 minutos
Henrik Nordbrandt (Granada, Nov 2018) | © Alejandro Luque / M’Sur

Granada |  Noviembre 2018

Algunas entrevistas requieren cierta explicación previa. Mi admiración por la poesía de Henrik Nordbrandt (Frederiksberg, 1945) me llevó hace unos años a contactar con su competente editor español, Francisco J. Uriz, por si podía aportarme alguna pista para localizarle. Me recomendó Uriz que le escribiera a una dirección de correo en Copenhague que me facilitaría, y así hice. Pensé que una postal sería un vehículo más grato para un viajero como Nordbrandt que una carta, y le envié dos en un intervalo de seis meses. En ellas le hablaba de mi devoción por su obra y le decía que estaba dispuesto a viajar adonde fuera si me concedía un rato para conversar. No tuvieron respuesta.

Más tarde descubrí que se había abierto una cuenta en Facebook, y observé cierta actividad por su parte. Repetí la operación y coseché el mismo resultado: silencio. Hasta que un día de noviembre de 2018 recibí un aviso del Centro Federico García Lorca: Nordbrandt ofrecía un recital como parte del programa Granada, Ciudad de la Literatura por la Unesco, en la capital nazarí. Me puse en contacto con los responsables de dicho espacio y pregunté si sería posible entrevistar al poeta. En principio, no me dijeron ni que sí ni que no, pues a Nordbrandt le precede cierta fama de peculiar, pero me animaron a que fuera hasta allí y lo intentara.

Así fue como, sin estar seguro del éxito de la empresa, tomé un autobús de Sevilla a Granada con una mochila cargada con sus libros: 3 x Nordbrandt, Nuestro amor es como Bizancio, Armenia, Puentes de sueños… El hombre que encontré en Granada acusaba cierto abatimiento natural, el cansancio del viaje reciente y acaso una cierta timidez. Ninguno de estos elementos son los mejores para llevar una entrevista a buen puerto, pero lo cierto es que, a pesar de su vitola de huraño, fue amable en todo momento y hasta rio en algún instante, para volver de inmediato a esa melancolía que envuelve esa mirada de ojos claros que han visto mucho mundo.

¿Valió la pena seis horas de viaje para disfrutar de 20 minutos con Henrik Nordbrandt? La respuesta es, rotundamente, sí.

¿Qué es para usted el Mediterráneo? ¿Qué ha buscado en él?

«En algunos lugares me han hecho sentirme más en casa que en mi propio país»

Para mí significa distintas cosas. Le diré lo que pasó. Sucedió en 1967; hace mucho tiempo. Fui a Grecia por primera vez. Fue mi primera visita al Mediterráneo, pero entonces había un gobierno militar. El 21 de abril de 1967, un régimen fascista tomó el poder. Estuve un mes allí, escribí sobre varios temas y acabaron echándome. Me marché a Turquía, a Estambul, y allí lo pasé fatal, de verdad, no me gustaba nada el país. Tuve un ataque de nervios en Estambul, me puse enfermo de verdad. Y cuando volví a Dinamarca, estaba molesto conmigo mismo y quería saber qué me había pasado. Para eso tenía que volver a Turquía y aprender turco: para averiguar qué me había pasado.

¿Lo consiguió?

Lo conseguí, aunque tardé unos años. Durante muchos años viajaba entre Grecia y Turquía, estudié los idiomas, la literatura. Sobre todo literatura turca, no porque sea algo especialmente maravilloso, sino porque me interesaba el país y el continente. Al principio era muy foráneo para mí. Así empezó. Luego viví en Italia unos años y luego en España.

¿Estudió árabe, también?

Sí, porque cuando empecé con el turco, me di cuenta de que tenía que aprender algo de árabe también y también farsi. Así que hice Estudios Islámicos, pero no porque estuviera interesado en la religión, para nada.

¿Cree que la mayor frontera entre las personas es la idiomática?

No, realmente hay otros elementos. Pero por supuesto la lengua es importante. Estos días, la religión, desafortunadamente, se está haciendo cada vez más importante en el mundo.

Usted escribió “Mis raíces danesas son tristes”. Suena extraño en un tiempo en el que todos se sienten particularmente orgullosos de sus raíces.

Pues sí. He conseguido muchos seguidores con eso; escribí un libro titulado “Nosotros, los daneses”, que en realidad es irónico, así que es verdad. Vivo en Dinamarca, ahora.

Pero a usted no le gustan las banderas demasiado, ¿me equivoco?

No, no [ríe]. No me vuelven loco.

¿Se ha sentido extranjero en el Mediterráneo, como un europeo entre bárbaros?

«Una cosa para conocer una cultura es hacerlo a través de la comida: es el camino más directo»

No [ríe]. Nunca me sentí entre bárbaros, de todos modos. Por supuesto, yo era un extranjero, y siempre te vas a sentirte un poco extraño por esa razón. Pero en algunos lugares en los que he vivido me han hecho sentirme muy en casa, a veces más en casa que en mi propio país.

¿Aprendió algo de sí mismo viajando a estos lugares?

Por supuesto, aprendes mucho de ti cuando vives en otros lugares y con otra gente.

Lo digo porque usted escribió algo así como que en Grecia y Turquía saben algo de usted que ni usted mismo sabe.

Sí, es verdad. Pero es un poema muy temprano, de mi juventud, cuando empezaba a viajar. Hoy día no escribiría ese poema, sería diferente. Eso era al principio. Una cosa para conocer una cultura es hacerlo a través de la comida: es el camino más directo. Comes lo que te ponen. Yo escribí un libro de cocina turca…

Sí, quería preguntarle por eso. Tenía un título muy curioso…

“Caderas de señora y otras platos especiales”

Sí. ¿Es usted buen cocinero?

No lo sé, al menos he intentado ser buen cocinero.

¿Tenía su indagación en la gastronomía turca algo de curiosidad antropológica?

En cierto tiempo estaba viviendo con una mujer turca, eso me ayudó mucho. De todas formas, me gustan diferentes tipos de comida. En Cartagena comí el mejor pulpo que probé nunca. Estaba fantástico.

Muchos pensamos que el Mediterráneo es una sola realidad porque la unifica el aceite, el vino y el anís. ¿Lo suscribiría?

Eso es verdad, tienes sabores similares en todo el Mediterráneo. El sabor del aceite es el mismo, y te dan las mismas verduras en todas partes.

Ahora los enemigos de la paz quieren dejarnos sin el vino y sin el raki…

Eso es verdad [risas].

Al cabo de todos estos años, ¿ha descubierto la diferencia entre ser viajero y ser turista?

«Cuando estás en un lugar muy poco tiempo, y todo te lo dan puesto, eres turista»

Bueno… Estuve un día en Alicante. Es muy fácil reconocer a los turistas, porque todo el mundo de clase media española, con el tiempo que hacía, el frío, vestía abrigos y bufandas, mientras que los turistas iban en shorts y camisetas… es fácil distinguir [risas]. Cuando estás en un lugar muy poco tiempo, y más o menos todo te lo dan puesto, eres turista. Viajar es algo diferente: si viajas, tienes que hacer cosas, te arreglas las cosas tú mismo, hablas con gente… Pero de alguna forma, todos los viajeros son un poco turistas.

Un amigo, tras meses vagabundeando por Grecia y preguntándose por qué no estaba tranquilo en casa, descubrió que en griego, viajero se dice “taxidiota”. ¿Usted se ha sentido alguna vez idiota en sus periplos por el mundo?

¡Sí, claro! Tarde o temprano te preguntas, ¿qué hago yo aquí? ¿Qué he hecho mal? No sé qué responder a eso, pero es así.

Su poesía tomó partido en Armenia. ¿Puede recordar ese proyecto?

Cuando era estudiante, vivía en Jerusalén. Conocí al patriarca armenio, nos hicimos amigos de algunos armenios. Me habían hablado del problema armenio en Turquía durante años. Cuando empecé a vivir en Turquía era una cuestión muy delicada. Es decir, todo el mundo sabía lo que había pasado, pero nadie quería reconocerlo. Turquía todavía no quiere reconocerlo. Era incluso peligroso hablar de eso. Ahí me di cuenta de lo importante que era.

¿También tuvo problemas en Turquía por apoyar a los kurdos?

No, no realmente. Tuve otros problemas allí porque escribí artículos políticos, así que problemas tuve, pero nada serio. Sobre el tema kurdo he escrito muy poco.

Pero su simpatía por los kurdos es un hecho. ¿Los espera ver viviendo en un país independiente?

Sí, sin duda. Espero que algún día sea así. Porque ahora hay áreas establecidas en Iraq, con un buen sistema, un Estado laico, no religioso, con derechos para las mujeres. Creo que es muy bueno. Espero que estas regiones lleguen a ser completamente independientes algún día.

Ahora tengo mis dudas, ¿estuvo en Kosovo también?

No, supongo que lo cree porque escribí un poema sobre Kosovo, pero fue solo eso.

¿Le afectó mucho el conflicto de los Balcanes?

Sí, fue una guerra enormemente estúpida.

«Si estás mucho tiempo en un lugar, no quieres hacer postales, vas buscando mayor profundidad»

Y sangrienta.

También, sí [hace una larga pausa].

¿Cómo cree que cambiará Grecia tras la crisis?

¿Tras la crisis? No lo sé, todos los países cambian, Grecia también, no sé, la verdad… Hace muchos años que fui por última vez, así que de verdad no sé. A Turquía sí fui el año pasado, para escribir sobre las elecciones. Esto sí ha cambiado mucho. Es terrible lo que ha pasado en Turquía con Erdogan.

Las cosas no van demasiado bien para los pueblos mediterráneos, ¿no?

No, no. Hay demasiados problemas.

Parecía que las primaveras árabes ayudarían, pero ahora ya no está tan claro ¿Usted lo esperaba?

Sí, todo el mundo pensaba que serían buenas, pero por supuesto uno es escéptico, tal vez sí, tal vez duren poco tiempo…

¿Y si estuvieran solo empezando ahora, como creen algunos?

Tal vez sea así, podría ser. Esperemos que sea así.

Cuando escribe sobre países lejanos, toma la experiencia y el territorio y los lleva más lejos. ¿Es premeditado eso?

Por supuesto. Si estás mucho tiempo en un lugar, no quieres hacer postales, vas buscando una mayor profundidad. [Pausa] No sé muy bien qué añadir, pero por supuesto conocer un lugar es muy distinto.

Estuve hace unos años en Copenhague, en el distrito de Nørrebro. Una mañana el barrio amaneció con coches quemados, adoquines revueltos… Me dijeron que había choques con inmigrantes. ¿Es difícil vivir juntos, incluso en la Europa más civilizada?

Por supuesto es difícil. Hay ahora problemas con inmigrantes, claro, pero en mi opinión es que han manejado mal la situación. Creo que irá a mejor. Veo a mucha gente, muchos inmigrantes que vinieron hace tiempo, y ahora hay más comunicación entre daneses e inmigrantes que hace diez o veinte años, hay un mejor entendimiento entre culturas. Creo que las cosas están mejorando, aunque siga habiendo problemas. Soy optimista al respecto.

No quiero terminar sin preguntarle por sus años en Vélez-Málaga, ¿qué recuerda de aquel tiempo?

Bueno… Preferiría no hablar de esto. Lo pasé mal en Vélez Málaga. Tenía una novia allí que murió. Es duro para mí.

Vaya, lo siento. Espero que sus siguientes experiencias en España sean mejores.

Okay [risas].

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© Alejandro Luque  | Especial para M’Sur

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