Opinión

¡Queremos ser chikhat!

Soumaya Naamane Guessous
Soumaya Naamane Guessous
· 6 minutos

opinion

Casablanca  | Junio 2021

 

Mis abuelos, como familia digna de Casablanca, tenían su propia banda de chikhat, nombre que reciben las cantantes populares marroquíes. Las mujeres estaban encerradas y su tiempo de ocio era escaso. Cualquier ocasión era buena para festejar entre ellas.

Chikha Radia y su banda me fascinaban. Cuando era pequeña y me preguntaban a qué me gustaría dedicarme, decía que quería ser chikha, cosa que escandalizaba a mi familia. No entendía el por qué, ya que las chikhat amenizaban nuestros momentos de alegría, al mismo tiempo que se despreciaba su profesión. Las ceremonias no eran mixtas, sólo había mujeres divirtiéndose entre ellas, liberándose y desahogándose lejos de la mirada masculina.

Radia era una de las pocas chikhat violinistas. Las otras bandas iban acompañadas por un hombre que tocaba el violín. Pero ¡ojo! Tenía que ser obligatoriamente ciego. Sí, para que no pudiera mirar a las mujeres. Algunos cabeza de familia se negaban a llevar a las chikhat a casa debido a su mala reputación. Recurrían a jawq al3amiyn (orquesta de los ciegos). Los músicos que llevaban gafas eran sospechosos. El dueño de la casa se aseguraba de que eran realmente ciegos haciendo un movimiento brusco cerca de sus ojos. Pero estoy segura de que algunos ciegos falsos han podido disfrutar de las vistas.

Cantar delante de los hombres estaba considerado como libertinaje

Las chikhat eran mujeres libres mientras que las demás estaban encerradas. Normalmente eran chicas de origen rural, que habían huido o habían sido expulsadas por sus familias a las que habían «deshonrado». Otras eran aceptadas por los suyos y cuidaban de ellos.

Llamaban la atención porque podían ir donde quisieran y animaban celebraciones masculinas, con o sin alcohol. Podían fumar y beber o no. El ambiente podía descontrolarse o no. Cantar delante de los hombres estaba considerado como libertinaje.

Si algunas eran de costumbres ligeras, otras respetaban los valores. Sin embargo, eran víctimas de prejuicios crueles que las tachaban de prostitutas. En muchas familias, sus canciones e incluso la palabra chikha eran h’shuma (daban vergüenza).

Cuando las mujeres estaban enclaustradas y amordazadas, las chikhat alzaban la voz fuera del hogar, en el espacio público. Entretenían a las familias y las romerías e iban de pueblo en pueblo, de aduar en aduar, difundiendo noticias y animando a la población a cambio de comida, alimento o algunas monedas.

Su lenguaje podía ser directo y chocante. Cuando las mujeres se reúnen, rompen todas las cadenas de la h’shuma. Algunas de las canciones pueden impactar a las generaciones más jóvenes. Las mujeres eran acosadas y estaban frustradas. Entre ellas, se desahogaban sin preocupaciones. Ejemplo de canción: mul al barraka, besmalmal taytmalmal, huwa aj-ja ydir, wa chayb… (¡intraducible!)

Gritaban alto y claro las verdades que les molestaban: la injusticia contra las mujeres, la dictadura…

Pero el papel de las chikhat no era solo el de entretener. También cantaban la ayta, que significa grito o llamada, una especie de lamento que recuerda al blues. A través de la ayta gritaban alto y claro las verdades que les molestaban: la injusticia contra las mujeres, la dictadura y el abuso de poder que sufrían sus tribus. Sus canciones eran el único medio de transmisión de información en una época en la que la televisión, la radio y los periódicos escaseaban.

Las chikhat han alimentado la memoria de Marruecos y su historia. Kharboucha, a finales del siglo XIX sacrificó su vida desafiando la autoridad del alcaide Aissa. Las canciones de las chikhat suelen ser anónimas. Pero Kharboucha dejó un repertorio propio que se convirtió en un arma de resistencia.

La ayta era un medio para expresar la ira, denunciar la injusticia y suscitar el patriotismo. Bajo el Protectorado, Francia deportó al rey Mohamed V, cuando se negó a firmar su abdicación, y nombró a Ben Arafa como rey (1953). Las canciones improvisadas empezaron a circular inmediatamente después por todo el reino: Jabu lina Arafa, lihitu ki zarafa, uallah manessini ula nakhruj dini cha3bi baghini… (Nos impusieron a Arafa, su barba es como una escoba, juro no firmar ni dejar mi religión, mi pueblo me quiere…)

Tras la deportación de Mohamed V, las chikhat pidieron una revuelta:  khutna ya lislam, hazzu bina la3ame, zidu binna lkaddame, lakhyabbat daba tazyan (Hermanos en el islam, izad la bandera, avanzad, si la vida se vuelve despreciable, volverá a ser bella).

Forman un repertorio oral de gran riqueza y contribuyen a la conservación de nuestra historia

Estas canciones populares se inspiran en la vida cotidiana y denuncian los males de la sociedad. Najat Atabou canta: Dzaueg magalha liya, halfa hatta nbali bih (Se volvió a casar sin que yo lo supiera, juro ocuparme de eso), una denuncia a la poligamia.

La ayta u otras canciones más festivas forman un repertorio oral de gran riqueza y contribuyen a la conservación de nuestra historia.

Un gran número de chikhat, sin seguridad social ni pensión, mueren o envejecen en la soledad y precariedad, rechazadas por sus familias.

Los siglos XX y XXI han conocido grandes chikhat: Ghalia, Mouna, Aida, Hammoumia, Fatna Bent Houceine, Zahhafa, Zahra El Fassia, Hadja Hlima o Hadda, Hamdaouia la diva, que actuó en el Olympia y en el Zenith de París y que nos dejó hace poco. Por último, Raymonde, que todavía nos encanta… Pero lamentamos que no haya compañías jóvenes de chikhat que tomen el relevo para preservar este arte popular.

Músicos, cantantes, poetas en prosa, a veces bailarinas, las chikhat no son reconocidas como artistas.

Rindamos homenaje a todas estas artistas que han constituido este rico patrimonio inmaterial que hoy inspira en gran medida a los jóvenes cantantes. Un patrimonio que merece ser reconocido, valorado y estudiado en la universidad para descifrarlo y salvaguardarlo.

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© Soumaya Naamane Guessous | Primero publicado en 360.ma · 4 Junio 2021 | Traducción del francés: Rebeca Martínez 

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