Crítica

Cada ciudad puede ser otra

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 5 minutos

Una vez más
Dirección: Guillermo Rojas

Género: Largometraje
Guion: Guillermo Rojas
Partícipes: Silvia Acosta , Jacinto Bobo, Teresa Arbolí, Julia Rodríguez, Celia Vioque
Produccción: Summer Films
Duración: 112 minutos
Estreno: 2019
País: España
Idioma: castellano

“Cada ciudad puede ser otra/ cuando el amor la transfigura/ Cada ciudad puede ser tantas/
como amorosos la recorren…” Los versos de Mario Benedetti me vinieron a la memoria mientras visionaba este filme, la ópera prima como director de Guillermo Rojas, hasta ahora conocido como uno de los productores más interesantes de la última hornada del cine andaluz. No cabía esperar de él, en ese cambio de tercio, un producto menor; pero el resultado de esta Una vez más, vaya por delante, supera con creces las expectativas.

Antes de entrar en los detalles de la historia, me gustaría subrayar que el trabajo que nos ocupa es, sobre todo, un canto a una ciudad y a una generación. Empecemos por la ciudad, que casualmente es en la que resido la mayor parte del tiempo. Sevilla: hay quien se enamora nada más poner los pies en ella, y quienes después de 15 años no acabamos de sentir el flechazo, por más que apreciemos su indudable belleza y la fuerza de sus rincones. Rojas, cordobés de nacimiento, no puede disimular que pertenece a los primeros. Su recorrido por la capital hispalense, regateando en la medida de lo posible el tópico y la postal, lo hace con ojos apasionados, pero con tanta convicción que el espectador sentirá el calor de los atardeceres en la piel, el olor de azahar y el tacto de paredes que han visto pasar, impávidas, la Historia.

Demasiado peligroso eso de dejar que la ciudad “sea un personaje más”, como solemos decir, porque una como Sevilla puede llevarse el protagonismo y hacer que todo sea decorado. Hacía falta un buen guion, buenos personajes y bien defendidos. Hacía falta una historia de amor que, como en los versos benedettianos, hicieran que la Sevilla del filme fuera otra, única. No es la primera vez que se usa el fallecimiento de un familiar como excusa para enfrentar a un personaje con su pasado. El regreso a casa, el reencuentro, sí, quizá lo hemos visto y leído antes. Es lo que hace Abril, joven sevillana afincada en Londres, cuando recibe la noticia de que su abuela ha muerto.

El romance se vuelva drama: una generación de españoles hubo de hacer las maletas por la crisis

En ese trance vuelve a verse con Daniel, su antiguo amor. Juntos vuelven a los escenarios donde fueron felices cinco años antes, y se dan cuenta de que cinco años son toda una vida cuando se es joven. Qué ha cambiado entre ellos, qué permanece, qué caminos se podrían desandar y cuáles están cerrados para siempre, son algunos de los asuntos que van desarrollándose en ese nuevo tiempo compartido, muy bien descrito por los diálogos de Rojas, y arropado por la bellísima fotografía de Jesús Perujo y la música, siempre emocionante, de Pablo Cervantes, así como de varias bandas sevillanas, como Maga, The Milkyway Express u All la Glory.

El riesgo mayor, el de edulcorar demasiado el reencuentro, queda convenientemente conjurado por la introducción de los conflictos precisos entre los distintos personajes. Pero lo que hace que el romance se vuelva drama es la cuestión de fondo: cómo la generación de españoles mejor preparados de nuestra Historia, según el conocido latiguillo, hubo de hacer las maletas para demostrar su talento allende nuestras fronteras, y cómo el camino de vuelta, tras la crisis de 2008, se ha venido haciendo más y más difícil, con la consiguiente frustración y sensación de engaño.

Como todo debutante, Guillermo Rojas comparece con sus naturales influencias. Una de las más evidentes, hasta el punto de traducirse en un homenaje explícito, es Jonás Trueba. Ya escribí en este mismo medio lo mucho que me gustó un filme como Los ilusos, pero también el modo en que me siento expulsado de ese cine cuando se vuelve un manifiesto generacional demasiado autocomplaciente, o cuando no logro conectar con las referencias culturales que en él se apuntan. Temía correr ese riesgo con Una vez más, entre otras cosas porque cuando yo tenía la edad en que los personajes cantan a Duncan Dhu mi delirio era el heavy metal, pero la cuenta final queda en más que positivo porque la película de Rojas va más allá. Es una historia de nostalgias que habla también de las trampas de la nostalgia y de sus antídotos. De la conveniencia de vivir el presente, asimilando el pasado –¿qué demonios si no es eso que llaman madurar?– y construirse a partir de él.

Todo eso lo formula un director que tiene mucho que decir, con dos actores jóvenes más que prometedores, Jacinto Bobo y una colosal Silvia Acosta, y que además nos regala de propina otro debut, el de la también directora Laura Hojman como cantante. La sensación general es, pues, de un talento emergente que florece por todos los fotogramas. Con tanta frescura y vitalidad que hasta los más duros de sugestionar con los encantos sevillanos, como el que suscribe, no podemos evitar terminar el visionado con los ojos húmedos y el vello de punta.

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