Entrevista

Clara Usón

«Franco nunca habría permitido el destape de los hombres»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 17 minutos
Clara Usón (Feb 2018) | © Edere Comunicación

Sevilla | Mayo 2018

La única condición que Clara Usón (Barcelona, 1961) pone para hacer la entrevista, es que se realice en algún lugar al aire libre para poder fumar. El cigarrillo es el único vicio que le queda de aquella juventud loca en la que, como muchos coetáneos suyos, coqueteó con las drogas y empezó a obsesionarse con el suicido. La memoria de aquellos años alienta su nueva novela, El asesino tímido (Seix Barral), que toma como motivo principal la precoz muerte de Sandra Mozarowsky, pionera del destape. Premio Biblioteca Breve por Corazón de Napalm, Nacional de la Crítica y Ciudad de Barcelona por La hija del Este, Usón es una de las autoras más solventes, y a la vez imprevisibles, de la narrativa española actual.

¿De qué es símbolo la figura de Sandra Mozarowsky, que también aparece en Daniela Astor y la caja negra, de Marta Sanz?

«El destape nos pareció un síntoma de libertad, una promesa de apertura y democracia»

No puedo hablar por Marta, que en esa novela hace un magnífico retrato del destape. A mí me llamó la atención que Sandra Mozarowsky muriera tan joven, con 18 años, por lo que no llegó a ser uno de los grandes iconos del destape. En mi caso tiene que ver con muchas cosas, creo que oí hablar de ella a través de un programa de Sánchez Dragó, en el que se hablaba de su supuesto vínculo con el Rey y su muerte extraña y trágica. Indagué y descubrí que éramos casi contemporáneas (ella nacida en el 58, yo del 61). Empecé a pensar en aquel fenómeno del destape, que nos asombró a las adolescentes de mi generación, que nos pareció en su momento un síntoma de libertad, una promesa de apertura y democracia.

¿No lo fue?

En el Franquismo, como en todas las dictaduras, como mejor se representa la opacidad del régimen y el hermetismo es tapando físicamente a las mujeres. Mi madre iba a misa tapada y con un velo, y en las películas le pintaban escotes a las extranjeras. La mujer tenía que ser casta y pudorosa. Y de pronto, en los 60, vemos que ese tabú se había levantado, había actrices que en las películas que primero enseñaban un pecho, luego dos, hasta que leíamos “Susana Estrada lo enseña todo en Interviú”, ¡hasta el pubis! Yo tenía 13 o 14 años y no daba crédito. Veíamos esta exhibición impúdica del cuerpo femenino como un modo en que el régimen nos decía que iban a cambiar las cosas. Y en efecto, esa exhibición vino acompañada de la democracia. Yo pertenezco a la generación que la estrenó, tenía 14 años cuando murió Franco.

Sandra apenas pudo disfrutar de aquella democracia, ¿no?

«Sandra solo tuvo dos tipos de papeles: o el de prostituta o el de víctima, virgen inocente»

Sandra murió en el 77, justo antes de que se aprobara la Constitución. Entonces se hablaba mucho de la mujer objeto, de la diferencia entre erotismo y pornografía… Era una niña de clase media que quería ser actriz, y a una joven española con esa aspiración no se le ofrecía otra oportunidad que hacer aquellas películas. Y eso hizo Sandra, empezó muy joven y trabajó muchísimo, desde Lo verde empieza en los Pirineos con un partenaire tan desconcertante como José Luis López Vázquez, que podía ser su abuelo… Se quitó el uniforme de colegio de monjas para hacer películas de destape. Así apareció en más de 20 películas, imagínate, y murió a los 18. En algunas tenía papeles pequeños, sin diálogo, porque en realidad estaba ahí para enseñar las tetas, hasta que poco a poco fue haciendo papeles más importantes. Pero solo tuvo de dos tipos: o el de prostituta o chica de alterne –hasta el punto de que ella misma dijo “hay que matizar mucho el papel de chica de alterne que empieza”–, o el de víctima, virgen inocente a la que vejan, maltratan, atan, violan y secuestran. Esos eran los dos papeles, la puta o la santa.

Hasta que le tocó ser, o parecer, la suicida en la vida real…

Esa muerte es lo que ha hecho quizá que sigamos acordándonos de ella. Fue muy oscura, enigmática, en tanto se nos dijo que estaba regando las plantas en el balcón de su casa a las tres de la mañana, una noche de agosto, y se cayó. Quedó en coma y ya no despertó. Pero da la casualidad de que las macetas estaban en el suelo, la barandilla le llegaba al codo, era imposible que se cayera haciendo algo para lo cual tenía que agacharse. No hubo ambulancias, la autopsia no se hizo pública… Claro, eso da pie a todo tipo de rumores, que yo tomo como tales.

¿Por ejemplo?

Se dijo que si era amante del Rey, que si estaba embarazada, que si había sido sustituida por el Rey por Nadiuska o Barbara Rey y se suicidó, que si hubo intervención de los servicios secretos… Para una novela da juego, y enlaza con mi obsesión por el suicido: en todas mis novelas, y esto es algo de lo que me he dado cuenta después, aparece algún personaje que se suicida, a veces más de uno. Y dediqué una novela muy larga, La hija del este, al suicido de la hija de Mladic a los 24 años… Pavese decía que todo suicida es “un homicida tímido”, y yo, como tengo formación jurídica, le enmiendo la plana y le dio que es un “asesino tímido”. Actúa con deliberación, premeditación y alevosía. Siempre me he sentido tentada por el suicidio, y al mismo tiempo me subleva en las personas jóvenes.

Camus, Wittgenstein… ¿sigue siendo el suicidio un gran problema filosófico?

«El destape era femenino: ellos eran siempre bajitos, feos y mayores, y no se desnudaban nunca»

Cuando piensas en el suicido, si es lícito o no, no tienes más remedio que preguntarte ¿qué es la vida, qué sentido tiene, para qué sirve? Es más interesante. Y claro, quizá porque tengo más pasado que futuro, miro hacia atrás y me lo pregunto. Que Camus diga que la vida es absurda me tranquiliza, me preocuparía más que fuera como una eterna carrera académica, o una carrera de obstáculos. Eso te da una cierta irresponsabilidad.

¿Se suicidan de una forma distinta los hombres y las mujeres?

Supuestamente las mujeres usan formas más incruentas, como el veneno, pero la hija de Mladic se pegó un tiro, y Sandra supuestamente se tiró por un balcón, que suele ser muy masculino, así que son dos casos que desmontan los tópicos. En cambio, Pavese se suicidó envenenándose…

Volviendo al destape, ¿su novela cuestiona hasta qué punto fue la llave o la palanca de la libertad?

«En mi generación nos lanzamos a las drogas con un entusiasmo digno de mejor causa»

No deja de ser una metáfora, todo el destape es apariencia, destapar el cuerpo femenino, porque ellos eran siempre bajitos, feos y mayores, y no se desnudaban nunca. Vino a prefigurar lo que vendría después, una democracia en apariencia. Esta novela tiene algo de generación, y la mía es la de la Transición. Empiezo diciendo que fuimos jóvenes en una época en que el futuro parecía también joven y nuevo. Creíamos que los milagros existían, y esperábamos que bastara que el señor Fraga se quitara el uniforme de guardia civil y dejara de ser el ministro de pro que disparaba a los estudiantes, para que la democracia existiera por arte de birlibirloque. Hay un poco de cuestionamiento de ese sueño colectivo, esa creencia en que éramos un país europeo y moderno. Ahora tenemos la sensación de fin de ese ciclo, y es curioso, eso coincide con mi vida, con la de mi generación. Una Transición que se nos antoja una componenda, cambiarlo todo para que no cambie nada.

¿Qué caracterizó a aquella juventud a la que pertenecieron usted y Sandra?

Fuimos la generación de la movida, las drogas, la diversión. Intentamos alargar la juventud cuanto pudimos. Hubo un choque brutal con la generación de nuestros padres, que hizo toda su vida primero con la guerra y luego bajo la dictadura, no conocieron otra cosa. Lo asociábamos a ese franquismo que nos repugnaba, con ese atraso. Y era verdad que todo llegaba diez años más tarde. La generación anterior había hecho todo el trabajo de manifestarse y luchar, y ahora teníamos otro deber imperativo: ser modernos, ser europeos. Nos vestíamos como los anglosajones, imitábamos sus costumbres, escuchábamos su música, nos lanzamos a las drogas con un entusiasmo digno de mejor causa. Éramos nuevos ricos en materia en libertad, no sabíamos nada. Fuimos también la generación que alternó los entierros de nuestros abuelos con los de nuestros amigos. Nunca probé la heroína, pero fue la generación de los yonquis, de la que hemos hablado pocos porque muchos no vivieron para contarlo.

Hace poco, en Sevilla, Almudena Grandes aseguró que las mujeres de su generación eran más interesantes que los hombres de su generación, porque se parecían menos a sus madres que éstos a sus padres. ¿Está de acuerdo?

Aunque el rol de las mujeres ha cambiado muchísimo, no estoy segura de que eso nos haga más interesantes. En esta novela hablo mucho de mi madre, yo me llevaba muy bien con ella, solía estar muy de mal humor, amargada, y nos dejaba muy claro que para ella nosotros éramos una carga. No era para nada esa madre de las películas que cuando llegas a casa te sonríen mientras te preparan la merienda. Ella hizo lo que tenía que hacer, cuidar de su marido y sus hijos. Cuando uno es niño ve, siente, pero no entiende esas cosas. Mucho después, cuando mi madre ya estaba muerta, comprendí que mi madre era una víctima de su época.

¿Del franquismo?

«En el franquismo, la única posibilidad de escapar de la autoridad paterna era casándote»

Una dictadura es siempre espantosa, pero sobre todo para las mujeres. El dictador aspira a no dar opciones, y eso con las mujeres es especialmente cierto. Durante el Franquismo solo había una manera de vivir como mujer: como casta esposa y madre. Ahora hablamos de lo malos que son en Arabia Saudí, no hay que olvidar que hasta el 77, no podían abrir una cuenta sin permiso de sus maridos o padres, ni viajar al extranjero, ni comprar una casa… ¿Había alguna posibilidad de tener una vida propia? No había ni anticonceptivos, de manera que la única posibilidad de escapar de la autoridad paterna era casándote.

¿Fue eso lo que le ocurrió a su madre?

Mi madre era una mujer con estudios, ahora me pongo en su piel y la imagino pensando: “Esta vida no la he elegido yo, estoy cargada de hijos y no puedo hacer nada más que ocuparme de ellos y de su padre, que va y viene y hace lo que le da la gana”. ¿Cómo no iba a estar de mal humor? Sería injusto decir que esas mujeres no eran interesantes. ¿Quién tiene derecho a decir que una víctima no es interesante?

Usted habla también de la falsa liberación que supuso para muchas fumar y beber. ¿Otra trampa?

«Lo que lamento es que aquí la ruptura no la hicimos de verdad, como en Portugal»

Claro, lo único que les quedaba era fumar y beber como cosacos. Les parecía transgresor, como mi generación intentó serlo también con las drogas, los imitamos. Hay que ser idiotas, pero me parecía revolucionario. Crecí pensando que mi madre prefería a los hermanos varones, y que yo era un ser que soportaba, pero al que no tenía aprecio. Tuve una crisis personal tremenda, viví una película de terror, me convertí en la niña del exorcista para mi familia, pero mi madre fue la que estuvo incondicionalmente y me sacó de ahí, me salvó la vida literalmente y me dio estos años que vivo como de propina. Ahí entendí que me quería. Lo que aguantó, no lo aguanta nadie. Me demostró que era una persona extraordinaria. Lo triste es que no llegué a decírselo, esta novela es un homenaje pero póstumo.

Si tuviéramos que dar consejo a países que están haciendo ahora su transición, su camino hacia las libertades, ¿les animaríamos a que usen el destape como fórmula?

Yo no soy quién para dar consejos, pero me parecería una estupidez hacer algo así. Lo que lamento es que aquí la ruptura no la hicimos de verdad, como en Portugal. La Iglesia sigue pesando muchísimo, sigue siendo un poder político. Los mismos que estaban en los consejos de administración con Franco siguen estando, o sus descendientes, son las mismas empresas… La separación de poderes se la han cargado, la corrupción sigue siendo la misma. Creo que la transición fue más cosmética que otra cosa, y todavía no estamos ni mucho menos en una democracia. Teníamos que haber hecho lo que no se atrevió a hacer Felipe González. Estamos en un periodo de podredumbre, de decadencia, y podemos seguir esa tendencia autoritaria del Gobierno que encarcela a los cantantes y a los que osan reírse de la virgen, o romper con todo aquello. Hay que prohibir la Fundación Franco, para empezar, pero me da la impresión de que vamos hacia atrás.

Lo preguntaba porque aún hay muchos lugares donde la obsesión por tapar a las mujeres sigue en plena expansión…

Así son las religiones, la católica también. Las mujeres son un objeto, propiedad del marido, como todavía siguen pensando muchos obispos que llaman asesinas a las mujeres que abortan. El destape es un fenómeno curioso que tiene que ver con esa época tan turbia del tardofranquismo, de hombrecillos con bigotito…

¿Es parangonable a aquel otro destape televisivo que acabó encumbrando a Berlusconi?

«Es muy triste descubrir que el independentismo está yendo hacia el supremacismo étnico»

Siempre hablamos de eso, de la mirada masculina, todo es una promesa de libertad para los hombres, que nunca se destapa. Sigue igual, no hemos cambiado tanto: en Instagram sigue siendo noticia que no sé qué famosa aparezca desnuda… Falta mucho para que seamos interesantes, como dice Almudena Grandes.

¿Hubiera sido otra cosa si se hubieran desnudado también los hombres?

Sí, sí, sin duda, pero Franco nunca lo hubiera permitido. En aquella época se decía mucho que no había que confundir libertad con libertinaje, y eso habría sido libertinaje. Podría en entredicho la virilidad del macho hispánico, ¡a ver si somos maricones!

En nuestra última conversación especulamos sobre qué podía pasar en Cataluña. Ya ha pasado de todo, ¿cómo lo ha vivido usted?

Con enorme tristeza, porque tenemos a un presidente impresentable, racista, fascista, y no sé cómo hemos acabado ahí. Yo nunca he sido nacionalista, y sigo pensando que la política de Rajoy era alentar el conflicto y no intentar solucionarlo en ningún momento porque le daba votos, como un bombero pirómano… Ahora se le ha ido de las manos y beneficia a Ciudadanos. En la derecha española no hay nadie interesado en buscar una solución, y en cuanto al independentismo, es muy triste descubrir que están yendo hacia el supremacismo étnico. Como castellanohablante en Cataluña, tengo un presidente que me considera una hiena, genéticamente inferior… Siempre la derecha catalana, para tapar su corrupción, enarbola la bandera. Al final estoy avergonzada de ser española y catalana.

¿La izquierda catalana, dónde está?

Y en España, ¿dónde está? No existe.

Aquello que se hablaba de balcanización de Cataluña, ¿se ha cumplido de algún modo?

«Los jóvenes quieren desesperadamente aquello que rechazábamos: un pisito con hipoteca»

A ver, no hay armas. Me ha desconcertado que hayan elegido a este individuo, aunque tengan mayoría electoral. Tengo la impresión de que buscan dividirnos, porque el discurso del odio no genera amor. Lo único que quieren es mantener sus chollos. Nadie busca solucionar sus problemas, solo vivir de los cargos públicos y tapar la corrupción. Mires donde mires está todo podrido. Pensamos que el futuro iba a ser maravilloso, y nos encontramos con esto. Esa sensación de que el futuro iba a ser magnífico, que no teníamos ninguna obligación y todo el derecho a divertirnos… Creo que fuimos muy afortunados, porque las nuevas generaciones no van a poder hacerlo. Es curioso que entonces decíamos: no queremos tener familia, casas con hipotecas, todo eso es muy carca, anticuado. Ahora encontramos que estos jóvenes quieren desesperadamente aquello que rechazábamos, quieren un trabajo aunque esté mal pagado, un pisito con hipoteca. Se desloman, no pueden ser irresponsables. Les hemos negado el futuro que nosotros tuvimos.

¿Ha seguido el desenlace de los Balcanes? ¿Se escribe el epílogo en La Haya?

Que a Mladic lo condenaran por genocidio no es extraño, pero no está cerrado. El problema de las guerras es que nunca solucionan nada. Bosnia-Herzegovina está cogida con alfileres, los rusos están ahí intentando liarla todo lo que pueden, y eso puede estallar en cualquier momento. Me gustaría decírselo también a los políticos españoles, que creen que manteniendo vivo el conflicto en Cataluña van a obtener muchos votos. A ver si los de Ciudadanos, que van a mandar y me dan miedo, entienden las cosas mejor que Rajoy… ¡claro que con un interlocutor como Torra es imposible!

¿Alberga esperanzas?

Ciudadanos, para mí, es el PP sin pasado, no es otra cosa. Ahora está Rivera apostando por lo mismo que Rajoy, vivir del conflicto de Cataluña. Es muy triste, porque me recuerda a lo que estudiaba de los Balcanes, allí y aquí vivíamos todos juntos y vivíamos bien. Y los políticos, por sus intereses mezquinos y personales, nos arrastran adonde estamos.

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