Crítica

Lo inexplicable

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 4 minutos

Mohamed Mrabet / Paul Bowles

El gran espejo

Género: Novela
Editorial: Cabaret Voltaire
Páginas: 120
ISBN: 978-84-1217-532-5
Precio: 16,95 €
Año: 1977 (2020 en España)
Idioma original: inglés
Título original: The Big Mirror
Traducción: Albert Mrteh

Resulta sin duda encomiable la tarea que la editorial Cabaret Voltaire viene realizando para dar a conocer la literatura marroquí, tan próxima en muchos sentidos como desconocida para el gran público. Así, en los últimos años han publicado tanto a clásicos contemporáneos como Mohamed Chukri o Tahar Ben Jelloun como a jóvenes valores tan firmes como Abdellah Taia o Leila Slimani. Y entre unos y otros, han emprendido el rescate de esa rara avis de las letras marroquíes conocido por el nombre de Mohamed Mrabet.

El hecho de que la obra de Mrabet venga firmada también por Paul Bowles se debe a que el autor de El cielo protector fue quien, como ocurrió en otros casos, ejerció de receptor de las historias de un Mrabet analfabeto y les dio forma legible y comercializable. Que ahora el marroquí encabece la lista de detractores de Bowles, acusándolo de haberse aprovechado de su talento, es algo en lo que no entraré por esta vez, habida cuenta de que el estadounidense tiene sus propios defensores póstumos, Eduardo Jordá y Rodrigo Rey Rosa a la cabeza.

Chascarrillos aparte, interesa mucho más atender la obra de Mrabet/Bowles, de la que tuvimos noticia primero gracias a una sustanciosa novela de carácter mágico, Amor por un puñado de pelos, para continuar con un relato de corte biográfico, también de notable interés, como El limón. Dos ventanas a ese Marruecos del pasado reciente, popular y enormemente rico, a las que viene a sumarse El gran espejo.

Se trata de una historia muy diferente a las anteriores: más breve, para empezar, de estructura más lineal y afín al género fantástico, por no decir claramente terrorífico. El joven Ali, propietario de tierras, desposa a la bella Rachida y se instala con ella en un palacete de la medina de Tánger. Allí, la muchacha se sentirá primero turbada y luego fatalmente atraída por la existencia del gran espejo que da título al libro.

Saben contagiarnos ese escalofrío que han producido los espejos desde Perseo y Narciso a Borges

La locura que desatará tan inquietante objeto, con su despliegue sangriento al filo del gore, es el eje en torno al cual gira la historia, en la que no cuesta imaginar a un Mrabet cargando las tintas para sobrecoger al lector, mientras Bowles aprovecha el discurrir de la acción para dejar caer algunas notas antropológicas, describiendo someramente escenas de la vida marroquí como bodas o entierros. No queda muy claro hacia dónde quiere llevarnos ninguno de los dos, pero al menos saben contagiarnos ese escalofrío que han producido los espejos desde Perseo y Narciso a Borges.

Lo que me resulta más difícil de explicar es lo de la portada. La imagen de un señor con barba inequívocamente salafista, acompañado de algo que parece ser una mujer con niqab, pero que deja abierta la fantasía a cualquier otro elemento no humano, desde un mueble tapado a una montaña tuneada por Christo, me deja absolutamente perplejo, toda vez que el relato carece de alusión alguna a las corrientes rigoristas del islam.

Me consta que el equipo de Cabaret Voltaire es cuidadoso en los detalles, desde la tipografía a las imágenes de cubierta, de ahí que sea inconcebible el deslizamiento de dos símbolos políticos tan marcados en portada. En los créditos se nos informa que se trata de la obra Escaton (Beauty Will save the world 2) de la cotizada artista egipcia Nermine Hammam, autora de las anteriores portadas de Mrabet en Cabaret Voltaire. Lo único que se me ocurre es que, tratándose de un relato de miedo, quisieran poner una imagen acorde, pero…

Dejando aparte estas cuestiones, El gran espejo, que vio la luz en Estados Unidos en 1977 y había permanecido inédita en España hasta ahora, es una nueva oportunidad de asomarse al mundo narrativo del tándem Mrabet/Bowles, aunque personalmente prefiero sus anteriores incursiones realistas, incluso mágico-realistas. Eso aunque el propio autor me asegurara una vez, haciendo gala de su contradictorio espíritu, que la magia no existe en Marruecos.

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