Reportaje

Devoluciones en caliente a sangre fría

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 13 minutos
Rescate de refugiados afganos en el mar de Lesbos (Abr 2021) | © Ilya U. Topper / MSur

Ayvalik  | Abril 2021

La neumática flota inmóvil sobre el espejo azul del Egeo, bajo el sol del amanecer. Al oeste, a pocas millas marinas, relucen los acantilados blancos de la isla de Lesbos. La lancha de los guardacostas turcos se acerca a gran velocidad, reduce, acaba con el motor al ralentí a pocos metros. Tres marineros enfundados en trajes de protección blancos aparecen en cubierta. “¿Hay alguien que hable turco?!” gritan, al tiempo que lanzan un cabo. Un hombre en la neumática lo agarra y poco a poco la frágil embarcación acaba arribando a la popa de la lancha. Los guardacostas se acercan y agarrán a los bebés que las mujeres de la barca les tienden. Luego ayudan a pasar a los adultos, uno por uno. Los hombres pasan a la parte de proa, las mujeres con los niños quedan en la cubierta de popa. Hay 28 personas en total en la neumática.

“Somos todos afganos”, asegura Masum, una joven con un dominio aceptable de inglés. “No vivimos en Turquía, venimos directamente de Afganistán”. Explica que tras embarcarse en la lancha de noche para cruzar a Lesbos, una distancia de apenas diez kilómetros, se toparon con una patrulla griega a poca distancia de la isla. “Nos cogieron. Pincharon la barca con palos agudos, nos entraba agua en la barca. Ya estábamos en aguas griegas pero nos llevaron de vuelta a aguas turcas y nos abandonaron allí”.

Refugiadas afganas a bordo de una lancha de guardacostas turcos (Abr 2021) | © Ilya U. Topper / MSur

Efsane, otra afgana del mismo grupo, que lleva un niño de corta edad en brazos, lo corrobora en turco: ella ya llevaba año y medio viviendo en Estambul antes de buscar una oportunidad de dar el salto. “Fuimos a Grecia. El capitán (de la patrulla griega) nos pegó. Luego nos rompió el motor y lo tiró al mar. Luego venimos juntos, nos arrastraron. Nos llevó por el mar a Turquía, nos dejó y se fue”, resume. “Era muy duro, mi bebé lloraba mucho. Entró agua, todos lloramos mucho, teníamos miedo”.

Son historias cotidianas para los guardacostas turcos. Esta vez no hay drama: el mar está en calma, no hay oleaje, apenas una leve brisa, el rescate no entraña peligro. Tampoco hubo mayores daños en el encontronazo con la patrulla griega. Pese a que las refugiadas aseguran que los policías griegos pincharon la barca con “palos agudos” —un testimonio que los marinos turcos han escuchado cientos de veces—, la neumática no parece haberse agujereado, no se desinfla. Nadie se cayó al mar durante el proceso de remolque a aguas turcas. “No falta nadie”, confirma Masum “Estamos bien de salud. Yo estoy embarazada, y otra mujer también”, agrega.

Las ‘devoluciones en caliente’ —push-back en inglés— se han convertido en moneda común en las aguas entre Lesbos y la costa de Anatolia. Según los registros de la comandancia marina de Ayvalik, el centro de operaciones de la guarda costera turca para la región de Lesbos, en 2019 no se constataron casos. En 2020 hubo 303 ‘devoluciones en caliente’ en todo el Egeo, de un total de 537 operaciones de rescate en las que se interceptó a 18.820 migrantes. Algo menos de la mitad de ellos estaban en barcas sin motor a la deriva o en balsas salvavidas, explica un oficial del cuerpo turco. La mitad de estas devoluciones, 150 casos con 4090 rescatados, se registró en el “Egeo Norte”, como la marina define el mar alrededor de Lesbos, precisa.

Una importante parte de los intentos de refugiados y migrantes para pasar a las islas griegas tiene lugar en esta zona, y las playas de salida más habituales son las de las escarpadas laderas del municipio de Ayvacik justo al norte de la isla. Aquí, el mar tiene una anchura de solo diez kilómetros, una distancia que se puede recorrer en 45 minutos con la neumática, según el oficial. Si no hay patrulla, claro. Durante 2020, 4.505 migrantes consiguieron llegar a las costas griegas, acorde al registro de la comandancia.

Las cifras han empeorado. “Antes, las devoluciones eran un 45 % frente a un 55% de intercepciones nuestras”, dice el oficial. En los primeros tres meses de 2021 alcanzan un 70% en todo el Egeo: 69 casos con 1.891 rescatados en un total de 98 operaciones de salida con 2.707 migrantes interceptados. La mayoría de las devoluciones — 47 casos con 1407 migrantes— se observaron en el sector Egeo Norte. Solo 746 personas, cree el oficial, han alcanzado Lesbos.

Las devoluciones en caliente son totalmente ilegales según la ley griega y europea. Un cuerpo de seguridad que intercepta a migrantes indocumentados en su territorio, ya sea marítimo, ya sea terrestre, debe enviarlos a un centro de registro para examinar si tienen derecho a pedir asilo. Y solo si no lo tienen, puede deportarlos. De hecho, el acuerdo firmado entre Bruselas y Ankara en marzo de 2016 prevé precisamente que Turquía aceptará estas devoluciones desde las islas sin poner pegas.

Pero desde el primer y muy publicitado envío de dos buques con 200 migrantes en abril de aquel año, estas deportaciones se han convertido en un goteo casi imperceptible: en cinco años de vigencia del pacto, Turquía ha recibido 2.139 personas, según datos de la Dirección de Migraciones turca. El motivo: nadie puede ser deportado sin que su solicitud de asilo sea examinada individualmente. Y aunque gran parte los 20.000 migrantes acogidos en varios campamentos en Lesbos no proceden de países en guerra, sus reclamaciones deben evaluarse, algo que tarda tiempo.

Turquía alberga a 3,6 millones de sirios, pero la gran mayoría de quienes se aventuran al mar no proceden del país destrozado por la guerra civil. Ya no. Quizás después de la avalancha sobre la frontera del río Evros en febrero y marzo de 2020, que acabó revelándose como una estafa, la población refugiada siria desconfía de las promesas de traficantes que buscan clientes para el pasaje. Con un permiso de residencia indefinida, acceso a los servicios de salud público —de buen nivel en Turquía— y a la enseñanza, amén de ciertas ayudas monetarias para los más desfavorecidos, los sirios tienen relativamente poco motivo para arriesgar la vida en el Egeo. Menos fácil lo tienen los 170.000 iraquíes, y sobre todo los 116.000 afganos presentes en el país. Las cifras son del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados.

Los afganos representan, de hecho, el grueso de los interceptados en el Egeo, según los datos de la comandancia de Ayvalik, seguidos de somalíes y congoleños. “Pero eso es según lo que ellos declaran. Suelen venir sin papeles y nosotros no lo podemos comprobar”, acota el oficial, mientras enfila hacia sur: acaba de venir un nuevo aviso. Al poco aparece una segunda neumática, también inmóvil, sobre el horizonte azul.

Migrantes africanos a bordo de una lancha de guardacostas turcos Lesbos (Abr 2021) | © Ilya U. Topper / MSur

El mismo procedimiento, el cabo lanzado, el desembarque por popa. Esta vez son todos africanos. “De varios países distintos: aquí hay eritreos, muchos de Congo…”, señala Ahamad Yabati, oriundo de República Centroafricana. Les ha pasado lo mismo que a los afganos: “Llegamos a las cinco de la madrugada, pero la la policía griega nos detuvo y destruyó el motor, tiró la gasolina y luego nos echó atrás”, relata. “La policía iba de de negro, tipo ninjas —se tapa la cara—, vinieron cuatro, uno con pistola. ¡Silencio! nos detienen. A algunos los pegaron. Ataron la barca y nos llevaron de vuelta, y luego el viento nos trajo aquí”, resume.

Otro apunta que los agentes griegos les quitaron los móviles a varios migrantes, aunque no a todos. Alguno que pudo conservar el suyo consiguió llamar al número de emergencia de los guardacostas turco que llevaban encima, relata Yabati. Agrega que es la primera vez que intenta pasar a Grecia “Pero hay otros a los que han devuelto en caliente muchas veces”, apunta. El motor de la neumática sigue en su lugar, pero falta la tapa: está destrozado.

Grecia niega categóricamente que sus guardacostas practiquen ‘push-back’. Pero las autoridades turcas han distribuido varias filmaciones en las que se observa como lanchas griegas enganchan y remolcan a neumáticas con migrantes. Los testimonios abundan. El oficial turco—no puede dar su nombre— ha escuchado a cientos de refugiados contar experiencias similares.

A veces, cuando la vigilancia helena detecta una barca justo al traspasar la línea invisible que separa las aguas territoriales griegas de las turcas “se acercan con la patrullera a toda velocidad y luego giran de forma abrupta, creando grandes olas para que estas empujen el bote de vuelta a aguas turcas”, relata el marino turco. “Otras veces les quitan el motor o los remolcan. Una barca que quedó sin motor fue arrastrada por las corrientes desde el norte por todo la costa de Lesbos hasta el sur de la isla”, recuerda. “A otros, los griegos los subieron a su patrullera, les dieron vueltas por el mar durante horas y luego los volvieron a poner otra vez en la barca, dejándolos a la deriva”.

Neumática con refugiados afganos ante Lesbos (Abr 2021) | © Ilya U. Topper / MSur

Incluso —asevera el oficial— existen “devoluciones en caliente con retraso”, es decir deportaciones ilegales. “Si hay migrantes que llegan a la isla sin ser detectados, per luego los detienen allí, juntan un grupo, los maltratan y al cabo de dos o tres días los sacan al mar y allí los meten en balsas salvavidas autoinflables”. Muestra un vídeo en su teléfono móvil: se distinguen claramente las personas en las estructuras flotantes triangulares de color naranja. “Esto es lo más peligroso, porque esas balsas no tienen metal y por lo tanto no se detectan en los radares. La corriente las arrastra hasta el sur de Lesbos, donde hay una zona de fuerte tráfico marítimo de grandes cargueros y petroleros. Llega un buque y las hunde. Es como dejar a un coche parado con el motro averiado y sin luces en una autopista”, se indigna.

Corrobora que Grecia niega estas prácticas, pero tiene muy claro que los migrantes no pueden haber salido por su propia iniciativa desde las costas anatolias en las balsas salvavidas, porque estos flotadores “no tienen medio de moción, no pueden navegar”. Recuerda que también la ONG noruega Aegean Boat Report ha documentado este tipo de expulsiones: contabiliza un total de 558 personas abandonadas en alta mar con 35 balsas salvavidas y cree que la práctica ha causado ya varias muertes.

“Antes teníamos un canal de comunicación directo con las patrulleras griegas, nos llamábamos por teléfono para avisarnos de lo que sucedía. Ahora ya no funciona. Ahora mandan un fax a Ankara para informar de cualquier incidente, dando las coordenadas de un naufragio, de ahí nos llega a nosotros”, explica el oficial. “A veces cogen a un grupo en el norte de Lesbos, lo llevan hasta el sur de la isla, lo sueltan allí y luego avisan a Ankara”, asegura. Si la mar está brava ocurren tragedias, porque las neumáticas, totalmente sobrecargadas, acaban volcando o hundiéndose por los pinchazos de los agentes griegos. “Una vez recogimos a un grupo al que habían colocado en un bote y luego pincharon el bote, se hundió, se ahogaron cuatro. Los sacaron a todos y a los supervivientes los volvieron a poner en un bote a la deriva; los rescatamos y nos lo contaron”, relata. Casi se le quiebra la voz con algún recuerdo. “Sacamos a bebés del agua. Una vez se nos murió en los brazos un bebé de dos años”.

Al llegar a puerto, una ambulancia espera a los náufragos para hacer un control sanitario antes de que la comandancia traspase el control a las autoridades de migración para el traslado a un centro de extranjería. En teoría para iniciar un proceso de deportación, pero en la práctica, los migrantes suelen quedarse en Turquía, quizás volverán a intentarlo. Es un ciclo del que forman parte incluso las neumáticas recogidas durante los rescates: si no están dañadas se llevan a puerto, pasan a categoría de bienes decomisados y serán subastadas luego para recuperar algo de su valor y cubrir gastos de la comandancia. ¿Quién compra tantas neumáticas de segunda mano? Los guardacostas se ríen. Probablemente los propios traficantes, dicen sus caras.
“También hay que preguntarse por qué tantos migrantes de diferentes países eligen Turquía como país de tránsito para llegar a Europa. Son tantos..” apunta el oficial “Es como ser un portero en la meta y 500 disparando a portería”.

Refugiados afganos en una playa de Ayvacik, Turquía (Abr 2021) | © Ilya U. Topper / MSur

Toca la última salida del día. Esta vez, el destino es una playa del municipio de Ayvacik, justo donde suelen salir las barcas. Sobre la arena, entre algas secas, se dibujan los contornos de una neumática totalmente desinflada, junto a un motor destrozado y un bidón. Alrededor se acurrucan dos decenas de personas, la mayoría mujeres y niños. Todos son afganos. Salvo una niña de unos doce años, nadie habla turco. El hombre, que se presenta como Ali Murtaza, oriundo de Vardak, aprendió el idioma allí, “con amigos turcos”. Lo sucedido es, de nuevo, muy similar:

“Ayer por la noche, sobre las dos, venimos a la orilla, nos montamos en la barca y nos fuimos a Grecia. Navegamos unas tres horas. Vino la policía, tenian armas. Tuvimos mucho miedo. Nos dijeron un montón de palabrotas. Desde detrás empujaron nuestra barca poco a poco de vuelta. Cuando faltaba poco, y estábamos ya casi aquí, nos rompieron el motor e hicieron cortes en la barca. Poco a poco con el viento llegamos a la orilla”.

Tres policías vigilan desde un rompeolas cercano, pero de las familias afganas nadie hace ademán de huir por los olivares. Probablemente, los más valientes ya lo hayan hecho. A los demás, desorientados en una costa que desconocen, solo les cabe esperar la llegada de la gendarmería, el control sanitario, el traslado a un centro. Mientras tanto, los náufragos miran en silencio el mar, en calma con un intenso brillo azul. Al fondo, a apenas diez kilómetros, se dibuja la costa de Lesbos.

·
·
·

¿Te ha interesado este reportaje?

Puedes ayudarnos a seguir trabajando

Donación únicaQuiero ser socia



manos