Opinión

De indígenas y chechenos

Alberto Arricruz
Alberto Arricruz
· 13 minutos

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En Francia, la primera violación pública del confinamiento ha sido una manifestación autoproclamada antirracista. Con la ola de indignación mundial desatada tras el asesinato del estadounidense Georges Floyd a manos de un policía, miles de personas se concentraron el día 2 de junio ante el nuevo Tribunal de París para exigir “justicia para Adama”.

Aquel día los activistas de “Justicia para Adama” consiguieron que su movimiento pareciera la versión francesa de la protesta estadounidense, instalando la idea de que en Francia la policía mata a negros como en Estados Unidos.

En pocos años, la “americanización” de la gramática política y social se ha vuelto hegemónica en las esferas progresistas europeas, desde Los Verdes franceses hasta Podemos, con conceptos acuñados en el seno del antes aborrecido partido demócrata americano: “privilegio blanco”, “interseccionalidad”, ideología queer contra la tradición feminista “clásica”… La izquierda radical habla como Joe Biden, mientras la derecha radical actúa como Trump.

Pero cuando el nudo histórico-social francés con su inmigración se convierte en una versión francesa del “Black Lives Matters”, eso desvela hasta qué punto la civilización americana ha progresado en su impregnación de la cultura nacional (prometo reseña de Civilización, un ensayo de Régis Debray).

A la mani acudieron varios diputados y figuras de izquierda, validando así lo de saltarse el confinamiento porque si es por la izquierda, todo bien. En el Parlamento se debatió sobre como pararle los pies a la policía supuestamente racista.

Proclama que Adama fue asesinado en 2016, como miles de negros, a manos de la policía blanca francesa

El presidente, Emmanuel Macron, siguiendo la senda de su antecesor Hollande en casos parecidos, pidió a la ministra de Justicia que “estudiara el dossier Adama”. El ministro de interior, Christophe Castaner, a quien le ha importado un bledo la violencia policial desatada contra los “gilets jaunes”, declaró: “Oigo el potente grito contra el racismo, el odio, las discriminaciones” …

La portavoz de “Justicia para Adama”, Assa Traoré, veía como se tomaban fotos con ella lideres con la vista puesta en la segunda vuelta de las elecciones municipales. Ha copado entrevistas en teles y radios; los diarios Libération y Le Monde, pero también Le Parisien, la presentan como una nueva Pasionaria. Incluso ha podido hablar ante alumnos en institutos. Todos esos espacios le han permitido proclamar que su hermano Adama fue asesinado en 2016, como miles de negros, a manos de la policía blanca francesa, que la justicia, la policía y la república son racistas, que la identidad francesa es opresora y colonial… ah, sí, y también que la poligamia de su padre con cuatro esposas y veinticinco hijas e hijos es un modelo de familia maravilloso.

¡Qué lejos estás, Mandela!

Momentos televisivos estelares para figuritas pijas progre del show-business: la cantante y actriz Camelia Jordana proclama que “cada día, la policía en Francia masacra a hombres y mujeres solo por culpa de su color de piel”. “Hay mucha gente que no se siente segura ante la policía, y soy parte de ella”… dijo Jordana, de abuelos argelinos, hija de una familia burguesa de Toulon.

Al popular actor Omar Sy, francés acomodado en Los Ángeles (desde donde afirmaba hace poco que, como negro, se sentía más seguro allí que en Francia), le ha tocado ser la versión francesa del hepta-campeon de F1 Lewis Hamilton cuando, bajando de su avión privado, afirmó: “Cada día me hacen sentir que soy negro”. Micrófono tendido al actor Mathieu Kassovitz, especialista en declaraciones ultrarrevolucionarias… de paso defendiendo otra vez los atentados terroristas islamistas como supuesta reacción al racismo de Estado francés.

Virginie Despentes se siente blanca privilegiada y declara su amor a los asesinos de Charlie Hebdo

La escritora y directora de cine Virginie Despentes proclama que se siente blanca privilegiada y que no ha habido ministros negros en Francia, sin inmutarse cuando la ridiculizan citándolos todos, empezando por la portavoz del gobierno, Sibeth N’Diaye. En 2015, Despentes mostró su ambición de ser digna heredera de los grandes columnistas pronazi franceses como Brasillach, fusilado en 1945, declarando su amor a los asesinos de Charlie Hebdo. Hoy queda en ridículo, pero la revista Mediapart de Edwy Plenel la considera la nueva referencia “intelectual” de la progresía.

Un sociólogo de moda ha llegado a afirmar sin despeinarse que en Francia, un sintecho blanco goza de privilegios frente a un sintecho negro. No sé si este señor se ha interesado en mirar quien duerme fuera en las calles de París —basta con ir andando, son miles— pero no duda en insultar la realidad y todos los servicios y trabajadores sociales de este país.

Pero ¿interesa la realidad?

Adama Traoré, delincuente violento, murió en 2016 en el calabozo después de haber sido arrestado por gendarmes. Como bien dice Ilya Topper en su columna reciente, que sea un golfo o un criminal no quita que, si la policía lo ha brutalizado y matado, hay que denunciarla y obtener justicia: los principios son principios porque valen para todos.

¿Fue aquel arresto una actuación racista de la policía? Dos de los tres gendarmes son originarios de Antillas. Es decir: son negros. Esa contradicción, los militantes “indigenistas” la tienen resuelta fácilmente: la policía es blanca y todo negro en su seno es “negrito de casa” como el tío Tom, todo moro es “árabe de servicio”.

¿Lo mató la policía en un acto violento? Cuatro años de instrucción judicial y de informes forenses dicen que no. Pero no importa: el “comité” reclama “expertos independientes” y el propio presidente Macron finge pensar lo mismo. Algo parecido ocurrió en 2005, cuando murieron dos adolescentes de origen magrebí en una barriada, desencadenando tres semanas de violencia en todas las barriadas de Francia. Era obvio que no los mató la policía, ya que se electrocutaron al meterse en una central eléctrica sabiendo que la policía no entraría por el peligro.

En Francia mueren en intervención policial entre 10 y 15 personas al año, incluidos accidentes

Pero no importaba la verdad ante la emoción. El partido socialista puso al consejero jurídico de su candidata presidencial Ségolène Royal como abogado de las familias de las dos victimas, reclamando entonces “verdad y justicia”. Quince años más tarde sigue el oportunismo de figuras de todos los partidos cabalgando sobre la emoción del momento, sin reparar en las consecuencias.

¿Mata la policía francesa como la policía norteamericana? En Francia mueren en intervención de la policía entre 10 y 15 personas cada año (incluyendo suicidios y muertes accidentales huyendo de la policía, por ejemplo en moto o en coche). En EE UU son más de mil. Extrapolar tal cifra a la población francesa (cinco veces menos habitantes) significaría computar más de 200 muertos cada año a manos de la policía francesa. Da la medida de la espeluznante violencia policial en Estados Unidos. Pero sin negar que la policía francesa esté acostumbrada a brutalidades, decir que estamos como en EE UU es, sencillamente, un delirio.

¿Es racista la policía francesa? Hay racismo dentro de la policía, y hay policías racistas.

Pero hablamos de un cuerpo (policía y gendarmería) en el que la proporción de agentes originarios de Antillas —es decir, negros— o hijos de africanos, sean magrebíes o subsaharianos, era ya del 20% en 2010, el doble que en la ciudadanía francesa en general. Eso es muy visible para cualquiera que viva en Francia, más aún en la región de París.

Lo explicó en 2015 el sociólogo Jeremy Gauthier, que lleva años estudiando la policía francesa: “Los policías originarios de minorías ‘visibles’ se topan con dificultades para integrarse dentro de un cuerpo aún muy mayoritariamente masculino, blanco y metropolitano (no originario de ultramar). El universo policial se caracteriza por una cultura profesional muy especifica, marcada por el sentido de la misión, el pragmatismo, pero también por prejuicios raciales, aunque la nueva generación se muestra más tolerante que las anteriores.”

De la misma forma que agresores pederastas entran en el cuerpo profesoral, hacen de curas o de educador, a los fascistas les viene fácilmente la vocación profesional de ser poli o militar. Pero también es cierto que muchísima gente se hace profesor de escuela con la vocación de educar a menores, educador para ayudar a la gente en dificultad… y policía con la idea de servir a lo público.

Las enfermeras vienen a la barriada con coche sin logo de Cruz Roja para que no se lo destrocen

También es visible el aumento de la violencia ejercida por los cuerpos antidisturbios en las manifestaciones. Concentraciones que hasta hace unos años se podían recorrer pacíficamente —como el Primero de Mayo— exponen hoy todo manifestante a sufrir cargas policiales, tiros de balas de goma, arrestos violentos.

En la crisis de los Gilets jaunes, Macron nombró prefecto de policía de París al más represor de todos. Parece mentira, pero este hombre se llama Lallement (pronunciar como “El alemán”), y además tiene pinta de actor de reparto en alguna peli de guerra haciendo de obersturmführer. Sus declaraciones incentivan la violencia policial, es muy peligroso. Criminalizar toda protesta le da alas a quienes, en la policía, se sienten apoyados por sus jefes para dejar libre curso a sus ganas de violencia.

¿Quiénes son los policías? Son de categorías populares, muchos chavales de provincia que, sin experiencia y poco templados, se ven destinados a barriadas carcomidas por el tráfico de droga, donde quedan en inferioridad cuando son recibidos a pedradas por grupos de jóvenes educados en el odio, son atrapados en emboscadas, al igual que se les sucede a bomberos y médicos de urgencia, mientras que las enfermeras vienen con coche sin logo del hospital o de Cruz Roja para que no se lo destrocen, y con frecuencia deben dejarse chequear por golfos que controlan las entradas.

Cuando estallan disturbios, siempre en relación con alguna actuación de la policía, se queman los coches de los habitantes de la barriada, escuelas, bibliotecas, institutos de enfermeras, centros sociales… Hay una ideología para sustentar tales actos: es la de los talibanes.

 Para ellos, Francia es racista porque es laica, y no permite la ley religiosa en la sociedad

Esa realidad, vivida por millones de franceses de clases populares y que deja un ambiente de tensión cotidiana en las ciudades medianas del país, surgió espectacularmente el día 11 de junio, apagando de un soplo toda la ola iniciada por la manifestación del comité Adama.

Durante tres días y tres noches, decenas y hasta centenares de chechenos, venidos de toda Europa, ocuparon las calles de Dijon, capital de provincia borgoñona, y asediaron su barriada periférica cazando a toda persona sospechada de ser de origen marroquí.

Los 18 policías de la ciudad quedaron encerrados en la comisaria, como en las películas del oeste, mientras se desataba la violencia de calle. Eso acabó con… la mediación del imam y un acuerdo cerrado en su mezquita. No se puede ilustrar mejor el abandono de poblaciones enteras a un aparato religioso reaccionario, machista, racista y retrógrado, con la promesa de un control social de las clases populares que acaba en separación comunitaria y destrucción del modelo nacional.

Al final, una última pregunta: ¿es Francia un país racista?

Jurídicamente, Francia es igualitaria, laica y además antirracista: las leyes francesas están todas dirigidas a garantizar la igualdad, y las leyes que reprimen toda manifestación de racismo se han ido reforzando.

A pesar de eso, se mantienen espacios legales en las que se sigue discriminando gravemente por origen nacional: los tratados con Marruecos y Argelia dan la primacía en Francia a la legislación del país de origen sobre los matrimonios con un cónyuge de esas nacionalidades, y esas leyes discriminan gravemente a las mujeres.

Pero eso no provoca ni la más mínima critica y aun menos movilización de los activistas indigenistas y sus aliados ‘progre’, como son muchos de los nuevos alcaldes ‘verdes’ que se han llevado grandes ciudades francesas en las municipales de junio. Para ellos, Francia es racista porque es laica, y no permite la primacía de la ley religiosa en la sociedad. No entra el velo islámico en las aulas, por eso se le declara racista.

Entonces: ¿es racista el pueblo francés?

Racismo hay. Sin olvidar el creciente racismo intercomunitario. El de las agresiones cometidas contra asiáticos por golfos de origen magrebí, fenómeno inquietante en la región parisina que mantiene atemorizada a la comunidad asiática. El que ha vaciado las barriadas y las escuelas de ciudades enteras de las personas de origen judía en menos de dos décadas.

Hasta pasados los años setenta, el racismo de la población francesa era común hacia “los árabes” (en realidad argelinos, tunecinos y marroquíes) y “los negros” (que hasta los años setenta eran poco visibles en la Francia continental).

Hoy, toda boda en Francia ve como jóvenes de provincia se casan entre “blancos”, “moros”, “negros”

En aquellos tiempos no había paro, pero sí había guetos y hasta toque de queda para los argelinos durante la guerra de independencia de Argelia. La manifestación de octubre de 1961 contra ese toque de queda dejó más de 100 muertos a manos de la policía. Eso sí que fue violencia policial racista de un Estado racista, y que aún no ha generado un “trabajo de memoria” oficial.

Mi exsuegra, bretona, cuando quería enfadar a su padre en esa época le decía que se iba a casar con un negro: así lo enfurecía sistemáticamente. También era común entonces… el racismo contra los alemanes.

Hoy, toda boda en Francia ve como jóvenes de provincia se casan entre “blancos”, “moros”, “negros”; ve la diversidad del pueblo en los invitados. El pueblo llano ha ido reduciendo distancias y abriéndose. El pueblo francés es, en su conjunto, profundamente diferente del que yo conocí de niño en lo que a racismo se refiere.

Y cuando la gente del pueblo oye como los “intelectuales” los acusan de ser racistas, como se inventan que Francia es como EE UU y cualifican de “privilegiados blancos” a quienes sobreviven con empleos precarios, recortes de servicios sociales, ingreso mínimo (existe en Francia desde 1990)…

El pueblo francés, el de hoy, el que no ha ido a votar en las recientes elecciones municipales, dejando a los nuevos alcaldes con la legitimidad y autoridad por los suelos… enfadado está con los que se creen listos acudiendo a la mani “Justicia para Adama”.

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© Alberto Arricruz | Junio 2020 · Especial para M’Sur

 

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