28 de junio

por Curro Medina

No hay quien los pare

Primero quisieron reprimirlos, encarcelarlos, castigarlos. Luego, cuando los nuevos tiempos hicieron imposible la marginación total, pretendieron negarles la visibilidad. Antes o después desistieron de tal empresa, e intentaron banalizarlos, ridiculizarlos, caricaturizarlos. Se preguntaron qué orgullo podrían enarbolar, ¿acaso existía un día del orgullo para los demás?

Por suerte, los enemigos de la diversidad fueron perdiendo todas las batallas. Todavía se da, de vez en cuando, algún caso de violencia que parece una anacrónica, descerebrada forma de reconocer esa derrota. Pero ningún odiador vocacional ha logrado impedir que el desfile del Orgullo se celebre, y que sea una fiesta de la libertad y la soberanía individual que llena de color y risas las calles de medio mundo.

Así, sin peros que valgan. Con las siglas que correspondan, LGTB, LGTBI y las que vayan sumándose razonablemente. Con divisiones a veces en el seno de los colectivos, sí, con marcas comerciales anunciándose y con los partidos políticos arrimándose al calor de las muchedumbres, unos con más legitimidad que otros, pero entendiendo todos que ya no hay, no debería haber, marcha atrás.

El objetivo de Curro Medina los acompaña. Desfilan los veteranos que sufrieron el escarnio y las jóvenes que recién descubren sus gustos sexuales, las que adoran disfrazarse y los que se sienten tan ligeros que necesitan despojarse de la ropa, las que no pueden parar de bailar y los que enjugan alguna lágrima recordando los tiempos en que esto era impensable. Desfilan niños que entienden todo de un modo más natural que muchos políticos, y ancianas que han llegado a la conclusión de que no hay armario que pueda encerrar una mente sensible y pensante.

No, ninguno de esos odiadores vocacionales que contemplan la comitiva desde sus visillos ha logrado detener la marcha del 28 de junio. Lo han logrado aplazar la covid-19 y las garantías sanitarias que imponen estos días las autoridades, pero viendo las fotos de Curro uno casi puede oír las consignas, la música de la risa y de los besos, las banderas arcoiris flameando por las calles. ¿Quién podría parar a una masa de gente que ama?

[Alejandro Luque]