Entrevista

Pere Gimferrer

«La lengua catalana está por encima del uso político»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 12 minutos
Pere Gimferrer (Sevilla, Marzo 2018) | © Alejandro Luque / M’Sur

Sevilla | Marzo 2018

 

A Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) le asisten por igual la curiosidad y la erudición. La primera le lleva a preguntar, antes de una entrevista, un sinfín de detalles sobre el medio donde aparecerá, si es digital o en papel, qué libro lleva el periodista bajo el brazo. La erudición la dispara a tal velocidad que a veces la propia grabadora no logra atrapar todo su mensaje. Académico de la Lengua, nombre destacado de la generación de los novísimos, divulgador incansable de la cultura y editor al que debemos algunos de los mejores títulos publicados en las últimas décadas, el autor visitó Sevilla para participar en la Feria del Libro de Tomares. Allí, lejos de los ruidos, crecientes esos días, del procés catalán, accedió a hablar con MSur. Días más tarde – el 10 de abril – presentaría en Madrid su nuevo poemario, Las llamas, editado por la Fundación Lara.

¿Cómo vive un humanista como usted todo lo que ha venido ocurriendo en Cataluña?

Como todos los sucesos de la Historia: ha ocurrido ya otras veces. Y ha tenido siempre un recorrido no previsible, aunque a largo plazo puede ser previsible en algunos sentidos. Dígase lo que se diga, por muchos que sean los que actúan, son minoría dentro de la población. Esto tiene muchos precedentes, y los más importantes no son del siglo XX, como se suele decir; son de la segunda mitad del XVII, desde 1640 hasta la Paz de los Pirineos. En estos momentos sí hay una Cataluña independiente, aunque no republicana. Es difícil saber, con la Historia en la mano, el rumbo concreto que tomará todo esto.

La lengua catalana, ¿va a sufrir con todo este proceso? ¿Está siendo manipulada?

«La represión del catalán fue real y muy dura durante cuatro años, del 39 al 43»

La lengua catalana, como cualquier lengua, puede ser usada políticamente, pero está por encima del uso político. Cualquier ejemplo que tomemos de represión de una lengua demuestra que la lengua está siempre por encima de eso. Existe alguna lengua que se ha extinguido coincidiendo con la independencia del país… Se puede decir eso casi de Irlanda, pero solo casi.

Recuerdo haber entrevistado a Josep Maria Castellet y que me hablara amargamente de la prohibición del catalán. Pero durante el franquismo se publicaron libros en esa lengua, incluso la editorial de Castellet, Edicions 62, estaba especializada en dichos libros desde el año que indicaba su propio nombre, ¿no? ¿Hubo mito o fue real?

«Siendo muy españoles leían poesía en catalán y en gallego: Menéndez Pelayo y Juan Ramón Jiménez»

La represión del catalán fue real y muy dura en un periodo histórico concreto, durante cuatro años, del 39 al 43. Había una prohibición de emplear el catalán, tanto en los libros como en el uso público, lo cual no quiere decir que no se publicaran: pero eran o bien clandestinos, o bien tenían permiso de la autoridad eclesiástica, en el caso del catecismo y las obras piadosas. El primer libro en catalán autorizado fue, en el año 43, la Obra completa de Verdaguer. Lo autorizó Antonio Tovar, con una intención filológica. Pero ese periodo de cuatro años ha dejado huella en la forma de relacionarse un idioma con el otro. Pero no es una huella irreversible, existe y está ahí.

¿Usted se explica que haya buenos lectores de poesía que sean incapaces de reconocer como suyos a poetas catalanes, vascos o gallegos? ¿A qué esa urticaria?

Bastaría pensar en dos personas a las que nadie va a discutir, y que siendo muy españoles leían poesía en catalán y en gallego: Menéndez Pelayo y Juan Ramón Jiménez. Pongo estos dos ejemplos, podría poner muchos más, naturalmente.

¿Qué se podría hacer para que tanta gente deje de sentir esa literatura como ajena?

Bueno, esto no es más que un problema que tenemos entre muchos otros. De todas maneras, esta actitud no se limita a los dos mencionados. El catalán también atraía a Juan Valera, a Federico García Lorca, a Rafael Alberti, a Unamuno, que es cierto que era vizcaíno, pero no usó nunca el euskera como lengua literaria… Hay una frase tremenda de Juan Ramón, año 37, Cuba. Juan Ramón está voluntariamente fuera de España. Pone la radio y escucha un poema de Verdaguer cantado por la Escolanía de Montserrat, y según el diario de Zenobia le empiezan a caer las lágrimas, y dice: “Que yo tenga que estar en esta cárcel que es estar fuera de España”. España es para él también el poema de Verdaguer y la Escolanía de Montserrat. Es cierto que Zenobia era catalana, pero su lengua habitual era el inglés. Dicho esto, Juan Ramón ya leía catalán antes de Zenobia, a Verdaguer precisamente, y a Rosalía de Castro.

¿Y Menéndez Pelayo?

Tiene una anécdota de un discurso de los años 80 del siglo XIX, donde dijo que iba a hablar en una lengua “no bárbara ni exótica, sino española y limpia de todo matiz de bastardía”. Y lo dio en catalán.

¿Qué nos estamos perdiendo los que no leemos catalán?

«Alemania es una recién llegada a Europa. Lo mismo cabe decir de Rusia, no tanto de Inglaterra»

Hay muchas cosas, aunque yo le diría que empezara por el momento máximo de la cultura catalana, que es la Edad Media. Lea el Tyrant lo Blanc, los escritos de Ausias March y de Ramón Llull. Luego hay cosas interesantes también entre el siglo XIX y el XX…

¿Y qué perdemos dando la espalda a nuestra mediterraneidad y mirando hacia la Europa interior, hacia Alemania?

Alemania es una recién llegada a Europa. Lo mismo cabe decir de Rusia, no tanto de Inglaterra. Dicho esto Alemania ha aportado cosas importantes a nuestra cultura. Pero para mí lo importante fue estudiar latín de los 11 a los 24 años. ¿Por qué muchos españoles no leen en gallego o catalán? Porque han despreciado el latín…

También han despreciado nuestra parte árabe, andalusí…

Es parte de nuestro pasado, y aunque es un asunto minoritario, es decisivo. Un libro como el Diván del Tamarit de Lorca es incomprensible sin la recuperación de los poetas andalusíes que hizo Emilio García Gómez.

Pasé una vez junto a su despacho en Seix Barral, y me impresionó la altura de las montañas de libros que se acumulaban en torno a su escritorio. ¿Se publica demasiado en España?

Una cosa es la industria del libro, y otra la literatura. Esto ha sido siempre así, pero creo que es un fenómeno que se acentúa en nuestro tiempo. Sea como fuere, creo que cada obra indica en sí misma a qué público se dirige, si es amplio o reducido. Y en mi despacho no solo hay novedades, claro…

¿Qué libro de los que ha editado o ayudado a editar le tienen más orgulloso?

«No es lo mismo incorporar a un maestro a tu catálogo que descubrir el valor de un desconocido»

Hay distintas formas de orgullo. Me complace haber publicado a Octavio Paz, Aleixandre, Alberti, y también a gente de mi generación y más joven, a Muñoz Molina, a Roberto Bolaño, a Isaac Rosa… No es lo mismo incorporar a un maestro a tu catálogo que descubrir el valor de un texto de un desconocido.

Ha escrito poesía en cuatro lenguas. ¿Qué le hace elegir cada una?

La lengua tiene su propio pasado literario, pero el poeta es siempre el mismo. El pasado y el presente de la lengua elegida tienen influencia en la creación del poema, como demuestran todos aquellos que han cruzado de una a otra: Garcilaso escribe sus poemas en latín, Camoens escribe en español y portugués, Rilke en alemán y francés, Larrea en español y francés, etc.

¿Qué hace algo tan fuera de mercado como la poesía en una cita tan eminentemente comercial, como una Feria del Libro?

La poesía está visible siempre, la encontramos en toda clase de puestos. Y en una Feria del Libro lo es aún más: en estas citas se ven siempre cosas, poesía o no, que no son las que se venden habitualmente en las librerías normales.

Hoy, con internet, ¿hay más poesía que nunca, aunque siga siendo un género marginal?

No creo que haya más que nunca: se ve de otra manera, pero no hay más. ¿Son mejores esos poetas? El soporte no tiene la menor trascendencia en cuanto al valor del texto. Poesía era ya la que existía de viva voz, la poesía oral oral, luego la que se copiaba manuscrita, mucho más tarde la impresa… Y la voz, por un lado, y la escritura por otro, siguen dominando. Que haya o no soporte escrito ni quita ni pone a la poesía, papel o no papel no le priva su carácter de signo sobre el espacio, o bien de oralidad, si la hay.

¿El soporte puede cambiar la forma de escribir?

«El soporte, cuando lo hay, porque puede haber poesía oral, no afecta a lo fundamental de la poesía»

Eso es un espejismo. Mucha gente lo cree, en detalles no fundamentales sí. La presencia de tipografía hace posibles ciertas cosas, el juego con los espacios en blanco, los caligramas cuando se han hecho, no solo en la época de Apollinaire, sino muchísimos siglos antes también… Pero, como digo, el soporte, cuando lo hay, porque puede haber poesía perfectamente oral, no afecta a lo fundamental de la poesía. Lo mismo pasa con la prensa: cuando se habla de prensa, entendida al pie de la letra, es todo aquello que va a las prensas, pero es también lo que se publica como prensa digital.

El temor de los lingüistas a que el lenguaje se vaya degradando por culpa de las nuevas tecnologías, ¿es infundado?

No sé si los lingüistas tienen ese temor, yo sé que el lenguaje se degrada, y se mejora y vuelve a degradarse, pero por razones muy distintas, que tienen relación sobre todo con el uso oral. El lenguaje escrito no degrada al oral, pero no es algo que me preocupe demasiado. No creo que ocurra hoy más o menos que en otras épocas.

La brevedad del SMS, del tuit, ¿propicia un pensamiento atomizado?

Es una brevedad relativa, y no es la única posibilidad de plasmar ese tipo de pensamiento, que también puede aparecer en cosas muy extensas, ya lo sabemos… Y el poema breve ya existía en la poesía latina, junto con el texto extenso. Todo esto me hace pensar en que la gente tiene un espejismo muy curioso, se imaginan que cuando nació la imprenta se dejó de copiar los libros, y nada más falso. Góngora por ejemplo, nunca fue impreso, sus obras, las Soledades, el Polifemo, se conocían por copias manuscritas, y hablamos de un tiempo muy posterior al nacimiento de la imprenta, entrado el siglo XVII.

Como académico de la Lengua, ¿qué opina de la controversia actual sobre el sexismo del lenguaje? ¿Hay sexismo en las palabras?

«El lenguaje puede ser sexista, pero ese sexismo, salvo casos muy contados, no lo crea la Academia»

El lenguaje puede ser sexista, pero ese sexismo, salvo casos muy contados, no lo crea la Academia. Lo que hace la Academia es reflejar el uso que existe en publicaciones precedentes. Esto no significa que ese uso sea actual ni positivo para la Academia, es algo que está ahí, en los textos. Se trata de dejar constancia del uso, no de preconizarlo. ¿Cuánto tiempo pasó para que se adoptara la expresión “pasar desapercibido”, en el sentido de “pasar inadvertido”? Se tardó mucho.

También hubo una fuerte polémica con la acepción de “gitano” como “trapacero”… Se acusó a la RAE de racista.

Sí, pero eso históricamente está ahí. No digamos “judiada”… La Academia solo registra su existencia, el uso le da la connotación que sea.

Con todo, cualquier comunicado de la RAE parece siempre herir susceptibilidades en alguna parte. ¿Se sienten bajo una vigilancia extrema?

Ha sucedido en otras épocas, por razones distintas a las de ahora. Hay muchas falacias, muchos espejismos y verdades a medias. Un ejemplo clarísimo: en el uso actual, aunque muy generalizado, no es correcto usar escuchar como sinónimo de oír, son dos conceptos. Dicho esto, nadie explica, y nadie puede explicar me temo, por qué Garcilaso escribía “en el silencio solo se escuchaba un susurro de abejas que sonaba…” Ahí escuchar significa oír, y estamos hablando del siglo XVI. Como este, hay muchos pequeños misterios en la vida, muerte y resurrección de las palabras.
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