Opinión

De café en café

Soumaya Naamane Guessous
Soumaya Naamane Guessous
· 6 minutos

opinion

Casablanca  | Junio 2021

 

En Marruecos, frecuentar los cafés es una arraigada costumbre. Nos dimos cuenta cuando estos establecimientos cerraron durante el confinamiento.

Que las mujeres también acudieran al café es más reciente: empezó en los años 90. Hasta entonces, los locales eran exclusivamente masculinos. Solo entraban las mujeres de malas costumbres y no se podían sentar en las terrazas. En Casablanca, las familias iban a las heladerías “para comerse un helado”, pero no para pasar el rato.

Hoy día, mujeres de todo perfil se reúnen en las cafés, incluidas las terrazas. Incluso en el zoco, lugar del que las mujeres estaban excluidas, las vemos bajo los toldos, sentadas en cuclillas sobre la lahsira (esterilla) o en una silla. Pero en la ciudad, en los barrios populares, todavía hay cafés que solo frecuentan los hombres.

En las ciudades, los cafés salen como setas después de la lluvia. Rivalizan en arquitectura, decoración, muebles… A veces, la inversión es tan tala que uno se pregunta cómo se podrá amortizar, salvo que se trate de blanqueo de dinero… El precio de la consumición depende del barrio y del poder adquisitivo de los vecinos. A veces, la factura es dolorosa, sobre todo en las franquicias extranjeras.

Antes, los marroquíes se reunían en el hogar, alrededor de mesas bien dispuestas. Todo lo que se servía, lo preparaban las mujeres en casa; se pasaban el día cocinando. La vida y el ocio tenían lugar entre las cuatro paredes.

Hoy, las mujeres ya no tienen tiempo ni ganas para encerrarse en la cocina: van al café

Hoy día, las mujeres ya no tienen tiempo ni ganas para encerrarse en la cocina, teniendo en cuenta sus nuevas responsabilidades tanto dentro como fuera del hogar. Cuando pueden, prefieren quedar en un café para respirar y compartir un momento agradable, sin fatigas. En Tetuán ha abierto un café únicamente para mujeres.

El ocio de toda la familia se ha desplazado a los espacios públicos.

Cuántos hombres pasan horas y horas en el café. Se los llama buwasa (besucones): toman un vaso de café y se lo llevan a la boca como para besarlo, solo humedeciendo los labios, para que siga lleno y les permita pasar el máximo tiempo posible sin tener que pagar otra consumición.

A otros hombres se les da el mote de butra (viga): se instalan en una esquina estratégica para observar eddajal wal jaredj (los que entran y salen), “para que no se les escape nada”, dice un camarero. El café es un lugar de no hacer nada, sobre todo para los hombres.

Uno va al café para tomar bebidas calientes o frías y picotear algo. A menudo, los hombres van allí para relajarse con amigos tras una jornada de trabajo. Pero las mujeres no: ellas corren para cumplir con sus responsabilidades fuera del hogar y para afrontar una segunda jornada de trabajo en casa.

También hay quien va al café para reponer fuerzas, aislarse de los demás, romper la rutina, cambiar una pared por otra. La pandemia ha convertido estos espacios en lugares de trabajo a distancia, de reunión, de citas de negocio, de acuerdos comerciales…

Se acabó la época de cuando el hombre sonreía a la mujer o ella le hacía ojitos: ahora es Bluetooth

Estos locales permiten encontrar a los allegados, matar el tiempo, fumar (aunque la ley lo prohíbe). Los hombres van para estar entre ellos, fuera de la intimidad del hogar o para huir del espacio reducido de la vivienda, donde los ruidos impiden relajarse o ver fútbol.

El tberguig. La actividad favorita (espiar a la gente): los hombres mueven la cabeza de izquierda a derecha, como si vieran un partido de tenis, para seguir con la mirada a las mujeres que pasan. El café es un escenario de vida y hay quienes van para observar a los clientes, su aspecto, cómo interactúan, y para hacer namima (cotilleo). Destacan los teléfonos móviles: todos se concentran en el aparato, solos o incluso acompañados. Antes se leían periódicos. Eso ya no existe.

Hay quien va al café para una cita romántica, bien a la vista de todos, bien escondido en una esquina oscura.

Hasta ayer, solo las mujeres “de escasa moral” eran camareras; hoy son chicas con estudios universitarios

El café es también un sitio para ligar. Pero ojo: es un ligoteo digital. Se acabó la época de cuando el hombre sonreía a la mujer, le hacía una ghmiza (un guiño) o la mujer le hacía ojitos. Ahora se encarga Bluetooth. Abdou: “Antes, yo veía a una chica y le pedía al camarero que le sirviera un batido de fruta que yo pagaba. ¡Eso era en los tiempos de cuando vivía Noé! Ahora abro mi bluetooth y miro la lista de aparatos conectados. Escojo a una chica. Envío un mensaje al azar y miro cuál de las chicas saca su teléfono. Si es fea, pongo mi móvil en la mesa y miro al techo. Si es guapa, nos empezamos a comunicar… o lo que surja, si hay química. Es mejor as´, porque a veces tan tsayad (salgo mal parado): la chica rechaza el batido que le haces llevar, pero tú lo tienes que pagar igual. Pues didi la hab mel·luk (te quedas sin nada)”.

El café se ha convertido en una sala de repaso para los estudiantes, sobre todo cuando ofrece acceso a internet. También hemos visto surgir cafés literarios donde se invita a los clientes unir lo útil con lo agradable. No son frecuentes, pero tienen éxito.

Y finalmente, otro fenómeno nuevo: las camareras. Hasta ayer mismo, solo las mujeres consideradas “de escasa moral” se atrevían a hacer este trabajo. Hoy son chicas con estudios universitarios que se tratan con respeto.

Los cafés se han convertido en un elemento indispensable de la vida urbana, un lugar de socialización inevitable. La oferta cultural es tan escasa, el ocio es tan caro, que el café se impone como único lugar de ocio.

En estos tiempos de pandemia, los cafés han tenido un gran éxito porque forman parte de los pocos espacios de ocio aún abiertos. Según una sondeo de 2012 del instituto estadístico marroquí HCP, un 1% de las mujeres y un 25% de los hombres pasan como media dos horas al día en estos locales. El tiempo reservado al deporte y a la lectura es de 2 minutos al día. Igual habría que dosificar un poco…

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© Soumaya Naamane Guessous | Primero publicado en 360.ma · 20 Agosto 2021 | Traducción del francés: Ilya U. Topper

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