Refugiados afganos

por Victoria Herranz

Tránsito al futuro

Dejan atrás un país que los ha dejado atrás a ellos. O mejor dicho, que los ha dejado adelantados, porque es el país el que ha vuelto, en cuestión de semanas, 25 años atrás: a aquel 1996 en el que la milicia taliban, una secta ultrafundamentalista con apoyo de Pakistán y Arabia Saudí, tomó Kabul e impuso un futuro negro a la población. Especialmente a las mujeres.

En octubre de 2001, los cazabombarderos estadounidenses sobrevolaron Afganistán y semanas después, los soldados de la bandera de barra y estrellas pisaron el suelo de una ciudad destruida (destruida no por los bombardeos ni por los talibán sino por los combates entre facciones de milicias islamistas anteriores a los talibán). Siguen veinte años de guerra civil esporádica, dispersa, con una apariencia de normalidad en ciertas partes del país, en la capital. Pero es una normalidad con pies de barro, con pies de bota norteamericana: el país nunca se creyó su propio futuro. En 2021, Washington anuncia la retira y en cuestión de semanas, los talibán entran en Kabul. Sin pegar un tiro. Quizás nunca se fueran del todo.

Miles de afganos, especialmente los que colaboraron con lo que nunca dejó de ser un régimen de ocupación extranjera, se ven entra la espada y el aeropuerto. Quien puede, intenta conseguir una plaza en los aviones que salen. Solo los afortunados lo consiguen.

España evacúa a dos mil afganos, Italia a casi cinco mil, Estados Unidos a 25.000, quizás 40.000, no hay cifras concretas. Pero parte de ellos también pasan por Italia. En concreto, por la base militar estadounidense de Sigonella en Sicilia, a una veintena de kilómetros de Catania y a medio centenar de Siracusa. Es apenas una parada en el tránsito hacia un incierto futuro: el exilio, la huida a un mundo que quizás les venga grande. Pero cuando uno tiene el pasado pisándole los talones, más vale huir hacia adelante.

[Ilya U. Topper]