Reportaje

El trabajo vuelve al sur

Irene Savio
Irene Savio
· 9 minutos
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Parque en Salina, Sicilia, Italia (2011) | © Alejandro Luque


Roma | Marzo 2021

“Muchos jóvenes ya no quieren verse forzados a emigrar, vivir en ciudades ruidosas, congestionadas y con un pésimo clima. Al revés. Ahora incluso están dispuestos a sacrificar una parte de su sueldo. Yo lo estoy.” Lo dice Raffaele Aprea, joven emprendedor de 33 años, licenciado en Ingeniería y que trabaja para una conocida multinacional de comercio electrónico. En remoto.

Es una consecuencia de la pandemia. Pero parece un fenómeno ya irreversible. Trabajar desde el sur, desde casa, para una empresa en el norte será una práctica que, tras superar la resistencia inicial, acabará asentándose como un nuevo modelo laboral, cree Aprea. Él mismo ha emprendido este camino. En marzo pasado, cuando estalló la crisis sanitaria en Europa, tomó la decisión de abandonar Londres y regresar a su Nápoles natal, en el sur de Italia, donde ahora vive con su pareja. “Creo que las empresas más exitosas serán las primeras en entenderlo y se quedarán con los mejores talentos.  La pandemia ha acelerado todo este proceso”.

Lo han llamado ‘south working’ —parafraseando el concepto de ‘smart working’—, y consiste en aprovechar el alza del teletrabajo para no solo trabajar desde casa, sino desde tu propia ciudad natal. Gracias a ello, profesionales de la Italia meridional, que por más de medio siglo han emigrado en masa, están regresando a sus lugares de origen sin dejar sus empleos para compañías del norte o de otros países. Un modelo que cuenta ya con férreos defensores; tantos que desde el año pasado el diccionario de la lengua italiana Treccani acepta la expresión como un neologismo válido.

Unos 100.000 trabajadores del norte de Italia han regresado a sus ciudades de origen durante la pandemia

“Lo primero que hay que entender es que en los años ochenta solo el 5% de los jóvenes del sur de Italia que emigraban tenían estudios universitarios. Ahora son el 30%», contextualiza Gaetano Vecchione, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Federico II de Nápoles e investigador de la Asociación para el Desarrollo Industrial de la Italia meridional (Svimez). «A ello se añade que la pandemia ha puesto en evidencia que el modelo urbano de muchas grandes ciudades de las zonas más industrializadas está en crisis y ha perdido atractivo. Por eso no es de extrañar que muchos jóvenes estén buscando formas de volver”, avisa este analista.

Este éxodo de norte a sur ya es una realidad en Italia. En concreto, de acuerdo con la organización Svimez, una cifra estimada de 100.000 trabajadores de empresas del norte de Italia, en su mayoría jóvenes, han regresado a sus ciudades de origen desde que estalló la pandemia. Continúan trabajando para las compañías que le daban empleo antes o han conseguido nuevos empleadores, pero ahora lo hacen todo a distancia. “Es posible que una parte de ellos se marchen nuevamente cuando la pandemia estará controlada. Pero muchos se quedarán”, añade Vecchioni.

“El teletrabajo y el ‘south working’ son realidades que persistirán más allá de la pandemia”, ha coincidido, en la misma línea, el sociólogo Domenico De Masi, que desde los noventa estudia el trabajo remoto.

La razón, principalmente, es que muchos de los trabajadores retornados se niegan ahora a seguir siendo víctimas de la movilidad forzosa, como resume el joven Aprea. “¿Qué tiene Nápoles que no tienen las demás ciudades? Lo primero, mi familia. Pero también un nivel de vida que hoy es más alto. Los alquileres son más bajos, la comida es mejor y hay muchísimos días de sol”, explica. “No creo que esto signifique el fin de la interacción presencial, que también es importante en muchos sectores, pero eso se puede resolver, por ejemplo, con reuniones grupales una vez al mes”, opina. “Hace pocos días, Spotify anunció que permitirá que todos sus trabajadores trabajen desde cualquier lugar. Ese es el modelo a seguir”, añade.

El sur puede recuperar una parte de los cerebros que se han fugado en las últimas décadas

Tanto así que muchos ya han visto el negocio. En ciudades como Palermo, la capital de la isla de Sicilia, diversas empresas han abierto nuevos espacios de ‘coworking’, para permitir que los jóvenes retornados puedan trabajar en espacios compartidos, con todas las comodidades de una oficina. Unas iniciativas que están siendo apoyadas por las administraciones locales del sur, que ven en el fenómeno la posibilidad de recuperar una parte de los cerebros que se han fugado en las últimas décadas, poniendo un freno a la despoblación y a la escasez de recursos humanos para mejorar la economía local. De ahí que también varios pueblos pequeños —la mayoría de los cuales están muy escasamente poblados— también hayan manifestado su interés en convertirse en focos de atracción para estos jóvenes, y ya estén ofreciendo incentivos.

El negocio del éxodo

Un ejemplo es el de Castelbuono, pequeño pueblo de la isla siciliana que desde febrero lleva un proyecto que involucra al sector privado y que prevé descuentos, facilidades y servicios para aquellos que elijan trabajar en remoto desde este tranquilo lugar con vistas sobre el burgo medieval y las colinas del parque natural de las Madonie, a tan solo 15 minutos de distancia del mar Mediterráneo. Incluso se ha previsto una ‘smart working assistant’, una asistente personal que ayudará a los interesados a instalarse en el pueblo. Un proyecto que nace de la colaboración con ‘South working, Lavoro da Sud’, una organización puesta en marcha el verano del año pasado y desarrollada por Global Shapers Community, vinculada con el Foro Económico Mundial.

La mayoría de los interesados en emprender el camino al sur son jóvenes sin familia

Su presidenta es la joven jurista Elena Militello, quien regresó a Sicilia desde Luxemburgo, y quien en estos meses ha promovido activamente el modelo con el objetivo de solicitar apoyo logístico a las instituciones, inversiones en transportes, espacios de trabajo compartidos y buenas conexiones a internet. Algo que algunos se auguran pueda producirse también gracias a los fondos del ‘Next Generation EU’, el plan de recuperación de la Unión Europea del cual Italia es la mayor destinataria. La incógnita es si el nuevo Gobierno italiano de Mario Draghi, en el que la mayoría de los ministros proceden del norte del país, decidirá invertir en el ‘south working’. Una decisión que podría determinar el alcance del fenómeno.

De hecho, Vecchione, el profesor de Nápoles, advierte: “A largo plazo, creo que este fenómeno tendrá un buen impacto si, además de permitir el retorno de los que quieren regresar, también se logrará atraer a jóvenes talentosos de otros países que quieran vivir en entornos más asequibles manteniéndose en un contexto internacional”. “La idea no es impedir que las personas viajen y vivan en contextos multiculturales, sino permitir que aquellos que prefieren el sur no tengan que elegir entre esto y una carrera ambiciosa”, explica.

Así y todo, al menos de momento, no todos parecen encajar con este nuevo modelo. De acuerdo con un reciente sondeo de la ‘Fondazione con il Sud’ (Fundación por el sur), una organización que administra los fondos que los bancos deben destinar por ley a proyectos de ayuda social, la mayoría de los interesados en emprender un camino de este tipo son jóvenes sin familias, y solo el 25% se dijo dispuesto a aceptar un recorte del sueldo del 20% para trabajar en remoto desde el sur. De igual modo, muchas empresas ven con buenos ojos el ahorro que supone fomentar el teletrabajo, pero también buscan incentivos estatales para llevar adelante los cambios estructurales necesarios para ello.

Junto a Rumanía y Polonia, Italia es el país de la UE con más trabajadores en el extranjero

Sobre el papel, Italia tiene mucho que ganar, sobre todo si logra el regreso de sus jóvenes emigrados fuera del país, cuyo número creció enormemente después de la Gran Recesión de 2008. En la actualidad, junto con Rumanía y Polonia, es el país de la UE con el mayor número de trabajadores en el extranjero, según cifras de la Comisión Europea. Algo que le cuesta al país —considerado lo que se gasta en la educación y formación de estos jóvenes— unos 14.000 millones de euros al año, según Confindustria, la principal patronal del país.

Para el deprimido sur italiano, que además sufre desde hace décadas una enorme brecha con el industrializado norte, las eventuales ventajas también son evidentes. Más aún ahora, después de la grave crisis sanitaria en Lombardía —la región norteña administrada por la Liga de Matteo Salvini—, cuya gestión plagada de errores la convirtió en una de las zonas con las más altas tasas de infección y muerte por la covid-19.

Este fenómeno “de verdad podría cambiar el rostro del sur”, ha dicho, en una reciente entrevista con la prensa italiana Gianfranco Vestí, economista de la Universidad de Bari, capital de Apulia, otra región del ‘mezzogiorno’ italiano. Solo el tiempo dirá si estamos ante un profundo cambio estructural o una moda pasajera.

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